(Mercedes Franco)
En la antigüedad se creía que los ojos salía energía y que según los deseo de la persona, está podía producir bien o mal. Todavía es frecuente oír a la gente decir “lo ve con malo (o buenos) ojos”. Muchos investigadores aún creen que esta energía brota de los ojos e influye en la realidad de lo que el ser humano ve. A esta energía, algunos estudiosos la denominan ”psiconi”. La expresión “mal de ojo” se refiere a la proyección de energía negativa hacia una persona, por medio de la mirada.
Tradicionalmente el echador de “mal de ojo” es alguien solitario, triste, un ser en cierto modo distinto. Y puede dañar no solo a persona, si no animales o plantas, y a veces hasta involuntariamente. En pueblos de la costa oriental de Venezuela se habla de “caballitos en los ojos”, que poseen quienes tienen “fuerza de vista”, es decir, mirada capaz de perjudicar a sus semejantes.
La creencia en el mal de ojo no sólo permanece entre los habitantes de las montañas y otros grupos relativamente aislados, sino que encuentra en nuestras ciudades muy extendida.
Hasta hace poco tiempo el brujo o echador de mal de ojo era muy temido en determinadas zonas de los Andes y los granjeros pintaban signos específicos en sus graneros para preservarlos de desastres inducidos por ellos. Incluso en las grandes ciudades todavía es posible encontrar personas que creen en el mal de ojos. En la costa oriental se cree que el mal de ojo afecta especialmente a los niños y a las plantas, que son los seres más desvalidos y que puede incluso arrebatarle la vida.
Para evadirlo las personas cierran los puños encerrando el pulgar y apartan a los niños de quienes se supone tienen “fuerza de vista”. Si una persona cualquiera alaba un niño y dice que está muy hermoso, como prevención hay que decir inmediatamente: ”Dios lo guarde”. Nunca se sabe quién se siente observada demasiado intensamente por alguien, deberá decir imperceptiblemente:” Tus ojos dentro de mi culo”, el mejor conjuro contra el mal de ojo.
MALDICIÓN
(Mercedes Franco)
En Venezuela se le da mucha importancia a las
maldiciones. Una maldición puede destruir a un ser humano y hasta a una
familia. Se dice que la familia del Mariscal Sucre tenía una extraña maldición,
pues murió la madre, luego todas las hermanas con sus hijos perecieron
ahogadas, y en la guerra fueron muertos dos de los varones. Más tarde el mismo
héroe de Ayacucho fue asesinado a traición y luego su hija murió también de
forma trágica. Quedaron pocos hermanos de tan numerosa familia.
Muy diferente es el caso de una familia de
Monagas. La maldición se originó por culpa de la hija mayor, que gustaba de
usar escotes, hasta en la iglesia. El sacerdote se lo prohibió, pero ella se
presentaba siempre de la misma forma, hasta que el cura la sacó de la iglesia.
Los hermanos de la joven se disgustaron y le dieron una paliza al curita,
expulsándolo del pueblo. El padre fue encontrado en un lodazal y casi muerto a
las afueras de Maturín. Lo habían golpeado hasta dejarlo inconsciente. El
campesino que lo recogió contaba, estremecido, que al recobrar el sentido
gritaba:
_ ¡No son más que puercos y con los puercos
deben de estar! ¡Maldigo a todos los varones de esa casa! ¡Todos los de su
casta morirán de espanto, hasta la quinta generación!
Pasó el tiempo. Una mañana, el hermano mayor
llevaba una reces a otra población, con varios peones. En el paso de un rio, el
caballo se le encabritó repentinamente lo tumbó. Al tratar de levantarse el
coronel vio cerca un cerdo grande y oscuro. A su lado había unos cuantos más.
De sus ojos brotaban llamas, y parecían estar esperándolo a la orilla del río. El joven corrió, espantado, sin oír los gritos de advertencia de los peones
cayó en las arenas movilizadas del río.
Pasado un tiempo. El otro hermano regresaba a
su casa bastante pasado de tragos, cantando muy alegre, y no vio una piara de
cerdos negros que estaba frente a él hasta que casi los tropieza. No eran
muchos, pero sí más grandes de lo común. Y gruñían de una forma extraña.
Parecían lamentos, que le recordaron los de aquel sacerdote. Y dicen que su
cuerpo fue hallado sin vida, en un morichal cercano.
El último de los hermanos oyó toda su vida
una piara de cerdos imaginarios, que lo perseguía gruñendo, y despertaba
gritando en las noches, hasta el día en que murió.
LA VIRGEN QUE CORRIÓ A LOS PIRATAS INGLESES (Fray
Antonio Caulín)
Habiendo tratado en el capítulo antecedente
de la Ciudad de la Nueva Barcelona, sería especie de ingratitud no hacer
mención de la devotísima imagen de Nuestra Señora del Socorro, que se venera en
su Parroquial, y de los continuos milagros con que, desde su fundación, ha
socorrido a sus vecinos, mostrando siempre esta soberana Emperatriz de los
Cielos que los tomaba bajo su protección, para socorrerlos en sus necesidades y
ampararlos en sus tribulaciones.
En voz común en dicha ciudad que esta
devotísima imagen fue aparecida en el sitio de Cumanagoto, donde estaba fundada
en el año 1650, sobre un árbol que en este país llaman Tutumo, y permanece
hasta el presente frondoso y fructífero. En este árbol, dicen muchos, fue su
primera aparición, sin saber cómo o de dónde fue trasladada.
Acompaña a esta maravilla la que sucedió en
la misma ciudad de Barcelona en otra ocasión, cuando esta fue invadida por los
ingleses, quienes entonces eran enemigos declarados de España.
Venían armados de guerra con unas naves que,
amenazaban a sus vecinos con convertirse –en pocas horas- en los despóticos
dueños de sus vidas y haciendas. Comenzaron a desembarcar gente y, al salir los
españoles para detener los pasos del enemigo, vieron que a pesar de que era mucho
mayor el número de los invasores que acometían las playas, éstos no sólo no se
atrevieron a saltar en tierra sino que se retiraron temerosos y se volvieron a
sus navíos con acelerada fuga.
Ante semejante novedad los españoles –alegres
aunque recelosos- decidieron averiguar las causas de aquella inesperada
retirada. Pronto supieron que los
ingleses, al llegar a las playas para saltar en tierra, se les presentó un
crecidísimo ejército de gente bien ordenada, a quien comandaba una Señora de
singular belleza y hermosura.
Atemorizados los ingleses, por afrontar a tan
valerosa Capitana, levaron anclas y huyeron a sus tierras como mansos corderos…Acudieron
los barceloneses a dar gracias a su especial Bienhechora y, luego de abrir el
tabernáculo, hallaron a su devota imagen llena de cadillos y espinas, y su
vestido mojado y entrapado en arena, con algunas yerbezuelas de las playas…
Así confirmaron esta estupenda maravilla, que
es justo se esculpa en bronce para eterna memoria y alabanza de tan grande
Señora.
SOY
(Ramón Lameda)
Mi padre me prestó trece cromosomas y salí
gateando.
La constelación del
centauro me guiño un ojo, el día de mi nacimiento.
La tal educación
que me dieron, me dejó con un zumbido en la cabeza.
El sexo no me deja
en paz.
Realmente no sé dónde
empezó esta locura.
HISTORIAS
(Enrique Plata Ramírez)
Angustiados, al saberlo desaparecidos,
comenzaron a buscarlo por todas partes. Salieron por los callejones cercanos y
le preguntaron a las gentes que pasaban; fueron a la plaza, al mercado, a la sinagoga
y hasta el puesto de Socorro. Nadie parecía haberlo visto.
Fueron entonces hasta los garitos de las
hetairas, donde lo encontraran otras veces escuchando aquellas fantásticas
historias que solían ella relatarles, de seres alados que bajaban del cielo y
que, según su madre, le nublaban la memoria. Tampoco lo hallaron.
Descorazonados, decidieron ir a la policía, pero al ir pasando por el sanedrín
vieron, con alivio, como Jesús, su hijo, discutía con los sumos sacerdotes
acerca de aquellas historias que le relataran las hetairas.
BRUNO
Y RICARDO
(José Adames)
Comenzamos,
pues, a sospechar seriamente del Señor Bruno Díaz y del joven Ricardo Tapia.
Fue fácil esta vez porque los muy vagos se daban así a pasar todo el santo día en la piscina
acorazonada de su mansión gótica de 3 millones y pico de churupos *tomando
merengadas en larguísimos vasos con más larguísimos pitillos. (Lo de los
pitillos sería interesante de denunciar-creo yo-porque era el instrumento con
que se le pasaban mañanas enteras-y a veces tardes medianas-bate que bate).
El
hecho cierto es que los cazábamos cuando, ocultándose de la viejita-boba que
los cuidaba a ambos tres (porque hay que incluir al flaquísimo viejo alcahueta
que los mayordomea),sacaban de un escondite bien secreto su carrobatidora.
Salían
estos magníficos paladines defensores de la justicia estrechamente abrazados y
haciendo tanto ruido que toda Karak-City se enteraba.*Y además se ponían esas
extrañas mascarillas y uniformes carnavaleros que llegaron a traer, años
después, las consecuencias que todos
Uds. saben.
Pero
a eso no voy. Si yo quisiera resumir, como me enseñaron en la Escuela Grande
añales después, diría que la voz de flauta filipina del Ricky fue la clave para
nosotros los del barrio de los alrededores…pero…pero ahora estos me dicen que
no, que nos dimos cuenta de…cuando vimos el loco Guasón, al enigmático Acertijo
y al maligno Pingüino (todos más landros que nosotros) rodando la mansión día y
noche.
Día
y noche después de haberse desembarazado de la bella Gatúbela, la misma que el
Señor Bruno y el joven Ricardo odiaban…
EL MUNDO DE ENRIQUITO
(Eduardo Sanoja)
I- Enriquito era de esos niños cuya visión
estaba acostumbrada a las serranías andinas, sus oídos adaptados al “usté”, su
olfato a la percepción del frío neblinoso, en fin, sus costumbres todas a la
idiosincrasia de la cordillera. Respetuoso, metódico, previsivo… Como a todo
niño de cualquier parte, le llamaban poderosamente la atención los pájaros, las
flores, las metras, los papagayos…Ni qué decir de las piñatas, las guirnaldas,
las tortas con velitas, los “coniáislan”, los disfraces, los pesebres y
arbolitos navideños con sus luces que prenden y apagan constantemente…
Más adelante, casi adulto, conoció las
grandes urbes con sus fabulosos anuncios de neón, las grandes salas de cine,
los teatros, los circos, los modernos modelos de motos y automóviles; vio en
los gigantescos centros comerciales las vitrinas colmadas de trajes, de
vajillas, de juguetes, de oros y platas y bisuterías…
II - Conocí a Enriquito hace unos diez o doce
años. Ya era un hombre hecho y derecho. Reflexivo. Adversado o envidiado por
muchos. Correcto… La palabra medida. Prudente. Elocuente. Sagaz.
Muchas veces he creído en mi capacidad para
conocer a las personas. Creía que conocía a Enriquito, que lo analizaba sin
temor a equivocarme… y así ha sido y es en sus actos y en los lazos de afecto
que nos unen… Pero a través de esa amistad llegó a mí una confesión que me
impresionó y que anula cuanto pensé de su infancia, de su juventud, de su vida
tocada: Enrique nunca vio mayores diferencias entre metras, pájaros o flores
que las que imponen las figuras. Violas formas. Sólo las formas. De las
piñatas. De los disfraces. De los parques de atracciones. De los Automóviles.
Formas. Siluetas. De los maromeros. De las bagatelas. Formas. Porque el mundo de Enriquito es gris. Siempre ha sido
gris. El mundo de él no tiene colores.
Es daltónico…
MANÍAS DEL PENSAMIENTO
(Gabriel Jiménez Emán)
Aguardó a que llegara una idea, y ésta no
comparecía. Siguió esperando, pero ni la idea ni algo que se le pareciera
asomaba a su mente, a su imaginación, cerebro, sensibilidad o como se llamara.
Nada recibía ni el menor signo de algo que semejara a una idea aparecía nunca
antes le había ocurrido.
Miró la página en blanco y esta le produjo un
horrible vacío en el pecho. Miró el paisaje desde la ventana de su casa, y le
pareció más feo que de costumbre.
Entonces el escritor comprendió que las ideas
no llegan a nosotros, sino que nosotros llegamos a ellas sin que podamos explicarlo.
DELANTE DEL
BURLADERO
(Ramón Lameda)
Siempre quiso ser
torero y término siendo ladrón. Lo habían apresado tantas veces que lo
condenaron a muerte. Le concedieron un último deseo:
Los soldados se
dispersaron de las tribunas. Las trompetas vibraron al aire. Los pañuelos
saludaron. El hombre, desnudo en el medio de la plaza, saluda con el gorro en
alto. Luego, muy erguido, ve pasar un toro imaginario con los cachos de
mercurio. Una capa de brisa dibuja verónicas inmortales. Una muleta de silencio
parte el viento con señorío. Las cornetas llaman a muerte. El hombre se brinda
al público entonces, veloz como un gallo de plata, se viene hacia la espada,
inclina la cabeza y un “OLE”
ensordecedor enciende la soldadesca.
Justo a la altura
de la rodilla delante del burladero, había
incrustado la espada envenenada.
CELEBRANDO LA DESGRACIA
(Armando José Sequera)
Casimiro, para no explotar a nadie, paso dos
días en la finca de un amigo, cosechando naranjas. Después, el mismo las trajo
en un camión, para venderlas aquí, en caracas. Pero cuando venía por el estado
Anzoátegui, en el sector ese donde la carretera sube hacia aguas calientes, se
le abrió la reja al camión y las naranjas saliendo rodando por la vía. Él
cuenta que, de inmediato, detuvo el camión, se bajó y trato de detener la fuga
de naranjas, pero que va, como iba en subida, ya quedaban muy pocas. Al ver aquella
gran cantidad de naranjas rodando por el pavimento, la gente de un caserío que
se ha formado allí cerca, especialmente los niños, se echó a la carretera a
recoger cuantas naranjas pudieran. Según me dijo, cuando comprendió que no
podía hacer nada, se sentó en el techo del camión a ver la fiesta que se armó
con sus naranjas y hasta le pareció bonito ver a todas aquellas personas tan
alegres. Al rato, cuando ya se iba a meter otra vez en el camión, para regresar
a Caracas, varios hombres del lugar lo llamaron y le preguntaron que si quería
echarse unos palos con ellos, que ellos tenían ron, cerveza y caña blanca.
Casimiro les dijo que si y allí se quedó casi una semana, según dijo el mismo,
<< celebrando su desgracia>>.
Si tuviera que elegir entre uno de estos diez textos, sería una ardua tarea, me quedo así con todos. Besos!!
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