jueves, 28 de noviembre de 2013

La Leyenda de la Sonrisa y otras iluminaciones de Alfredo Cernuda

Danzarina llanera del estado Portuguesa (archivo de Miguel Márquez)

LA LEYENDA DE LA SONRISA 
En aquellos tiempos los lobos sólo devoraban vientos, y había hombres que, olvidando su condición, se enriquecían requisando sonrisas a sus semejantes. Los desterrados ocultaban sus rostros con telas para no mostrar su dolor al mundo, pero consentían el hurto ya que el miedo se había acomodado en sus renqueantes huesos.
Cuando el padre de Jalid fue desahuciado de la vida, el muchacho, que sólo tenía soledades para acallar las tripas,  se encontró por toda herencia un trozo de madera en el que rezaba, grabada a fuego, una enigmática frase: Entregué mi amor a la penitencia, bajo los pies del traidor hallarás la salvación del mundo.
Jalid, por respeto a su padre, decidió emprender la búsqueda antes de abandonar aquellas tierras yermas de cariño. Rastreó infructuosamente durante cuatro años, dos meses y quince días. Hasta que una mañana de otoño, cuando la luz ya guardaba las tinieblas en su arcón,  halló el tesoro enterrado bajo la raíces de un árbol de Judas en el bosque de los Penitentes. Era una sonrisa envuelta en papel de seda. Una sonrisa amplia, generosa, que encajó con dificultad en su boca de quince años, pero que iluminó de tal modo su rostro que el sol palideció asombrado.
No necesitó nada más. A la salida del bosque, un grupo de desterrados que habían acudido por el reflejo de los destellos, se le unió con torpeza. Les costaba instalar una sonrisa semejante en sus labios, algunos los retorcían con esfuerzo formando muecas angustiosas o incluso divertidas, pero lentamente fueron acoplándolas hasta relegar la tristeza de sus miradas. El número de sonrisas fue creciendo de manera tan insospechada, que los requisadores se asustaron por el ingente trabajo que les aguardaba y por la inutilidad de arrebatárselas, puesto que allá donde requisaban cien sonrisas, surgían ciento una, allá donde intentaban imponer su miedo, eran recibidos por miles de sonrisas que les tendían su alegría. Los árboles sonreían, los animales sonreían, hasta las piedras emitían carcajadas graníticas.
Los requisadores huyeron de la tierra como el humo postrero de una hoguera, y los hombres se dieron cuenta de que una sonrisa ahuyenta los miedos y te regala el mundo.

No permitas que te borren la sonrisa.

TU SONRISA TIENE BALCONES QUE DAN A LA LUNA
Corren vientos negros, vientos disfrazados de noche que tapian sonrisas. –Me  confesaste mientras yo soñaba con el diálogo de tus manos– Y en su oscuridad he descubierto que la soledad es mentira, que a ti y a mí, el infortunio nos hace compañeros de lágrimas. De lágrimas desahuciadas de versos y rimas, de lágrimas sin trabajo, o de ida y vuelta que nos sorprenden en cada esquina.

Corren vientos negros, vientos disfrazados de noche que tapian sonrisas. Continuaste con un tono de rebajas que me obligó a entrar en tu desilusión sin que abrieses la puerta. Y allí te pinté de azul los bordes, te escribí en un sentimiento fugaz que Lennon sigue cantando Imagine desde nuestra conciencia, que no pueden tapiarte la sonrisa porque yo vivo en ella, que no pueden porque tiene balcones que dan a la luna,  y en ellos me asomo, y en ellos te quiero.
                                                                
Corren vientos negros. Pero tu sonrisa tiene balcones que dan a la luna.


LA LLUVIA EQUIVOCADA DE AGOSTO
Me duele la lluvia de agosto, equivocada, vacía, y el discurso amenazante de tu silencio. Me duele el reloj que nos aleja del tiempo, y ese mar que busca en tu piel el sabor de Alejandría.

Me duele la lluvia de agosto, equivocada, vacía. 
Me duele el rayo que no surge de tu pecho, y las sombras que se esconden en la noche por temor a la oscuridad. Me duele que  Ray Charles no nos cante Yesterday a solas, y que tu gato no me quiera hablar. Me duele no saber deletrear las palabras que  conducen a tu nombre, y el olvido que se olvida de olvidar.


TENGO UN AMIGO CON EL ALMA EN REBAJAS

Tengo un amigo con el alma en rebajas.

Soñó con ser capitán de barco y sólo llegó a grumete de corazones usados en la taberna del puerto. Quiso gritar al mundo: ¡Ahí te quedas! y fue él quiense quedó. Rozó la gloria una mañana de abril por una poesía inacabada que una mujer sin gafas ni criterio leyó con entusiasmo, pero la inspiración lo traicionó con otro poeta más canalla y más rubio dejándole anclado en el primer verso.

Tengo un amigo con el alma en rebajas.

Se gastó una fortuna en comprar fines de semana porque su vida sólo le ofrecía lunes. Una tarde estuvo a punto de casarse pero no encontró con quien. Ahora imparte clases de soledad en una escuela nocturna para inmigrantes. Es tan buen profesor en esa materia que no tiene alumnos.

Tengo un amigo con el alma en rebajas porque cree que sin ella por fin podrá volar. 

6 comentarios:

Alfredo Cernuda dijo...

Gracias, de nuevo, Isaías, por tu fe en mis palabras. Un fuerte abrazo.

Soledad dijo...

Un lujo de invitado amigo Isaías! Muchas gracias por compartir las maravillosas letras de este escritor por mí muy admirado. Abrazos y Felicitaciones a ambos.

Marybel Gaalaz dijo...

Sus letras fascinan...gracias a los dos. Un abrazo

Unknown dijo...

Gracias por compartir!!

miriampasjordan dijo...

Maravillada con la lira que dibuja la leyenda de una sonrisa.

Corren vientos negros. Pero tu sonrisa tiene balcones que dan a la luna. Me deja impactada... Màs aun, proviniendo de la pluma de Alfredo Cernuda.

Unknown dijo...

Es un gran honor poder leer tus escritos, un deleite en el amor que nutre y eriquece el conocimiento por el amor a las letras.