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miércoles, 30 de enero de 2013

De la más reciente poesía falconiana (César Seco)

Poesía, paisaje y tiempo se derraman en Falcón.
(archivo de Tulio Torres)



ECOS Y PASOS ALLÁ Y AQUÍ -César Seco 
Me fui de esas calles pero ahora las encuentro por donde voy. Escucho el eco de voces que llegan de allá a hoy sin mediar tiempo y distancia. Sin obviar el tono particular de cada voz, las escucho y paladeo en la mía que enmudece. Imagino el rostro de los que las dicen y las escriben, mientras aparto el polvo para ver, mientras hago oído para escuchar.  No disocian los muros de silencio que les salen al paso en la ciudad, de la hoja en blanco donde vacían sus súbitos y aprehensiones, algunos en la soledad de una habitación, otros  en la libación de sus angustias y placeres, otros caminando esas calles por donde ya no ando, pero que aún reconozco en la memoria como si fueran líneas de la palma de mi mano.
 Degusto esas voces que prolongan a  otras ya ausentes, habitando por fin el reino de lo invisible a donde iban y llegaron por la palabra, la misma que los hace presencia letrada entre nosotros. Con unas y otras en el oído camino por esta otra ciudad, iluminado por la vastedad de su cielo siempre encendido por la llama alta del oro negro que mueve al país. Aquí las evoco e invoco para que vengan a asistirme en mi mudez de flaneur, para que me lleven de vuelta a la ciudad de arena, para que me depositen en sus solariegas calles y avenidas y despierten en mí todos los ecos con los que la escritura posibilita allí el sueño y  abre los ojos a la perplejidad, esa que llamamos realidad por no tener otra palabra con la cual nombrar al súbito, la intensa resolana o la muda noche que precede las apariciones súbitas, el trasgo o el duende.
Me fui de esas calles pero ahora las encuentro por donde voy. Escucho el eco de voces que llegan de allá a hoy sin mediar tiempo y distancia. Sin obviar el tono particular de cada voz, las escucho y paladeo en la mía que enmudece. Imagino el rostro de los que las dicen y las escriben, mientras aparto el polvo para ver, mientras hago oído para escuchar.  No disocian los muros de silencio que les salen al paso en la ciudad, de la hoja en blanco donde vacían sus súbitos y aprehensiones, algunos en la soledad de una habitación, otros  en la libación de sus angustias y placeres, otros caminando esas calles por donde ya no ando, pero que aún reconozco en la memoria como si fueran líneas de la palma de mi mano.
**** 
Me detengo en una plaza de aquí y ya llega de una calle de allá la voz de Antonio Robles, el poeta que se demora en sus pasos mientras se abisma en la sobrerealidad; flaco y desgarbado en su torre de huesos, bajando por el paseo Talavera. Es él (me digo aquí, leyéndolo) quien marca la ruptura, quien fue más allá del amago nuestro. Antonio Robles sí, me gustaría llamarlo Helímenes, que fue el nombre que le conocí cuando era liiceísta y enfrentamos la policía represiva de los años del disimulo. Lo alcanzo en su escritura de filiación beat, pero sólo hasta allí porque lo que logra decirme en la página siguiente, ya adentrado en su libro Callejón X (2007), es muy suyo: un decir por el que anda como vivo y desanda como fantasma, en esa ajenitud que mira a otro lugar y otro tiempo. La suya es una poesía que siempre nos va a esperar más adelante, una poesía que leída hoy nos dirá mañana tanto o más de lo que su eco nos devuelve en el preciso momento en que viramos de esquina:

SIN TIEMPO
 Entonces he aquí que un muerto salió a la calle
entró en un taller literario
y el bahareque silencioso fue danza de palabras
“no descanséis en paz criatura mía
dadme a beber tu piel y me aliviareis
este delirio psicótico”

Entonces he aquí que un fantasma jíbaro se puso
a caminar por la ciudad
y diseñó símbolos figuras plegarias naturaleza
elementos físicos alados
“nuestro reino no es de este mundo “apoteósico le
diría a otro espantapájaros para no aburrirnos y
recuerdo a JACK NICHOLSON atrapado sin salida
y en los años 50 JAMES DEAN se fue en busca
del paraíso.

Estoy desubicado fuera de tiempo fuera de contexto
vacía metáfora decir hoja seca en el viento
entonces ave negra
¿me entregarás tu carne o me negarás tres veces antes
de que canten los cuervos? 
me inscribiré en el gran “hall” porque se me arrebató
el espíritu

 Me voy de ese paseo allá mientras aquí en Punto Fijo me dirijo al centro y decididamente lo hago en esta hora solar de otro día en que el ruido de los autos y el movimiento de sus gentes entrando y saliendo por las vidrieras del desmesurado consumo, me hace pensar en la posibilidad de desplegar alas (si las tuviera) y volar desde esta calle céntrica y concurrida de compradores compulsivos hasta el pie de los médanos y dejarme ir entre las dunas con mi sombra a cuestas para llegar a ese centro que siempre parece dormir y que bien ha sabido pintar en  cuerpo de mujer Nicasio Duno.  Se trata de una posibilidad que sólo el arte y la poesía, como la fe, nos hacen detentar como el sueño que es. Es el claro instante en que a mí llegan como traídas por la ventisca unas palabras en que reconozco la voz de Anthony Alvarado, llegando de Pueblo Nuevo a leerme unos textos que ha concebido en su paciencia de avisor casado con los ecos del simbolismo,  atento a las aprehensiones que lo revelan como animal urbano en las abiertas páginas de su libro inédito:

EN LA VÍA PÚBLICA 
 Andaba como un cráneo, sujeto de vértebras, tendones, tejidos.
Andaba como un hueso, pendiendo, oscilando, siempre
como péndulo de mármol y concreto.
Andaba como un crucifijo, una línea que desgarra la carne
y un travesaño que secciona el alma.
Andaba en fragmentos, propios e impropios, sin sujeciones
o bisagras que concentraran este cuerpo desecho.
Desarmado por los pasillos, en la estación de buses.
Desmembrado como hormiguero zigzagueante,
a punto de putrefacción y huesos,
sustituido por prótesis que robaban mis movimientos.
Cosido por los músculos blandos y los tendones frágiles.
Descosido entre las junturas y los pliegues del asco,
entre cabillas y tuberías improvistas. Trastocado por los latidos
y el recorrido de la sangre que escapa por las heridas practicadas
a este occiso apuñaleado entre la noche y el alba,
entrecortado y desmembrado como una flor sin pétalos.
Después de oírlo ya no soy el mismo. 

Me adentraré unas cuadras más adelante allá, haré un zigzag antes de llegar a La Alameda donde Ennio Tucci y Jennifer Gugliota junto al Grupo Musaraña levantan un tendedero de poemas. Me sentaré a verlos compartir esa, su emoción, tan recatada  como febril, por la difusión del poema, mientras envestidos de dignidad y pureza pergeñan esa escritura suya que apunta por el ojo del desenfado y la denuncia.  La ciudad se ha cocido la boca ante sus disparos verbales, pero ellos no cesan de lanzar dardos poéticos y servir de editores de los más jóvenes que les siguen hasta su Madriguera. El primero que viene a mi encuentro es Ennio Tucci con su voz de niño reclamando de inmediato mi atención:

SINCERO PÉSAME A LOS DÍAS HIPÓCRITAS
 Sombríos días de gente y marketing
monedas y billetes prometen acabar con todos
vomitando la comida sobre-condimentada
días hipócritas de saludos plásticos con tallas B-36
y súper eses y una que otra bata pa’ la abuela
cantando la canción de moda
pregonando en el tráfico con párrocos y políticos y estudiantes
y no olvide regresar lo atenderemos como siempre
días bambalinas de colores arbolitos santas y pesebres
de Querido Niño Jesús que no se vaya la luz y no llueva
que no he comprado el juguetito pa’ comenzar a matar gente

EL POEMA DE LA FLACA
 Flaca Córtame una pierna
Hoy quiero faltar al trabajo
Y hacerte desayuno
Me quedaré contigo
Y el sonido del día al otro lado de la ventana
Córtame la pierna por hoy
Mañana regresaré al trabajo y al mundo

Sabes que no puedo pasar tanto tiempo fuera del mundo
Sabes que necesito estar sin piernas para pensar en ti
Saber que me traiciono cada vez que puedo

Por eso te digo flaca
Córtame una pierna y deja el cepillo donde está
Hoy no me lavaré la cara
No cepillaré mis dientes
Sólo te prepararé el desayuno

Córtame una pierna y regresa a la cama
No la prepares para el almuerzo
Quédate conmigo y ayunemos juntos
Yo un nuevo mocho y tu mi despeinada
sólo por hoy hazlo
córtame una pierna y regresa a la cama

Antes de dar un paso de regreso debo mirar a donde estoy. Este es el omphalos de la ciudad de las tunas. Si aquí el silencio te coloca tu propia lápida antes que te borres, estos jóvenes se resisten a ser sepultados en el vocerío inconcluso que los persigue sin darles tregua por calles y aceras. Ahora llega a mi oído la palabra de Jennifer Gugliota. Ya Ennio me la ha dibujado con precisión en su poema antes que ella se pose a nuestro lado como paloma. La escucho antes musitar la timidez que leo en sus ojos, pero no en su poesía donde la encuentro recía, cierto látigo para azotar la mentira histórica, incluso la apariencia que suele cubrir el rostro de las gentes y la verdadera piel de las cosas a la que ofrece su visión particular, critica y criptica, de mujer lúcida:

Ya éramos y andábamos en guayuco,
Unos tantos desnudos.
Y no hacía falta este idioma
y sus teorías simbolistas, semánticas y religiosas.
Nos bastaba el signo para ser y éramos en verdad.
Del instrumento, naturaleza, vibraba en nosotros
y así nos multiplicábamos.
Nos contábamos con los dedos de los pies y las manos,
con cada grano cosechado y las lunas y los soles
conjugaban esta poesía espiritual.
Nos llamábamos y la lengua se hacía rio,
se hacía mar, montaña y desierto.
Palpitábamos en la tierra, manteníamos
la respiración de los arboles.
Ya éramos cuando su dios se posó en esta orilla.
Ya vivíamos al son de nuestra sangre,
de nuestras luchas y cotidianidades.
Éramos pues un pueblo libre, descubierto,
nos conocíamos. La ciudad está perimetrada.
Hoy prometí llevar a los niños al cine, hace ya un año.
Los tomo de la mano, hago cotufas en la cocina de la vecina.
Tiene en su tele una porno.
Tapo los ojos de los niños y los llevo al gallinero.
Nos sentamos y vemos desde la cima de esta tierra
como el gallo picotea el suelo, como surge el gusano
que logra huir de la gallina pero no de la paloma
que salió desde el tejado y en picada tropieza con el árbol
y arremete contra la vida del gusano,
que yace feliz en el suelo burlándose del gallo y sus gallinas.

 Antes de irme me llevaré esta resonancia para no perder el hilo en la fugacidad de esas nubes que miré pasar hace un momento. Un rato después, más adelante, camino ya sosegado por un trago de cocuy que me di sin mirar atrás. Enseguida recuerdo a José Paredes, quien como yo ha abandonado los muros de barro y lo imagino caminar a mi lado, desbordado por su risa pantagruélica. El delgado hilillo de sus versos me alcanza antes que me hunda calle abajo con todo y sombra. Hay en su voz como una reminiscencia de la dicción memoriosa y precisa que nos legó el entrañable poeta Álvarez, pero su tono se agiliza como sus pasos y va al encuentro de un rostro aletargado en la resolana, rostro que ya he visto en el cúmulo de nubes pasajeras que zurcen la inmensidad celeste del cielo coriano a cierta hora de la tarde, o bien, he avistado ya tras un postigo tan remoto como presente, sorteando la ferocidad del clima con la gracia de un movimiento parecido al aire que apenas si mueve una hoja en el patio de su infancia, tal como el poeta lo ha dejado escrito en la página blanca ante la que se inclina risueño:

A Cruz Medina, Maíta

Besa el agua
la harina
que la moldeará
en bendito sustento

Una nube la aleja
de esta terredad

Su voz entrecortada
pregunta por un lunes
que ha bajado
unas cuantas horas atrás

Los recuerdos la pueblan
la desvanecen
en el vaivén

Ya sus largos pasos
parecen inexistentes

Aquellas manos
hermosas
que pararían al rayo
titubean en su monologo

Ya no habla con los números

Sus manos se agitan
en el vuelo
que deja absorto
al abanico.

 Es el instante cuando estando aquí estoy allá y no lo puedo evitar porque esa es la piel de mi estadía y la llevo a todas partes. Siento que ando perdido en los recovecos de la vieja ciudad, pero un verso desentendido de tanto polvo, de tanto silencio me hará volver a la alegría pueblerina que aún se respira en Carirubana donde me espera Inti Clark cerca de la piedra donde dicen que Alí Primera se sentaba a oír el dictado de su canción necesaria demandante de justicia. Allí mismo, el poeta me pide que nos sentemos porque ha de leerme unos poemas de su libro Tu cuerpo es una patria en vértigo(2008). Encuentro en sus versos un amor y una militancia solidaria que figura su compromiso asumido con la palabra y con la esencia toda de ese pueblo que lo vio nacer. Encuentro esa ternura que dialoga con la voz mayor de Guillermo De León Calles:

Y VOLVER, VOLVER
 Mi único tiempo es descubrir contigo la alegría
de goma que tienes agazapada
Todo tu llanto también es esta ciudad
la calle tiene ese olor
ese sudor
inventado por la cama
Busco tu pelo
pero es la boca
la que se atraviesa en la soledad
como si fuera una bailarina
Me voy pronto y puedo ver
todo el mar arruinando mi tristeza,
cada quien busca el punto exacto
del país suyo, imbatible, eterno
entonces queda decirte
que soy tambor y Venezuela
caribeño y que cree en un proceso político
dentro, tengo otro pasaporte
y es el abrazo con toda su ebriedad
Tantas cosas pero sólo las palabras
guardan el cofre sagrado
la otra música
Se van bajando los días
en el resto de la Internet
no ven cómo alumbro yo
relampagueando desde el ombligo
hasta la fiesta
gritando a los cuatro vientos que me moldeaste

 Ya es tarde, si he de volver a casa lo haré seguramente, pero antes entraré en una tasca del centro a llamar los alcoholes que Camilo Morón transpira y respira cuando anda de fiesta en Coro y nos llama a oír lo que dicen las piedras pintadas de la Sierra y a probarnos en el conocimiento de los fósiles por los que se va al origen, aun estando sentado a las puertas de un bar a punto de que lo visite el poema donde arremete contra la ciudad y la desnuda en sus taras y miserias para mejor ver el limpio hueso de donde viene, de donde venimos todos, como lo aseveró Cruxent:

I
 Un bar en cálida penumbra
y la suave aromática carne de madera.
La oscuridad como un traje viejo pegada a la piel,
y de piedra y ámbar la conciencia navegando saudades
en un vaso de cerveza.
Perfila la noche canciones ausentes.
Trasiego en silencio círculos concéntricos.

II
 Esta ciudad amarilla
enrejada en su silenciosa lluvia de arena y de tiempo
Esta ciudad apergaminada colonial
y vulgar y lamentablemente pantallera
a la vuelta desordenada de todas sus esquinas
que consagran sus instintos de canalla de puta y de beata
Esta ciudad desmemoriada
y milenaria abre las piernas e invita a ultrajarla
en un acto de entrega infinita
Esta ciudad de casas de fango seco y cuentos tuertos
me ha dado a beber barro desde su pecho de adobe
y ha criado en mi cabeza
una pajarera de sueños bravos
Esta ciudad de amos impotentes y esclavos sublevados
canta sus llagas
con una canción de guijarros impostores
Y sus paredes caen manchadas por la lepra de los años
Y abre sus puertas en la noche a una jauría de sombras
Y yo voy encendiendo las luces
en las cuencas vacías de las olvidadas calaveras
una a una

 El bar entonces se habrá convertido en una conversación de vivos y muertos como la suponía el poeta de la Cabra sin ojos cruza el viento. Será el momento de tener presente de la magnífica factura del poemario de Yariza Rincón, La mujer Caballo (2008) de donde extraigo de memoria este poema donde ocurre el desdoble, la alucinación más pura del desierto:

Conozco a una mujer llamada Caballo
lavaba su pelo cobrizo en los charcos
quedados de la última llovizna
Construyó una casa
vigilada por caballitos de mar
No niego que podría ser Nefertitis
desdoblada en su espíritu perdido
para ser adorada
por el último sol y mar abierto
Un día me prestó su casa
no hubo duda
era la mujer Caballo

 En ese instante impreciso vendrá a los intersticios que pueblan mi recuerdo la voz nicótica de Gregorio Meléndez a darme noticia de su Peor es nada (2010), libro donde da continuidad a sus desamores y borrascas a medianoche en hoteles de mala muerte con la elegida de turno. Escucharé atento esa dicción suya que manca y espina como abrojo y salpica de ironía las sábanas que le encandilan como le exige esa sencillez suya, que no simpleza, para darse a la poesía:

Es lastimoso

Dios me dio
        los pases
y creyéndote libre
        quedas
        condenada

Quizá interceda
         (si estoy de buenas)
hago la segunda
tal vez
permita
entres a mi cielo

*
Eres un chance
“Tu peor es nada, Poeta”
-palabras de Carlos Miranda-

Un contento de estrellas,
                           fugaz,
Resignación para el abandono
          culpable y sentenciado

El compromiso para salvarte.

 No me iré del bar de allá si antes no vuelvo aquí por donde vine. Estaré llegando cuando la voz del caracol venga con su espiral a dejarme en casa aquietando mis pasos. Me hablará ella, la mujer que tiene mi llave. Me abrirá la puerta y los sentidos. Se llama Argelia Malaver  y mientras de sus manos salen ramos y ofrendas de rosas como si fueran prolongación de su piel, me recuerda que ella escribe en esas horas en que el silencio le devuelve el habla y que debe ella volcarlo en escritura con la misma diligencia en que se conoce y vive. Será el momento en que acerque a mi oído un poema de su libro Rosa Diligente (2006):

II
 Solicito un minuto del tiempo para saberme
Cuando el silencio no me toca
rompo la barrera del tiempo
en escucharme

No se está donde se quiere
se está donde se debe,
escogí lo que sabía mío
No me aguarda el que quiero
sino al que me debo

Siento nostalgia por lo que dejé en el árbol
cuando tuve que desprenderme

Aquietar mi ser, lo que anhelo
encontrarme lo que debo

Llegó lo que un día
supe sería mío,
este tiempo vivido se repite
en línea recta

No entiendo nada, estoy
donde no debo, donde quise,
donde merezco

Si me escondo me encontrarán
los buscadores de agua

Qué sucede en mí cuando
me tengo por completo

sensación o éxtasis
lo que ocurre

Llegó el momento esperado
el que aguardaba en mis cajones
y ahora qué

taciturna por la llegada del que me toca la puerta
y me dice ya es hora

dónde tendré el santo lugar para poner
la manta roja que guardé hasta ahora

Escucha mi latir incesante por salir de aquí
desata los nudos que una vez hicieron otros

ya no hay lugar para la espera
todo concluye en un segundo

estoy de vuelta
quiero montarme en el árbol
atrapar mariposas,
en verdad es lo que quiero
quietud del alma
reposo – sosiego – paz
para ver los ángeles que me aguardan

ya es hora
no hay otro tiempo
juré seguir creciendo

Se es Grande cuando se es pequeño

Entonces habré llegado a donde ya no puedo devolverme y recordaré a otras voces: Flor Smith, Manuel Bolívar, José Barroso, José Gotopo, Gilmer Contín, Emilis González, Mayleen Sosa, Oscar Chirinos, Néstor Rángel y otros que ahora escapan de mi memoria. Llegaré sí, envuelto por esa diversa resonancia que me pide que otro día esté atento porque sus tonos e inflexiones poéticas vendrán a encontrarme mientras vaya o venga, antes que el olvido o el falso progreso los borre definitivamente.

Nota: CÉSAR SECO: En Afinidades Electivas Venezuela leemos la siguiente ficha de César Seco: “Poeta, ensayista y editor, Coro, 1959. Fundador de la Casa de la Poesía "Rafael José Álvarez" y de la Bienal Internacional de Literatura "Elías David Curiel". Director de la Revista OIKOS (Premio Nacional del Libro, 2005). Uno de los principales poetas de la generación que comenzó a publicar durante los años 90. Integró la redacción de la Revista Poesía y fue colaborador del suplemento literario Verbigracia, de El Universal. Ha sido galardonado dos veces con el Premio Municipal de Literatura de la Alcaldía de Miranda del Estado Falcón (1993 y 2000). Con el libro El viaje de los Argonautas y otros poemas obtuvo el Premio de Poesía Bienal de Literatura «Ramón Palomares» (Trujillo, 2005). Ha publicado los libros: El laurel y la piedra, 1991; Árbol sorprendido, 1995; Oscuro ilumina, 1999, Mantis, 2004, El Viaje de los Argonautas y otros poemas (2006), Lámpara y Silencio (Antología poética, Monte Ávila Editores, 2007), y Transpoética (Ensayos, 2009)…”

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