Ni una cruz de los caminos del Llanos marca el lugar de su caída
(archivo de Tomás Ramón Guevara Gutierrez)
En un banco de sabana
allí lo dejó el cobarde,
tras la bendición del cura,
precedieron a enterrarle.
La figura del guerrillero es una de las más polémicas y románticas de nuestro imaginario. Forajidos para algunos, héroes
para otros, los “irregulares que cambian su hogar por defender ideales”
son una constante en la historia de muchos pueblos. De sus nutridas hazañas no
todos salen ilesos, y para dar muestra de ello, presentamos un “corrío llanero”,
propio del joropo, inserto en la novela Por la Ceja de Monte del escritor
de origen cojedeño Nelson Montiel Acosta, publicada por el Fondo Editorial
Tropikos (Caracas, 1992):
El día lunes de Pascuita
mataron a Antonio
Achaguas,
con su propia carabina
lo asesinaron de espalda.
Antonio José el
destino
le hizo una mala jugada,
y en tierras de Corozal
mataron al camarada.
Era un hombre muy valiente,
su destino la sabana
y con la familia humilde
el
muy bien se comportaba.
El Tigre de Matiyure,
hijo apureño de Achaguas.
Allá en Laguna
Redonda
fue donde lo asesinaron,
a culatazo y palo
le trituraron el cráneo,
se
lo llevaron arrastra
hasta donde lo enterraron,
tuvo diez meses perdío
hasta
cuando lo encontraron.
¿Quiénes serían
las personas
del grupo que lo mataron?
Antonio José fue un hombre
generoso y de
a caballo,
y para sus enemigos era
muy grande y amargo.
La muerte del camarita
no la borrarán los
años,
siempre estará en la memoria
del pueblo venezolano.
Pagaron un dineral
a quienes lo traicionaron,
para quitarle la vida
y así fue que lo lograron.
Cámara, tú no te has muerto,
sigues viviendo
en el Llano,
donde tu abrigo fue el monte
el invierno y el verano.
El nombre de
Antonio Achaguas
se seguirá respetando.
Dicen que un terrateniente
pagó pá que lo
mataran,
y un amigo traicionero
se prestó para esa infamia.
A pesar de que el traidor
era el hombre en
quien confiaba,
le brindó mucho licor
para que se emborrachara,
el horrendo
asesinato
en su mente maquinaba.
Antonio Achaguas tenía
alma revolucionaria
por
las buenas era bueno,
contra los malos luchaba.
El obrero lo quería
el poderoso lo odiaba,
porque tenía un corazón
amplio como la sabana.
También las tenía bien puestas
lo que a muchos
le faltaba,
el repartía a los pobres
lo que al rico le quitaba.
Dicen que un terrateniente
pagó pá que lo
mataran,
como se pondrá el cobarde
si Achaguas resucitara.
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