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lunes, 20 de noviembre de 2017

Cuentos Venezolanos de Navidad (11) "Los Cochinos Navideños": Relato de Samuel Omar Sánchez Terán

Niña de Cojedes (archivo de Jean Omar Escalon Coello)


Los Cochinos Navideños
Samuel Omar Sánchez

Esto sucedió hace muchos años, cuando el alumbrado  público era escaso en muchas barriadas, sus calles eran de tierra, se utilizaba mucho el pozo séptico en los patios de las casas para hacer las necesidades, era el típico ambiente pueblerino, esto le sucedió a Doña Agripina Zapata.
Agripina, era una mujer de campo, trabajadora, para esos tiempos vivía en casa de su hija Carmen Zapata,  ¨La Tuca¨, la cual vivía en la barriada ¨Los Malabares¨, con su pareja conocido con el apodo de ¨Malaguera¨, situado en la calle Mariño, a dos casas del Ambulatorio. 
Madre e hija, se llevan muy bien entre las dos pilan el maíz, para hacer las arepas en el fogón a leña, en un budare con el cual también tendían las ricas cachapas, en el patio de la casa, había casi un zoológico donde tenían una variedad de animales como: patos, gansos, chivos, venados... hasta 2 vacas tenían para el ordeño de la leche para hacer un rico queso, no le faltaban las gallinas pirocas y las ponedoras, conejos, loros, palomas y pare de contar, sin faltarle un chiquero que habían hecho en el fondo del solar donde tenían varios maracos de cochinos gordos, los cuales  mataban para diciembre y una parte para preparar las hallacas navideñas,  ellas mismas los preparaban haciendo la salvedad que en casi todas las casas abundaban los animales para esa época, porque no había un control sanitario. 
Doña Agripina, era muy humanitaria con sus vecinos, cuando algunos se enfermaba ella los visitaba en su casa o el hospital, eso se los enseño a sus hijos, después de hacer los quehaceres cotidianos de la casa, se ponían todos a jugar cartas (barajas), el de caída o 31, después se tomaban un rico café recién colado o taza de chocolate, acompañándolo con pan o galletas, se juntaban a contar cuentos de fantasma, aparecidos, duendes, así se entretenía la familia.
Pasó un día 28 de diciembre la señora María Cruces, quien vivía en el barrio  Banco Obrero,  muy amiga de la viejita Agripina, como se dice hermanas,  cae enferma, para esa época había en San Carlos, un solo hospital el cual se llamaba “Los Llanos”, y estaba ubicado donde hoy está la plaza Manuel Manrique, todo ese terrenales abarcaba, cuántos niños vivieron al mundo allí , sobre todo la buena atención de los médicos y de las enfermeras, le  avisan a doña Agripina, que su amiga estaba hospitalizada, ahí mismo se fue a verla, la acompañó un buen rato y antes de venirse le dijo a su amiga que vendría en la noche a visitarla con su hija la tuca, así fue a las 6.30 pm, llegó. Le llevaba un paquete donde habían manzanas, peras, uvas y unas galletas de soda, la acompañaron hasta las 11 de la noche. Madre e hija, se vinieron caminando por esas calles de tierra, a medio alumbrar, así llegaron sanas y salvo a la casa.
Al día siguiente  en la mañana doña Agripina, se fue a visitar a su amiga, la encontró un poco mejor, hablaron un rato ¡ah! le llevó un poco de atol, al despedirse le comentó que vendría en la noche a visitarla, esta se lo agradeció y se vino Agripina pero antes de ir a Los Malabares, pasó por casa de su amiga para dejar una ropa que estaba sudada y ver a los muchachos.
Al otro día la viejita Agripina, estuvo ocupada con sus hijos, toda la mañana la pasaron en el conuco de Malaguera, ya estaba limpio el terreno y estaban preparando las semillas para sembrar maíz y caraota, por eso estuvieron madre e hija ocupadas toda la mañana, habían preparado la comida, la cual llevaron en varias viandas, después de comer descansaron un rato y alrededor de las 4 de la tarde se vinieron a la casa, contentas, porque gracias a Dios, todo salió bien y tendría una buena cosecha. Agripina le dice a su hija: ¡Cónchale! No fui a ver a mi comae. En la noche tú me vas a acompañar. Ella, le respondió: Bien mamá.
Hicieron todos los quehaceres del hogar y a las 7 aproximadamente, las dos agarran camino para el hospital, al llegar está de guardia una enfermera conocida de Agripina, le regalaron una bolsa llena de manzanas, peras, mandarinas, les dio las gracias y entraron al cuarto donde estaba su amiga, en ese momento estaba tomándose un vaso de agua, al verse se abrazaron y La Tuca, le dio una bolsa que contenía manzanas, uvas y peras, está la agarró y les dio las gracias, estuvieron hablando, a eso de las 11 y 30 pm, se despiden,  le dice doña Agripina:  ¨Que mañana sería 31 y fin de año, que vendría a pasar esa fecha con ella y recibir el nuevo año, “con lágrimas en sus ojos” se lo agradece  y le pide a su amiga que pase  por favor por su casa y les dé una vuelta a sus hijos. Así fue; llegaron a la casa de María, tocan la puerta y sale una de sus hijas, esta se  asusta al verla a esas horas, Agripina, les dice: “No se asusten muchachas, es que pasé porque su mae, me encargó que les diera una vuelta”. Entraron y tomaron un vaso de agua, después se viene hacia la barriada Los Malabares, sería ya las 12.30 de la madrugada, cuando están llegando a la esquina de la calle Salias cruce con calle Ricaurte,  para ese tiempo era un camino de tierra y después fue que hicieron la Avenida Ricaurte, había un solar grande con muchas matas de mangos, donde hoy en día viven la familia Lima, que tiene un taller mecánico y todos los hijos trabajan allí, igualmente al lado están construyendo un edifico, ellas siente el aire pesado, enrarecido, la luna que está clara, en una súbita carrera sale espantada a esconderse detrás de unas nubes, la noche se puso tenebrosa, sienten varios perros ladrar, aparece de la nada un fuerte ventarrón que les hiela la piel a las dos, dice la tuca: “Mamá ¿Qué pasa?  Responde: “tranquila parece ser que el demonio nos quiere asustar”, dice La Tuca: “Mamá, no me diga eso que me acobardo”. Agripina le dice: “Con ese cuerpote y vas a tener miedo”.
Dan varios pasos y al llegar a esa esquina sienten la brisa tan fría como un tempano de hielo, los perros se callan, se siente a lo lejos una risa que se oye como salida de una cueva profunda. En ese instante a La Tuca, se le paran todos los pelos de la cabeza y a su mamá también parecen unas gallinas grifas, luego  sienten el gruñir de varios cochinos que poco a poco se van sintiendo cerca, ellas están ahí paradas no dan ni un paso, ven aparecer de la nada tres macetas de cochinos de color negro carbón, tienen los pelos parados y los ojos como dos tizones de candela, dice La Tuca, “Mamá ¿Qué está pasando?”.
Esta temblorosa le dice: “Hija,  eso son los cochinos del demonio”. A bichos feos para gruñir, que se les metía por los oídos, estaban asustada, querían salir pero era como si estuvieran pegadas al piso, vuelven a sentir la risa pero más cerca, las mujeres esta chorreadas del susto, ven que los cochinos se les venían encima Agripina, se acuerda que tenía un tabaco por si acaso, como buena llanera estaba preparada, lo prendió y dijo una oración. La Tuca, empezó a rezar el Padre Nuestro y varias Ave Marías. La viejita dice varias frases al aire, los cochinos responden  con rabia gruñendo con más intensidad, en ese momento por obra y gracias de Dios, oyen sonar las campanas de la iglesia, escuchan el cantar de un gallo, vaya sorpresa que se llevan ahora el aire se siente un olor como a azufre, los cochinos pegan un espantoso gruñido que las dejó turuletas de la sordera. Vuelve aparecer un ventarrón y desaparecen los cochinos, de nuevo oyen la risa y oyen la voz decirles: “Será otra vez, Agripina”. Ahí, de nuevo los pelos se les vuelven a parar, sienten que las piernas les llega la fuerza y pegan una veloz carrera que parecían dos bolas rodando, así llegan a la casa, asustadas y temblorosas del miedo. Al día siguiente contaron lo que les había sucedido de cómo los cochinos del  asustaron a doña Agripina y a La Tuca.

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