Mujer llanera (archivo de Richar Rangel)
*LA NEVERA DE BARRO (Rafael Arias - Agustín Padrón)
El otro día mi mujer me dijo: -Augusto, ya estoy cansada de beber agua caliente, ¿por qué no compras una nevera?
-Es muy cara, además ¿dónde la vamos a instalar?, si aquí no hay electricidad, ya que vivimos muy lejos del pueblo. Recuerda que el año pasado gasté cien rollos de alambre, para traer la luz hasta acá, pero los monos y los araguatos me lo arrancaron y tumbaron los postes que había enterrado. -Bueno, Augusto, va tener que buscarle una solución, porque, además, quiero hacer unos posciclos para vender y así ayudar en los gastos de la casa. -Sí es verdad, vieja; hay que buscarle la solución a este problema, pero, ¿qué hago?
-Usted es una persona que inventa mucho; me dijo mi mujer. Me fui a costar, para ver si tenía un sueño que me iluminara y sacarle la solución al problema. Este otro día, cuando me desperté, tempranito como siempre lo hago, al salir al patio, al sentir el frío que estaba haciendo por la lluvia que había caído, se me vino a la mente como un rayo una idea, que no se me había ocurrido antes: fabricar una nevera de barro. Ahí mismo agarré mi machete y mi barretón y me fui a un lugar donde nadie me viera, pues le quería dar una sorpresa a mi mujer, pasé tres días fabricando aquella maravilla, al cuarto día le dije a mi mujer: -Mi negra, ya le tengo su nevera. -Gracias, mi viejo, yo sabía que usted me iba a complacer, pero, ¿dónde está?, sí usted no ha ido al pueblo a comprarla.
-Es muy cara, además ¿dónde la vamos a instalar?, si aquí no hay electricidad, ya que vivimos muy lejos del pueblo. Recuerda que el año pasado gasté cien rollos de alambre, para traer la luz hasta acá, pero los monos y los araguatos me lo arrancaron y tumbaron los postes que había enterrado. -Bueno, Augusto, va tener que buscarle una solución, porque, además, quiero hacer unos posciclos para vender y así ayudar en los gastos de la casa. -Sí es verdad, vieja; hay que buscarle la solución a este problema, pero, ¿qué hago?
-Usted es una persona que inventa mucho; me dijo mi mujer. Me fui a costar, para ver si tenía un sueño que me iluminara y sacarle la solución al problema. Este otro día, cuando me desperté, tempranito como siempre lo hago, al salir al patio, al sentir el frío que estaba haciendo por la lluvia que había caído, se me vino a la mente como un rayo una idea, que no se me había ocurrido antes: fabricar una nevera de barro. Ahí mismo agarré mi machete y mi barretón y me fui a un lugar donde nadie me viera, pues le quería dar una sorpresa a mi mujer, pasé tres días fabricando aquella maravilla, al cuarto día le dije a mi mujer: -Mi negra, ya le tengo su nevera. -Gracias, mi viejo, yo sabía que usted me iba a complacer, pero, ¿dónde está?, sí usted no ha ido al pueblo a comprarla.
-No señor, nada de comprar. Yo la inventé y hay que tener mucho cuidado, porque la hice tan buena, que al abrirla, nada más con la brisa, uno se puede congelar. En ese momento pasó Carlito, el hijo mío, corriendo hacia donde tenía la nevera, no tuve tiempo de decirle que no abriera la nevera. Se sintió un gran frío en todo el lugar y vimos, como mi hijo Carlito, se fue poniendo blanquito hasta que se congeló. La verdad es que esa nevera enfría sin mamadera de gallo.
Bueno,
resulta cuñao, que un día le digo a mi
mujer:
–Mi amor, voy a tené que buscá un salao, porque ya no queda. –Está bien, Augusto; Me contestó.
Agarré mi burrito Ponciano, que así se llama y nos fuimos. Cuando estamos en el medio del monte, a orillas de una laguna, veo que el mundo se pone oscuro “¡Bendito sea Dios! Va a llover”, pero cuando miro pa´ arriba no es ninguna nube de agua; era una nube de patos guirirí que iba pasando. Al otro lado de la laguna había un palo de joba, amarillito de lo cargado que estaba y abajo tenía el suelo cubierto, parecía una alfombra: amarillito. Pa´ sorpresa mía los patos comenzaron a bajar y aquello se puso que parecía un poco ´e gente en un operativo de Mercal, eso era demasiado “¡Ay, mamá! Aquí nos pusimos a valer; ahí está el salao, por lo menos unos tres meses para toda la familia”. Fui a buscar la escopeta, pero no la cargaba. “¡Bendito sea Dios! ¿Qué hago ahora?” Ja, pero como el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta, busqué en mi morral un rollo de guaral, agarré una joba, se la amarré en la punta y luego se la lancé en medio de esa patamenta, en eso un pato vio la joba con el guaral y se la comió.
–Mi amor, voy a tené que buscá un salao, porque ya no queda. –Está bien, Augusto; Me contestó.
Agarré mi burrito Ponciano, que así se llama y nos fuimos. Cuando estamos en el medio del monte, a orillas de una laguna, veo que el mundo se pone oscuro “¡Bendito sea Dios! Va a llover”, pero cuando miro pa´ arriba no es ninguna nube de agua; era una nube de patos guirirí que iba pasando. Al otro lado de la laguna había un palo de joba, amarillito de lo cargado que estaba y abajo tenía el suelo cubierto, parecía una alfombra: amarillito. Pa´ sorpresa mía los patos comenzaron a bajar y aquello se puso que parecía un poco ´e gente en un operativo de Mercal, eso era demasiado “¡Ay, mamá! Aquí nos pusimos a valer; ahí está el salao, por lo menos unos tres meses para toda la familia”. Fui a buscar la escopeta, pero no la cargaba. “¡Bendito sea Dios! ¿Qué hago ahora?” Ja, pero como el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta, busqué en mi morral un rollo de guaral, agarré una joba, se la amarré en la punta y luego se la lancé en medio de esa patamenta, en eso un pato vio la joba con el guaral y se la comió.
-Ustedes saben que los patos tragan y
cagan de una vez. Cuando un pato la soltaba, otro la tragaba y así agarré, en el guaral y la
joba: Trescientos patos quedaron ensartaos. Agarré mis patos y se los amarré a
mi burrito. Nos fuimos muy contentos, pues teníamos suficiente salao. Mientras
íbamos hacia la casa me dije “Voy a echá un sueñito recostao sobre esa almohada
de plumas”. Allí veo que los árboles se iban poniendo pequeños, pero no; eran
los patos que habían salido volando y me llevaron con burro y todo.
*LOS CONEJOS (Agustín Padrón y Rafael Arias - Ganador de El Silbón de Oro 1993)
Resulta
que un día le digo a mi mujer: -Mujer voy a tener que salir a buscar el salao
porque ya se nos está acabando. -Bueno, Augusto, vaya pues. Agarré mi burrito
Ponciano y nos metimos monte adentro, cuando estamos en medio de la montaña se
apareció una bandada de conejos, como de ciento veinte conejos, le digo a mi
burro: -Ay, mamá, aquí está el salao.
Busqué mi escopeta, es entonces que me di cuenta que no la traía “¿Qué hago ahora?”. Mientras tanto, los conejos como que se habían dado cuenta que yo no cargaba la escopeta, se comenzaron a reír y saltaban de un lado para otro. Ah, pero como yo soy un hombre aprevenido busqué en mi murrial un poco de pimienta negra, mientras tanto los conejos se seguían riendo y saltando como burlándose de mí. Machuqué bien machucá la pimienta, busqué una piedra bien puyua y coloqué allí la pimienta y me escondí en un mogote. Ustedes saben que los conejos son muy curiosos: se acercaron uno a uno a huele la pimienta y esta les producía estornudos que cuando estornudaban le pegaban la frente a la piedra, así agarré los ciento veinte conejos, pues caían tiesitos al pegarle la frente a la piedra con la pimienta.
Busqué mi escopeta, es entonces que me di cuenta que no la traía “¿Qué hago ahora?”. Mientras tanto, los conejos como que se habían dado cuenta que yo no cargaba la escopeta, se comenzaron a reír y saltaban de un lado para otro. Ah, pero como yo soy un hombre aprevenido busqué en mi murrial un poco de pimienta negra, mientras tanto los conejos se seguían riendo y saltando como burlándose de mí. Machuqué bien machucá la pimienta, busqué una piedra bien puyua y coloqué allí la pimienta y me escondí en un mogote. Ustedes saben que los conejos son muy curiosos: se acercaron uno a uno a huele la pimienta y esta les producía estornudos que cuando estornudaban le pegaban la frente a la piedra, así agarré los ciento veinte conejos, pues caían tiesitos al pegarle la frente a la piedra con la pimienta.
LA AVIONETA DE MADERA (Agustín Padrón-Rafael Arias)
Resulta
que después de que los patos salieron volando y me llevaron con burro y jamuga,
veo que esos bichos volaban muy alto, tan alto que las nubes quedaron abajo,
“Ahora, ¿qué hago?” Ah, me acordé que la semana pasada había terminado una
avioneta de madera de yagrumo. Inmediatamente llamé a mi compadre Anselmo para
que se trajera la avioneta para que nos rescatara. De repente veo a lo lejos
que viene mi compadre. Entonces saqué la soga, la lancé y amarré la avioneta por
la cola y fue así como logramos bajar. Para celebrar hicimos un sancocho de
cien patos donde comió todo el pueblo, aprovecharon además de pasearlos a todos
en la avioneta con un motor de lavadora. Eso fue verdad y ya han pasado tres
meses de cuando pasó eso y seguimos comiendo patos.
*LA PESCA CON CHIMÓ (Agustín Padrón
- Rafael Arias)
Bueno,
esto me sucedió cuando salí de pesca hace como una semana, me pasó casi igual
que don Augusto. Me llevé a mi burrito “El Matador”, pa´ traer los pescaos que
salí a buscar pa´ el salaito ´e la casa. Llegamos a una gran laguna, donde
jervía el pescao, ahí me di cuenta que
no llevaba atarraya ni anzuelos ni nada, lo único que llevaba era la cajeta ´e
chimó, entonces, se me ocurrió algo que podía darle solución a mi problema,
pues yo no quería regresarme a la casa sin el salao. Bueno, comencé a jacé
pelotitas de chimó y las lanzaba al agua, y me busqué un rolo, una maceta, pues
y me senté a la orilla de la laguna a esperar. No había esperado mucho cuando
los pescaos comenzaron a salí pa´ escupir el chimó; ahí era cuando yo les daba con la maceta por la cabeza y los
mataba muertitos, fueron tantos los que maté que me llevé dos sacos de esos que
llaman saca.
*LAS LLAVES (Agustín Padrón -
Rafael Arias)
Mire,
cuñao, esto me pasó un día antes de vení pa´ cá. Resulta que salí como a las
cuatro ´e la mañana pa´ el pueblo de El Baúl, allá en Cojedes, me llevé a mi
hijo Carlito, que es el mayor de los hijos míos. Cuando vamos en el sitio de
Las Galeras, en El Pao, le digo a Carlito: -Mire, mijo, nos vamos a detené
porque tengo ganas de ir al monte a hacer una necesidad, quédese aquí mientras
regreso. Miré, eso estaba bien oscuro, que uno se ponía las manos en la cara y
no las veía, me metí con cuidado en el
monte, hice mi necesidad, cuando regresé Carlito, estaba dormido, me dispuse a
continuar el camino, le meto la llave al carro y lo prendo, pero el bicho no
arrancaba sino que echaba pa´ atrás, le tiraba los cambios pa´ ve, pero no
seguía pa´ lante, sino pa´ atrás “¿Qué
le pasa a este perol?” Me santigué, pues pensé que era un espanto o que no me
convenía ir pa´ El Baúl, intenté de nuevo, pero nada, el carro seguía pa´
atrás, entonces me dije “Yo no voy a insistir, yo mejor me regreso pa´ Tinaco”.
Y así fue, me vine de regreso hasta que llegamos a las seis de la mañana a
Tinaco, ya estaba amaneciendo, ya se veía, pero todavía estaba medio oscuro,
cuando llegué a un poste de luz me detuve para ver qué había sucedido.
-¿Que a qué no saben qué fue lo que
pasó? Le había metido la llave al revés a la suichera y por eso era que el
carro no arrancaba pa´ lante.
*LAS ALPARGATAS (Agustín Padrón - Rafael Arias)
Resulta,
cuñao, que yo me encontraba pescando en el puente de La Caja, allá en Tinaco,
cuando de pronto se me cayó una alpargata en el pozo, allí mismo me zambullí,
nadé tanto que cuando volví a salir estaba en el río Apure, allí le pregunté a unos garzones si habían visto la alpargata y
me dijeron que iba río abajo hacia el Orinoco, me zambullí de nuevo y cuando
salí estaba en el río Orinoco, nadé hacia la orilla que estaba cundía de
caimanes, caminé sobre ellos para ver si estaba mi alpargata. De repente veo un
gran caimán amarillo con la boca abierta y entre los colmillos tenía la
alpargata, el bicho me miró sin importancia y siguió allí, echaote, entonces le
dije: -Mira, Caimán, esa alpargata es mía, ¡dámela! -No te la voy a dar. -Ah,
conque no me la vas a dar y tú ¿sabes quién soy yo?-Y a mí, ¿qué me importa?
-Yo soy Augusto Padrón. -¿Có…có…cómo? ¿Augusto Padrón? Lo hubiera dicho antes,
¿el gran Augusto Padrón, él de Tinaco, que se le pasa pescando en el Puente de
La Caja?: -El mismo que viste y calza. -¿En qué puedo servirle, don Augusto?:
-Bueno, llévame de nuevo a Tinaco.
Y así fue; me le monté en el lomo y me llevó de nuevo al
Puente de La Caja, donde me estaba esperando
el pueblo. Pensaban que me había ahogado y así fue que recuperé mi
alpargata.
*EL TIGRE NADADOR (Rafael Arias -Ganador de La Tinaja de Oro 2008)
Un día
voy con mi burrito Cornelio, muy tranquilos por esos montes, cuando, de repente, llegamos a un río bien bonito,
pero más bonita era la cascada que caía en un pozo cristalino, que invitaba a
que uno se bañara en él, y así fue, me dispuse a echarme un chapuzón, mientras,
Cornelio, pastaba muy cerca de allí en una pequeña sabana, cuando ya me voy a
lanzar al pozo veo que Cornelio pasa como un
celaje, se lanza al pozo y cruza pa´ el otro lado, en eso veo hacia
atrás y veo una maceta ´e tigre que me está mirando fijamente, listo pa´ caerme
encima; la única solución era lanzarme al pozo. Me lancé, pero veo que el tigre
también se lanza. Ahí la vi fea, porque no había dónde cojé, menos mal que
llevaba mi machete rozador, de esos que cortan un pelo en el aire, pero pensé
“Ese bicho es muy grande; me da un solo
manotazo y me quita el machete”. Al
bicho ya lo tenía como a tres metros, entonces que decidí nadar cascada
arriba, pero para sorpresa mía el tigre también comenzó a nadar, estilo
perrito, hacia arriba. Ah, no, ahí sí es
verdad que la gata se subió a la batea.
Pero, por cosas de Dios, me acordé del machete y corté la cascada de un
solo machetazo y se fue ese tigre hacia abajo y cayó de platanazo en el pozo, y
aproveché pa´ terminar de subir, al llegar arriba ya estaba Cornelio
esperándome, me le monté, emprendimos una veloz carrera hasta llegar a la casa.
*LOS CHÁCHAROS Y LOS BAGRES (Rafael Arias)
Caray,
caramba, a mí me pasó algo parecido, pero muy distinto. Resulta que yo me fui
también a buscar el salaito y pasé todo el día sin conseguir nada. A eso de las
siete de la noche, pasaba por ese mismo puente y escuché un gran borbollón y
unos rugíos, pero como estaba oscuro no podía ver nadita, busqué la linterna
para ver lo que estaba pasando bajo el puente, pero antes lancé la atarraya y
esta quedó estiraita quedando la mitad en el agua y la otra mitad en la arena,
yo sí noto que me jalaban hacia el agua y después hacia la arena con mucha
fuerza; “¿qué es esto?” Me jalan pa´ el agua y me jalan pa´ la arena. Me puse
el mecate de la atarraya entre los dientes, mientras buscaba la linterna en el
murrial, pero cuando la voy a prender se le acabaron las baterías, entonces me
acordé que había pescado un temblador, ahí mismo se lo metí alumbrando toda la
sabana, mientras tanto, la atarraya se movía de un lado para el otro, entonces
alumbro abajo.
-¿Qué a que no saben qué era lo que
había agarrado en la atarraya? Pues nada menos que cuatro báquiros o chácharos
y cuatro bagres, por eso era que la atarraya se movía hacia el agua y hacia la
arena. Los báquiros jalaban hacia la tierra y los bagres hacia el agua.
*EL TIGRE Y LA MULA (Recopilación de Rafael Arias)
Un día,
como hace seis meses, me fui con mi mula a matar un tigre, que está acabando
con las vacas de mi fundo de cinco mil cabezas. Bueno, lo cierto, es que voy
bien apertrechao, le puse el sudadero y la jamuga para ir más cómodo, ya que
tenía que recorrer bastante camino, como siete leguas más o menos. Caminamos y
caminamos, todo el día, hasta que todo se fue poniendo oscuro por la llegada de
la noche, no sé cuándo había oscurecido totalmente, cuando siento que la mula
para las orejas y se queda parada sin querer caminar, yo no entendía lo que
estaba pasando, en ese momento, que estoy luchando con la mula, para que continuara marchando, siento un olor
a camaza, entonces me doy cuenta de que ese olor significaba que el tigre
estaba bien cerca, no había terminado de pensar, cuando siento que cae sobre
nosotros algo muy pesado; era el tigre. En ese momento se comenzó una gran
pelea en medio de la oscuridad; allí se
formó una gran pelota entre el tigre, la mula y yo, porque yo permanecía
montado en la mula, más agarrado que una vieja en moto. Esta lucha duró como
una hora. Ya todo estaba completamente oscuro cuando logramos soltarnos del
tigre, entonces, fue entonces que le metí el talón a la mula para que corriera
más. Corrimos y corrimos, que al final de la carrera llegamos al pueblo. Cuando
llegamos a una luz, como a las cinco de la mañana, me doy cuenta que no iba
montado sobre la mula, sino que iba montado sobre el tigre, pues la mula se la
había comido en la pelea. Ahora, como no tengo mula, ando, por todos lados,
montado en mi tigre, mansito por la carrera que se había pegado la noche de la
pelea con la mula.
*LAS ÑEMAS (Recopilación Rafael Arias)
Un día
iba yo en mi tractor rastreando la tierra, cuando de pronto veo una gran camada
de huevos de babos, como yo tenía una gallina que no salía de una culequera,
decidí recoger las ñemas y llevármelas para la casa, para ponérselas a la
gallina. Se las puse y la gallina se puso muy contenta. Como a los quince
días, en una noche que ya me voy a
dormir, oigo un alboroto que venía de
donde tenía a la gallina con los huevos, me levanté inmediatamente y fui a
ver lo que estaba pasando, cuando llego
al lugar veo con sorpresa que todo estaba lleno de babitos. Me llamó la
atención que los babitos decían “pío, pío, pío” y que me comieron dos sacos de
maíz que tenía guardado en el galpón. Ahora, cuando en las mañanas, les echo
comida a los animales, los primeros que salen son los babogallos, que los estoy
preparando para la feria y peleas de gallo que se realizan en mi pueblo, donde
esperan con ansiedad y curiosidad ver en acción esta clase de gallos de pelea,
que ya han matado a todos los gallos de raza allá en el campo, de los cuales
estoy agarrando las pumas y las espuelas para ponérselas a los babogallos.
* LA REBELIÓN (Rafael Arias)
El otro
día regreso yo del pueblo, con mis dos burritos cargados de mercancía, para la
bodeguita que tengo en el campo. Al pasar por el pozo de La Cascada veo que el
agua jervía de tanto pescao había, pero como voy cargado no los podía pescar en
ese momento, pero me dije a mí mismo
“Mañana vengo a sacar todos esos pescaos” y me fui. Al otro día, muy
tempranito, con mis dos burros y cuatro sacos
y la atarraya me llegué hasta donde estaban los pescaos, no fuera que
otro se me fuera adelantar. Llegamos allí, pero todo estaba en silencio;
seguramente los pescaos no se habían levantao. Me acerqué al pozo, me di cuenta
que no había un pescao, comencé a mover el agua, en eso que estoy en lo que les
digo, siento que me cae una lluvia de piedra, eso parecía una guerra, yo, logro
taparme con la atarraya. “¿Quién me está tirando piedra?”. Miro por todos lados
y nada. No he terminado de pensar cuando me cae otra lluvia de piedras, pero
más grandes, me fui hacia donde estaban los burros, me escondí detrás de ellos,
fue allí que me di cuenta de dónde venían las piedras, era los pescaos que se
habían escondido detrás de la cascada y me estaban tirando piedra, era que me habían escuchado
cuando dije que los iba a sacar toditos ¡Qué pescaos tan vivos! Se habían rebelado. -Si no lo creen pregúnteselos a mis
dos burros que esos no dicen embustes.
Nota: Textos transcritos del Libro: 100 Cachos. Antología de la Narrativa Fantástica Oral de Cojedes, compilación de Isaías Medina Lopez, editado por la UNELLEZ en San Carlos (2013).
Muy divertidos y educativos estos cuentos, he disfrutado de su lectura. Y el lenguaje utilizado me encanta. Le agradezco por compartirlos con nosotros! Saludos cordiales.
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