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miércoles, 29 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (30) Varios autores

Arte corporal. Museo de Los Llanos, Barinas, Barinas


MAL DE OJO
 (Mercedes Franco)
En la antigüedad se creía que los ojos salía energía y que según los deseo de la persona, está podía producir bien o mal. Todavía es frecuente oír a la gente decir “lo ve con malo (o buenos) ojos”. Muchos investigadores aún creen que esta energía brota de los ojos  e influye en la realidad de lo que el ser humano ve. A esta energía, algunos estudiosos la denominan ”psiconi”. La expresión “mal de ojo” se refiere a la proyección de energía negativa hacia una persona, por medio de la mirada.
Tradicionalmente el echador de “mal de ojo” es alguien solitario, triste, un ser en cierto modo distinto. Y puede dañar no solo a persona, si no animales o plantas, y a veces hasta involuntariamente. En pueblos de la costa oriental de Venezuela se habla de “caballitos en los ojos”, que poseen quienes tienen “fuerza de vista”, es decir, mirada capaz de perjudicar a sus semejantes.
La creencia en el mal de ojo no sólo permanece entre los habitantes de las montañas y otros grupos relativamente aislados, sino que encuentra en nuestras ciudades muy extendida.
Hasta hace poco tiempo el brujo o echador de mal de ojo era muy temido en determinadas zonas de los Andes y los granjeros pintaban signos específicos en sus graneros para preservarlos de desastres inducidos por ellos. Incluso en las grandes ciudades todavía es posible encontrar personas que creen en el mal de ojos. En la costa oriental se cree que el mal de ojo afecta especialmente a los niños y a las plantas, que son los seres más desvalidos y que puede incluso arrebatarle la vida.
Para evadirlo las personas cierran los puños encerrando el pulgar y apartan a los niños de quienes se supone tienen “fuerza de vista”. Si una persona cualquiera alaba un niño y dice que está muy hermoso, como prevención hay que decir inmediatamente: ”Dios lo guarde”. Nunca se sabe quién se siente observada demasiado intensamente por alguien, deberá decir imperceptiblemente:” Tus ojos dentro de mi culo”, el mejor conjuro contra el mal de ojo.




MALDICIÓN
 (Mercedes Franco)
En Venezuela se le da mucha importancia a las maldiciones. Una maldición puede destruir a un ser humano y hasta a una familia. Se dice que la familia del Mariscal Sucre tenía una extraña maldición, pues murió la madre, luego todas las hermanas con sus hijos perecieron ahogadas, y en la guerra fueron muertos dos de los varones. Más tarde el mismo héroe de Ayacucho fue asesinado a traición y luego su hija murió también de forma trágica. Quedaron pocos hermanos de tan numerosa familia.
Muy diferente es el caso de una familia de Monagas. La maldición se originó por culpa de la hija mayor, que gustaba de usar escotes, hasta en la iglesia. El sacerdote se lo prohibió, pero ella se presentaba siempre de la misma forma, hasta que el cura la sacó de la iglesia. Los hermanos de la joven se disgustaron y le dieron una paliza al curita, expulsándolo del pueblo. El padre fue encontrado en un lodazal y casi muerto a las afueras de Maturín. Lo habían golpeado hasta dejarlo inconsciente. El campesino que lo recogió contaba, estremecido, que al recobrar el sentido gritaba:
_ ¡No son más que puercos y con los puercos deben de estar! ¡Maldigo a todos los varones de esa casa! ¡Todos los de su casta morirán de espanto, hasta la quinta generación!
Pasó el tiempo. Una mañana, el hermano mayor llevaba una reces a otra población, con varios peones. En el paso de un rio, el caballo se le encabritó repentinamente lo tumbó. Al tratar de levantarse el coronel vio cerca un cerdo grande y oscuro. A su lado había unos cuantos más. De sus ojos brotaban llamas, y parecían estar esperándolo a la orilla del río. El joven corrió, espantado, sin oír los gritos de advertencia de los peones cayó en las arenas movilizadas del río.
Pasado un tiempo. El otro hermano regresaba a su casa bastante pasado de tragos, cantando muy alegre, y no vio una piara de cerdos negros que estaba frente a él hasta que casi los tropieza. No eran muchos, pero sí más grandes de lo común. Y gruñían de una forma extraña. Parecían lamentos, que le recordaron los de aquel sacerdote. Y dicen que su cuerpo fue hallado sin vida, en un morichal cercano.
El último de los hermanos oyó toda su vida una piara de cerdos imaginarios, que lo perseguía gruñendo, y despertaba gritando en las noches, hasta el día en que murió.


LA VIRGEN QUE CORRIÓ A LOS PIRATAS INGLESES (Fray Antonio Caulín)
Habiendo tratado en el capítulo antecedente de la Ciudad de la Nueva Barcelona, sería especie de ingratitud no hacer mención de la devotísima imagen de Nuestra Señora del Socorro, que se venera en su Parroquial, y de los continuos milagros con que, desde su fundación, ha socorrido a sus vecinos, mostrando siempre esta soberana Emperatriz de los Cielos que los tomaba bajo su protección, para socorrerlos en sus necesidades y ampararlos en sus tribulaciones.
En voz común en dicha ciudad que esta devotísima imagen fue aparecida en el sitio de Cumanagoto, donde estaba fundada en el año 1650, sobre un árbol que en este país llaman Tutumo, y permanece hasta el presente frondoso y fructífero. En este árbol, dicen muchos, fue su primera aparición, sin saber cómo o de dónde fue trasladada.
Acompaña a esta maravilla la que sucedió en la misma ciudad de Barcelona en otra ocasión, cuando esta fue invadida por los ingleses, quienes entonces eran enemigos declarados de España.
Venían armados de guerra con unas naves que, amenazaban a sus vecinos con convertirse –en pocas horas- en los despóticos dueños de sus vidas y haciendas. Comenzaron a desembarcar gente y, al salir los españoles para detener los pasos del enemigo, vieron que a pesar de que era mucho mayor el número de los invasores que acometían las playas, éstos no sólo no se atrevieron a saltar en tierra sino que se retiraron temerosos y se volvieron a sus navíos con acelerada fuga.
Ante semejante novedad los españoles –alegres aunque recelosos- decidieron averiguar las causas de aquella inesperada retirada.  Pronto supieron que los ingleses, al llegar a las playas para saltar en tierra, se les presentó un crecidísimo ejército de gente bien ordenada, a quien comandaba una Señora de singular belleza y hermosura.
Atemorizados los ingleses, por afrontar a tan valerosa Capitana, levaron anclas y huyeron a sus tierras como mansos corderos…Acudieron los barceloneses a dar gracias a su especial Bienhechora y, luego de abrir el tabernáculo, hallaron a su devota imagen llena de cadillos y espinas, y su vestido mojado y entrapado en arena, con algunas yerbezuelas de las playas…
Así confirmaron esta estupenda maravilla, que es justo se esculpa en bronce para eterna memoria y alabanza de tan grande Señora.



SOY 
(Ramón Lameda)
 Mi padre me prestó trece cromosomas y salí gateando. 
La constelación del centauro me guiño un ojo, el día de mi nacimiento. 
La tal educación que me dieron, me dejó con un zumbido en la cabeza.
El sexo no me deja en paz.
Realmente no sé dónde empezó esta locura.



HISTORIAS 
(Enrique Plata Ramírez)
Angustiados, al saberlo desaparecidos, comenzaron a buscarlo por todas partes. Salieron por los callejones cercanos y le preguntaron a las gentes que pasaban; fueron a la plaza, al mercado, a la sinagoga y hasta el puesto de Socorro. Nadie parecía haberlo visto.
Fueron entonces hasta los garitos de las hetairas, donde lo encontraran otras veces escuchando aquellas fantásticas historias que solían ella relatarles, de seres alados que bajaban del cielo y que, según su madre, le nublaban la memoria. Tampoco lo hallaron. Descorazonados, decidieron ir a la policía, pero al ir pasando por el sanedrín vieron, con alivio, como Jesús, su hijo, discutía con los sumos sacerdotes acerca de aquellas historias que le relataran las hetairas.


BRUNO Y RICARDO
 (José Adames)
Comenzamos, pues, a sospechar seriamente del Señor Bruno Díaz y del joven Ricardo Tapia. Fue fácil esta vez porque los muy vagos se daban  así a pasar todo el santo día en la piscina acorazonada de su mansión gótica de 3 millones y pico de churupos *tomando merengadas en larguísimos vasos con más larguísimos pitillos. (Lo de los pitillos sería interesante de denunciar-creo yo-porque era el instrumento con que se le pasaban mañanas enteras-y a veces tardes medianas-bate que bate).
El hecho cierto es que los cazábamos cuando, ocultándose de la viejita-boba que los cuidaba a ambos tres (porque hay que incluir al flaquísimo viejo alcahueta que los mayordomea),sacaban de un escondite bien secreto su carrobatidora.
Salían estos magníficos paladines defensores de la justicia estrechamente abrazados y haciendo tanto ruido que toda Karak-City se enteraba.*Y además se ponían esas extrañas mascarillas y uniformes carnavaleros que llegaron a traer, años después, las   consecuencias que todos Uds. saben.
Pero a eso no voy. Si yo quisiera resumir, como me enseñaron en la Escuela Grande añales después, diría que la voz de flauta filipina del Ricky fue la clave para nosotros los del barrio de los alrededores…pero…pero ahora estos me dicen que no, que nos dimos cuenta de…cuando vimos el loco Guasón, al enigmático Acertijo y al maligno Pingüino (todos más landros que nosotros) rodando la mansión día y noche.
Día y noche después de haberse desembarazado de la bella Gatúbela, la misma que el Señor Bruno y el joven Ricardo odiaban…



EL MUNDO DE ENRIQUITO 
(Eduardo Sanoja)
I- Enriquito era de esos niños cuya visión estaba acostumbrada a las serranías andinas, sus oídos adaptados al “usté”, su olfato a la percepción del frío neblinoso, en fin, sus costumbres todas a la idiosincrasia de la cordillera. Respetuoso, metódico, previsivo… Como a todo niño de cualquier parte, le llamaban poderosamente la atención los pájaros, las flores, las metras, los papagayos…Ni qué decir de las piñatas, las guirnaldas, las tortas con velitas, los “coniáislan”, los disfraces, los pesebres y arbolitos navideños con sus luces que prenden y apagan constantemente…
Más adelante, casi adulto, conoció las grandes urbes con sus fabulosos anuncios de neón, las grandes salas de cine, los teatros, los circos, los modernos modelos de motos y automóviles; vio en los gigantescos centros comerciales las vitrinas colmadas de trajes, de vajillas, de juguetes, de oros y platas y bisuterías…
II - Conocí a Enriquito hace unos diez o doce años. Ya era un hombre hecho y derecho. Reflexivo. Adversado o envidiado por muchos. Correcto… La palabra medida. Prudente. Elocuente. Sagaz.
Muchas veces he creído en mi capacidad para conocer a las personas. Creía que conocía a Enriquito, que lo analizaba sin temor a equivocarme… y así ha sido y es en sus actos y en los lazos de afecto que nos unen… Pero a través de esa amistad llegó a mí una confesión que me impresionó y que anula cuanto pensé de su infancia, de su juventud, de su vida tocada: Enrique nunca vio mayores diferencias entre metras, pájaros o flores que las que imponen las figuras. Violas formas. Sólo las formas. De las piñatas. De los disfraces. De los parques de atracciones. De los Automóviles. Formas. Siluetas. De los maromeros. De las bagatelas. Formas. Porque el  mundo de Enriquito es gris. Siempre ha sido gris. El mundo de él no tiene colores.
Es daltónico…



MANÍAS DEL PENSAMIENTO 
(Gabriel Jiménez Emán)
Aguardó a que llegara una idea, y ésta no comparecía. Siguió esperando, pero ni la idea ni algo que se le pareciera asomaba a su mente, a su imaginación, cerebro, sensibilidad o como se llamara. Nada recibía ni el menor signo de algo que semejara a una idea aparecía nunca antes le había ocurrido.
Miró la página en blanco y esta le produjo un horrible vacío en el pecho. Miró el paisaje desde la ventana de su casa, y le pareció más feo que de costumbre.
Entonces el escritor comprendió que las ideas no llegan a nosotros, sino que nosotros llegamos a ellas sin que podamos explicarlo.



DELANTE DEL BURLADERO
 (Ramón Lameda)
Siempre quiso ser torero y término siendo ladrón. Lo habían apresado tantas veces que lo condenaron a muerte. Le concedieron un último deseo:
Los soldados se dispersaron de las tribunas. Las trompetas vibraron al aire. Los pañuelos saludaron. El hombre, desnudo en el medio de la plaza, saluda con el gorro en alto. Luego, muy erguido, ve pasar un toro imaginario con los cachos de mercurio. Una capa de brisa dibuja verónicas inmortales. Una muleta de silencio parte el viento con señorío. Las cornetas llaman a muerte. El hombre se brinda al público entonces, veloz como un gallo de plata, se viene hacia la espada, inclina la cabeza y un “OLE”  ensordecedor enciende la soldadesca.
Justo a la altura de la rodilla delante del burladero, había  incrustado la espada envenenada.



CELEBRANDO LA DESGRACIA 
(Armando José Sequera)
Casimiro, para no explotar a nadie, paso dos días en la finca de un amigo, cosechando naranjas. Después, el mismo las trajo en un camión, para venderlas aquí, en caracas. Pero cuando venía por el estado Anzoátegui, en el sector ese donde la carretera sube hacia aguas calientes, se le abrió la reja al camión y las naranjas saliendo rodando por la vía. Él cuenta que, de inmediato, detuvo el camión, se bajó y trato de detener la fuga de naranjas, pero que va, como iba en subida, ya quedaban muy pocas. Al ver aquella gran cantidad de naranjas rodando por el pavimento, la gente de un caserío que se ha formado allí cerca, especialmente los niños, se echó a la carretera a recoger cuantas naranjas pudieran. Según me dijo, cuando comprendió que no podía hacer nada, se sentó en el techo del camión a ver la fiesta que se armó con sus naranjas y hasta le pareció bonito ver a todas aquellas personas tan alegres. Al rato, cuando ya se iba a meter otra vez en el camión, para regresar a Caracas, varios hombres del lugar lo llamaron y le preguntaron que si quería echarse unos palos con ellos, que ellos tenían ron, cerveza y caña blanca. Casimiro les dijo que si y allí se quedó casi una semana, según dijo el mismo, << celebrando su desgracia>>.

domingo, 26 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (24) varios autores

Imagen en el archivo de  Barbuquejo


LA FIERA 
(Mercedes Franco)
Es este uno de los más espantosos fantasmas de los Andes. Aparecen en su forma humana una bella y tentadora mujer, que seduce a los viajeros en los solitarios caminos parameros.
Así ocurrió con Rogelio y Braulio, dos compadres que salieron del pueblo de Tovar, en Mérida, y tomaron el camino de la montaña. Al llegar la noche se cruzaron con una hermosa desconocida, que llevaba un burro cargado de leña. Como buenos caballeros, se ofrecieron a escoltarla. Traspusieron una cuenta y un riachuelo y llegaron a un valle solitario, donde se alzaba una mísera cabaña. Era la casa de dama. Al entrar hicieron fuego. Ella les dio miche y preparó una suculenta cena. Coqueteaba descaradamente con los dos, pero solo aceptó dormir con Braulio.
-Mañana te toca a ti –le dijo dulcemente a Rogelio, quien tranquilo, se quedó dormido junto al fuego.
Despertó en la madrugada con un frío aterrador. Solo se oía el viento, y en la plena oscuridad, un crujido continuado, como de ramas quebrándose. Intrigado, Rogelio encendió una vela y se acercó al cuarto de la mujer, para despertar a Braulio.
Pero de sus compadre quedaba ya muy poco. Aquella mujer diabólica transformada en una suerte de animal aterrador, lo estaba devorando poco a poco. Lo que Rogelio había estado escuchando eran los huesos de Braulio, entre las fauces enormes de aquel demonio. El espanto campesino dejó caer la vela, en el colmo del horror y salió corriendo, perseguido por aquel hombre monstruoso que gruñía como un tigre feroz.
Al pasar el riachuelo, las luces del alba comenzaron aparecer tras las montañas. Desde la orilla opuesta la mujer rugió: “-¡Esta vez te salvaste por la luz del sol, pero trata de no cruzarte de nuevo en el camino de la fiera!”


FIGA 
(Mercedes Franco)
Gesto que se hace con el puño cerrado, sacando el dedo pulgar entre el índice y el medio. Se supone que aleja al demonio y a las malas influencias. Su figura se lleva en plata o en azabache tallado para conjurar todo lo negativo.


FILTROS DE AMOR
 (Mercedes Franco)
En la antigüedad, la sangre menstrual era uno de los elementos más comunes para atraer o “atar” a la persona amada. En caso de la mujer, es esperma del hombre o su sudor. Pero la sangre es lo más utilizado porque recuerda la vida, la pasión el amor.
Muchas de esta creencia aún perviven en nuestros pueblos y hay personas que preparan estos brebajes, los cuales, aunque parezca increíble, son muy solicitados. A veces, mezclados con bebidas, se da a la persona   que se busca a traer brebajes preparados con cabellos, pelos, uñas, y diversas secreciones del cuerpo. Otras veces se usan hierbas mágicas, recolectadas la noche anterior a fiestas de San Juan Bautista, que marcan el solsticio de verano, considerando secularmente como un día de amor y de celebración en la naturaleza.


LA LEYENDA DE “EL FAMILIAR” 
(Carmen Pérez Montero)
En el Llano portugueseño es común oír historias acerca de El Familiar. Se trata de la figura que El Diablo toma para presentarse a quienes soliciten algún pacto. Se oyen cuentos en que Satanás se presenta a través de una persona, animal desconocido o en forma de tronco sin ramas.
Una lugareña de 56 años, Aurelia Quintero, dice que cuando tenía 9 años, vivía con su hermana y su cuñado en Río Caro. La zona era muy solitaria para ese entonces. Ella apenas comenzaba a identificar las letras pero le llamaba la atención un libro rojo que el señor de la casa guardaba dentro de un cajón oculto bajo unos sacos. Se dio cuenta también que lo revisaba con frecuencia y mucho cuidado.
Un día su hermana salió al mediodía con su esposo y la niña Aurelia quedó sola en casa. En lo que se alejaron, se encaramó en la escalera y, con mucho temor de ser sorprendida, revisó el libro. Como si fuera brujería, leyó sin vacilar, clarito lo que estaba escrito en él. Dice recordar este hecho como si lo estuviera viviendo. El título era: “El Libro Rojo de la Cabra Infernal” y cuando lo abrió, leyó un párrafo que decía: “Para hacer un pacto con El Diablo debe conseguir tres huevos de gallina negra y llevárselos, a las doce de la noche, para un camino oscuro donde haya muerto alguien y esté clavada una cruz. Debe colocar un huevo delante de la cruz y dos detrás.” Según relata, el interesado debe hacer unos rezos que Aurelia no quiso repetir y continuó haciendo referencia al texto: “Luego debe llevarse los dos huevos de atrás y a los 7 días le aparecerá El Diablo en forma de algún animal negro.”
Temblorosa cerró rápidamente el libro y dejó todo como lo había conseguido. Pasó la tarde, llegó la noche y aún la pareja no había regresado. El sueño la venció y se acostó a dormir con la lámpara encendida. En la madrugada, despertó y vio el libro rojo sobre la cama, a su lado, abierto en la misma página donde había leído el pacto. Llena de miedo colocó de nuevo el libro en el cajón, lo tapó con los sacos y permaneció pendiente del libro toda la noche. Al sol de hoy, Aurelia no se explica cómo llegó ese libro a la cama después de haberlo guardado.
Al día siguiente, cuando regresó el matrimonio, un toro negro venía detrás hasta la casa. Dice la señora que ese animal era lo que llaman El Familiar porque era muy extraño. En cuestión de un par de horas se encargó de recoger todo el ganado suelto que andaba por la sabana. Llegó un momento en que los toros, vacas y becerros no cabían en los corrales. Y el cuñado contento comenzó a ganar mucho dinero. Ella trató de advertirles que algo raro estaba ocurriendo pero no le creyeron. Entonces, en vista de que el daño ya estaba hecho, y que temía por su vida en ese lugar, Aurelia decidió mudarse. Al cabo de un mes, tuvo noticias de que el señor de la casa se enfermó y se agravó. Su hermana buscó un sacerdote para que lo confesara y lo ayudara a bien morir. Pero cuando llegó el religioso repartiendo agua bendita, El Familiar saltó la cerca del corral y se fue camino abierto de la sabana, llevándose tras de sí toda la inmensa manada de animales. Y fue entonces cuando ella regresó a casa de la pareja y les pidió que eliminaran ese libro rojo satánico para alejar las desgracias.

                        
   CENICIENTA (José Adames)  
 Compran en casa vestidos y ancho y ella no le dan. (De todas formas siempre le quedan largos y anchos, nadie se explica por qué).La T.V. tampoco es para ella. Además, se sabe que los niños cachifos no debemos sentarnos a las ocho en la sala. Por ejemplo, a esa hora, precisamente a esa hora, apenas ella comienza a fregar. 
Entonces, de mañanita aprovecha y se dedica a jugar con cenizas (de cigarrillos de El Señor, por supuesto).En ellas hace dibujos muy bonitos. Y como todos se han ido (Usted sabe: madre, que no es mamá, a trabajar en el Ministerio puesto que es adeca; las dos hermanas, que no son hermanas, a estudiar- ¡qué riñones!-para ser misses,¡ah! Y también el Señor, que hoy no le molestará) ella ensaya pases de baile. Sueña con pasear en el Metro y hasta en una carroza del Carnaval de 1º de mayo. Y suele medirse-con mucho cuidado-las zapatillas que El Señor le regaló a las niñas para el Gran Baile de Billo’s y que siempre resultan enormes para su pie de ratón.
Yo creo que todo esto se sabía en el barrio.   



ELLA SE SIENTA 
(Mariela Álvarez)
Ella se sienta frente a los espejos a contemplar su imagen y decide bellezas o fealdades. A veces permanece frente a un simple rectángulo que la fragmenta, otras se asoman inmensas medialunas  biseladas que la   que la devuelven con brusquedad, como si todo ese reflejo fuera una forma definitiva de ponerse en evidencia.
“Hoy me deslumbro con el amarillo verdoso de las pupilas, me quiero en la melanina concentrada que me salpica la cara y en las venas que corren por mi cuello; dentro de un segundo  me odiaré por los poros gigantescos que me agujerean a la altura de la nariz”.
(Trescientos poros por centímetros cuadrado de piel de la mujer hacen una inmensa cavidad que apoya su espacio vacío contra el marco de la ventana)  Y así, en un continuo amor y desamor, la mujer se escudriña todas las mañanas.
“Porque en un espejo no soy otra cosa más que un cuerpo. Por eso necesito desnudarme, quedarme muy quieta hasta que todo se llene con mi reflejo: apenas en un envoltorio de piel horadada, con parches de pelo y valva que se abren y se cierran siguiendo un ritmo decretado por la fisiología  o la  emoción”.



LA RESPONSABILIDAD DEL BEBEDOR
 (Gabriel Jiménez Emán)
El hombre que bebía de la botella infinita, se empinó de una buena vez el preciado licor, y cuando se lo hubo bebido todo, se preparó a enfrentar las obligaciones rutinarias del día, que sobrepasaban con creces cada uno de los placeres que se había procurado con el contenido de la botella.


LA  ADVERTENCIA
 (Orlando González Moreno)
Al pasar, la mujer empezó a llamarme. Un hombre que iba caminando por la carretera gritaba que no le hiciera caso. Sin embargo, me detuve. Salí de la camioneta y fui a su encuentro. El caminante siguió gritando para que no llegara donde estaba ella. No quise obedecerle. De todas formas sus gritos continuaron. Sólo vine a comprender sus advertencias cuando La Muerte me llevó de la mano.  


JOAQUÍN 
(Eduardo Sanoja)
Las gentes pululaban en el velorio de Joaquín, y como sucede siempre en los velorios, se acercaban a la urna para ver al muerto. Pero ésta estaba herméticamente cerrada y con el vidrio tapado. Encima estaba una nota escrita de puño y letra del difunto. Decía: “Nadie podrá decir que quedé igualito, el escopetazo me lo daré en la cara”…


ELLA 
(Ramón Lameda)
Me toqué la frente. Mis oídos zumbaban como un caldero de fritura. Era una noche extraña. La mitad de la oscuridad estaba echada sobre el piso. Cerca de mí, flotaba una lámpara encendida. Me toqué las mejillas y estaban casi frías. Dentro de mí, un coro de niños deletreaba el alfabeto.
Lentamente, la sombra me mostró su otra mitad y le vi los ojos rojos. La lámpara bailaba a la altura de mis labios. Me pasé la mano por el cuello y parecía un tallo de lechoso moribundo. Detrás de las tablas de mi frente cesaron las letanías y se oyó un palmetazo. La muerte se colocó frente a la lámpara y mostrándome una cartilla parecida al abecedario me dijo: “Tienes que aprender de nuevo”.



ENCUENTROS CERCANOS 
(Enrique Plata Ramírez)
Cautelosamente asomó su pequeño cuerpo y en la distancia alcanzó a vislumbrar aquel par de luces extrañas que se encendían y apagaban continuamente. Sintió una angustia interior, quizás por el temor de enfrentarse a lo desconocido. Pero aquel olor embrujador que penetraba por todos los resquicios, lo incitaban a salir y desafiar cualquier peligro. Temeroso avanzó, por instantes se creyó solitario en un mundo perdido en el tiempo y el espacio. Luego volvió a estremecerse al sentirse peligrosamente observado desde alguna parte.
Entonces tuvo un miedo indecible, fue cuando descubrió, sobre su espalda, aquellas luces lejanas. Quiso huir en último intento, pero ya nada más sintió, sólo el zarpazo del gato destrozándole la cabeza.


CRIMEN 
(Deisy Elizabeth Silva Fuentes)
 Una cinta amarilla creaba un círculo alrededor de la escena del crimen. Policías y curiosos ahogaban el ambiente, para tal vez, tratar de resolver el misterioso crimen y para seguro difundir la información por todo el barrio. El cuerpo sin aliento, tirado en la calle, sobre la acera, no pasaba de los veintidós años de edad; era joven y su rostro aun admirable, permanecía con un ángulo orientado hacia el sol naciente y se podía ver en su boca entreabierta los dientes blancos; los cuales siempre eran motivo para hablar de su hermosa sonrisa.
Sus ojos parecían cerrados, pero algo les decía a las personas que presenciaron el acto, que la belleza que recordaban de aquellas deslumbrantes pupilas; intuían que querían seguir mirando las cosas hermosas que siempre quiso ver. Su cabello estaba limpio, como todos los días, sus manos impecables y su boca todavía deseada. Los policías miraban el cadáver y trataban de creer en sus hipótesis, a veces absurdas; otras, muy coherentes; pero, ninguna, verdadera. Allí,  al lado del cuerpo, estaba el arma blanca; causante de tal tragedia.  El pueblo pedía solución para aquel caso, jamás pasado en tiempos anteriores, menos de aquella manera tan brutal. Un hilo de sangre se tendía y condujo a los agentes por un callejón todavía oscuro entre claros e iluminaciones de los faros, caminaron hasta el final de la calle sin salida.
Por fin consiguieron más evidencia… otro cadáver. Los investigadores pudieron llegar a una conclusión precisa… era un crimen pasional. Levantaban los cuerpos con la orden de un caso prácticamente cerrado; no sin antes hallar a la persona autora de tal hecho. Detrás de una caja de cartón; como un papel su rostro y las manos oscuras por el color de la sangre de los otros dos y de la suya propia; estaba robándole los últimos suspiros de vida y respiros de agonía a la muerte; pero lo cobijó en sus brazos sin que dijera una palabra. Los cuerpos sin vida fueron envueltos en unas bolsas negras y subidos a la ambulancia para ser trasladados a la morgue y fueron reclamado por sus familiares; si así fuera. Con muchos enredos, pero al final el misterio estaba resuelto… alguien, en un cuarto oscuro; en algún lugar, despertó de aquella pesadilla donde se miró en brazos de la muerte

lunes, 20 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (15) Varios autores


Imagen en el archivo de  Fernando Parra



CARDÓN  (Mercedes Franco)
Dicen que cultivar cardones, cactus o cualquier tipo de xerófilas trae la mala suerte. Que así como el cordón crece en el desierto, la vida de quien lo cultiva se torna árida  y  desértica, solitaria  y  vacía. Sin embargo, en El Molino y otros pueblos de Lara, los campesinos cortan cardones en diciembre, y los adornan con escamas de jabón y luces, a falta de un costoso árbol navideño.



CAREY (Mercedes Franco)
En Margarita se teme mucho al carey, especie de tortuga marina. No sólo por su voracidad y fortaleza sino porque si no que los pescadores creen que existe un carey diabólico. Dicen que cualquier día, quienes pescan en los días santos pueden atrapar por casualidad un enorme carey, con una concha descomunal y extraño rostro humano. Si lo ven en sus redes deben arrojarlo inmediatamente al mar. Si no lo hacen sus cuerpos empezarán poco a poco a deformarse, pronto tendrán escamas y una gruesa caparazón cubrirá sus espaldas. La embarcación tal vez  naufragará,  y a partir de ese día el mar tendrá entre sus habitantes otras nuevas tortugas, monstruosos seres con aspecto de carey y rostro humano



CARIAQUITO MORADO  (Mercedes Franco)
Flor silvestre de bello color lila, muy recomendada para alejar la pava o mala suerte. Se hace un cocimiento o infusión y se baña el cuerpo con ella. Muchos aconsejan llevarlo entre los libros y enseres personales, o tener una planta en la casa. Hasta existe un jabón  fabricado con él.



EL MILAGROSO CRISTO DE LA CARRETERA
 (Monseñor Constantino Maradei)
Se desconoce el origen de la imagen del “Cristo de Jose”  y lo mismo podemos decir de su devoción; pero es lo cierto que son muy antiguos y están íntimamente ligados con la religiosidad popular de los viajeros que se detienen en el lugar para rezarle, pagarle promesas y llevarle exvotos.
Es una devoción que está muy arraigada, no sólo entre los habitantes anzoatiguenses, sino de toda Venezuela. Diversas leyendas se tejen acerca de su origen, las cuales están entre la realidad y la ficción, diciendo los lugareños, y también los que no son de allí, pero que conocen la historia,  «que había un sitio en el monte donde los rebaños de ganado se espantaban sorpresivamente, porque se le aparecían duendes, brujas y toda clase de demonios.
«Los arrieros de aquella época temían pasar por el lugar. Y si lo de demonios podía ser una ficción, por lo menos había una realidad: el ganado se espantaba, las reses se perdían para siempre en el monte, se oían gritos”.
Cuentan que entonces a alguien se le ocurrió levantar en ese lugar la imagen del Cristo de Jose, crucificado, con el mismo aspecto de dolor y a la vez de resignación que tienen todos los Cristos, pero con una particularidad: su figura.
Los lugareños comentaban: «Este es un Cristo distinto. Su aspecto no es el del hombre delgado, casi famélico, que murió por salvar a la humanidad.»
Este es un Cristo musculoso, atlético, con unas piernas que nada tienen que envidiar al más fornido de los atletas. Un pie inmenso que da la sensación de vigor y protección que seguramente buscaban quienes decidieron allí instalarlo con el propósito de que «expulsara a los malos espíritus».
Y así fue, las reses dejaron de espantarse y perderse, ya no se oyeron más los gritos y quejidos y el paso de los arrieros y lugareños fue tranquilo y pacífico, dando gracias a Dios por haber acabado con aquella maldición.
Al Cristo de Jose lo llamaban también el “Cristo de la Ruta” porque hace el milagro de revivir la fe de los viajeros, pero los choferes lo llaman el “Cristo de la Carretera de la Costa”…



BULIMIA  
(Gabriel Jiménez Emán)
Decidió enfrentarse definitivamente al resultado de su bulimia; lo vio frente a ella y se dejó absorber por él hasta el punto de hacerse diminuta,  nadando en el lago que ella misma había  producido, se internó en el denso líquido que iba tomando cada vez un olor más embriagador, nadando a amplias brazadas en su profundidad. Cuando salió a la superficie vio su propia cara y a su gran boca abierta. Entró en ella y se atrevió a pasar más adentro. Llegó a su garganta y llegó a su esófago y luego descendió por la laringe hasta el estómago, donde se sentó un rato a pensar cuál sería el mejor remedio para su mal. Ahí mismo se dio cuenta de que acababa de ocurrírsele una idea genial.



DOLORES UNA VEZ EN LOS AÑOS 
(Ramón Lameda)
 El Alcalde de Dolores, deprimido por falta de imaginación de sus habitantes, decidió crear un fabuloso premio para el próximo carnaval. El que crear ara la máscara más original, la que sobrepasara mejor los límites de la imaginación, ese sería el ganador.
Pasado el tiempo, llegado el día, todos se levantaron ansiosos por ponerse la máscara que con tanto trabajo habían confeccionado. Cuando los dos primeros habitantes se encontraron frente a frente, fue tanto el horror que se regresaron rápidamente a sus casas y no salieron más. Así les fue sucediendo a los demás moradores hasta que Dolores quedó absolutamente desierta.



EL DÍA QUE YO TENGA REAL 
(Armando José Sequera)
El día que yo tenga real, mi compadre, y eso va a ser pronto, porque estoy cerca de ganarme la lotería, yo no vuelvo a trabajar más nunca. A partir de ese momento, me dedicaré a comprarme lo que me dé la gana, que bastantes privaciones he tenido, y me iré a vivir a cualquiera de esas urbanizaciones de ricos que hay en el Este. O no: mejor me compro una mansión en  algún lugar de los Estados Unidos, y me mando hacer tremendo bar. Que si yo quiero un vinito  francés, de la cosecha de mil novecientos que se yo cuánto champan del mismo que toma la Reina de Inglaterra, pues ahí lo tengo, a la mano. Aparte de eso ¿usted sabe lo que a mí me gustaría hacer? Yo quisiera tener una flota de Rolls Royces para la familia. Y otra flota de Mercedez Benz, para la servidumbre. Mi chófer sería el negro más negro que se presente buscando el trabajo, para ponerle un uniforme bien blanco y para que toda la gente, en la calle, se nos quede viendo por dondequiera que pasemos.



DEBILIDADES
 (Enrique Plata Ramírez)
Se pasó toda la vida amándola en silencio. Mirándola a través de los espejos de sus lentes. Era una de sus debilidades. Finalmente, un día se decidió a revelarle su gran secreto.
Y cuando la hubo desnudado para amarla por vez primera, Clark Kent descubrió que Louise Lane era de kriptonita.



EJEMPLO DE MAESTRÍA (Eduardo Mariño)
Es sábado, estamos en un bar de Maracay. Hace dos horas (o más precisamente, hace 7 cervezas) que me devano los sesos ajustando dos párrafos inconexos en una historia blanquinegruzca.
Imperturbable, Evaristo me aconseja: «Más allá de la sorpresa y los atributos divinos de tu prosa y tu lenguaje, el último trago es lo que salvará siempre un buen argumento».



LOS NIÑOS QUE VAN AL CIELO 
(Jesús Enríquez Guédez)
En una aldea campesina que vivía de la siembra de yuca, murieron sorpresivamente todos los niños por una extraña epidemia que se los fue llevando en una semana. Amanecían con las miradas enturbiadas por círculos amarillos que circundaban sus pupilas, y a medida que avanzaba el día, como por efecto de la luz del sol los círculos se iban extendiendo hasta teñir el blanco de los ojos, se desbordaban y terminaban manchando el cuerpo de una acuosa palidez que hacía transparente la piel. El color líquido invadía la sangre, los músculos y hasta el aire de los pulmones. Y los niños debilitados, se adormecían y morían dormidos sin ningún signo de sufrimiento, con una sonrisa en los labios como si estuvieran soñando.
La enfermedad colorante no atacaba a los adultos, y como los campesinos saben que los niños son ángeles y cuando mueren es porque Dios los necesita en el cielo para la vida de la eterna bienaventuranza, interpretaban aquellas muertes como una gracia divina y celebraban los funerales cantando y bebiendo hasta embriagarse.
El regocijo duró poco, porque mientras pasaban los días y no veían a los niños jugar alegres bajo los almendros o corretear detrás de los animales, comenzaron a sentir que algo les hacía falta. Al principio mitigaban su inquietud mirando el cielo estrellado. Salían con sus mujeres a los patios y veían como sus hijos les guiñaban los ojos con la luz de las estrellas. Hablaban con ellos en largas conversaciones hasta el amanecer, cuando aparecía prudente el alba recogiendo a los ángeles en su regazo.
Pero llegó el invierno con sus broncos nubarrones oscureciendo el cielo, y los campesinos no podían dormir porque presentían que de seguro sus hijos se estaban portando mal con Dios, y habían caído en manos de Lucifer que anda por el cielo con truenos y relámpagos matando niños.
Lo cierto es que de aquella aldea que era reconocida en toda la región por la blancura de la yuca, no quedó ni el nombre. Los campesinos, en el invierno que vino inmediatamente después de la epidemia amarilla, se fueron muriendo de tristeza uno a uno. Últimamente ni sembraban y como habían dejado de venir al pueblo, la gente comenzó a comprar la yuca a otros campesinos. Además, como para que el castigo fuera completo por las travesuras de sus hijos con Dios, las mujeres que estaban preñadas parieron hijos amarillos que morían al ver la luz, así fuera del sol o de luna. Ni los hombres ni las mujeres, enloquecidos de temores, sentían ahora el más mínimo deseo de acostarse juntos para tener hijos. Desapareció la aldea de los campesinos que se hicieron famosos por la blancura de la yuca. El verano que siguió a aquel invierno trágico, cuando las estrellas volvieron a aparecer en el cielo, se encontró a los campesinos acostados boca arriba en los patios con los ojos eternamente abiertos.


HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
 (Algunos Cuentos)

                                   
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Cantaruco posee sólo un medio para calificar a las mujeres. Cantaruco lo primero que le mira a las mujeres son las piernas.
Si las piernas de las mujeres que ve Cantaruco se adornan de pilosidad, ay Cantaruco. Cantaruco hace como turupial, Cantaruco canta como tordito, Cantaruco silba como iguana, Cantaruco se tira en el suelo y ahí se revuelca como un pollino levantando polvo, Cantaruco pita como un toro, Cantaruco ladra, Cantaruco adquiere la mirada del zorro, Cantaruco se para de cabeza y como nunca carga nada en los bolsillos no tiene nada que estar recogiendo después, Cantaruco pestaña, Cantaruco escupe la saliva, Cantaruco hasta pierde las alpargatas. Cantaruco monta siempre una burra cana de Cantaruco realmente parecen de una mujer, sino fuera por el rabo que le sobra y que Cantaruco le ha enseñado a llevar enhiesto como el del perro cuando trota. Cantaruco y Bellalasonce llevan viviendo juntos como ocho años y Cantaruco parece no darse cuenta de que los dos han envejecido en esa familiaridad.

                                     

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El general Zenón Marapacuto contenía las turbas de La Libertadora por encargo y voluntad de Dios. Jamás ni nunca dejó de pertenecer al gobierno y era zambo, silencioso, muy fino de maneras, agradecido. Usaba capucha, vestía liquilique y se pasaba por la cintura una banda amarilla que le tejió la difunta Marapacuto.
Don Ricardo lo quería bastante.
-Ataca por aquí, Zenón- le aconsejaba-. Que si baten, buscas la retirada sin exponerte. ¿No ves ese farallón? El que cae en ese farallón si ya no lo ha alcanzado una bala se desnuca.
-Pero ¿con qué gente, don Ricardo? Primero hay que reunir la tropa.
-La buscas.
-Sí, se los quito al paludismo.
El general Zenón Marapacuto jamás se desciñe su banda amarilla y jamás deja de tener esperanzas en la revolución.