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martes, 15 de octubre de 2013

Dos cuentos breves llaneros fantásticos (Cachos de Elsa Parada Reyes)

...y como de la nada la calle se fue haciendo Llano



GASPAR (Luis Alberto Ángulo Urdaneta- Elsa Parada Reyes)
Todas las tardes, en un hato Cerca de Pueblo Viejo, en Barinas,  se oye un pájaro que le para los pelos a la gente y eso ocurre para que nadie olvide a un caporal, llamado Gaspar y su mujer de siempre, de la cual se cansó Gaspar y que quiso cambiar por otra más joven y bella. Resulta que invita a su “vieja” a pasear por la sabana. Cuando vio que nadie los miraba le sacó los dos ojos y ciega la abandonó en la sabana, para que se la comieran los bichos y echarles la culpa a ellos y quedarse con la otra. Desesperada, la ciega, lo llamaba a gritos: Gaspar, Gaspar, Gaspar, hasta que se murió y se convirtió en un pájaro que vuela clamando: Gaspar, Gaspar, Gaspar. Desde que ella murió, el pájaro pasó miles de veces por el hato llamando a Gaspar a gritos. Gaspar no podía comer tranquilo. Si se sentaba a la mesa el pájaro se paraba en el techo de la casa a llamarlo. Tenía hambre, mucha, pero el pájaro no lo dejaba  comer sereno por la llamadera. Se puso flaquito hasta que se murió y lo enterraron. En el entierro el pájaro lo acompañó gritando: Gaspar, Gaspar, Gaspar y cantaba así todas las tardes, a la misma hora en que mató a la mujer.   

LA MUJER (Elsa Parada Reyes)
Bueno, resulta que un día estoy en la parada que va a San Carlos y escucho que un hombre le dice a otro: “Cámara,  ¿A qué no sabe la que me acaba de ocurrir? Bueno resulta que hace ratico estaba yo con unas ganas raras de irme caminando desde El Pao a Tinaco, al ver lo solo  de esa  carretera, me acordé que el compa Tomás era baquiano de esa ruta y bien bueno: lo busqué, para no irnos solos poray. El me dijo que sí, pero que tenía que aguantarle el paso, yo le dije que era hombre de andá  más terreno que un buey conuquero. El compa, se sonrió y  convino rapidito. Habíamos andado una legua cuando siento una broma enorme como un trueno rompiendo la tierra y veo es que se viene una maceta ´e toro, negro, echando cachos pa´rriba y pa´bajo,  suaz: mi compa y yo corrimos dos leguas en siete segundos. Pero aguántese ahí, que ahora es que le cuento: Después, pero eso fue al  ratico, casi sin darnos chance a pasá ese susto, divisamos un préstamo con aguita bien fresca, cuando estamos por refrescarnos me paralizó: ná má que del fondo de esa charca salió un caimán enorme, pero que más bien parecía un pájaro por lo ligero, eso daba gusto, como de veinte metros zácata: nueve segundos en tres leguas. Bueno, cámara, y con ese par de sustos ya veían las primeras casas de Tinaco, eso parece increíble. Casi llegamos en un minuto. Al voltear, veo al compa volviéndose un tigre y me doy cuenta del truco. Era él, que por el apuro de venirse,  se convertía en animal y así yo de tonto lo ayudaba a correr más duro: yo era como un cebo pa´ él.   Le digo: -Ajá, Compa, con esas vainas casi me mata del susto. Y me dice: -No, jejeje: eso lo aprendí jugandito con la mujer que veré horita, imagínese qué no me hará si le llego tarde y se me pone brava”. Me entraron unas ganas de reír y una gran pena también,  cuando escuché esa historia: sobre todo con el hombre llamado Tomás, porque ese venía a visitarme a mí y ahora como yo iba pá San Carlos quién sabe en qué tendría que volverse para verme, porque si no, esta noche me las paga: me las paga. 

Textos tomados de CIEN CACHOS: ANTOLOGÍA DE LA NARRATIVA FANTÁSTICA ORAL DE COJEDES (2013), compilación de Isaías Medina López. Editado por la UNELLEZ-San Carlos.



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