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sábado, 24 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (22)


Imagen en el archivo de Amazonia Viral



KANAIMA (Enrique Plata Ramírez)
En todas partes habitaba Kanaima, el espíritu del mal. Los Marines temen encontrarse con cualquiera de sus manifestaciones. Sólo aquellos que van a morir pueden ver a Kanaima.
Obstinada de los maltratos físicos de Kevei, su marido, Iroraqui esperó a que se durmiera y con valentía, le asestó un fuerte garrotazo en la cabeza.
La siguiente mañana la encontraron los demás guerreros de rodilla ante el chinchorro del fallecido marido. Ella, sin contener su llanto, les dijo:
Vino anoche, sigilosamente, y mientras dormíamos, con su gran garrote, Kanaima le aporreó el cráneo a mi dulce marido.

EL ORIGEN DEL GABÁN, DE LA GARZA BLANCA, DE LOS CARPINTEROS CABEZA AMARILLA Y CABEZA ROJA (etnia Piapoko)
En una choza cerca de una laguna, vivían cinco viejos y dos hijas grandes, en edad de matrimonio. Cuando iban a buscar la yuca le prohibían a las muchachas salir de la casa. Podrían bajar de los chinchorros únicamente para comer el moñoco. Las dos indias siempre desobedecían. Tan pronto como quedaban solas partían a la laguna a pescar sardinas y bañarse. Al regresar se encaramaban en los chinchorros de un salto desde la puerta, sin dejar rastros de desobediencia. Cada una se cubría la cabeza con un pedazo de wabana (2) blanco. La mayor se llamaba Uco y la menor Atarinavi. Dos indios las querían por esposas. Se distinguían por el color de su wabana, uno era rojo y otro amarillo. Cuando ellos visitaban la casa de día, a nadie encontraban. Los padres y los abuelos estaban en el conuco, las muchachas en la laguna.
Un día a las indias les empezaron a salir plumas. Avergonzadas se cubrían el cuerpo con la wabana. No se dejaban mirar ni de los parientes ni de los novios. Otro día, los brazos se les convirtieron en alas y las bocas en picos. Volaban en vez de bajar de los chinchorros. Así no las podían querer ni sus padres ni sus novios. Avergonzadas decidieron entonces abandonar la choza. Levantaron el vuelo y se largaron a las lagunas y a los caños a comer sardinas.
De la mayor se formaron los ucos, los grandes gabanes de los ríos. De la otra los atarinavis, las garzas blancas.
Regresaron en la noche los padres, y en vez de sus hijas, encontraron plumas en los chinchorros. También los novios se pusieron muy tristes al enterarse de la desaparición de sus prometidas. Todos cantaron y lloraron. Al amanecer los novios se internaron en la selva a buscarlas. Pero no regresaron más, se mudaron en suwa, pájaros carpinteros cabeza roja y cabeza amarilla.
1. Gabán: Ave zancuda de gran tamaño que habita en los caños y lagunas de los llanos y selvas venezolanas.
2. Wabana: tejido fino elaborado con la fibra de una palmera. El criollo lo llama de la región lo llama «marina».

Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de Antonio Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas (1996)


MITO SOBRE EL ORIGEN DEL FUEGO ENTRE LOS YARURO (Gilberto Antolínez)
Sir George James Frazer, el eminente mitólogo escocés, al estudiar los diversos mitos sobre el origen del fuego en América, no pudo incluir el mito propio de los indios Yaruro que habitan los ríos Capanaparo y Sinaruco, en nuestro estado Apure, pues el material pertinente aún no había sido colectado. En cambio, incluye los mitos de los Taurepàn, Arekunà, y Warao, que tenemos en común los dos primeros con el Brasil y los últimos con la Guayana inglesa. El mito de los Yaruro es cortísimo y va incluido en el “Mito de la Creación”, colectado por el acucioso investigador Profesor Petrullo. Para mejor comprensión explicaré de antemano quienes son algunos personajes que intervienen en el mito. En primer lugar, tenemos a Puana, o sea, La Culebra de Agua, fuente de toda sabiduría, luego tenemos a “Itciai”, o “El Tigre Yaguar”, colaborador asiduo de Puanà. Ambos son  los seres míticos antecesores, respectivamente, de cada uno de los dos clanes en que están divididos los Yaruro del Capanaparo, en tercer lugar está Kuma, la madre de los Yaruro, divinidad benéfica que tiene su cielo en Occidente. Le sigue Kiberoh, la mujer maligna que habita en el cielo del Oriente. De Kuma, Puanà e itciai nació el héroe cultural Hatchawa, que es al mismo tiempo nieto de Puanà e Itciai; esta incongruencia se explica por el hecho de que los Yaruro no tienen ideas suficientemente claras acerca del valor de la cópula en la procreación. Y ahora entraré a dar muy resumido el mito.
“En el principio no existía nada. Entonces Puanà, la culebra, qué llego primero, creo el mundo y todo lo que este contiene, incluso los cauces de los ríos, excepto el agua. Itciai el Yaguar, creo el agua, Kuma fue la primera persona que pobló la tierra.
Entonces las otras gentes fueron creadas. Todo nació de Kuma  y todas las cosas que los Yaruro hacen fueron inventadas por ella. Kuma fue embarazada. Ella quería serlo en el dedo pulgar, pero Puanà le dijo que su progenie se multiplicaría en la forma ordinaria.
Hatchawa  nació nieto de Kuma, Puanà e Itciai. Desde entonces la atención de los tres se concentró en el muchacho. Hatchawa era muy pequeño, pero pronto creció y se hizo de gran tamaño. .Kuma se preocupaba de su educación. Pero Puanà se preocupó más por él. Puanà le fabricó una flecha  y un arco y le enseñó a cazar y pescar. Hatchawa encontró un hoyo en la tierra cierto día y miró dentro de él. Vio a muchas gentes, vino hasta sus abuelos y les exigió que sacaran del hoyo a alguna parte de esas gentes. Kuma no quiso acceder pero Hatchawa insistió. Puana le fabricó una cuerda delgada y un anzuelo y la tiró en el hoyo. La gente subió en números de muchos hombres y mujeres. Finalmente una mujer embarazada trató de salir, pero con su peso reventó la delgada  cuerda. Esta es la razón por la cual hay poca gente. El mundo estaba oscuro y frio. No había fuego. Entonces apareció Kiberoh, que traía fuego en su seno, y por exigencia de kuma  lo dio al infante Hatchawa. Pero cuando el niño quiso darlo al pueblo, Kuma se opuso, y entonces, él con gran inteligencia, lanzó peces jagupa vivos en el fuego y éstos lo diseminaron a su alrededor en la forma de carbones encendidos. El pueblo agarró las brasas y corrió en todas direcciones para encender sus propios fuegos. El primer fuego había sido mantenido ardiendo en la tierra de Kuma, en una alta colina circular cubierta de pastos. Todas cosas fueron primero creadas y dadas al muchacho, y este las fue pasando al pueblo. Una parte de estas gentes eran los Yaruro”.
Frazer ha demostrado que la generalidad de los mitos del origen del fuego presentan tres etapas sucesivas: la “Edad sin Fuego”, la “Edad del Fuego Conocido” (Pero en la cual el hombre no sabía encenderlo), y la “Edad del Fuego encendido”. En el mito Yaruro aparecen la primera edad muy netamente; falta la segunda, porque cuando los dioses adquirieron el  fuego, el hombre no existía todavía sobre la tierra; y se nos muestra también la tercera. 
Sabemos además que en esta clase de narraciones siempre aparece el afortunado poseedor del elemento llameante, como un ser egoísta que no quiere dejar a los demás participar de sus excelencias. Entonces hay que robar el fuego. Aquí el ladrón es Hathawa, que comete el hurto con la generosa idea de donárselo al hombre; es el “Urometeo Yaruro” Robador del fuego del cielo”. 
En los mitos Taurepàn se habla de una mujer llamada “Pelonosamo”, quien, como Kuma, tenía fuego en su cuerpo, de donde lo sacaba para tostar sus tortas de  casabe. En los mitos Warao, otra vieja llamada “Nañobo”, "La Gran Rana”, vomitaba fuego por la boca para cocer sus víveres, y luego lo ingería de nuevo, para que sus adoptivos hijos  Pía y  Makunaima no lo viesen. En los mitos de los Taruma, indios Arawak de las selvas del sur tales de la Guayana inglesa, una vieja casada con uno de dos gemelos  se estrujaba la parte superior del abdomen y entonces una bola de fuego le salía rodando  del propio canal genital.
El Hoyo donde estaba primitivamente viviendo la gente primordial, es la tierra de abajo o mundo inferior, del cual tantos mitos americanos hablan. En los mitos Warao y Karibe de Guayana, en cambio, las primeras gentes vienen de la tierra de arriba o cielo. Precisamente, en su mito del origen del fuego, los hombres y mujeres se descuelgan desde allá por un agujero hasta nuestra tierra, hasta que una mujer preñada obtura el hueco, y tanta fuerza se hizo para sacarla  de tal posición, que le sacaron las entrañas, las cuales cuelgan hoy allí convertidas en la estrella de la mañana. Esta mujer se llamaba Okonakura. Las cosas suceden al contrario que entre los Yaruro. El primer hombre Warao que bajó del cielo fue Okonorote, vale decir Señor de la Luz del Día; debajo de un gran árbol encontró  a un sapo; al subirse Okonorote cortó del árbol un gran racimo que cayó sobre el batracio y este despidió un fuego tan violento que abrasó toda la tierra. "Este fue el primer fuego que hubo en la tierra, y de  él proviene todo el que hay actualmente”.

Todos los mitos de esta clase convienen en que la madera puede ser ahora encendida porque los hombres, al robar o recibir el fuego lo introdujeron en un árbol, leño, pasto u otra cosa semejante. Y opinan que el pedernal tiene la virtud de dar chispas al ser golpeado porque en el pusieron también un poco del fuego primordial, o bien en una rocosa montaña: la alta colina circundada de pastos en la tierra de Kuma, del mito Yaruro, se refiere a entramadas creencias antiquísimas. No obstante  el método por el cual encienden fuego los Yaruro no es el de percutir pedernal o cuarzo, sino el de frotar, sobre la hendedura hecha en un madero, una vara seca aguda que se hace girar entre las manos. Este método es llamado “método de taladro a fuego” (en inglés.”fire-drill”).

viernes, 23 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (24)


Imagen en el archivo de Juan Bautista Castro

EL KALIAWIRINAE (El Árbol  del Alimento) Mito de los Guahibos y Piapoco
Al comienzo la tierra era una extensa sabana poblada por escasos árboles. Ésta era gobernada por Purnaminali y sus hermanos: Iwinai, Kapuyali y Tzamani, quienes gozaban de grandes poderes utilizados en el bienestar de la comunidad conformada por animales que se alimentaban de palos podridos. Uno de ellos llamado Kutsikutsi (mono nocturno), acostumbraba a salir discretamente para dirigirse hacia el gran río Orinoco en busca de alimento.
Una noche, cuando se desplazaba hacia el gran río, un bejuco barbasco llamó su atención por su prolongado tallo que alcanzaba a atravesar el Orinoco. Kutsikutsi curioso y decidido se trepó a éste impulsándose hasta llegar a la copa de un frondoso árbol, “El Kaliawirinae”, cuyo ramaje sostenía diversas frutas y raíces como: tabena, papaya, batata, yuca, piña, ají, banano, ñame…,etc. Kutsikutsi, extasiado y sorprendido por un olor dulce a piña, comió hasta empalagarse y pensó no revelar su hallazgo a los otros.
A la madrugada regresó muy satisfecho a la maloca, se acostó junto a Lapa y quedó profundamente dormido. A salida del sol y con la suave brisa que corría, Lapa despertó al sentir un olor embriagador y un susurro que provenía de la boca de Kutsikutsi:
-“Aii taxa kuibo màwiru” (tengo sabor a piña la boca).
 Ella corrió Tzamani y le preguntó:
-¿Qué significa lo que dice Kutsikutsi?
-¡Creo que, él ha comido un fruto dulce; debes seguirlo a donde vaya sin que él se dé cuenta!; así nos informaremos del lugar donde obtuvo el alimento.
Al anochecer, bajo los rayos destellantes de la luna, la comida descansaba sumida en un profundo sueño, a excepción de Lapa quien seguía silenciosamente los pasos de Kutsikutsi.
Transcurrido un largo tiempo, el mono se detuvo frente al gran río, ató su cuerpo al bejuco y se impulsó para llegar al otro lado del Orinoco. Lapa se sumergió sigilosamente en las turbulentas aguas para llegar al mismo tiempo al Kaliawirinae.  Kutsikutsi se sentó en la copa del árbol, agarró una piña y empezó a saborearla arrojando las cascaras a la tierra. Lapa las atrapó pensando en degustar el propio fruto, y pensó:
-“¡Zúa!, cáigase una fruta…”.
 Al instante un jugoso fruto se escapó de las callosas manos del mono. Lapa agarró la piña y corrió a esconderse en un agujero. El mono al percatarse de la presencia de la abuela se enfureció y se lanzó a recuperar el fruto, pero solamente logró atrapar la cola de Lapa, arrancándosela completamente (por eso la lapa no tiene cola).
Cuando Kutsikutsi se marchó, Lapa fabricó un Kote y lo llenó de toda clase de frutas que le brindaba el Kaliawirinae. Contenta regresó a la maloca y despertó a la gente para mostrarles su hallazgo.
-¡Vean lo que el viejo come por allá!, les dijo.
 Todos muy sorprendidos se lanzaron sobre el kote para saborear los frutos. Al momento, llegó el mono furioso con un tizón en la mano, se dirigió a la Lapa diciéndole:
-Abuela, ¿por qué ha estado espiando?
 Lapa, temerosa, acercándose al fogón, se armó con un tizón y le dijo:
-“¡Esta tierra es nuestra madre y ha producido el Kaliawirinae y como madre, desea que todos sus hijos sean alimentados justamente; no comprendo cómo su codicia desmesurada nos priva a lo que tenemos derecho. Mis nietos y yo hemos sentido hambre alimentándonos de palos podridos desconociendo la existencia del Kaliawirinae, en tanto usted disfrutaba en silencio la variedad de fruto.
 Kutsikutsi, furioso, hundió el tizón en el hocico de Lapa causándole quemaduras parecidas a las pecas. Al sentirse dolorida, lanzó el tizón con furia a la cola del mono dejándosela totalmente pelada; éste daba saltos estremeciéndose del dolor.
 Al día siguiente, Pumaminali organizó a la comunidad para emprender la búsqueda del Kaliawirinae. Algunos recogieron quijadas de pescado, otros labraron canoas para cruzar las turbulentas aguas…
Cuando llegaron junto al árbol, se sintieron fascinados al observa la prodigiosa planta.
Loro, paujil. piapoco, garza, carpintero, empezaron a picotear el tallo. Danta, lapa, ardilla, aserraban con los huesos de pescado, pero tanta faena era insuficiente. Tzamani, a causa del arduo trabajo convidó a un grupo de la comida para ir a la maloca del abuelo Palemeku, padre de las herramientas. Al llegar allí Tzamani se dirigió a él diciéndole:
-Necesitamos herramientas poderosas  para derribar el árbol del alimento. Solo usted podrá brindárnoslas.
-“¡m – m – m –, yo no tengo herramientas de trabajo, por lo tanto no puedo ayudarlos!”, - les dijo.
Ante la negativa, la gente le ofreció yopo, pero a pesar de esto él no accedió. El afán de continuar con el trabajo, hizo que Tzamani se transformara en mosca bobo y se introdujera por la nariz del abuelo quien al instante arrojó toda clase de herramientas.
 La mujer de Palemeku, furiosa por lo sucedido preparó envueltos de hojas que originaron la lluvia, los zancudos, la pereza… provocando la huída de la comunidad quien se apoderó de los instrumentos para talar el misterioso árbol.
 Al anochecer, cansados por la ardua tarea, se retiraron a descansar arrullados por la melodía suave producida por las corrientes del río y vigilados por la majestuosa luz de la luna.
 Al amanecer despertaron y corrieron hacia el árbol, sus rostros quedaron perplejos al ver que el Kaliawirinae permanecía intacto, sin rastro alguno de haber sido tocado.  Tzamani, sorprendido exclamó:
-“¡Este árbol es mágico, sus heridas son curadas por él mismo… debemos llamar a los abuelos Púbu (hormigas) para que alejen las astillas y así evitaremos de nuevo su formación!”.
 Con ayuda de los abuelos emprendieron la fragosa tarea. El árbol se mecía pero no caía porque estaba sostenido por el bejuco de barbasco que lo ataba al cielo.  Tzamani subió en forma de ave para trozar el bejuco, pero al picotearlo, la savia espesa le cayó en los ojos; sus alas se sacudían intentando protegerse, pero el dolor que sintió hizo que se lanzara al suelo emitiendo gritos.
-¡Ay, ay, ay… No puedo, es un bejuco muy grueso!
 Pumaminali se acercó al pájaro para ayudarlo y envió a los abuelos Materi (ardillas) quienes enseguida empezaron a roer: -rac, rac, rac…
Al cortarse la liana, el Kaliawirinae cayó al oriente, esparciendo toda clase de frutos originando así la comida.

 EERI – KEERI (SOL Y LUNA) Mito de los Guahibos y Piapoco
Bien dentro de la selva vivía una pareja caníbal que permanecía con sus sobrinos cuando los padres estaban de cacería. Todos los días la mujer simulaba espulgar a los niños mientras le succionaba la sangre hasta causarles la muerte.
Cuando regresaban los padres, les informaban que algunos de sus hijos habían muerto por causas extrañas; ellos, acongojados, daban sepultura a sus hijos, quienes más tarde eran desenterrados por la pareja caníbal, despojándolos de uñas y dientes con los cuales elaboraban collares. Luego arreglaban los cuerpos para asarlos y consumirlos.
La gente preocupada por las continuas muertes decidió investigar la causa de éstas, y fue así como un miembro de la maloca encontró los collares hechos de uñas y dientes dentro de las pertenencias dela pareja caníbal.
La comunidad acordó castigarlos enérgicamente ofreciéndole chicha con veneno y arrojándoles agua caliente.
La mujer corrió hacia el río para disipar su dolor, mientras que el hombre soportaba las intensas quemaduras.
Al ser desterrada la pareja del caserío, ascendieron al cielo transformados en Eeri, que a causa de sus intensas quemaduras fue obligado a brindar calor a la tierra y Keeri, que al sumergirse en el agua al ser castigada se le asignó la tarea de refrescar la noche.

LA ASCENSIÓN AL CIELO (Mito de los Guahibos y Piapoco)
Una mañana, cuando los Tsamani se encontraban en el conuco, los niños en el caserío jugaban imitando el baile de los mayores. De pronto, escucharon un trueno y una luz resplandeciente los envolvió; era Yamaxu – el Rayo – quien los llevó a su territorio celestial.
Cuando los Tsamani regresaron a la maloca se sorprendieron al no escuchar las risas de los niños; confundidos, afanosamente los buscaron en el río y la selva sin hallar rastro de ellos. Cansados y angustiados los Tsamani se acurrucaron en silencio formando un círculo  para ejecutar un rezo, pero el sonido de una melodía lejana los interrumpió; tornando sus cabezas hacia la fuente del sonido no les quedó duda alguna de que eran sus hijos. A partir de ese momento, comenzaron a bailar, sorber yopo y consumir mucho yaraque con el fin de tornar sus cuerpos livianos y así poder ascender.
Después de muchos días de ayuno y danza, los Tsamani no pudieron ascender porque sus cuerpos aún estaban pesados debido a la abuela Ibarouwa quien no quiso bailar, y siempre estuvo alejada del grupo por permanecer con su amante Maxuneje- el Caimán – en la orilla del río.
Purnaminali le prohibió a abuela Ibarouwa esos encuentros clandestinos con Maxuneje, pero ella continuó desobedeciendo a los Tsamani.
Purnaminali ideó un plan para acabar con Caimán. Así un día que Ibarouwa estaba lejos de la aldea, Kawainalu – hermana menor de los Tsamani – se vistió con el camisón de Ibarouwa y corrió hacia el río en compañía de sus hermanos; allí, ella golpeó el agua con una totuma llamando a Caimán, quien salió presuroso creyendo que era su amante. En ese momento Purnaminali destrozó la cabeza del animal arrancándole la quijada.
Al día siguiente, Ibarouwa se dirigió al río llamando a Maxuneje sin encontrar respuesta alguna; entonces, se sumergió en las aguas encontrándolo muerto en el fondo.
Agarrando el cuerpo inerte del animal lo sacó del río y al tenderlo sobre la playa se dio cuenta que Maxuneje había sido despojado de su quijada. Completamente encolerizada, Ibarouwa creó una payara para que devoraran a Purnaminali cuando se bañara; y así fue. 
Los hermanos, al notar la ausencia de Purnaminali, recriminaron a la abuela por su acción.
Los Tsamani crearon raudales para impedir que el pez avanzara, pero éste continuaba su recorrido en forma acelerada; por lo tanto, acudieron a Gavilán Pescador quien capturó a Payara y liberó a Purnaminali.
Los hombres, de regreso a la maloca, pensaron apresurar el ascenso, lanzando sus flechas una a una, pero ninguna lograba adherirse al cielo. Kawainalu se acostó agarrando el arco entre sus piernas y tiró de éste fuertemente, logrando ubicar la flecha en el cielo. A causa de la fuerza producida por su cuerpo, comenzó a sangrar por la vagina, originando la menstruación en todas las mujeres.
Los Tsamani continuaron lanzando flechas formando una escalera; cuando la terminaron, Tsamani, con la quijada del Caimán, emprendieron la subida junto con Purnaminali, Iwinai y Kawainalu. Otros quisieron ascender pero el peso de sus cuerpos reventó la escalera, arrojándolos a la tierra convertidos en animales que formaron diferentes clases como: Tigre, Loros, Venados, Tortugas,… etc.
Hallándose los Tsamani en el cielo se separaron para enfrentar el poder de Yamaxu.
Tsamani, transformado en lagartija, se dirigió a casa de Yamaxu para copiar los grabados del bastón que él utilizaba como arma.
Al día siguiente los Tsamani con un bastón  similar al de Yamaxu lo visitaron, pero sólo se encontraba su compañera a quien distrajeron para cambiar el arma. Al llegar Yamaxu y ver extraños en su casa se sorprendió: agarró el bastón y preguntó:
-¿Quiénes son ustedes?... ¿Qué desean?...
 Purnaminali respondió:
-Somos los hermanos Tsamani y estamos buscando a nuestros hijos!... Además, deseamos permanecer en el cielo!...
Al escuchar esto, Yamaxu pensó exterminarlos con su poderoso bastón y se dirigió a ellos dándoles bastonazos, pero a los Tsamani nada les pasó. Purnaminali, con el bastón que habían cambiado, saludó a Yamaxu con un garrotazo. El cuerpo de Yamaxu se desintegró y su compañera horrorizada culpó a los hermanos quienes la tranquilizaron reuniendo las partes de Rayo; soplándolo con tabaco, al instante revivió.
Rayo al sentir el poder de los Tsamani devolvió a los niños, y a la vez le asignó espacio para que permanecieran por siempre en el cielo.
En la tierra, mientras tanto, Ibarouwa desesperada por la ausencia de los Tsamani, construyó un bongo y navegó por el río hasta encontrar el punto donde se unía el cielo con la tierra; así pudo ascender y ubicarse en el otro extremo de los Tsamani convertida en Estrella Polar.
Desde entonces, se observa en el firmamento las constelaciones de: Kajuyali – Orión -, Kawainalu – Beta  Tauro -, Tsamani – Délphinus -:  Al otros lado se encuentra Ibarouwa – Estrella Polar -, bordeadas todas ellas por Kwemainu – Camino de Santiago-.

Todos los textos fueron tomados de: : Raíces, Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997. 

domingo, 11 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (10)

Escolares de la etnia Pemón en el archivo de Alejandra Sánchez





MITOS DE LOS GUAHIBOS Y PIAPOCO

KUEMAINU (Anaconda, Vía Láctea)
Tsawaliwali era una serpiente muy fuerte, le gustaba ingerir comida en gran proporción: tenía una hermosa hija  llamada Majunajunali a quien cuidaba evitando que se le acercaran pretendiente alguno.
Purnaminali, uno de los Tzamani más poderosos, estaba enamorado de ella, pero, le era imposible acercarse a la muchacha; por ello decidió transformarse en Ikuli (morrocoy) para ser tentación de la serpiente.  Ikuli se ubicó cerca de la maloca esperando que Tsawaliwali saliera en busca de comida.
Pasado un corto tiempo, la serpiente observó a lo largo del camino un Ikuli muy provocativo, se arrastró hacia éste para atraparlo con su grueso y largo cuerpo, pero el morrocoy pesaba demasiado. Tsawaliwali cansado, desistió y fue en busca de su hija quien estaba limpiando la maloca; ella al ver el agotamiento de su padre le brindó una taza de yucuta. Él, sorbiendo la bebida, le dijo:
-¡En el camino hay bastante comida… debe traerla lo más pronto posible!
Majunajunali marchó a prisa por el camino buscando la comida sin hallarla. De pronto escuchó pasos entre los frondosos árboles, tornó su mirada y observó a un joven  atractivo que le ofrecía la más hermosa flor y le causaba un profundo sentimiento.
-¡Oh!, ¿Quién es usted? – le preguntó ella.
-Soy Purnaminali y vengo en busca de la más hermosa mujer… ahora dígame si es el perfume de las flores la causa de su presencia aquí.
-No, mi padre me envió en busca de Ikuli, pero no le he encontrado, quizás se escondió entre el ramaje.
-¡El Ikuli que observó su padre soy yo!.
Me transformé en animal, buscando la manera de encontrarme con usted, ahora le pido que me acepte como su mejor amigo para protegerla todo el tiempo.
-Me agradaría mucho pero… ¡Imposible, mi padre jamás aceptaría su presencia en la maloca!.
-¡Yo tengo el poder para ser admitido por su familia, me transformaré en garrapata y él no notará me presencia! – exclamó Purnaminali.
Al atardecer, Majunajunali y Purnaminali (transformado en garrapata), emprendieron el camino de regreso a la maloca. Allí entre brazos y risas conversaban los amantes. De repente, Tsawaliwali, extrañado de los ruidos que escuchó, se levantó y miró a través del tordillo que protegía la hamaca de su hija; enfurecido al ver a Purnaminali intentó golpearlo pero Majunajunali muy temerosa se dirigió a su padre implorándole castigo.
-¡No tengo miedo! Por el poder que me acompaña, él debe aceptarme como su yerno.
 Al instante Tsawaliwali se retiró y desde entonces Purnaminali vivió con su esposa y sus suegros.  Un día, cuando Purnaminali se encontraba bastante lejos de la maloca buscando alimento en compañía de su hermano menor, cayó un fuerte aguacero que apagó las brasas utilizadas para secar y asar la carne.
Hermano, debes ir hasta la maloca a traer unos tizones pero no vaya a entrar convertido en animal, debe de entrar en figura humana, de lo contrario sería comida para Tsawaliwali - recomendó Purnaminali.
 A través del camino, el muchacho corría bañado en sudor; el afán de llegar pronto a la maloca lo indujo a transformarse en Lapa.  Cuando llegó a la maloca no tuvo oportunidad de adquirir su forma natural; Tsawaliwali, al verlo, se contrajo abalanzándose sobre el indefenso cuerpo del animal, dándole muerte.
Majunajunali arregló la carne  de la víctima y la asó en pedazos. A la luz de la luna consumieron en silencio la suculenta comida en espera de Purnaminali. Cuando él regresó, su esposa le ofreció carne asada, pero él la apartó con suavidad permaneciendo inmóvil frente a la leña que ardía en el fogón. No pudo dejar de pensar que esa carne era de su hermano.
Pasada la media noche cayó un fuerte aguacero acompañado de un viento recio.
Purnaminali se dirigió a su esposa diciéndole:
-¡Por favor…!. déme un pedazo de carne cruda y otro asado: empáquelos en medio de una torta de yuca.
 La mujer, extrañada, le entregó lo solicitado. Purnaminali se dirigió bien adentro de la selva y buscó la palma real más elevada. Cuando la encontró, formó un nido con la torta de yuca y acomodó los pedazos de carne dentro de éste. Luego los ubicó en la rama más alta de la palma. En medio de la tormenta regresó a la maloca, guindó la hamaca y se acostó para descansar.
Pasados varios días, nacieron dos polluelos de Kotsala (águila), los cuales se desarrollaron rápidamente. Purnaminali los alimentó y los entrenó colocándoles palmas y palos en las garras para que adquieran fuerza y altura en el vuelo. Cuando las águilas  lograron subir una palma al cielo, Purnaminali supo que había llegado el momento de acabar con Tsawaliwali; entonces ideó la forma de sacar a la serpiente  de la maloca utilizando un nido de bachacos que lo ubicó frente a la entrada.
Tsawaliwali, al verlo, se arrastró hacia éste tratando de alcanzarlo, pero era imposible ya que el nido se alejaba cada vez más de su morada. Cuando la serpiente estuvo completamente retirada de la vivienda, dos gigantescas águilas descendieron y atraparon  a Tsawaliwali por la cabeza y la cola, llevándola hasta el cielo, y la dejaron allí. Ésta, con el poder de Purnaminali, se convirtió en Kwemainu: franja de estrellas conocidas como el camino de Santiago o Vía Láctea.

TSIKIRIRI (Suegra de Purnaminali)
Después que Purnaminali vengó la muerte de su hermano continuó viviendo en compañía  de su esposa Majunajunali y Tsikiriri quien era una mujer muy hambrienta.
 Cuando terminaba la dura jornada, Purnaminali regresaba a la casa extenuado. Su esposa lo esperaba con la comida servida y una taza de yucuta. Tsikiriri acercaba un banco a la mesa y observaba la suculenta comida.
Al ver que Purnaminali empezaba a comer, Tsikiriri le lanzaba excrementos de cucaracha y de grillo sobre el alimento; Purnaminali con repugnancia se levantaba del banco y corría a botar la comida. Tsikiriri con la sagacidad de un felino y una sonrisa malévola en sus labios se abalanzaba sobre el plato para ingerirlo.  Purnaminali, cansado de esta situación, siempre pensaba en la forma de vengarse de ella.
Un día, al regresar temprano a casa, Purnaminali creó una laguna cuya agua diáfana refractaba los luminosos rayos solares  que encandecían los ojos  de los animales que se acercaban y deshojó plantas de merey que bordeaban la laguna, arrojando las hojas al agua.  Al instante, éstas se formaron en grandes pirañas.
 Cuando llegó a la maloca, su esposa extrañada de verlo tan temprano, le preguntó:
-¿Hubo algún problema en el trabajo?  ¿Por qué has regresado a plena luz del día?
-Mientras caminaba un poco distraído, descubrí una laguna rica en peces, y decidí venir  a comunicarle para aprovechar ese alimento – respondió Purnaminali.
 Tsikiriri al escuchar a su yerno empezó a quejarse:
-¡Ay, ay, ay… me voy a morir de hambre! Purnaminali con cortesía se dirigió a ella diciendo:
-Tranquila, la laguna tiene bastante comida, venga conmigo, le indicaré el sitio, y además le presto el mejor arpón; pero eso sí, no vaya a capturar los peces grandes.
 Tsikiriri apresurada alistó un pedazo de torta de yuca y salió en compañía de su yerno quien le dejó cerca de la laguna y él se alejó para continuar su trabajo.  La mujer muy contenta recolectó muchos peces, los cuales iban directo al fogón que había armado cerca de la laguna.
Mientras Purnaminali trabajaba, imaginaba a su suegra capturando a un pez enorme que le arrastraría al fondo para que la devoraran las pirañas. De hecho, en ese momento, su suegra era engullida por los monstruosos animales.
 Al atardecer, Majunajunali muy preocupada por la tardanza de su madre, emprendió la búsqueda. Al llegar al frente de la laguna observo una camareta y varios pescados carbonizados sobre las cenizas del fogón. Su cuerpo se estremeció de miedo y con voz temblosa llamó a Tsikiriri varias veces sin obtener respuesta. Vadeó varias veces la laguna y de repente su rostro palideció al divisar a través de las cristalinas aguas el esqueleto de su madre.
Un fuerte grito de dolor conmovió a las aves canoras que reposaban en sus nidos, y en bandada empezaron a sobrevolar la laguna emitiendo un canto lúgubre. Majunajunali llena de dolor y desesperación comprendió la intención de su esposo y se lanzó al fondo del agua para rescatar los huesos de Tsikiriri.

KAJUYALI (Constelación de Orión)
La hija de Tsikiriri y Tsawaliwali estaba muy furiosa por lo sucedido con sus padres y un fuerte deseo de venganza hacia Purnaminali le invadió todo su ser. Cegada por el dolor se armó con el hueso de la pelvis de su madre y se encaminó hacia el lugar donde posiblemente conseguiría a su esposo.
Después de varias horas entre la espesura de la selva, escuchó unos golpes sobre madera y corrió hacia allá. Poco a poco vislumbró la figura de un hombre que labraba una canoa y cuya apariencia era similar a la de Purnaminali.
 Majunajunali empezó a gritarle:
-¡Usted ha causado la muerte de mis padres, ahora seré yo quien acabe con su vida para siempre!
 El hombre confundido y sorprendido exclamó:
-¡No soy el hombre que está buscando!... ¡Usted me está confundiendo!...
 Majunajunali no le creyó. Se instaló frente a la canoa y le arrojó el hueso sobre una pierna cortándosela completamente. Kajuyali, emitiendo gritos de dolor contempló por un instante a la mujer y la convirtió en pato carretero.  Kajuyali cogió su pierna ensangrentada y la lanzó sobre las aguas de un riachuelo; al momento la pierna se convirtió en bagre rayado.
 Atormentado por el dolor de su cuerpo, Kajuyali sintió la necesidad de comunicar a sus hermanos el estado en que se encontraba.  Para ello cogió el mariapi (inhalador para sorber yopo) y con éste creó el picua (ave mensajera) y mirándola fijamente le dijo:
-Vuela muy alto en dirección al sitio de mi gente y trae ayuda.
 Cuando el pájaro llegó a la maloca, se tiró al piso gritando: -¡Tzikue – tsikue- tzikue…!
 Sus alas se movían aceleradamente intentando dar el mensaje. Las personas al verlos se interrogaron frente a lo que sucedía, pero continuaron inmóviles sin entenderlo. Picua al darse cuenta que su canto no era comprendido emprendió vuelo.
 Kajuyali haciendo rezos para calmar el dolor acudió a la patena (mortero para yopo) y creó el zamuro para que cumpliese la misma misión de picua; sin embargo, cuando llegó al sitio indicado se limitó a revoletear en círculos sobre la maloca, pero la gente aún no comprendía. Kajuyali desilusionado agarró la mochila y la transformó en sikoro (ave de gran tamaño), la lanzó con fuerza y ésta comenzó a volar sobre la copa de los árboles emitiendo una melodía triste que decía:
“¡jiji Kajuyali ikutsu uku!” (a Kajuyali le cortaron una pierna).
 Los hermanos de Kajuyali, al escuchar el mensaje, se apresuraron a buscarlo. Cuando llegaron al sitio, Kajuyali agonizaba en medio de la hierba húmeda. Purnaminali, Iwinai y Tzamani consternados de dolor emitieron una plegaria, y el cuerpo ascendió al cielo.
 Allí Kajuyali, mutilado de su pierna, quedó para siempre representando la constelación de Orión.

KEKERETO (Venus)
Era una mañana diáfana cuando Pumeniruwa, segunda esposa de Purnaminali, llamada la mujer olorosa se dirigió hacia el río en busca de agua para preparar alimentos. Allí se encontró con Yakukuli, un viejo pescador quien venía de regreso después de una noche ardua de pesca.
-¡Yakukuli, qué cantidad de pescado atrapaste… regálame uno – dijo Pumeniruwa.
El hombre, al escuchar a la mujer, remó lentamente hacia la orilla.
-¡Claro, suba y escoja el que más le guste!.
La mujer, muy contenta, se embarcó para seleccionar el pescado, pero cuál no fue su sorpresa al ver que el pescador empezó a remar rápidamente  con intención de raptarla.
Ella, muy angustiada, miró hacia todas partes implorando ayuda. De repente, advirtió una canoa que se aproximaba hacia ellos, era el rey Zamuro (gallinazo) quien dio un fuerte golpe a Yakukuli y agarró a la mujer embarcándola en su canoa.
Purnaminali, pensativo e inquieto, esperaba el regreso de su mujer.
Transcurrieron varios días y aún Pumeniruwa no aparecía. Una noche, cuando  Purnaminali se encontraba pescando, escuchó la algarabía de los monos titíes, los maiceros y los micos, quienes se encaminaban hacia la celebración de la famosa fiesta de chicha de fruta que ofrecía el rey Zamuro.
Kekereto, el gran lucero se mostraba en todo su esplendor motivando a Purnaminali a continuar la búsqueda de su mujer. De pronto, él se transformó en un anciano que se unió al grupo de invitados y continuaron la larga jornada hacia el occidente, acompañados siempre por el planeta Venus.
 Cruzaron los grandes y caudalosos ríos hasta llegar a la isla del rey Zamuro. Allí todos bailaban y bebían hasta agotar la deliciosa bebida. Purnaminali buscaba cautelosamente a Pumenirouwa y a la media noche se percató de la presencia de su mujer; entonces corrió a la laguna a bañarse y adquirir su propia apariencia. Cuando Pumeniruowa vió a su esposo, corrió hacia sus brazos llena de alegría y emprendieron el camino de regreso a la maloca.
Purnaminali, resentido por el dolor causado por el rey Zamuro, decidió vengarse de éste. Preparó la comida apetecida por el rey y lo invitó a su maloca. Cuando el Zamuro disfrutó del alimento, Pumenirouwa y Purnaminali lo lanzaron a una caneca llena de zumo caliente de yuca brava y ají. El zamuro emitió gritos de dolor pronosticándole maldiciones y la muerte prematura para la nueva generación. El cuerpo del rey se cubrió de un plumaje negro y emprendió vuelo reafirmando sus maldiciones.


Todos los textos se tomaron de: Raíces, Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997.