Infantes de nuestras etnias
EL CAZADOR
DE VENADOS / WANÜLÜ Y EL CHAMAN*
EESHI
WANEE olojui irama…
Es
la historia de un cazador de venados.
Su
mujer y su hija lo acompañaban siempre.
Ellas
gritaban en la maleza para que salieran los venados.
El
cazador esperaba más lejos, con sus flechas,
cerca
del lugar de sus huellas.
Los
venados pasaban siempre por el mismo camino;
su
rastro quedaba marcado en el suelo.
Es
allí donde los acechaba—.
Un
día,
mientras
que las mujeres gritaban para acercar a los venados,
el
wanülü estaba allí, de pie,
esperándolos.
Estaba
vestido de negro, totalmente negro.
Se
parecía a un cazador,
pero
era un wanülü.
—¡Kama!
¡Kama! ¡Kama!
—gritaba
la niña para atraer a los venados.
Fue
la primera en salir del monte.
Wanülü
estaba allí, acechando.
Le
lanzó una flecha.
Al mismo
instante su padre, el cazador,
vio
caer una cierva:
era
su hija que había tomado para él la apariencia de una cierva.
El
wanülü la había matado.
La
mujer vino en seguida.
El
wanülü la mató,
delante
de su marido que esperaba a los venados.
Enseguida
después,
la
niña llegó a la vista de su padre.
Ella
tropezó y cayó,
allí
donde había sido flechada la cierva.
Luego
partió.
La
madre vino en seguida.
Tropezó
y cayó en el mismo lugar.
Partieron
los tres a la casa.
Caminaban.
Las
mujeres llevaban el fruto del cardón yosu.
Pero,
al llegar,
El
cazador no quiso comer.
Tenía
miedo.
No
estaba seguro de que el hombre que había visto fuese un wanülü.
Habría
podido ser un cazador, como él.
Pero
ahora tenía dudas.
Cuando
se había acercado a ese hombre,
había
sentido una fuerza en su cuerpo,
había
debido bajar la cabeza.
En
seguida el hombre se había escondido
y no
lo había vuelto a ver.
Fue
entonces que su mujer y su hija habían llegado.
Y
podía ser que no fuesen ya ellas mismas,
sino
solamente su piel y su carne
que
habían ido hasta su casa.
Primero
la niña comenzó a sangrar.
Vomitó
mucha sangre y cayó muerta.
En
seguida después la madre escupió sangre,
luego
murió.
El
wanülü había matado a las dos mujeres.
El
cazador las enterró en su casa,
como
se hacía antes.
En
seguida fue a ver a un adivino,
un
guajiro muy sabio,
que
también era chamán.
—Vengo
a verte, abuelo,
para
que adivines lo que me ocurre.
Mi
mujer está muerta, mi hija está muerta,
¡me
vuelvo loco!
El
cazador le dio un pendiente de oro,
aguardiente
y una mula,
como
pago de la adivinación.
—¡La
cosa va mal!
Se
trata de un wanülü feroz.
Tú
mismo has visto lo que ha pasado:
wanülü
las ha matado delante de ti.
Las
has visto caer.
Habrías
podido flecharlo inmediatamente después.
Ahora
estaría muerto.
—Yo
creía que era una persona
—dijo
el cazador.
Cuando
el chamán hubo adivinado,
partieron
donde el cazador,
donde
estaban enterradas las dos muertas.
Allí,
el viejo se puso a adivinar una vez más.
A la
caída de la noche, se fueron.
Caminaron
mucho tiempo.
A la
mañana siguiente,
llegaron
cerca del lugar donde estaba el wanülü.
Ya
era mediodía.
—¡Vive
aquí! Estamos muy cerca de él
—dijo
el chamán, que también era adivino.
El
wanülü estaba en un tronco de árbol.
Éste
era muy espeso,
pero
en la cima tenía un hueco.
El
wanülü estaba allí.
—¡Quédate
allí!
—dijo
el chamán l marido de la muerta.
Se
dirigió hacia el árbol.
Tenía
un machete con el que golpeó al tronco.
—¡Allí
está! Está dormido. ¡Ronca!
Era
mediodía.
—¡Tan!
¡Tan! ¡Tan!...
El
wanülü roncaba muy fuerte.
El
chamán volvió a golpear el tronco.
—¡Presta
atención! ¡Mata todo lo que salga!
¡Tan!
¡Tan! ¡Tan!...
El
wanülü dormía.
¡De
pronto, un zamuro voló!
El
cazador lo flechó y lo mató.
¡Pshuit!,
fue a caer muy lejos.
Los
dos hombres partieron corriendo.
—¡Voy
a adivinar de nuevo!
—dijo
el chamán cuando estuvieron muy lejos.
—Tiene
todavía su mujer —dijo—.
¡Ella
es feroz!
¡Ella
se acerca a nosotros!
¡Mátala,
sea cual sea su apariencia!
La
mujer del wanülü se acercaba.
Apareció
bajo
la forma de una zorra que venía de parir.
Se
veía colgarle las mamas.
El
cazador la mató enseguida.
—¿Y
los zorritos? —pregunto.
—¡Déjalos
en su hueco!
No
vale la pena quemarlos,
¡morirán
de hambre!
—dijo
el adivino.
—¿A
qué se parece lo que hemos matado?,
—se
preguntaron más tarde.
En
lugar de la zorra,
encontraron
una gran serpiente blanca de puntos negros
llamada
kasiwanou.
—Vamos
a ver el lugar donde hemos matado a su marido.
Allí
encontrarían a un sarulu, una boa.
Más
tarde,
allí
donde la madre y la hija habían sido enterradas,
salieron
iguanas, serpientes de todas clases,
retoños
de las dos mujeres tomadas por wanülü:
süchon
wayuu saapain wanülü.
Todos
los días,
salían
de sus tumbas.
—TE
HE DICHO, alijuna,
los
wanülü son muy feroces,
y
cuando se les encuentra
es
difícil poderles escapar.
Conozco
sin embargo a un pastor,
que
fue más rápido que wanülü…
Relato de Saalachon Aapüshana, alias
Luis González, contado el 1° de febrero de 1970. Saalachon es un pescador de
unos cincuenta años aproximadamente; habita
en Pararu, Guajira venezolana. Texto tomado de "El camio de los indios muertos" de Michel Perrin, Editado por Monte Ávila Editores Latinoamericana (Caracas, 2006).
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