Imagen en el archivo de Fotollano
EL
COLIBRÍ AZUL
Después
de una larga conversación, sonriendo, me dijo su nombre:
—
Soy Mirabel, mi madre me puso ese nombre. ¡Soy prostituta!
Su
piel era tan blanca como el color limpio y puro de una orquídea. Estaba ahí,
sentada en un rincón de la casa en la dirección que me dio. Tenía un rostro
angelical, bellísima y tan santa que, de amor, entumecían mis sentidos. No pude
evitar las comparaciones con una Virgen. Pensé que en todo ese salón de mujeres
semivestidas con apenas escasos sostenes y delicadas pantaletas o hilos
dentales, miradas y gestos insinuantes, olores de perfumes y esencias costosas
y baratas, allí era imposible que alguien pudiera tener un carácter o condición
angelical o cualidades tan puras de una Virgen. Era una comparación loca y
torpe para justificar ocultos deseos carnales reprimidos, instintos
alborotados, que se contienen a la distancia de un simple paso del borde
exterior de la piel.
Era
una mujer irresistible.
Mi
amigo, Virgilio, la desposó.
GREGORIO
RIVEROS
TESORERO DEL ESTADO
(Crónica de amor, febrero
26, 1966)
En
la web encontramos un blog registrado con el nombre de: Crónicas del Tánatos,
en el que leemos una crónica titulada: Por amor a Marilú, la cual refiere un
curioso e insólito hecho ocurrido en la administración pública barinesa en el
año 1966, que fue noticia nacional, cubriendo los titulares de las páginas de
los diferentes periódicos nacionales, leamos lo que dice textualmente la misma.
“En
la mañana del 26 de febrero de 1966 el Dr. José Octavio Henríquez, cuadro
político de Unión Republicana Democrática y gobernador del estado Barinas aún
se encontraba en su vivienda cuando recibió por intermedio de uno de sus
asistentes, la petición que le hacía el conocido comerciante José Leañez de que
le recibiera con carácter de urgencia, extrañado por la temprana hora y el
apremio mostrado por aquel hombre ordenó que lo hicieran pasar.
Por
la expresión de Leañez, el gobernador supo que no se trataba de nada bueno,
rápidamente le inquirió la razón de su visita y lo primero que hizo el
comerciante fue darle una carta y un paquete que momentos antes le habían sido
entregados por su criada. Carta y paquete, según manifestó Leañez, fueron
dejados la noche anterior por el hermano de su esposa, Alí Ramón Rodríguez
González, quien ocupaba el cargo de Tesorero Ejecutivo de la Gobernación.
Casi
un año antes, el 26 de marzo de 1965, José Leañez había servido como fiador de
Alí Ramón en el momento en que este se postuló para el cargo de Tesorero, la
suma que le fue exigida ascendía a 150 mil bolívares y con la misma se
procuraba garantizar la restitución de fondos en caso de manejo irregular de
los mismos.
Lo
que no previeron los funcionarios de Hacienda fue que Alí Ramón Rodríguez en un
momento de locura amorosa pudiera llevarse mucho más de aquella suma aval.
Efectivamente y tal como explicaba a su cuñado y fiador en la carta, el día
anterior el funcionario había tomado la decisión de fugarse con su novia y
establecer una nueva vida lejos de aquellos parajes por lo que resolvió tomar
del tesoro regional una importante suma de dinero. El paquete contenía 200 mil
bolívares, 150 con los que pretendía pagar a su cuñado el monto de la fianza y
50 como regalo para su hermana con la recomendación de que los enterrara por un
tiempo.
Algunos
días después Alí Ramón Rodríguez pedía a su novia que lo acompañase a tomar un
café cerca del sitio donde estaban hospedados; una pequeña casa en la calle
Bermúdez del centro de Pariaguán, en el oriental estado de Anzoátegui, hasta
allí habían llegado en su atolondrada fuga. La chica apagó la música que
escuchaba en un destartalado equipo de radio y se dispuso a salir con su novio
a la cercana estación de servicios del pueblo. Ambos estaban muy nerviosos e
irritados pues horas antes habían discutido motivado a que Alí Ramón le había
pedido a Marilú que se fugase con él pero en ningún momento le mencionó lo del
robo que había hecho.
La
muchacha al enterarse le reclamó y en la discusión llegaron a considerar la
posibilidad de regresar y entregarse, al final decidieron continuar la huida,
solo que presa del nerviosismo el hombre abandonó el vehículo en el que habían
salido de Barinas dejando dentro gran parte del botín, otra parte del mismo lo
escondieron en un matorral de la carretera y con una pequeña cantidad llegaron
al sitio donde estaban, allí alquilaron aquella casita, dando al casero 150 Bs.
que cubrían seis meses de alquiler.
Una
vez en el cafetín de la estación de servicio mientras tomaban café y
conversaban no se dieron cuenta de que un hombre los observaba con disimulo, se
trataba del agente policial Guillermo Guzmán, quien vestía de civil pues en
aquella época el presupuesto de la policía de Pariaguán no alcanzaba para dotar
de uniformes a sus funcionarios.
Lo
que Guillermo Guzmán trataba de precisar era si el rostro del gordo que
conversaba con la chica era el mismo que había visto en los diarios días antes,
el del Tesorero de Barinas solicitado a nivel nacional. Luego de confirmar que
era la misma persona espero pacientemente tratando de no llamar la atención. Al
rato siguió a la pareja hasta la casa que tenían alquilada y se regresó a la
prefectura, allí informó al prefecto quien en compañía de Guillermo y otro
agente acudió al sitio donde se escondía la pareja.
Lo
primero que hizo el gobernador luego de enterarse del insólito caso fue llamar
al Ministerio de Relaciones Interiores para notificar la desaparición del
Tesorero General y de la Secretaria Marilú Álvarez, acto seguido se dirigió a
la Catedral de Barinas en donde la plana mayor de la delegación regional de la
Policía Técnica Judicial oía misa solemne con motivo del 8vo aniversario de la
institución. Allí entre responsos y sahumerios comenzó la implacable
persecución de la pareja.
A
las 8:30 de la noche del 2 de marzo de 1966, el prefecto de Pariaguán tocaba a
la puerta de la vivienda número 28 de la calle Bermúdez, conminando a salir de
la misma a la pareja que se encontraba dentro. Al poco rato Alí Ramón abrió la
puerta, aterrado y pidiendo que no les hicieran daño; dentro estaba Marilú
quien se mostraba serena y dispuesta a acatar las órdenes de los policías.
Pocas cosas habían en aquella casa, solo una colchoneta tirada en el piso, un
viejo radio y un maletín. Los policías arrestaron a la pareja y cargaron con
aquel maletín, en su interior encontraron 301.000 Bs.
El
rostro de Alí Ramón denotaba temor, angustia y desolación cuando en compañía de
agentes de la DIGEPOL y de su compañera de aventura María Leonor Álvarez
(Marilú) descendió de la avioneta en el aeropuerto de Barinas. Desde allí fue
trasladado a rendir declaraciones en la sede del Cuerpo Técnico de Policía Judicial.
A
los 36 años había decidido abandonar a su esposa, su trabajo en una petrolera y
su militancia en el partido Frente Nacional Democrático en la ciudad de El
Tigre en Anzoátegui para ir a probar suerte en el llano. Por intermedio de
algunos amigos militantes de URD, accedió al cargo de Tesorero General de la
Gobernación de Barinas, en los primeros meses de trabajo observó excelente
conducta superando satisfactoriamente todos los arqueos de caja ordenados por
el Jefe de la Oficina de Presupuesto. Todo continuo normal en la vida de Alí
Ramón hasta que en diciembre del 65 conoció a la bella María Leonor Álvarez
quien con permiso especial, por ser menor de edad, comenzó a trabajar como
secretaria en las dependencias de la Gobernación, solo con verla quedó flechado,
decidió cortejarla pese a estar aún casado, la chica poco a poco fue accediendo
a las intenciones del Tesorero, quien incluso comenzó a visitarla en su casa,
allí conoció a la madre de Marilú a quien no le gustaba mucho esta relación
pues corrían rumores en Barinas acerca de que Ali Ramón era casado y tenía dos
hijos.
Con
mañas de suegra logró confirmar esta especie y en una de las visitas del
tesorero a su casa le echó en cara su situación delante de la hija, Alí Ramón
aseguró a ambas que estaba ya en proceso de divorcio y que lo que quería era
casarse con Marilú.
El
20 de febrero, cinco días antes del desfalco, viajo hasta la población de El
Tinaco en Cojedes donde estuvo a punto de cometer bigamia, pues solicitó al
Jefe Civil de la zona que lo casara con la muchacha, este al comprobar que era
casado se negó a efectuar el acto y les pidió que abandonaran el recinto.
En
las declaraciones dadas a la PTJ, Alí Ramón contó que esto lo llevo a la
desesperación y fue así como en la mañana del día 25 de febrero acudió a la
sede del Banco de Venezuela para retirar 1.250.000 Bs. de la cuenta de la
Tesorería, luego llegó a su lugar de trabajo en donde sustrajo 341.000 Bs. de
la bóveda. Una vez que reunió esta suma propuso a Marilú salir de Barinas y
buscar un sitio donde pudieran vivir tranquilos.
La
chica sin conocer lo del robo accedió a viajar con el hombre, saldrían de la
ciudad de Barinas el viernes 25 por la noche, solo que antes de salir el
tesorero acudió a casa del cuñado y fiador José Leañez al que dejó una carta y
un paquete con la criada encomendándole que los entregara a su patrón, cosa que
ella hizo al servirle el desayuno.
Ahora
de nuevo en la ciudad de Barinas, Alí Ramón Rodríguez González el tesorero
enamorado, enfrentaba cargos por apropiación indebida calificada y seducción y
rapto de una menor de edad… Para colmo de males la PTJ descubrió que este
hombre estaba solicitado desde el año 1962 por la delegación del Estado Bolívar
pues en ese año desapareció con 22.000 Bs de la Caja de Ahorros de los
Empleados Municipales del Distrito Heres; caja de ahorros a la que prestaba
servicio como tesorero”.
Esto
es el relato de una crónica real de un hecho sucedido en Barinas hace hoy 51
años, es historia contemporánea que no debemos olvidar y que sirve como ejemplo
para no copiar al protagonista de este hecho y ejercer una conducta cívica,
honesta y responsable cuando se administran los dineros públicos.
De
mi libro inédito: Calendario histórico de Barinas.
Tomo
I. Mes: Febrero.
Alberto
Pérez Larrarte -Cronista
Municipal de Barinas
1 comentario:
Gracias, estimado hermano y amigo ISAÍAS, por el eco, y publicación, del cuento en tu importante blog. Un saludos grato y que sigan tus buenas ventanas literarias.
GREGORIO RIVEROS.
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