Imagen en el archivo de Anita Mendoza
Dios y El Diablo
I
Al ingresar en el patio de
la propiedad, los dos ladrones se enojaron al ver que era imposible colarse
hacia el interior; las rejas de hierro de las ventanas y las puertas de entrada estaban blindadas
con alarmas de seguridad; inútil era la
hazaña de tratar de violentarlas sin hacer ruido. Sus miradas se cruzaron como titanes en
duelo. Habían tenido fuertes discusiones
sobre la escasa posibilidad de que
existieran controles. No había vuelta atrás; no podían marcharse con las
manos vacías.
La oscuridad de la noche sin
luna los obligaba a alumbrarse con pequeñas linternas de cabeza. Vestían
pantalones y abrigos negros y llevaban la cara cubierta con pasamontañas para
no ser reconocidos. El silencio se convirtió
en un delator de sus movimientos. Cada vez que pisaban una hoja seca, el
crujido rompía la tranquilidad al retumbar entre los árboles. La brisa paseaba
el eco de las carcajadas de unos hombres apostados en la plaza.
En la terraza, bajo la
penumbra de una tenue luz, juguetes rotos, regados por el suelo, corroboraban
que había sido en vano planificar el robo de ese lugar. Botellas vacías y un
saco de mangos que emanaba un delicioso aroma a fruta fresca llenaban la
despensa situada en una de las esquinas.
- En este sitio solo hay basura.
Lo único que nos puede servir es ese saco de mangos, lo podemos vender en el
mercado – murmuró enojado uno de los ladrones.
- Vamos al cementerio que
está a tres cuadras de acá y allí los repartimos. Es un sitio seguro; nadie se
atreve a entrar en la noche. – respondió
el otro ladrón.
Se escabulleron entre la
oscura noche solapados por los ropajes negros. Cuando llegaron al cementerio,
que estaba detrás de la iglesia ubicada frente a la plaza, treparon un árbol que los llevó hasta el
techo de un mausoleo. Dos mangos cayeron
en la acera; acordaron en recogerlos al salir. Se instalaron en una tumba
cercana a un farol que los iluminaba desde la calle. El ajetreo los tenía
acalorados y uno de ellos se quitó el abrigo; debajo tenía una camisa de
algodón blanco. El resplandor del farol
era difuso, apenas si podían ver las sombras de sus cuerpos. Encendieron las
luces rojas de las linternas de cabeza para alumbrarse y a repartir los mangos.
- Uno para ti y otro para
mí; uno para ti y otro para mí – repetía sin cesar uno de los ladrones.
II
Sentados en los bancos de la
plaza, un grupo de hombres reunidos,
contaban historias sobre espantos mientras bebían ron.
- En las noches sin luna,
como la de hoy, el mismísimo Demonio pasea por el cementerio vestido todo de negro, de pies a cabeza,
dicen que es porque anda buscando ánimas para llevárselas al infierno –
relataba con voz grave uno de los hombres.
Reían a carcajadas para
simular el miedo que se había apoderado de ellos. Negaban la veracidad de las
historias burlándose de ellas. La sangre que corría por sus venas estaba
colmada de alcohol. Era medianoche y las
calles permanecían solitarias.
- Compadre, tengo que irme a
mi casa. Mi mujer me espera y si no llego temprano va a pelear – balbuceó uno
de los hombres.
- A mí me parece que usted
no se va porque su mujer lo espera, usted se va porque tiene pavor de que le
salga el diablo. – respondió el otro con ironía.
- No diga tonterías,
compadre, yo no le temo al diablo. Ese bicho no existe.
Se despidió de sus otros
amigos; al caminar tropezaba con las aceras y los árboles de la plaza. La
noción que tenía de la realidad era ambigua, la embriaguez no le permitía
pensar con claridad, sin embargo, sabía que para llegar a su casa tenía que
recorrer la fachada del cementerio y darle la vuelta hasta la manzana
siguiente. Estaba atemorizado, pero se
llenó de coraje para poder continuar su camino. Al pasar frente al camposanto
escuchó la voz de un hombre que decía:
- Uno para ti, otro para mí;
uno para ti, otro para mí.Se quedó paralizado del miedo, no sabía qué hacer.
Por fin reaccionó, y al asomarse por una pequeña rendija de la pared, vio que
sobre una tumba estaban sentados dos hombres, uno de ellos vestido de blanco y
el otro de negro, en sus rostros no había facciones, solo una masa negra que
botaba fuego por la frente. Asustado corrió hacia la plaza.
- ¡Compadre!, ¡Compadre! –
dijo con voz entrecortada.
- ¿Qué le pasa mi amigo?
Parece que acaba de ver al diablo.
- ¡Así es, compadre! ¡En el
cementerio están Dios y El Diablo repartiéndose los muertos!
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, como le digo. Los
acabo de ver. Venga conmigo para que lo compruebe con sus ojos.
El compadre, se burlaba de
lo que decía el amigo, sin embargo, lo acompañó. Trataban de ir con paso
apurado, pero la ebriedad no se los permitía. Llegaron al cementerio y el
sonido de una voz los atrajo. Al acercarse a la pared escucharon:
- Uno para ti, otro para mí.
Los rostros de los hombres
palidecieron. Se abrazaron recostándose
en la pared para no caer al piso. En ese instante la voz exclamó:
- Falta repartirnos los dos
que están afuera.
Los compadres se miraron
aterrorizados ante lo que acaban de escuchar
y con la voz quebrada uno le dijo al otro:
- ¡Huyamos, compa, que esos
somos nosotros!
*Nota: María Gabriela León Hernández es una joven escritora y poeta venezolana, nacida en Maracaibo, estado Zulia. Reside en Buenos Aires, Argentina.
6 comentarios:
Jajajaja "El miedo no anda en burro" reza el refranero popular.
Qué buen cuento Isaías, lleno de ingenio e inteligencia para armarlo en dos tiempos que se cruzan al final.
Felicidades a la autora.
Abrazo desde México.
Muy buen cuento, como siempre. Es un placer leerte.
Saludos maestro
FABULOSO CUENTO XQ HABLA DEL MAL Y DEL BIEN X ESO DIGO Q SIEMPRE HAY Q ANDAR CON CUIDADO CUANDO C ANDA TOMANDO BEBIDAS ALCOLICAS PORQUE PUEDEN HABER SORPRESAS INESPERADAS COMO LES PASO A ESOS DOS HOMBRES Q CREYERON Q DIOS Y EL DIABLO C ESTABAN REPARTIENDO LOS MUERTOS EN EL CEMENTERIO Y SOLO ERAN MANGOS Y C ASUSTARON PORQUE PENSARON Q TAMBIEN C LOS IBAN A REPARTIR A ELLOS PERO SOLO ERAN LOS DOS MANGO Q ESTABAN AFUERA DEL CEMENTERIO ESO LES PASO POR ANDAR BEBIENDO LICOR.
Excelente cuento por se trata de que avece cambiamos las perspectivas de las cosas y nos dejamos llevar por nuestra imaginación y lo que oímos, tal como les paso a esos hombre también una parte de los que les paso fue por la embriagues, que se dejaron llevar por el miedo y lo que les mostró su imaginación, excelente cuento me encanto bastante.
Muy bueno el cuento lleno de mucho humor nos hace entender como muchas veces mal interpretamos las cosas o no sabemos entender increíble como la historia con esa diversión nos deja este gran mensaje en verdad uno de los mejores cuentos además como la narración se presenta en dos tiempos que luego hacen su conexión
Un cuento bastante interesante ya que dos hombres por estar en estado de ebriedad su mente les causo una broma muy grande la cual les podia costar la vida , ya que al ver a dos personas vestidas una de blanco y otra de negro en el cementerio a altas horas de la noche es motivo de asombro y deseperacion .
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