jueves, 22 de septiembre de 2011

La llaneridad (2): Notas y poemas del antiguo Llano (José María Vergara y Vergara)

Niño llanero en faena típica de ordeño  (archivo de HmendezArtellier)

Continuando con la difusión de textos sobre la llaneridad, ofrecemos las notas y compilación pionera de versos del viejo Llano de José María Vergara y Vergara, nacido en Bogotá el 19  de marzo de 1831 y fallecido el 9 de marzo de 1872 y, quien dejara importantes obras, entre ellas varias de las primeras antologías de la América Libre, como son: Parnaso Colombiano y la Lira Neogranadina. Diplomático, novelista, crítico literario, articulista de costumbres, biógrafo, periodista y maestro de varias generaciones. Sus reflexiones sobre la poesía popular llanera datan de 1867, incluidos en su obra: Historia de la Literatura de la Nueva Granada.
Isaías Medina López

El llanero convierte su entorno en energía poética que le da su perfil propio en  América
(fotografía de Manuel Abrizo, archivo de Argenis Agüero)


"Nuestra poesía popular es sumamente diversa de la española en la multiplicidad de sus orígenes, aunque parecida en su manifestación y en su forma. Los esfuerzos de los reyes españoles y particularmente de Felipe II, para unificar el lenguaje en las colonias, prohibiendo el uso de los idiomas indígenas, lograron al fin fijar como lengua oficial y única el idioma castellano, con entera exclusión de los otros dialectos españoles. Tardó algún tiempo en convertirse en lengua general; pero al fin y al cabo obtuvo la victoria, y se hizo el único, soberano y dominador lenguaje. Las lenguas derrotadas no fueron bastante poderosas para dejarle sus despojos; apenas quedó el uso de las palabras provinciales da algunos objetos indígenas, y por lo demás, no sufrió en nada la construcción de la frase española, ni el uso de sus vocablos. A principios del siglo XVIII todo nuestro pueblo hablaba un castellano tan puro como el del pueblo de Castilla, y la perversión que ha habido posteriormente se debe á la vulgarización de las lenguas europeas que nos ha traído neologismos y extranjerismos.


Hablaba ya todo el pueblo el lenguaje conquistado; pero ese pueblo estaba compuesto de grupos heterogéneos amoldados en uno por la fuerza y no por la similitud de orígenes y tradiciones. El pueblo español aclimatado en la colonia se unió poco á poco por enlaces ilegítimos con la raza negra, traída de África, y con la indígena que ocupaba estas regiones. Estas mezclas se fueron uniendo á su vez en unas partes, y rechazándose en otras; pero ya se veían las facciones de la nueva raza que tenia tres orígenes, y que formaba un tipo especial. No teniendo tradiciones comunes, la poesía no podía hacerse popular: ni la raza indígena ni la blanca podían tener simpatías por los cantos de los negros; ni estos por las tradiciones españolas de sus amos ó por los vagos recuerdos de los indios. 
Estas tres razas confundidas en un mismo territorio no podían mirar á este como su patria, porque pensaban en las suyas los negros y los blancos; y la patria moral de los indios había desaparecido entre montones de cadáveres; la patria física, el suelo que pisaban les era tan extranjero como lo era para los negros, sus compañeros de esclavitud y miseria. Por otra parte, y á pesar de la desgracia que lee era común, los ¡odios y los negros se rechazan en sus caracteres é inclinaciones. El negro entonaba por lo bajo cantares que no repetía el indio, y viceversa; el blanco cantaba sus romances y sus coplas que repetían á medias el indio y el negro, apenas en aquello en que encontraban situaciones análogas á la de sus ánimos ó expresión inteligible de los sentimientos y pasiones que son comunes á todos los hombres. No teniendo ese pueblo heterogéneo una historia anterior propia del país donde se reunió, no podía hacerse popular la poesía. Se necesitaba que pasaran muchas generaciones para que el negro olvidara su patria, y amará esta; el indio se acostumbrara á mirarse como paisano del blanco y del negro; y el blanco olvidara totalmente su patria española y tuviera recuerdos de antepasados americanos. Cuando ya, por ministerio del tiempo, se unificaron los recuerdos, y hubo patria historia común, quedó en pié otro inconveniente, el de la antipatía do Las razas; para que acabe de desaparecer este obstáculo y las tres razas, absorbiéndose mutuamente, dándose y tomándose cualidades, formen una sola y reunan por fin en un solo pasado sus recuerdos, es menester que pase otro gran período de tiempo. Algo de esto se consiguió con la guerra de la independencia, que dio recuerdos de desgracias comunes y de glorias hermanas; pero ese algo no es gran cosa todavía. Sin embargo, las razas dominadas han celebrado una transacción tácita con la dominadora; le han tomado todos los cantares sencillos y verdaderamente populares, es decir, espontáneos, que describen las agitaciones del ánimo, la tristeza, los celos, el amor dichoso.
Dichos cantares se han combinado con algunos cantos africanos que conserva la raza negra, y con unos pocos cantares que son ya hijos del nuevo pueblo. Algunos grupos de población que se conservan puros tienen cantares populares del pueblo español, en la forma; pero combinados ó imitados.
Nuestra escasa poesía popular, consta, pues, de tres partes: coplas españolas de puro origen, adoptadas y popularizadas, que cantan todas tres razas, creyéndolas propias: coplas y romances españoles combinados, que cantan los llaneros, que es una población bastante pura en su sangre: coplas africanas que se han popularizado con sus danzas, y que han sido adoptadas por la raza española y con mayor razón por la raza mestiza. La danza es el mejor conductor de las coplas ó cantares
El pueblo español que habita los llanos de San Martín y de Casanare, en reemplazo de los indios que combatió y extirpó, forma una especialidad entre todos nuestros pueblos. El llanero es un tipo único entre los tipos granadinos, ni tiene en la América otro parecido que el apureño de Venezuela y el gaucho de las Pampas Argentinas. La imagen del desierto en que vive, y su lucha eterna contra una naturaleza feroz y grandiosa; su vida en el desierto y en la lucha, y su hogar nómade y su único oficio de pastor, han creado en aquella población, un carácter originalísimo. Como hijo del desierto es entusiasta amante de la poesía y de la música; una noche entera puede pasar, y noches seguidas también, bailando, tocando su tosca guitarra ó bandolín, y cantando sus coplas ó sus jácaras. 
Un poeta que les compusiera bellos romances sobre sus hazañas y montara un caballo con tanta soltura y agilidad como ellos, se haría adorar; habría riesgo de que lo proclamaran su rey. El alma del llanero no recibe de la sociedad culta otras impresiones simpáticas que las de la poesía, la música y el valor: es refractario á toda idea de elegancia y de refinamiento. Cuatro veces ha salido el llanero á las ciudades á defender las leyes. En todas ha vuelto alborozado á sus pampas llevando un recuerdo odioso de las leyes que han defendido, de las ciudades en que han habitado, sin poder hacer pastar sus caballos al pié de sus cabañas; de las mujeres, que no han querido bailar con ellos; de los hombres, que no viven sobre el caballo; de todo lo que han visto, en fin. Durante su corta y azorada permanencia en las ciudades no han envidiado sino la posesión de los caballos buenos y de las mujeres hermosas. Nada más es necesario decir sobre este tipo del árabe de América. 
Los llaneros son el único pueblo entre nosotros que tiene su poesía especial que nunca abandona. No ha habido ningún poeta culto de los Llanos; el pueblo compone lo que canta, y canta lo que compone. No acepta coplas de otras tierras.
Sus composiciones favoritas son largos romances consonantados, que llaman galerón, y que cantan en una especie de recitado con  inflexiones de canto en el cuarto verso. Es el mismo romance popular de España, y contiene siempre la relación de alguna grande hazaña, en que el valor y no el amor, es el protagonista: el amor es personaje de segundo orden en los dramas del desierto. Indudablemente tomaron la forma del metro y la idea de los romances españoles; pero desecharon luego todos los originales y compusieron romances suyos para celebrar sus propias proezas. He aquí una muestra de ellos, que se imprimen por primera vez.

En el Hato de setenta
Donde se colea ganao,
Me dieron para colear
Un caballito melao;
Me lo dieron por maluco,
Me salió requetemplao.

---/...
Yo no soy de por aquí,
Yo soy de Barquisimeto:
Naides se meta conmigo,
Que yo con naides me meto.
Yo soy nacido en Aroa
Y bautizado en el Pao,
No hay zambo que me la haya hecho
Que no me la haya pagao.

.../...
Que anoche comí culebra
Y esta mañana pescao;
Que los dedos tengo romos
De pegarle á los malcríaos.
De los hijos de mi mama'
Solo yo salí malcriao;
Los brazos los tengo blancos
De vivir enchaquetao:
No hay zambo que me la haya hecho
Que no me la haya pagao.'

.../...
El que cantare conmigo
Ha de ser muy estudiao,
Porque lo tengo é dejar
Como faldriquera á un lao.

.../...
Conmigo y la rana, es gana
Que se metan á cantar,
Que no me gana a moler
Ni la piedra de amolar,
Porque tengo más quintillas
Que letras tiene un misal.

.../...
Yo fui el que le dió la muerte
Al plátano verde asao;
Cuando me lo dan, lo como,
Cuando no, aguanto callao.

.../...
Por si acaso me mataren
No me entierren en sagrao,
Entiérrenme en un llanito
Donde no pase ganao:
Un brazo déjenme afuera
Y un letrero colorao,
Pa que digan las muchachas:
"Aquí murió un desdichao;
No murió de tabardillo
Ni de dolor de costao,
Que murió de mal de amores
Que es un mal desesperao."

.../...
Mi mujer está muy brava
Porque otra me agasajó....
¡Si yo tengo mi modito
Y me quieren, qué haré yo!

.../...
A ninguno le aconsejo
Que ensille sin gurupera;
Que en muchos caballos mansos
Los jinetes van á tierra.

.../...
Yo te di mi medio real
Porque me hicieras cariños;
Solo me hiciste una vez,
Me estás debiendo un cuartillo.

.../...
Mi mama me dió un consejo,
Que no fuera enamorao,
Y cuando veo una bonita
Me le voy de medio lao;
Como el gallo á la gallina,
Como la garza al pescao,
Como la tórtola al trigo
Como la vieja al cacao.

.../...
Yo no soy de por aquí,
Yo vengo del otro lao,
Y me trajo un capuchino
En las barbas enredao.

Si hubiere alguno en la rueda
Que con yo esté incomodao,
Sálgaseme para afuera,
Lo pondré patiaribiao
Con este brazo invencible
Que Jesucristo me ha dao,
Que en esos llanos de Achagua
Yo soy el zambo mentao;
Yo fui el que le di la muerte
Al plátano verde asao,
Con un cabito de vela
Y un padre nuestro gloriao.


Por este estilo son todas sus ostentosas poesías. Conocemos por desgracia muy pocas, porque aun no ha merecido la atención de nuestros literatos esta abundante fuente de poesía popular. que se toma el trabajo de recoger romances llaneros y cantares de los negros, entraría con ellos en la literatura española como entra el Meta en el Orinoco: llevaría una grandeza a otra grandeza". 


Nota: Tomado de:Historia de la Literatura de la Nueva Granada 1867. Impreso en Bogotá por la imprenta de Echeverría hermanos.

También puede leer:

La llaneridad (1): una visión de Rafael María Baralt
http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/08/la-llaneridad-1-una-vision-de-rafael.html

La llaneridad (3): El primer cuento llanero de fantasmas publicado en inglés y en francés
http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/10/la-llaneridad-3-el-primer-cuento.html

jueves, 15 de septiembre de 2011

El Baúl: pueblo llanero (poema de Ramón Villegas Izquiel)


El joropo es una de las expresiones culturales  más típicas de  El Baúl
(archivo de La  Voz del Joropo)


El río Cojedes fuente mágica de inspiración para tantos artistas
es uno de los símbolos de El Baúl.
(Gráfica tomada del muro del escritor Daciel Pérez)

Estas cosas yo deseaba
decirlas desde hace años,
i como quiero que el pueblo
haga suyo este relato
i lo canten sus juglares
con arpa, bandola y cuatro
Ramón Villegas Izquiel


PANEGÍRICO DE MI PUEBLO

Tiene mi pueblo dos ríos:
El Cojedes i el Tinaco
que lo ciñen efusivos
en un fraternal abrazo.
Viene el primero de Lara
y llega casi borracho
de regar cañaverales
y tablones de tabaco.
Pero el goza de abolengo
que tiene de largos años,
porque figura en el Himno,
pues le dio nombre al Estado.
Además, por referencias
llegadas a nuestras manos,
que al presente todavía
no las hemos confirmado,
“Cojedes” procedería
del indígena vocablo
“Coaherí”; que traducido
grosso modo al castellano,
“Río encantado” sería
su hermoso significado.
I aunque no fuera tan cierto
ese poético dato, es fascinante
de veras como se va deslizando
con languidez de agua mansa
entre música de pájaros,
con gorgoritos de espumas
que arrullan sueños poblanos
i con ansias de infinito
que llegan al oceano.
Por él bajó el capuchino
–luenga barba, gesto manso-
pero con alma templada
en el crisol del cruzado
que vino a oponerse el siglo
sacrosanto del cristiano
a la otra cruz de muerte,
de desolación y pasmo,
encachadura en la espada
del conquistador villano
que del áureo frenesí
hizo razón de sus actos.
* * * * *
De la centuria dieciocho,
el año cuarenta y cuatro,
el día primero de mayo
que ahorita estoy recordando,
Frai Pedro de Villanueva
viene por estos barrancos
con su indígena flotilla
de curiaras y sus santos;
con sus indios, i los indios
con sus flechas, i los arcos
con las cuerdas siempre tensas,
los arpones atinados,
para cobrar el sustento
según lo venían hallando,
durante días de penurias,
de inseguridad i espanto,
sin más alivio que Dios,
viajero de sobrecargo
en la fe del joven fraile,
de cuyos mejores años
en surcos de abnegación,
le retoñó este poblado.
Que el catorce florecido
de ese mismo mes i año
bautizara humildemente
en terroso altar indiano,
cuando en la primero misa
bajo rústico techado,
trazara en el aire límpido
la santa cruz en su mano.
Bendijo, como quien dice,
su soleado camposanto,
porque su carne i sus huesos
aquí nos dejó sembrados
como semilla perenne
que siempre está retoñando,
en bauleñas voluntades
de eternizar lo empezado.
I ha sido orgullo el Cojedes
de los bauleños aldeanos;
perpetuo testigo ha sido
por más de doscientos años,
de incontables sufrimientos
que este recio grupo humano,
con telúrico cariño,
con llanero desparpajo,
ha vivido en el empeño
de mantenerse apegado
a ese terruño que es
para nosotros tan caro.
Que amansaron los sudores
de nuestros antepasados
i lo ilumina el recuerdo
de nuestros jóvenes años,
con sus propias travesuras,
pero bien aleccionados
de andar por camino real
que es el camino más franco.
* * * * *
Aquí lo encuentro i se funde
en Cojedes el Tinaco,
cuyo nombre nos recuerda
a otro noble pueblo hermano.
I fue en su propia ribera
en donde nació el poblado,
que el buen cura encomendara,
en el futuro pensando,
a un arcángel aguerrido
a quien no tembló la mano
en batallas celestiales
para derrotar al Diablo.
De allí le viene su nombre
de San Miguel de Tinaco:
El Baúl es un apodo
que más tarde le aplicaron…
I será por el padrino
que hemos sido sus ahijados
tan recios batalladores
en amores i trabajo.
Amores para dar hijos
i vencer el despoblado
con que las calamidades
nos vivían amenazando,
i trabajo para crearle
porvenir a lo engendrado
i sembrarles la consigna
en la conciencia i los actos,
de que sólo la firmeza
del estudio i del trabajo
afirma las voluntades,
capacidades i brazos
para engrandecer los sitios
donde la vida nos trajo.
* * * * *
Apenas contaba el pueblo
poco más de sesenta años;
era tan sólo un infante,
entonces, si comparamos
las edades seculares
que otros estaban contando,
cuando resonó el clarín
en el Caracas lejano,
anunciando que la patria
otro rumbo había tomado.
Que orientes de libertades
nos estaban alumbrando,
pero que por el poniente
se izaban negros presagios
en banderas de reacciones
por mantener lo gozado
durante más de tres siglos
que fuimos avasallados.
Cada ciudad, cada pueblo
cada rincón ignorado,
en el cáliz de sus hijos
su sacrificio ofrendaron.
Trepidaron las sabanas
con galopar de caballos:
Eran hordas de llaneros
de calzones arremangados
que una vez tras el realista
corrieron por puro engaño,
hasta que un catire recio,
hijo como ellos del Llano,
les agarró las charnelas,
los sacó para lo claro
i al grito de “Vuelvan caras”
les orientó el entusiasmo.
Unos fueron por los Andes
que jamás habían pisado,
tirititando el cuerpo
con el frío cordillerano,
pero calientita el alma
tras el Titán inflamado.
Los otros con el catire
en sus llanos se quedaron
hasta que al fin Carabobo,
cuyo sol salió en San Carlos,
alumbró la patria propia
que ellos estaban buscando.
En todos los avatares
que aquí les dejo esbozados
dieron muestras los bauleños
de su corajudo rango;
cuyos nombres principales
tiene la historia, anotados
para orgullo i para ejemplo
de sus actuales paisanos.
* * * * *
Después vinieron las iras
de hermano contra hermano
en las civiles contiendas
que el país ensangrentaron.
También allí los bauleños
-los hombres y sus rebaños-
se inmolaron tras las huellas
de caudillescos baqueanos,
sin reparar que tras ellos,
de amarillo galoneado,
llegaba otro general
más terrible que el hispano:
El general Paludismo,
con hordas de fríos macabros
i banderas enlutadas
de muerte i de desamparo.
Se aposentó en este pueblo
hasta casi aniquilarlo.
Tristezas que dan tristeza
se fueron acumulando;
en derredor de las cunas
la muerte marcaba pasos;
como antros fantasmales
casas solas se quedaron
los campesinos llegaban
con sus chinchorros guindando
con una muerte jipata
que a los chicos daba espanto.
I los médicos heroicos
que entre nosotros moraron
se afanaban impotentes
sin poder erradicarlo.
Pero, recia nuestra cepa,
así fuimos aguantando
impávidos al flagelo
que a todos quería matarnos,
hasta que la ciencia un día,
traída por hombres sabios,
nos apuntaló el valor
i pudimos derrotarlo.
* * * * *
Hoi el bauleño es orgullo
de nuestro querido Estado,
por su salud, por sus bríos
i su amor por el trabajo;
por su alegría y su gracejo
de amplio llanero “rajado”
i porque somos cantera
de intelectos cultivados
que le sirven al país
en los más diversos campos.
Por eso, porque podemos,
con optimista llamado,
en los momentos propicios
a las promesas de hermanos,
los invito a rescatar
el compromiso heredado
al nacer en este sitio
del solar venezolano:
Que si en él vimos la luz,
hemos también de alumbrarlo… ¡
* * * * *
Estas cosas yo deseaba
decirlas desde hace años,
i como quiero que el pueblo
haga suyo este relato
i lo canten sus juglares
con arpa, bandola y cuatro,
he pedido inspiración
al romance castellano;
porque es éste poesía
sin artilugios ni engaños
que se parece a los ríos
en su peregrino encanto.
Nos lo trajo el español
en luengos años pasados
i aquí se quedo latente
con su grácil desenfado
en los festivos corridos
del pueblo venezolano.
* * * * *
Estas cosas yo deseaba
decirlas desde años
i tuve ocasión de hacerlo
al instaurar en mi canto
el inicial Día del Pueblo.
* * * * *
Pueblo porque somos pueblo,
pulso y tesón provincianos;
manos recias del bauleño
en la esteva del arado;
garganta i libros abiertas,
certero lance del lazo,
cabalgando voluntades
en abierto pasillano,
porque luces de bonanza
ya nos alumbran los pasos.
(El Baúl, 6 de mayo de 1978)



***Panegírico de mi pueblo es una de las obras más importantes en la bibliografía de Ramón Villegas Izquiel y de toda la llaneridad cojedeña. Esta pieza literaria posee casi trescientos versos que condensan las luchas y logros del pueblo de El Baúl, comunidad hija de San Miguel Arcángel y entrañable terruño del estado Cojedes, tambien  conocido como “la tierra de los arpistas”. Esta región se caracteriza por  mantener la historicidad sentimental y tangible de su colectivo humano en medio de enormes zozobras y esperanzadoras visiones que, Villegas, intenta rastrear en las raíces mismas de su comarca  basadas en creer que en la búsqueda “del origen está la originalidad”, como el poeta lo citara de manera expresa.

Mal podría Villegas eludir este compromiso, dada su condición de cronista oficial de su ciudad natal y de poeta experimentado en diversas variantes de la poesía. En su fuerte simiente oral apreciamos que el recurso literario que elige es el  romance español, de verso octosílabo y rima asonante, como es la costumbre cantoral en el Llano. El romance es un canto de los juglares del siglo XIV, de poetas andariegos que siembran en las memorias de las comunidades distintas semblanzas recurriendo a embrujos poéticos muy sentidos, en los que destaca la sonoridad musical y afectiva que tramite cada verso.

En el caso de este poema conocemos su primera edición (hemerográfica) hecha por La Voz de Macapo, en Macapo, estado Cojedes, en 1981. A la que luego siguen tres impresiones bibliográficas: la efectuada en Caracas, por la Asociación de Escritores de Venezuela, (1985), la realizada por el Fondo Editorial de las Letras Cojedeñas (1986) y la que hiciera el Instituto de Cultura del Estado Cojedes (1991). Logros de los que muy pocos escritores pueden jactarse, sea caul sea su lugar de residencia. 
Ramón Antonio Villegas Izquiel, poeta, narrador, orador y docente, nació en El Baúl, estado Cojedes, el Día de los Inocentes (28 de diciembre) de 1920 y fallece en Valencia el 12 de abril de 1995. Hijo del arriero Julio Villegas y la joven Marcolina Izquiel, gente del campo que le instruyen en la cultura de la conseja, la cual consiste en una reunión en la que los viejos campesinos instruyen a los más jóvenes mediante anécdotas (cuentos, coplas y corríos) en las que explican las prácticas de vida a la usanza llanera. Uno de sus principales biógrafos, el poeta José Antonio Borjas Nieves, anota:

“Ahí en ese hogar bien constituido, transcurrió la infancia del maestro, viendo el paralelismo de sus calles muy largas, donde la vida pasa sin dejar una huella, el ulular de las aguas sobre el mangle, las llanuras en flor, los ríos caudalosos derritiendo la espuma del silencio, las garzas poniendo su plumaje de nube en las palmeras y la visión infinita que encierra el Llano en sus entrañas que hicieran de Ramón Villegas Izquiel, un futuro cantor de la llanura, un sembrador de letras en la tierra y un caminante unido a su destino”.
El poeta y también cronista oficial de Tinaco, Juvenal Hernández, en el prólogo de esta creación, hace las siguientes reflexiones: “Panegírico de mi pueblo es un romance que cobró vida en la pluma del profesor Villegas, quien a su numen poético, trae a la presencia de nuestros afectos y caros sentimientos el hacer y transcurrir de un pueblo que se despabila sobre la piel de esta tierra y se muestra airoso y resuelto apara sacudirse el marasmo que venía arrastrando desde hace décadas no muy distantes que le fueron adversas. Sembrado en este Cojedes, de agua y luz, donde la frescura del manantial aviva la querencia del hombre con el paisaje. Allí donde los ríos son travesías de esperanza, El Baúl bajó sus anclas”.

Isaías Medina López


Otra entrada relacionada con El Baúl es:

Cuentos de arrieros y del antiguo Llano (Ramón Villegas Izquiel)
http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/07/cuentos-de-arrieros-y-del-antiguo-llano.html

jueves, 8 de septiembre de 2011

El fantasma enamorado. Serenatas y coplas de amor llanero (Félix Monsalve)

Mujer llanera. Archivo de Canal Llanero

En tiempos de antaño era costumbre que todos los llaneros cantaran y declamaran sus más sentidos cantos a la mujer de sus sueños. Estas musas (y mozas) les esperaban en el  descanso de un ventanal  en el que oían a viva voz  versos de cortejo y de admiración viril. Aunque esos días terminaron les dejamos este testimonio lírico del gran poeta de Tinaquillo, Félix Monsalve, datadas hacia 1951 y que esperamos nos hagan revivir aquellos hermosos anocheceres románticos. 


SERENATA LLANERA


En esta noche serena,

bajo la luna plateada

te canto mi bien amada

con las coplas de mi tierra.


Van estas coplas mujer

envueltas en la dulzura,

va diciendo mi querer

que me des el alma tuya.


Por ser tus ojos luceros

que en mis noches tristes brillan

alumbrando los senderos

los caminos de mi vida.


Por eso mujer te canto

mi  serenata llanera

prendado de tus encantos

muchachita sabanera.



SERENATA
(DILIA)
Abre, Dilia,  tu ventana
para que escuches mi copla,
para que sientas mi alma
diciéndote tantas cosas.

Te hablaré de la sabana
de la luna y los luceros.
Abre, Dilia, tu ventana
para ver tus ojos negros.

Para ver tu caballera
cayendo sobre tu espalda,
y enredar entre sus hebras
pensamientos y palabras.

Abre, Dilia, tu ventana
para que mires el cielo
que parece una sabana
donde retoñan luceros.

Para ver tu lindo cuerpo
de palmera tropical
y aspirar el dulce aliento
de tu boca virginal.

Para ver cómo se asoman
las perlas con tu sonrisa
y sienta que te enamora
mi voz cuando te acaricia.

Abre, Dilia,  tu ventana
y deja ver tu silueta
para que rompas la calma
de esta noche tan desierta.

Para que veas el camino
que en la soledad se pierde
y esperándote, conmigo,
en el silencio se duerme.

Para que escuches mi canto
de enamorado coplero,
para que no sufran tanto
mis ojos con el desvelo.

Abre, Dilia,  tu ventana
que ya está saliendo el sol,
que ya viene la mañana
y estoy muriendo de amor.

En la noche así cantaba
el  amor que llevo adentro
y me respondió el silencio
de la ventana cerrada.

COPLAS I
Silbando pasó la brisa
meciendo suave la palma,
así tu amor en mi vida
acariciando mi alma.

Los caminos de mi Llano
todos los he recorrido
buscando lo más querido
y no he podido encontrarlo.

Ya va saliendo la luna
cabalgando por los cerros
recuerdo con amargura
aquellos ojitos negros.

Yo moriré en la sabana,
moriré con tus recuerdos,
me alumbrará la mañana
me velarán los luceros.

COPLAS IV

En dónde estará el olvido
que no llega hasta mi alma
con el soplo de su calma
que jamás he presentido.

A cambio de tu maldad
yo te pago con cariño,
es imposible olvidar
lo que tanto se ha querido.


COPLAS V

Cuando se fue tu cariño
que triste quedó el palmar,
mi alma no encuentra alivio
que amarga es la soledad.

Soledad que me tortura
porque me trae tu recuerdo,
y el dolor de esta amargura
va destruyendo mis sueños.

Dicen que fueron fingidos
los besos que ayer me diste,
mas no creas que  he sufrido
al saber que me mentiste.

Sigo mi canto a la vida
pero no como has creído.
Ya se ha borrado la herida
de aquellos besos fingidos.

Si es verdad que tú has fingido,
muy  grande es mi corazón
para sufrir con dolor
por quien no lo ha merecido.

Ya no cantarás los versos
de tus amores fingidos,
seguiré por los caminos
recordando aquellos besos.


EXTRAÑO MAL

Ven a curar este mal
que me quema las entrañas.
Es tan extraño este mal
que me está matando el alma.

No me lo curan doctores
ni los que saben mil mañas,
ni haciéndome operaciones
ni dándome de cien ramas.

A todos los que pregunto
si conocen un remedio,
me dicen con mucho susto:
el amor está en el medio.

Ese mal que no lo cura
sino la muerte y el tiempo,
y a veces que mucho dura
ese terrible tormento.

Ahí no valen oraciones
a la Virgen ni al Señor,
ni que cantes ni que llores,
eso está en el corazón.

Y si quieres un alivio
que te calme la pasión,
dile a ese ser tan querido
que te sirva de doctor.

Con la savia de sus besos,
sangre de su corazón,
con el brillo de sus ojos
y de su piel el color.

Dile que te haga un remedio
y que te lo de ella misma,
y verás que en un momento
ese dolor se te alivia.


EL ESPANTO ENAMORADO


Fueron falsas las palabras
que aumentaron mis tormentos,
mentiste cuando me amabas
fue falso tu juramento.

Por eso vago por la llanura
buscando alivio a mi amargura,
con mi guitarra, con mi caballo
voy recorriendo caminos largos,
a ver si olvido la que aquel día
me dijo alegre que me quería.

¡Ay!...Dice mi copla, dice mi canto
¿Por qué me olvidas si te amo tanto?
¿Por qué no vuelves a ahogar mi llanto?

Y las notas de mi canto
se las va llevando el viento,
regando por esos Llanos
mis quejas y mis lamentos.
Vivo soñando como los niños
sufro la ausencia de tu cariño,
de las caricias que ayer nos dimos,
bajo la sombra de las palmeras
tu voz cantaba cosas tan bellas
y yo besaba tu boca tierna.

¡Ay!...Dice mi copla, dice mi llanto
¿Por qué me olvidas si te amo tanto?
¿Por qué no vuelves y ahogas mi llanto?

Voy perdido en la llanura,
de las garzas y de los montes,
bajo este sol que me alumbra,
persiguiendo el horizonte.

Vino la lluvia, bañó la tierra,
y del camino borró las huellas
de aquel que un día partió tras ella,
diciendo triste quizás no vuelva,
quizás me maten mis grandes penas.
Y ahora en el llano sale un espanto
que va diciendo en su triste canto:
¿Por qué me olvidas si te amo tanto?
¿Por qué no vuelves y ahogas mi llanto?