Niña de Cojedes (archivo de Jean Omar Escalon Coello)
Los Cochinos Navideños
Samuel Omar Sánchez
Esto sucedió hace muchos años, cuando el alumbrado público era escaso en muchas barriadas, sus
calles eran de tierra, se utilizaba mucho el pozo séptico en los patios de las
casas para hacer las necesidades, era el típico ambiente pueblerino, esto le
sucedió a Doña Agripina Zapata.
Agripina, era una mujer de campo, trabajadora, para esos tiempos vivía en
casa de su hija Carmen Zapata, ¨La Tuca¨, la cual vivía en la
barriada ¨Los
Malabares¨, con
su pareja conocido con el apodo de ¨Malaguera¨, situado en la calle Mariño, a dos casas del Ambulatorio.
Madre e hija, se llevan muy bien entre las dos pilan el maíz, para hacer
las arepas en el fogón a leña, en un budare con el cual también tendían las ricas
cachapas, en el patio de la casa, había casi un zoológico donde tenían una
variedad de animales como: patos, gansos, chivos, venados... hasta 2 vacas tenían
para el ordeño de la leche para hacer un rico queso, no le faltaban las
gallinas pirocas y las ponedoras, conejos, loros, palomas y pare de contar, sin
faltarle un chiquero que habían hecho en el fondo del solar donde tenían varios
maracos de cochinos gordos, los cuales
mataban para diciembre y una
parte para preparar las hallacas navideñas, ellas mismas los preparaban haciendo la salvedad
que en casi todas las casas abundaban los animales para esa época, porque no había un control
sanitario.
Doña Agripina, era muy humanitaria con sus vecinos, cuando algunos se
enfermaba ella los visitaba en su casa o el hospital, eso se los enseño a sus
hijos, después de hacer los quehaceres cotidianos de la casa, se ponían todos a
jugar cartas (barajas), el de caída o 31, después se tomaban un rico café
recién colado o taza de chocolate, acompañándolo con pan o galletas, se
juntaban a contar cuentos de fantasma, aparecidos, duendes, así se entretenía
la familia.
Pasó un día 28 de diciembre la señora María Cruces, quien vivía en el barrio Banco Obrero,
muy amiga de la viejita Agripina, como se dice hermanas, cae enferma, para esa época había en San
Carlos, un solo hospital el cual se llamaba “Los Llanos”, y estaba ubicado donde
hoy está la plaza Manuel Manrique, todo ese terrenales abarcaba, cuántos niños
vivieron al mundo allí , sobre todo la buena atención de los médicos y de las
enfermeras, le avisan a doña Agripina, que su
amiga estaba hospitalizada, ahí mismo se fue a verla, la acompañó un buen rato
y antes de venirse le dijo a su amiga que vendría en la noche a visitarla con
su hija la tuca, así fue a las 6.30 pm, llegó. Le llevaba un paquete donde
habían manzanas, peras, uvas y unas galletas de soda, la acompañaron hasta las 11
de la noche. Madre e hija, se vinieron caminando por esas calles de tierra, a
medio alumbrar, así llegaron sanas y salvo a la casa.
Al día siguiente en la mañana doña
Agripina, se fue a visitar a su amiga, la encontró un poco mejor, hablaron un rato
¡ah! le llevó un poco de atol, al despedirse le comentó que vendría en la noche
a visitarla, esta se lo agradeció y se vino Agripina pero antes de ir a Los
Malabares, pasó por casa de su amiga para dejar una ropa que estaba sudada y
ver a los muchachos.
Al otro día la viejita Agripina, estuvo ocupada con sus hijos, toda la
mañana la pasaron en el conuco de Malaguera, ya estaba limpio el terreno y
estaban preparando las semillas para sembrar maíz y caraota, por eso estuvieron
madre e hija ocupadas toda la mañana, habían preparado la comida, la cual
llevaron en varias viandas, después de comer descansaron un rato y alrededor de
las 4 de la tarde se vinieron a la casa, contentas, porque gracias a Dios, todo
salió bien y tendría una buena cosecha. Agripina le dice a su hija: ¡Cónchale!
No fui a ver a mi comae. En la noche tú me vas a acompañar. Ella, le respondió:
Bien mamá.
Hicieron todos los quehaceres del hogar y a las 7 aproximadamente, las dos
agarran camino para el hospital, al llegar está de guardia una enfermera
conocida de Agripina, le regalaron una bolsa llena de manzanas, peras,
mandarinas, les dio las gracias y entraron al cuarto donde estaba su amiga, en
ese momento estaba tomándose un vaso de agua, al verse se abrazaron y La Tuca,
le dio una bolsa que contenía manzanas, uvas y peras, está la agarró y les dio
las gracias, estuvieron hablando, a eso de las 11 y 30 pm, se despiden, le dice doña Agripina: ¨Que mañana sería 31 y
fin de año, que vendría a pasar esa fecha con ella y recibir el nuevo año, “con lágrimas
en sus ojos” se lo agradece y le pide a su amiga que pase por favor por su casa y les dé una vuelta a sus hijos. Así fue;
llegaron a la casa de María, tocan la puerta y sale una de sus hijas, esta
se asusta al verla a esas horas, Agripina, les dice: “No se asusten muchachas,
es que pasé porque su mae, me encargó que les diera una vuelta”. Entraron y tomaron un
vaso de agua, después se viene hacia la barriada Los Malabares, sería ya las 12.30 de
la madrugada, cuando están llegando a la esquina de la calle Salias cruce con
calle Ricaurte, para ese tiempo era un
camino de tierra y después fue que hicieron la Avenida Ricaurte, había un solar
grande con muchas matas de mangos, donde hoy en día viven la familia Lima, que tiene un
taller mecánico y todos los hijos trabajan allí, igualmente al lado están
construyendo un edifico, ellas siente el aire pesado, enrarecido, la luna que está
clara, en una súbita carrera sale espantada a esconderse detrás de unas nubes,
la noche se puso tenebrosa, sienten varios perros ladrar, aparece de la nada un
fuerte ventarrón que les hiela la piel a las dos, dice la tuca: “Mamá ¿Qué pasa?
Responde: “tranquila parece ser que el
demonio nos quiere asustar”, dice La Tuca: “Mamá, no me diga eso que me
acobardo”. Agripina le dice: “Con ese cuerpote y vas a tener miedo”.
Dan varios pasos y al llegar a esa esquina sienten la brisa tan fría como
un tempano de hielo, los perros se callan, se siente a lo lejos una risa que se
oye como salida de una cueva profunda. En ese instante a La Tuca, se le paran
todos los pelos de la cabeza y a su mamá también parecen unas gallinas grifas, luego
sienten el gruñir de varios cochinos que
poco a poco se van sintiendo cerca, ellas están ahí paradas no dan ni un paso,
ven aparecer de la nada tres macetas de cochinos de color negro carbón, tienen
los pelos parados y los ojos como dos tizones de candela, dice La Tuca, “Mamá ¿Qué
está pasando?”.
Esta temblorosa le dice: “Hija, eso
son los cochinos del demonio”. A bichos feos para gruñir, que se les metía por
los oídos, estaban asustada, querían salir pero era como si estuvieran pegadas
al piso, vuelven a sentir la risa pero más cerca, las mujeres esta chorreadas
del susto, ven que los cochinos se les venían encima Agripina, se acuerda que tenía
un tabaco por si acaso, como buena llanera estaba preparada, lo prendió y dijo
una oración. La Tuca, empezó a rezar el Padre Nuestro y varias Ave Marías. La
viejita dice varias frases al aire, los cochinos responden con rabia gruñendo con más intensidad, en ese
momento por obra y gracias de Dios, oyen sonar las campanas de la iglesia,
escuchan el cantar de un gallo, vaya sorpresa que se llevan ahora el aire se
siente un olor como a azufre, los cochinos pegan un espantoso gruñido que las
dejó turuletas de la sordera. Vuelve aparecer un ventarrón y desaparecen los
cochinos, de nuevo oyen la risa y oyen la voz decirles: “Será otra vez,
Agripina”. Ahí, de nuevo los pelos se les vuelven a parar, sienten que las
piernas les llega la fuerza y pegan una veloz carrera que parecían dos bolas
rodando, así llegan a la casa, asustadas y temblorosas del miedo. Al día
siguiente contaron lo que les había sucedido de cómo los cochinos del asustaron a doña Agripina y a La Tuca.