lunes, 24 de agosto de 2020

Poetas venezolanos en el portal de César Seco

Bienvenida llanera a los maestros poetas venezolanos en este enlace. Archivo del Grupo Guarura 



Poesía (Hanni Ossott)

Quien vive la poesía. Vive la tensión.

El cielo, la tierra. Los hombres les resultan extraños.

 

Calla: aquí vive un Ángel...!un pájaro!

 

La serenidad y la tormenta conciernen al poeta.

El cielo naranja sobre una colina azul

La sagrada voz del Réquiem de Brahms

El plenilunio. La melancolía.

 

Al poeta le gusta el abrazo

el roce, los besos llenos de licor

y la caricia, la última caricia

la caricia final

susurrada

infinita...


Nuestra bienvenida a esta primera entrega de los textos de diversos poetas venezolanos encontrados en el portal de César Seco. Maestros todos a quienes, también, les expresamos el mayor de los afectos. 

Gracias por su visita. Isaías Medina López

 


BIENAVENTURANZA (Laurencio Zambrano)

Bienaventurado

quien se desangra en lo que ve,

el que forja dominios con las alas

porque viene

de los bajeles del instante.

 

Bienaventurado

quien trashuma sus antojos

en los hospicios turísticos del tiempo:

donde se amansan los pubis y las almas

y se aprende el arte de la espera.

 

Bienaventurado

el que busca y encuentra

las nómadas moradas

donde la eternidad

repuja las andanzas

de quien llega al amor

o del que parte.

 

Bienaventurado

el que jamás se pierde un viaje

al abisal mar de leva

de sí mismo;

quien (ex profeso) busca la zozobra

para que el destino

se solace

y no se aburra

del sucedáneo andar

que nos sustenta.

 

Loado sea

quien aprueba

enamorado

el examen del tiempo

y del olvido.

 


NOCTURNO (Leonardo Gustavo Ruiz Tirado)

Y esperar ver la lluvia y una casa

con la luz encendida desde lejos

u otra coartada para el sueño

de esa esperanza en otros como si

pudiera saberse a ciencia cierta

cualquier cosa, la mañana más clara

por ejemplo, la fuerza o el silencio,

memorias no tranquilas pero limpias

o confiables zurcir la circunstancia

de un deseo, de un abrir

al dintel de tu puerta esa visita

no con presentes ni cumplidos, sino

ebria de elixires y cirros y cuentos

increíbles, y esperar la esperanza

de los mismos si los otros no traen

el mensaje, sorpresa sin misterio,

rincón laberinto y telaraña

tras recorrer kilómetros

en noches contra insomnios

en la casa sonámbula y aérea

de esperar ver la lluvia y una luz

encendida para el sueño.



INDIGENTE (Simón Petit)

Al morir la tarde/ algunos cumplen con la rutina

de regresar a su nido después del trabajo.

Otros deciden deambular por la calles

miran las vidrieras/ y entran a un bar.

Quienes intentan descubrir nuevos rincones

toman el autobús que los pasea

por esta ciudad aburrida

buscan el alma gemela

que traduzca esa ansiedad de encontrarse.

También está quien abandona un sitio para ir a otro

bien por pasión o bien por dinero

y siguen sin descanso

hasta que los aturde el cansancio.

Van los amantes sigilosos que son fieles en la noche.

Vienen de la mano los amorosos que son fieles en el día.

Están los que salen a flote de la plaza,

de la tienda, de la casa,

de la iglesia, de la nada.

Están los que se sumergen en la nada,

en la iglesia, en la casa,

en la tienda, en la plaza.

Quedan aquellos que intentan exprimir lo máximo del día.

Persisten los azarosos que sufren

las noticias de la prensa vespertina.

Continua el tropel liceista

en su andar como soldados de guerra.

Pájaros posan en tendido eléctrico como si nada.

Y la oferta de los buhoneros es competencia de tenores.

El sonido de los motores es música asfaltada.

El bullicio de la gente es remolino de palabras.

Y el taconeo de todos es el rostro de muchos

en esta esquina que tiene una pared blanca

inmensa, limpia/ como una pantalla de cine que proyecta

mi figura maltrecha,/ parado,

mirando al frente./ sin saber a dónde ir.

 


VENADO DE PIEDRA Y OTROS POEMAS (Darío Medina)

Desde siempre debió estar allí, pues nadie nos llegó

a contar de su llegada, ni del tiempo en que los ojos

se le fueron llenando de humo blanco.

Lo llamaban Trino Pelón.

Quienes se atrevían a nombrarlo, así lo llamaban;

mientras que a nosotros apenas si se nos ocurría

pasar frente a su casa.

Pero una vez mi hermano Adán llegó a ver su cara

y me dijo que tenía el color de la ceniza.

Eso no más vio, porque el miedo lo sacó volando.

Fue entonces cuando comenzamos a andar por otra

calle. No volvimos a pasar por el frente de una puerta

que sólo tenía marco para el hombre muerto que,

todavía, siento que nos llama

 


IV (Rafael Garrido)

Tarda pero al fin llega, ataviada

como una esposa para su marido. Más

ya no encontrara un marido,

tampoco un esposo estresante;

antes bien, para sorpresa

de ella y asombro de él, un tierno

y fiel amante como el Romeo

de Shaquespeare, capaz de saltar

muros y paredes de su Verona nativa

con tal de tener cerca a su Julieta

y recorrer su geografía caliente,

picante, de ají chirel.

 


Memoriales (Paúl González Palencia)

Para la sed de estos confines

Dios sopló cada punta

de la estrella espinal del cactus.

Hubo dudas, hasta que la noche

de caza y carburo

llenó a los hombres

de dolor y materia

y la piel se les volvió roja

como un punto volcánico.

Quiso el cactus alterar

los planes del hombre

y se petrificó apuntando hacia

 

los cuerpos celestes de Dios.

Opuesto Dios a toda desazón,

en el patio de troquelar

el alma de los ángeles,

logró que el hombre sucumbiera

por primera vez frente a los memoriales.

 


MI PROVINCIA (Ramón Miranda)

Mi provincia es la zona del sueño

De aire toda calada hasta los huesos

Miseria ha sido su porvenir

También canta

 

Tierra preñada de presagios

Apenas sabemos lo que en ella sucede

Yo conozco sus barrios más pobres

y a sus enemigos más pobres todavía

que la vomitan como borrachos

 

Alta dignidad le espera,

la luz, los frutos suyos

que le arrebatan día a día

 

A esta provincia amante del verano

yo no la cambio por ningún París

 

 


MAÑANA ES SEPTIEMBRE (Guillermo de León Calles)

Mañana es septiembre,

los dedos de mis pies me duelen

de tanto meterme en los zapatos de ir a la escuela.

Siento que un libro está de más

en mi bulto de lonilla azul marina.

 

Y no es el libro que tiene un Dios con sombrero de triángulo

y un manto como el que usaba Julio César

 

Lo cierto es que mañana es septiembre

y la maestra me espera con su sonrisa

de buenos días seguida de una lección interminable

 

Me fastidia ese amor repetido en mi libro primario

Mamá me ama,

Papá me ama,

Mamá me ama,

 

Ese amor de página primera

que retrasa mi llegada al patio del recreo

con mis zapatos de huequitos en la punta

 

Mañana es septiembre.

Un portón de peleas callejeras me recibe.

Soy yo, tela blanca

con unas letras bordadas en mi bolsillo izquierdo

 

Yo y mi sonrisa zángana

a poca distancia de mi cabello aceitoso.

Yo y mi cuaderno Libertad con un caballo

de Bolívar encaramándose en un laurel romano

 

Yo y mi futuro de sabio

Porque llegaría a saber que Cristóbal Colón nació

en Génova pero algunos historiadores dicen que

nació en Ponte Pedra de Galicia

 

Yo y mi porvenir de ignorante porque no me aprendería

de memoria la historia del torito negro y el torito colorado.

Somos la maestra septiembre y yo

entristecidos por los pizarrones negros y la

ausencia de la lluvia

 

Septiembre y yo sabemos

que los trompos tienen más valor que la tabla de multiplicar

Y que las páginas de los cuadernos se hicieron

solo para construir barcos de papel.

 

Mañana es septiembre

 

Primero trataré de entender nuevamente

lo del Gloria al Bravo Pueblo

Yo, Vicente Salias y Juan José Landaeta.

 

Después veré un murciélago trastornándoles la quietud

a los pupitres

En uno de esos pupitres labraré un corazón y tu nombre

con la hojilla que le sobró a las barbas del abuelo

Yo y el amor

 


A VECES, POR LAS TARDES (Rafael José Álvarez)

A veces, por las tardes

a la sombra de un caujaro,

ella hablaba a mi madre de sus primos lejanos.

Flor María descubría en la oscuridad

de su boca

largas avenidas bordeadas

de unos árboles viejos

con grandes colgaduras de flores recientes.

Su lengua ponía en movimiento

nerviosos animales de lana resplandeciente

sobre unos yerbazales oceánicos.

Su mano iba y venía y la conversación

se tornaba a veces tan grisácea

como una lluvia a punto de caer.

Temor no hubo

ni vacilaciones a la hora de viajar.

Sólo que cambió su travesía

por un corral de gallinas

en San Pablo,

un trozo de monte iluminado

por el temblor de las perdices

y el aire secreto de saberse

muerta desde entonces

antes que aterirse de dolor y sufrimiento

en un sillón de Amsterdam.


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