Imagen en el archivo deInayu Yanda
Indígena llanero de Cojedes, tal como lo fue Maximiliano González;
el Ánima de la Yaguara, pescando con arco y flecha en El Pao, Cojedes.
(archivo de Argenis Aguero)
RESEÑA DE ALFREDO
ARMAS ALFONZO
I
En el viejo camino que llevaba de Valencia a Tinaquíllo, a Tinaco y a San Carlos, en la vecindad de Tocuyito, que no es por cierto la aldehuela de la cera de la Restauración y la antesala del triunfo de Los sesenta, en las sabanas de Barrera escenario del cruento sacrificio del ejército federal, más que batalla épica emboscada traicionera. La capilla más que la plaza que hace memoria de la heroicidad andina, atrae constantemente un tipo de visitante conmovido que viene a pagar el favor recibido del Ánima Buena de Maximiliano González.
Una cruz alta de cemento, a la entrada y al lado del camino, señorea aquel como descampado sombreado de mangos de un extremo, de un abroquelado negocio de italianos de estropajoso español, a la izquierda, y un fondo de restaurante y refresquería no exento por supuesto de la propaganda de cierta, gaseosa. La capilla, de una arquitectura que recuerda el estilo del gomecismo - que lo tuvo el empeño constructor del hombre de La Mulera, con mucho de inspiración rural y campesina—consta de una estrecha media agua con la culata de frente al camino, donde se halla la puerta. Cuatro ventanuchos en las fachadas laterales bloqueados por las ofrendas estaban supuestos a proveer luz y ventilación. Bajo de ellos, dentro de unas jardineras protegidas con alambre ciclón, se mustia bajo el duro sol de Carabobo, una silvestre exornación vegetal.
Una cruz alta de cemento, a la entrada y al lado del camino, señorea aquel como descampado sombreado de mangos de un extremo, de un abroquelado negocio de italianos de estropajoso español, a la izquierda, y un fondo de restaurante y refresquería no exento por supuesto de la propaganda de cierta, gaseosa. La capilla, de una arquitectura que recuerda el estilo del gomecismo - que lo tuvo el empeño constructor del hombre de La Mulera, con mucho de inspiración rural y campesina—consta de una estrecha media agua con la culata de frente al camino, donde se halla la puerta. Cuatro ventanuchos en las fachadas laterales bloqueados por las ofrendas estaban supuestos a proveer luz y ventilación. Bajo de ellos, dentro de unas jardineras protegidas con alambre ciclón, se mustia bajo el duro sol de Carabobo, una silvestre exornación vegetal.
El
interior rebasa de cotonas de flores de plástico y la más heterogénea colección
de ofrendas: el velo de la novia que vio realizados sus sueños junto al hombre
indeciso, el velo de la primera comunión de la niña enferma y constricta, el
ansiado diploma de la graduación tan ardorosamente obtenido, la tarjeta de
bautizo, el retrato al minuto de quien sanó gracias a la intercesión tan
rogada, el milagrito de oro o de plata que repite a escala la prospección de la
parte del cuerpo humano sin salud, la estampa devota del Siervo de Dios o de la
advocación gracias a la cual se realizó el milagro divino, el velerío encendido
y la esperma formando un piso. Las
lápidas recubren todo el espacio de las paredes interiores y se acumulan en los
rincones entre ofrendas florales sin sitio ya en aquel cálido ambiente estrecho.
Un aire de sahumerios como un humo blanco, plena la capilla.
Entran
y salen solemnes penitentes que rezan la oración del Ánima Buena, se persignan
hincando la rodilla y salen sin dar la espalda al altar presidido de un cristo
crucificado tapiado cíe un polvo de hollín. Bajan de carros de alquiler, de
camiones, de modernos automóviles de último modelo. El Ánima Buen de La Yaguara derrama sin excepción sobre tocios
los mortales su generosa magia salvadora. El poder celestial de Maximiliano
González se dilata sobre estos suelos y estos habitantes de Carabobo, del
Tinaco, de Cojedes, de Portuguesa, del vecino costado del Guárico, de Apure y
de Barinas, de Aragua y de Caracas, las placas de los carros dan el destino de
los presurosos y confiados promesantes.
II
Maximiliano
González fue, según, un indio cojedeño, peón de hato en sus orígenes, magro y
enjuto, que eran tiempos de la guerra ¿La. Federación, La Libertadora?- se
desempeñaba como transporte del correo y por estos rumbos se movía, de ida y de
venida sobre una mula a la que arrebiataba las valijas de la correspondencia
postal. Persona de confianza debía ser para que se le diese la responsabilidad,
sin presumir del valor que requería la defensa de la carga ante cualquier
ataque del bandolerismo que entonces infectaba los montes. Lo encaró una
guerrilla en algún sitio de su recorrido habitual y lo incorporaron a la
facción, no sin sus protestas por supuesto, al punto de que logró desertar,
dicen, porque sufría de la disentería. Huyendo, alcanzó la casa de una señora
de nombre Carolina, pero así como entró, tan silenciosamente, así no amaneció.
Un vuelo numeroso de zamuros denunció a la gente, tres días más tarde, el
cadáver sin señal alguna de descomposición. Lo rodeaba la zamurada. sin
acercársele. Lo sepultaron en el mismo
sitio, éste de La Yaguara, que fue hacienda alguna vez, y sobre la tierra le
dejaron un montón de piedras y una tosca cruz hecha de ramas. Tras la guerra
vino la peste del ganado y entonces, por inspiración milagrosa el hacendado de
La Yaguara invocó el espíritu de Maximiliano González, prometiéndole erigirle
una capilla en el sitio de la tumba; esto es lo que dicen unos, porque la
tradición también refiere el hecho de la promesa pero en otro sitio distinto al
del enterramiento. Y se acabó la peste del ganado es lo que dicen, y le
erigieron la capilla a Maximiliano González y la fama de su poder milagrero
empezó a extenderse. Esto debió ser después de Tocuyito, al comienzo del siglo,
y la fracción a través de cuya aventura alcanza el cielo y el poder de los
santos el humilde Maximiliano González debe identificársele como castrista y
andino y tan debió ser así que, esto también se dice, el general Juan Vicente
Gómez era muy creyente del Ánima Buena y sus veintisiete años de poder fue
regalo que le hiciera a la sombra del águila conmemorativa del triunfo de
Tocuyito, este salvador espíritu, de origen cojedeño, campesino y ordeñador.
Historia documental no tiene Maximiliano González sino la que todos los días le
escribe el pueblo que por sus favores obtiene la salud, la alegría, la riqueza
y la libertad. El Ánima de La Yaguara jamás desoye las oraciones dicen las
multitudes.
Creencia
Según Hilda Sorano de Silva; "Maximiliano González, fue correo del ejército
patriota, se desenvolvió entre la ciudad de Valencia y la población de
Tinaquillo en el estado Cojedes.
Era querido y apreciado por los vecinos de la zona que continuamente recorría.
Se distinguió por su don de gente y su solidaridad.
En
uno de sus frecuentes viajes fue
aquejado por fuerte fiebre y diarrea, enfermó
gravemente y murió en un paraje solitario ubicado entre la quebrada de Barreras
y el pueblo de Tocuyito. Fue encontrado después de varias semanas debajo de un
árbol de yaguaro donde había buscado cobijo para resguardarse. Su cuerpo no se
corrompió, tampoco fue devorado por los animales, se disecó al
sol. El hallazgo lo realizó un campesino quien
avisó a otros compañeros. Lo sepultaron en el mismo lugar donde lo encontraron.
El
prestigio de hombre probo
que había cultivado en vida, las circunstancias que rodearon su fallecimiento y
la preservación natural de sus restos mortales fueron motivo de asombro y
originaron el culto a esta ánima calificada de milagrosa por el sentimiento
popular.
Al
poco tiempo de haber
sido enterrado, se presentó la peste que afectó a grandes rebaños de ganado. Un
criador de la región, muy preocupado al darse cuenta que sus reses estaban
enfermándose, elevó su plegaria al ánima de Maximiliano González y pronto la
peste cesó, así pudo conservar los rebaños. Agradecido por el favor recibido
construyó una pequeña capilla en terrenos de su hacienda y trasladó los restos
de Maximiliano González. Estos permanecen actualmente en ese lugar.
Muchas
personas con el transcurrir de los años han invocado al ánima de la Yaguara,
para pedir su intersección ante Dios con el fin de lograr la solución de
los problemas que
les han aquejado.
Delante
la cripta donde reposan los restos de Maximiliano González se construyó hace
unos treinta años, una capilla católica donde los domingos se celebra la santa
misa. En la cripta los fieles del culto depositan velones, flores y toda clase de ofrendas materiales como
testimonio por los favores recibidos".
ORACIÓN
Ánima buena y piadosa de MAXIMILIANO GONZÁLEZ, que por secretas plenas de divinidad manifiestas poder ayudar compasivamente a cuantos te invoquen con fervor y confianza; yo te invoco con todas las ansias de mi espíritu y te expongo mi tribulación (aquí se pide lo que se desea alcanzar) y me concedas lo que te ruego si es para bien mío y gloria de Dios.
Son
ya innumerables los que han sentido tu influencia divina y recibido tus poderes,
sea yo, ánima buena, del número de estos privilegiados y merezca tu protección,
y tu asistencia y pregonaré mi suerte y mi agradecimiento hacia ti: Santa y
buena Ánima de MAXIMILIANO GONZÁLEZ.
Atiende
mis súplicas y concédenos tan pronto te sea posible lo que tan fervorosamente
te pido en el nombre de Jesucristo y María Santísima. Amén.
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