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martes, 21 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 3. Los duendes (Carmen Pérez Montero)

La dulzura de su aspecto puede engañar a cualquiera.
Imagen el archivo de Joel González


LOS DUENDES
Se dice que estas criaturas extrañas son manifestaciones de los niños que viven en el “limbo”, porque mueren sin bautizo, son abortos o hijos que han muerto y que durante su corto paso por esta tierra fueron malcriados, llegando hasta el extremo de golpear a sus padres.
Para ilustrar este tipo de presencia sobrenatural no hizo falta efectuar entrevistas, debido a que existe una experiencia propia, muy concreta, con respecto a estos gnomos o Poltergeist y es que en una casa, ubicada en Acarigua y que fue de mi propiedad, por espacio de quince años hubo un duendecillo que vivió con nosotros, sin causarnos ningún problema grave. ¿Cuándo llegó?... No sabríamos precisar el momento exacto, pero llegó y después de tocar, suavemente, la credibilidad de los habitantes de la casa se instaló definitivamente con la familia.
Este duendecillo o espíritu burlón comenzó inesperadamente a producir ruidos de llaves en las cerraduras y a llamar por su nombre a los miembros de la familia con las voces de los demás integrantes y ya era usual que, estando la casa en silencio, cualquiera saliera de un cuarto o de algún sitio de la casa gritando: ya voy… y cuando llegaba frente a la persona que, supuestamente, lo había llamado, comprobaba que era falso, que nadie había hablado. Esta situación se repetía a diario, luego comenzó a apagar y prender luces, a abrir puertas y a cambiar de lugar algunos objetos. Sin embargo esta situación no amedrentaba a ningún miembro de la familia. Una vez, mi hija mayor regresó a casa después de su divorcio y David, nombre que ella misma le colocó y que después se familiarizó entre todos los habitantes de la casa y los amigos más allegados, se disgustó tanto por su regreso a casa que se puso insoportable. Una noche, estando yo de viaje, como a la una de la madrugada la despertó porque estaba casi sobre ella respirándole en la cara como un mono negro, que sigilosamente se escondió detrás de un escaparate. Otra vez lo vio con figura de verdugo colocado frente a su cama y acompañado de otros verdugos. Esa noche mi hija llegó a mi cuarto prácticamente privada, con los ojos fijos y sin poder hablar. David estaba realmente insoportable… silbaba, se veía su sombra cuando atravesaba las habitaciones de la casa, movía los carros u otros juegos de los niños, abría los chorros de agua de los lavamanos y del lavaplatos.
Pero una tarde llegó al colmo al encender el quemador  de una cocina a gas que no tenía piloto. Mi hija al ver esto, conjuntamente con una muchacha de servicio que trabajaba en la casa se dispuso a insultar a David con fuertes palabrotas y a correrlo para lo más profundo del infierno. Cuentan las dos jóvenes testigos de este episodio que un perro llamado Amigo que estaba parado en la puerta de la cocina, de repente, lanzó un chillido horrible y todo el pelo, desde la cabeza hasta la cola, se le paró como si fuera un cepillo de alambre. Transcurrió algún tiempo y la presencia de David no se sintió más en la casa.
Un año después mi hija se casó de nuevo y se fue de la casa. Yo me sentí muy sola y creo que extrañaba a David, sentía la casa vacía y muy fría. Una noche, como a las doce llamé a David, lógicamente, no lo vi, pero le dije que si él se sentía bien en nuestra casa, si le gustaba su silencio y ese ambiente de lectura y creación que podía regresar, que ya mi hija no estaba.
La tercera noche después de mi llamado, estaba dormida cuando sentí que la mesita de noche era movida por alguien que la mecía como si estuviera falsa en el piso. Desperté, recordé a David, sostuve con mi mano la mesa y le dije: Está bien, David, ya sé que llegaste. Inmediatamente volví a recobrar el sueño.
Una noche la profesora Juhdy Villegas y yo fuimos a una fiesta y como ella, en ese tiempo (1982), vivía en Píritu, acordamos que se quedaría en mi casa. Cuando regresamos eran como las doce de la noche y ella se bajó del carro para abrir el portón del garaje. Yo noté que ella se quedó paralizada y luego comenzó a gritar, pues de adentro de la casa salía un ruido muy fuerte como si una moto estuviera encendida en el garaje. Yo, rápidamente, bajé del carro y contra la voluntad de mi amiga que no quería que entrara a la casa, me introduje y vimos con asombro que en el cuarto que toda la familia nombraba como “el cuarto de David” estaba la máquina de coser trabajando a toda velocidad, sin poder ver a la persona que estaba cosiendo. Desde esa noche la profesora Juhdy Villegas jamás se volvió a quedar en mi casa.
En el año 1985 contraje nupcias y parece que a David no le cayó muy bien mi marido porque durante el año y medio que duró mi matrimonio casi lo enloqueció. Mi esposo llegó a verme caminar por la casa de un lugar a otro, teniéndome agarrada de la mano. Fue tanto el terror que sembró en él que en los últimos meses de matrimonio, teniendo llave de la casa, cuando llegaba primero que yo, como en la casa no vivía nadie más, él prefería esperarme sentado en la acera, pues no se atrevía a entrar solo a la casa.
Fue tanto el problema que me causó David en ese matrimonio que opté por buscar un sacerdote para exorcizar la casa. Después de hacer muchas diligencias logré hablar con el Padre Ramiro Castaño y él accedió a hacerme una visita para tratar de limpiar y bendecir la casa. El Padre Ramiro, mi esposo y yo nos ubicamos en el “cuarto de David” y cuando el sacerdote levantó la mano para hacer la señal de la Cruz, una foto de mis hijos, tomada el día de ellos hicieron la primera comunión y que estaba colgada en la pared, frente al Padre Ramiro, explotó con un fuerte ruido y cayó al suelo vuelta añicos. La foto estaba colgada entre dos vidrios y con una cadenita que servía de sostén en el clavo. Todo cayó y el clavo quedó incrustado muy fuerte en la pared conjuntamente con la cadena. Es de hacer notar que esa foto tenía más o menos diez años colgada en ese cuarto.
En una oportunidad, ya estando divorciada, en que viajé a Caracas acompañada por la profesora Juhdy Villegas, cuando llegué sola a la casa, porque ella no quiso quedarse, eran las doce y media de la noche y habiendo entrado y revisado las cerraduras de las dos puertas de la casa y consciente de que todo estaba normal, me dispuse a sacar unos libros que había comprado en el viaje y cuando estaba revisando alguien se me acercó, yo sentí su proximidad, y me habló al oído con un seseo tan profundo que sólo pude captar al final la palabra “más”. A mí se me erizó todo el pelo y casi me desmayo porque no pensé en David, sino en que algunos bandidos se habían introducido en mi casa y me estaban esperando. Saqué valor de mi Dios interno, giré mi cuerpo con la intención de negociar con los intrusos, pero mi sorpresa fue mayor al no ver a nadie alrededor. Enseguida le dije en voz alta: Así no, David. ¿Qué vaina es?… ¿tú me quieres matar de un susto?. Y sin temor de ninguna especie continué revisando los libros. Ese ser nunca me inspiró miedo y si narro todas las experiencias tendría que hacer una historia separada de este trabajo, porque en quince años son muchas las anécdotas vividas, no sólo por mí, sino por familiares y visitantes, por lo tanto se hizo una selección de los acontecimientos más inverosímiles registrados en este caso. La casa se puso en venta  y tardé cuatro años para poder venderla. Ignoro si David sigue viviendo en ella o no está conmigo en la granja donde habito hoy, pues no se ha vuelto a manifestar. Lo que sí es cierto es que la casa, posteriormente, ha sido vendida varias veces porque supuestamente la gente que la compra no puede vivir en ella por los acontecimientos anormales que allí suceden. 

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

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