Mujer llanera en el archivo de Santos Quiroga
Imagen en el archivo de "Llano Adentro"
Rafael Martínez Arteaga (El Cazador, declamador; C); Dámaso Figueredo (El Diablo; D); Marlene López (Mujer del Cazador); José Ramón Rondón (Narrador)
Declamador: Pasaje I- Pregón
Llano viejo; amigo mío,
cuna de mis abuelos son tus pampas
centauro magestral que dolorido
has botado un baúl lleno de cartas.
Yo, sin embargo, con mi pluma quiero
divulgar las costumbres de tu raza,
que llenas de dolor y desespero
se fueron de tus lares con las garzas.
Oh, Llano, mal pagado, envejecido
que no has tenido compasión ni patria,
que tu gloria y tu mundo es el olvido
como un plebeyo que no tuvo taita.
Te pido, Llano mío, que en lo que escribo
me des la inspiración y la confianza,
que tu consejo con honor recibo
en el umbral sombrío de la ignorancia.
¿Cuántas veces bajó el sol de abril
se han llenado tus montes de fragancia?
Donde se esconde el cazador sutil
en campo ensoñador de la distancia.
¿Dónde vas, Llano mío, ya envejecido?
Buscas alivio acaso en la mudanza,
tantos caminos con tus ríos crecidos
donde la gratitud no se remansa
si donde no hay compasión no existe abrigo
ni se encuentra consuelo en la tardanza
por el contrario, cansado de estar vivo
te marcharás con tu dolor de casta.
cuna de mis abuelos son tus pampas
centauro magestral que dolorido
has botado un baúl lleno de cartas.
Yo, sin embargo, con mi pluma quiero
divulgar las costumbres de tu raza,
que llenas de dolor y desespero
se fueron de tus lares con las garzas.
Oh, Llano, mal pagado, envejecido
que no has tenido compasión ni patria,
que tu gloria y tu mundo es el olvido
como un plebeyo que no tuvo taita.
Te pido, Llano mío, que en lo que escribo
me des la inspiración y la confianza,
que tu consejo con honor recibo
en el umbral sombrío de la ignorancia.
¿Cuántas veces bajó el sol de abril
se han llenado tus montes de fragancia?
Donde se esconde el cazador sutil
en campo ensoñador de la distancia.
¿Dónde vas, Llano mío, ya envejecido?
Buscas alivio acaso en la mudanza,
tantos caminos con tus ríos crecidos
donde la gratitud no se remansa
si donde no hay compasión no existe abrigo
ni se encuentra consuelo en la tardanza
por el contrario, cansado de estar vivo
te marcharás con tu dolor de casta.
Pasaje II- El Cazador:
Solitaria y escondida
en el mundo de la nada
hay una casa atractiva
como esos cuentos de hadas,
hay un ave cantarina;
advierte sin decir palabras,
mil notas suaves y finas
sobre la tierra araucana,
allí la luna se inclina
para decirle a la palma:
“Si tu arrogancia domina
el sendero de las aguas,
cuida bien la campesina
que su mano no es mezquina
ni su corazón engaña
y ella con amor y vida
riega la flor del alba”.
La estrella Polar camina
por los esteros del alma
un verso tras la neblina
sale de un pecho que calla
tantas penas y heridas
del ser que sufre y aguarda
y en tenebrosa estampida
se pierde por la sabana
sí, es el Cazador que anda
cuando la noche está oscura,
que en medio de la llanura
contrapuntea con las ánimas,
hombre que entre copla y copla
se inspira cuando cabalga
cuando le trae la llovizna
olor a tierra mojada.
Sí, es él; el que se aproxima
con rumbo hacia la posada
que es una casa sencilla
donde su mujer lo aguarda,
el fogón va consumiendo
la leña recién cortada
el olor del café hirviendo
se riega por la enramada
canta el gallo pasionero
y un perro sale corriendo
de la cocina a la sala
algarabía de chenchenas
se escuchan en la cañada
porque el cazador se empeña
en llevarse la curiara
y ellas son las centinelas
de esa laguna encantada
guardianes de su destino
de los secretos que guarda
y así los guaitacaminos
despiden la madrugada
entristeciendo los trinos
de las aves levantadas
que abandonando los nidos
revuelan de rama en rama.
El Cazador: ¡Buenos días, vieja! ¿Cómo te ha
dío? (Se escuchan cantos de gallos)
Mujer: ¡Mira chico, este es el colmo! ¡Desde ayer te fuiste y ésta es la hora ´e llegá! ¿Dónde estabas metío?
El Cazador: Tábamos cazando con mi compadre Pancho, pero no juegue perdí tos los tiros que hice; yo creo que los muchachos me le están jurungando con el deo las heridas de los últimos animales que he matao.
Mujer: No hombre, déjate de está creyendo en agüeros, lo que pasa es que el mejor tiro se pierde.
El Cazador: ¿Y los sutes, cómo están?
Mujer: Juan, con una aventazón que vuela; María, no durmió en toa la noche, con unos sabañones; Miguel Antonio, por ´ta sacando los cochinos del conuco se le zampó un hueso ´e sapo en un talón, los demás tan´ hay, más o menos. Y “yo” con el dolor de muela, verdad, porque tú no estabas conmigo. Viejo, es que me jaces mucha falta.
El Cazador: Y tú a mí, no juegue, anoche ni dormí.
Mujer: Pensando en “yo”, ¿verdad?
El Cazador: No, chica, la plaga que casi me come vivo.
Mujer: Vamos a dormí, debes de venir cansao.
El Cazador: Bien seguro, pero amor con hambre no dura, voy a ver si es verdad, que hoy se me va escapá el venao ése, resabiao que se la pasa comiendo en La Calceta del Muerto, ese muérgano como que sabe le y escribí. La otra vez me lo jayé, me le metí bien escondío por detrás de un matapalo gacho y cuando lo tenía a tiro, desapareció como por arte de magia, parece que se lo hubiera tragao la tierra.
Mujer: Ten cuidao con ese bicho, mira que no es la primera vez que el pecao malo se les ha presentado a los cazadores en forma de animal.
El Cazador: Esos son cuentos regozaos chica, más arriesga el venao que él que lo tira.
Mujer: Bueno pues más vale que te cuides; guerra avisá no mata soldao, y si lo mata es por descuidao.
El Cazador: Dame otro guayoyito, búscame la cajeta del chimó porque me voy, barco parao no gana flete.
Mujer: ¡Cónchale, vale! ¿Y te vas a dir asina? ¿Y las vacas, quién las va a ordeñá? Ahí tan en el corral, más afaná que un chingo chupando caña.
Narrador: El bramar de las vacas se confunde con el berrido de los tereritos, que en coro piden su alimento y la ansiada libertad de juguetear en la orilla del estero. El Cazador alista el rejo y la totuma, y queriendo saber la audacia y facultad de su hijo como becerrero le dice al compás de la tonada del ordeñador:
Mujer: ¡Mira chico, este es el colmo! ¡Desde ayer te fuiste y ésta es la hora ´e llegá! ¿Dónde estabas metío?
El Cazador: Tábamos cazando con mi compadre Pancho, pero no juegue perdí tos los tiros que hice; yo creo que los muchachos me le están jurungando con el deo las heridas de los últimos animales que he matao.
Mujer: No hombre, déjate de está creyendo en agüeros, lo que pasa es que el mejor tiro se pierde.
El Cazador: ¿Y los sutes, cómo están?
Mujer: Juan, con una aventazón que vuela; María, no durmió en toa la noche, con unos sabañones; Miguel Antonio, por ´ta sacando los cochinos del conuco se le zampó un hueso ´e sapo en un talón, los demás tan´ hay, más o menos. Y “yo” con el dolor de muela, verdad, porque tú no estabas conmigo. Viejo, es que me jaces mucha falta.
El Cazador: Y tú a mí, no juegue, anoche ni dormí.
Mujer: Pensando en “yo”, ¿verdad?
El Cazador: No, chica, la plaga que casi me come vivo.
Mujer: Vamos a dormí, debes de venir cansao.
El Cazador: Bien seguro, pero amor con hambre no dura, voy a ver si es verdad, que hoy se me va escapá el venao ése, resabiao que se la pasa comiendo en La Calceta del Muerto, ese muérgano como que sabe le y escribí. La otra vez me lo jayé, me le metí bien escondío por detrás de un matapalo gacho y cuando lo tenía a tiro, desapareció como por arte de magia, parece que se lo hubiera tragao la tierra.
Mujer: Ten cuidao con ese bicho, mira que no es la primera vez que el pecao malo se les ha presentado a los cazadores en forma de animal.
El Cazador: Esos son cuentos regozaos chica, más arriesga el venao que él que lo tira.
Mujer: Bueno pues más vale que te cuides; guerra avisá no mata soldao, y si lo mata es por descuidao.
El Cazador: Dame otro guayoyito, búscame la cajeta del chimó porque me voy, barco parao no gana flete.
Mujer: ¡Cónchale, vale! ¿Y te vas a dir asina? ¿Y las vacas, quién las va a ordeñá? Ahí tan en el corral, más afaná que un chingo chupando caña.
Narrador: El bramar de las vacas se confunde con el berrido de los tereritos, que en coro piden su alimento y la ansiada libertad de juguetear en la orilla del estero. El Cazador alista el rejo y la totuma, y queriendo saber la audacia y facultad de su hijo como becerrero le dice al compás de la tonada del ordeñador:
Cazador: En medio de la laguna
se sacude, y aletea
sin temerle al aguacero
al viento ni a la marea
jala vieja, Yaguazo.
se sacude, y aletea
sin temerle al aguacero
al viento ni a la marea
jala vieja, Yaguazo.
Hijo del Cazador: Yaguazo, Yaguazo
ahí le va pa´ que se divierta.
ahí le va pa´ que se divierta.
Cazador: Por muy catira que seas
no le temas al carbón
que en la cocina se quema
cuando ´ta junto al fogón
póngasela vieja, póngase.
no le temas al carbón
que en la cocina se quema
cuando ´ta junto al fogón
póngasela vieja, póngase.
Hijo del Cazador: Limpion, Limpión;
coge papa pa´ que se arrope y sude
y sígame hablando por señas
aunque no soy sordomudo.
coge papa pa´ que se arrope y sude
y sígame hablando por señas
aunque no soy sordomudo.
Narrador: El grito del becerro, el canto del
ordeñador, los relinchos del caballo en el potrero, el tropel de los burros en
el paradero y el arrullo del chorro al caer en la totuma, forman un cuadro
típico mañanero del llanero legendario y así el Cazador termina su faena
rutinaria. Con paso acelerado, el Cazador, en compañía de su perro chucuto y
zato, bordea las orillas de los callados montes. Cruza el caño por El Paso de
Las Ánimas y prosigue en busca de La Calceta del Muerto, una figura flotante
acaricia las copa de los árboles, es la figura que uno ve en las pasadillas y
que parece que lo abrazan; Era la figura del sol veranero, que se proponía
surcar de lado a lado el lienzo embrujador de la inmensa llanura. Diademas de
garzas y corocoras pintaban un jardín de mil colores en el movible mundo de las
nubes, a sus espaldas se divisa no muy lejos su casita de palma, mecida por el
horizonte, resguardando bajo su techo el primer y único amor de su vida; A
Cupertina. Poseído por el embrujo de los campos silvestres se interna en el
corazón oscuro y tembloroso de los montes, unos ruidos extraños le hacen
detener la marcha y los fuertes quejidos le erizan todo el cuerpo, el perro con
la cola entre las piernas y aullando emprende en veloz carrera el regreso a casa.
El Cazador pone los cinco sentidos en espera de los acontecimientos. Los
quejidos se oyen cada vez más fuertes, parece que brotaran por la planta de sus
pies, al fin su mirada sutil, como ave de rapiña, descubre el autor de tales
hechos; es un venado, un venado negro que hecha chispa por los ojos, que la
asadura le arrastra por el suelo, recogiendo con ella las hojas que el verano
ardiente ha depositado en los rastrojos. Su valor es más fuerte que la sombra.
Se lleva la escopeta al pecho, pero hay una voz que le dice:
El Diablo: ¡No me mates, Cazador!
Narrador: Al buscar la mira para afinar la puntería es tanto el nerviosismo que el disparo sale antes del tiempo. El animal se detuvo a poco pasos, y con voz de ultratumba lo amenaza:
El Diablo: ¡Criminal! Hoy ha llegado el día de pagar tus deudas y saber el dolor que trae la muerte.
Narrador: Olor a cacho, a cacho quemado. Esto condujo al cazador a un sueño misterioso y al despertar se encontraba en un viejo castillo invadido de lechuzas y murciélagos, aullar de perros, gemidos de dolor se oían en contorno de la mansión macabra.
El Cazador: Esta no es la tierra en que yo pensaba morirme.
El Diablo: Pues no se muera. Soy el Diablo y te he traído a mis dominios para que hagamos un trato; a cambio de tu alma te haré el más rico y poderoso de la tierra, pero antes, tenemos que poner ciertas condiciones. Primero el documento deberá ser escrito con la propia sangre de tus venas, y la piel del hijo que lleva tu mujer en el vientre, tienes que matarla, desuella al crío y te devuelves.
El Cazador: No, no eso nunca. ¡Ay, Dios mío! Padre Nuestro, Dios te salve, María, creó en…
El Diablo: Cállate blasfemo, o te mato ya.
Narrador: Lo vio amenazante, enfurecido, orejas puntudas, uñas largas y una cola que le arrastraba.
El Diablo: Mira, mundano, quiero que sepas que esta tierra es mía, que la tengo sembrada de fantasías y muerte, esos coros que se oyen son mis almas; que el crimen, la ambición y el vicio hacen que cada día aumenten mi rebaño. Tú estás en mi poder, me has desafiado y sólo tu facultad te salvará.
El Diablo: ¡No me mates, Cazador!
Narrador: Al buscar la mira para afinar la puntería es tanto el nerviosismo que el disparo sale antes del tiempo. El animal se detuvo a poco pasos, y con voz de ultratumba lo amenaza:
El Diablo: ¡Criminal! Hoy ha llegado el día de pagar tus deudas y saber el dolor que trae la muerte.
Narrador: Olor a cacho, a cacho quemado. Esto condujo al cazador a un sueño misterioso y al despertar se encontraba en un viejo castillo invadido de lechuzas y murciélagos, aullar de perros, gemidos de dolor se oían en contorno de la mansión macabra.
El Cazador: Esta no es la tierra en que yo pensaba morirme.
El Diablo: Pues no se muera. Soy el Diablo y te he traído a mis dominios para que hagamos un trato; a cambio de tu alma te haré el más rico y poderoso de la tierra, pero antes, tenemos que poner ciertas condiciones. Primero el documento deberá ser escrito con la propia sangre de tus venas, y la piel del hijo que lleva tu mujer en el vientre, tienes que matarla, desuella al crío y te devuelves.
El Cazador: No, no eso nunca. ¡Ay, Dios mío! Padre Nuestro, Dios te salve, María, creó en…
El Diablo: Cállate blasfemo, o te mato ya.
Narrador: Lo vio amenazante, enfurecido, orejas puntudas, uñas largas y una cola que le arrastraba.
El Diablo: Mira, mundano, quiero que sepas que esta tierra es mía, que la tengo sembrada de fantasías y muerte, esos coros que se oyen son mis almas; que el crimen, la ambición y el vicio hacen que cada día aumenten mi rebaño. Tú estás en mi poder, me has desafiado y sólo tu facultad te salvará.
Diablo: Coplerito del ayer
llegaron los malos tiempos
y antes del amanecer
pa´ mí ya eres hombre muerto.
Cazador: No creo que pueda correr
la agua más fuerte que el viento
tampoco debiera ser
la muerte sin sacramento.
la agua más fuerte que el viento
tampoco debiera ser
la muerte sin sacramento.
Diablo: Si me vas a responder
sin arrogancia y talento
me vas hacer enfurecer
porque yo no como cuento.
Cazador: Yo sé lo que debo hacer,
no se impaciente, maestro,
tan sólo con mi mujer
le tengo miedo a los pleitos.
no se impaciente, maestro,
tan sólo con mi mujer
le tengo miedo a los pleitos.
Diablo: Comprende que a Lucifer
le sobra el entendimiento
como enemigo; sulfuro,
y yo no tengo sentimiento.
Cazador: Yo no he podío conocerquién me domine en el verso
ni el pecado que al nacer
no se borre con el rezo.
Diablo: Si me vas a responder
con palabras o con hechos
le va a tocar que perder
el chivo con el cabestro.
Cazador: Usted, debiera saber
que el coplero es un violento
que al cumplir con el deber
peca en el arpa redimiendo.
que el coplero es un violento
que al cumplir con el deber
peca en el arpa redimiendo.
Diablo: Le voy hacé una pregunta,
cantador falta ´e respeto
¿Por qué la luna se ajunta
de noche con el silencio?
Cazador: A mí ninguno me asusta
si me preguntan contesto
sé que a la luna le gusta
andar sola, por supuesto.
si me preguntan contesto
sé que a la luna le gusta
andar sola, por supuesto.
Diablo: Ya que tú eres cazador
me vas decí al momento
y el animal más veloz
que en la montaña es subiendo.
Cazador: El conejo a lo mejor
duerme con el ojo abierto
pa´ que diga el tirador
que el conejo ´ta despierto
y el Llano me dé su aliento
no hay condición ni temor
porque yo lo represento.
está vencido y molesto
vencer un toro es un robo
y el caballo es el pretexto.
sin ningún presentimiento
pero el mar embravecío
guarda lo que llevan dentro.
duerme con el ojo abierto
pa´ que diga el tirador
que el conejo ´ta despierto
Diablo: Vas llegando cazador
al sitio de los tormentos
donde se extingue el amor
y se quema el argumento.
Cazador: Mientras yo sea cantadory el Llano me dé su aliento
no hay condición ni temor
porque yo lo represento.
Diablo: Coplero que sin decoro
canta a pie del instrumento
no sabe
dírsele a un toro
ni pegá un lazo violento.
Cazador: El Diablo se volvió loco,está vencido y molesto
vencer un toro es un robo
y el caballo es el pretexto.
Diablo: ¿Cuál es el río más potente,
que a pesar de los tiempos
va llevando la corriente
al lugar del nacimiento?
Cazador: Y agua abajo van los ríossin ningún presentimiento
pero el mar embravecío
guarda lo que llevan dentro.
Diablo: Si naciste aprendido
contéstame con el verso
¿Cuál otro ser ha podido
dominar el universo?
Cazador: Y el señor que está en el cielo
su padre que fue el maestro
nos dieron para consuelo
un alma dentro del cuerpo.
su padre que fue el maestro
nos dieron para consuelo
un alma dentro del cuerpo.
Diablo: Con ese vocabulario,
fanfarrón y deshonesto
ni que reces un rosario
se va a salvar del tormento.
Cazador: Si con palabras lo agravio
y hasta la muerte merezco
Jesús murió en El Calvario,
sufriendo, pero contento.
y hasta la muerte merezco
Jesús murió en El Calvario,
sufriendo, pero contento.
Diablo: Ya que te las da de viejo
y te crees el más perfecto
¿Dígame cuál es el modo
de salir de este aposento?
Cazador: Sabe que si me dispongo
sabiendo donde me encuentro
que me voy y le respondo
rezándole un Padre Nuestro;
“Padre Nuestro, que estás en el cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal; Amén”.
Narrador: Y dice la leyenda que la mansión macabra se la tragó la tierra; que el Diablo, persiguiendo al Cazador corrió como diez leguas y que la misma aurora lo salvó del infierno, cuando extendió su canto el gallo pasionero.
Nota: Esta leyenda fue tomada del Trabajo de Investigación; ANÁLISIS DE FIGURAS ESPECTRALES EN EL CORRÍO Y LEYENDAS DEL CANTO LLANERO TRADICIONAL de Isaías Medina López, Duglas Moreno y Carlos Muñoz. Aprobado en la UNELLEZ y OPSU
sabiendo donde me encuentro
que me voy y le respondo
rezándole un Padre Nuestro;
“Padre Nuestro, que estás en el cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal; Amén”.
Narrador: Y dice la leyenda que la mansión macabra se la tragó la tierra; que el Diablo, persiguiendo al Cazador corrió como diez leguas y que la misma aurora lo salvó del infierno, cuando extendió su canto el gallo pasionero.
Nota: Esta leyenda fue tomada del Trabajo de Investigación; ANÁLISIS DE FIGURAS ESPECTRALES EN EL CORRÍO Y LEYENDAS DEL CANTO LLANERO TRADICIONAL de Isaías Medina López, Duglas Moreno y Carlos Muñoz. Aprobado en la UNELLEZ y OPSU