La India Rosa es buena. Al espíritu de Duriridurí en el principio lo creó la India Rosa. El espíritu de Tuguyo, el de Cristofue, el Chucuto sin cola, el espíritu Boca Torcida: son numerosos los espíritus. Todos tienen nombre de los antiguos.
Ahora el indígena ni siquiera se pone un nombre como esos, como los nombres que oyó a través del canto. Es verdad, cuando canta el sabio el espíritu dice su nombre. Las hijas de los espíritus que piensan bien, dan su nombre a las terrenales. Así son los nombres iguales que los de aquí.
Conforme el jefe les da nombre, así se llaman los espíritus. Así también todos los árboles tienen nombre, en todos los lugares lejanos. Aquí a Poaná se le llama con el mismo nombre. El dueño le puso nombre.
KUMAÑÍ, LA DIOSA DEL PULGAR PREÑADO Y EL
PARTO
En el principio del mundo la Kumañí estaba en
cinta de Hachava el que oímos. Hijo de ella no tenía en el vientre, son en el
dedo pulgar. Tiempo después de dar a luz a Hachava, ella soñaba con que no
había sol. Había pura tiniebla, no existía sol. “He soñado una cosa así”, le
decía a la otra (diosa) que vive en el Este.
“Tal vez he soñado algo malo. Me parecía que
salía el sol por el Este”. “En mi sueño se veía salir el sol”, le contaba a la
otra.
“No comprendemos: vivimos inocentes en el
principio de la creación”, le dijo.
Un día después que ella soñaba así, salía el
sol con colores resplandecientes. “Está saliendo el sol que yo soñaba”, dijo la
Kumañí. Recién había dado luz a Hachava.
Ella estuvo encinta en el dedo pulgar, no en el vientre. En el comienzo
era tal vez para burlarse. Así soñó Kumañí con el sol: “No existe sol y he soñado que he visto salir el sol”
“¿Qué habré soñado estando recién parida?” decía. No sabemos.
Así fue que salió el sol por primera vez:
“amarivá”, el sol mismo, como le decimos.
Después que tuvo el sueño, la Creadora vio el sol cuando salía.
“Tienes que ensartarte la lengua”, le dijo la Creadora del Este.
Para que las hijas terrenales siguieran el
ejemplo, ella se ensartó la lengua con
una puya de raya y soplaba para todos lados.
Ahora las mujeres del mundo, después de dar a
luz, tienen que soplar como hizo ella en el principio.
EL ÁRBOL DE LOS FRUTOS
En el comienzo el danto era un yaruro. En el
mundo vivían los yaruros. Lejos, cerca del Paraíso había un bosque grande. El
ratón también era persona indígena, pequeñita, redondita. El tenía su mujer.
Siempre en la mañana solía ir el danto. Llegando a un lugar, se encontró el
árbol de los frutos, que estaba desparramado de gran manera. Una rama del árbol
estaba enredada en el cielo.
Allá tenía mango, topocho maduro, todas esas
frutas comestibles. Abajo del árbol también había de todo.
Estaba agradablemente oloroso. Iba comiendo y
probando. Fue el ratón trotandito. Una vez que llegó al lugar: “viniste
nietecito. Coma”. Le dijo el danto. Emocionado el quiso comer de una sola
especie.
“No, nieto, no es así. Vaya probando uno por
uno”. Entonces le llevó a la mujer un solo cambur. “Te traje esto. Este abuelo
me llevó a un lugar donde hay gran cantidad”, le dijo. Después decidieron
cantar los indígenas. Mezclaron un yopo
bueno. “¿Qué será lo que sale a comer el abuelo?”, decían, lo criticaban.
Le prepararemos yopo para que absorba.
Entonces le dijeron: “Abuelito, venga a
absorber yopo para que se le quite el cansancio”. Ajá, espere un momento.
Déjeme gargarear. Él pensó vomitar lo que se había comido.
Si él no hubiera vomitado, no se habría dado
cuenta. Entonces absorbió. Después de haber absorbido le dieron un jayo.
Masticó el jayo, después concha de palo, hoja
de guachamacá. Probablemente se le revolvió el estomago con el jayo y con el
yopo. Entonces se puso a vomitar de todo: pedazos de mango, pedazos de lechosa,
lo que había comido.
“Vean, eso es lo que come”, decían los indígenas.
“Mañana le seguiremos los pasos”. Saliendo echaron a correr al jefe de los
ratones para que fuera rápido.
“Tiene gran cantidad donde él va a comer.
Hemos encontrado el árbol de los frutos”, le dijo a los demás, que fueron: el
guineo, el carpintero, toda clase de pájaros. Llevaron consigo hachas.
El árbol era enorme. Comenzaron a hacharlo haciendo algarabía. Entonces
mandaron el danto lejos donde había una casa en la inmensidad. “Llévemele una
carta a la creadora; a ella misma se la entrega”. Así lo comisionaron
diciéndole que ella misma lo llevara para el lugar.
Le rezaron oraciones para que la tierra misma
se alejara. Lejos al monte, del Más
Allá lo mandaron con el canto de oraciones para que no volviera
al lugar donde estaba el árbol. Entonces hachaban y se iban.
Al día siguiente amanecía intacto cuando
ellos llegaban al lugar. Después dijeron: “Nos traeremos los chinchorros porque
nunca vamos a derribarlo”. Prendieron un
fogón, lo hacharon toda la noche.
Entonces lograron derribarlo, pero por la rama
que estaba enredada en el cielo no terminó de caerse y quedó inclinado. Luego
el carpintero dijo: “¡Qué broma. Yo iré a cortar esa rama!”
Logró cortarlo todo. La rama saltó y
convirtiéndose en Pájaro fue a caer en
un totumo de la tierra creadora.
“Era Aniceto transformado en pájaro”, dijo la
Creadora. Al carpintero le dijo la Creadora que fuera pájaro para siempre. Con
almidón del mismo yopo le untó la espalda: por eso es negro hasta el cuello.
Tiene la cabeza roja porque se amarró el pañuelo. Por eso si no fuera por él no
hubiera comestibles como la yuca, el topocho, todo lo sembrado. Por esa razón
hay cantidades hacia el Oeste, porque la rama del árbol, cayó allá en el
principio de la creación del mundo. Para que ahora pudieran alimentarse los
hijos del mundo.
El árbol de los frutos era el que contenía
todo. Las mujeres transportaron de todo en un mapire, amontonaban toda clase de
frutos, los cuales eran interminables de recolectar. “Todos los vamos a
recoger, para que no se pierdan”. Dijeron.
Los
que tenían hijos recogían de todo para llevar. Hicieron carato. El que era
sabio hacía carato con oraciones.
Después de esto se quedó dormido. Les dijo: “Canten
ceremonia. Luego hagan lo que yo hice”, les decía.
Hacían algarabía en el sitio donde estaba el
árbol: por eso ahora en este mundo no se volverá a encontrar un árbol que tenga
de todo, como en el principio de la creación, que contenía toda clase de
alimentos.
Nota: Los tres mitos indígenas de esta entrada se transcribieron de: La diosa del pulgar preñado.
Narrativas yaruras de Hugo Obregón Muñoz y Jorge Díaz Pozo. Publicado en
Caracas por Monte Ávila Editores Latinoamericana (1993).
Los mitos indígenas de Venezuela nos llega como una manera de conocer mas sobre los pueblos indígenas, tanto sus costumbres como sus tradiciones, que traspasa su imaginación y nos enseña la forma de vivir de estos pueblos que son totalmente diferentes a los nuestros actualmente.
ResponderEliminarEstos mitos indígenas nos muestran lo tan maravilloso que es nuestra tierra y que debemos conocer mas a nuestra Venezuela, pues estamos perdidos totalmente en sus costumbre y tradiciones, ellos nos muestra que tan diferente pueden llegar a ser y su forma de vivir tambien es diferente a la de nuestra sociedad actual.
ResponderEliminarMe encantó, amigo.
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