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sábado, 24 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (22)


Imagen en el archivo de Amazonia Viral



KANAIMA (Enrique Plata Ramírez)
En todas partes habitaba Kanaima, el espíritu del mal. Los Marines temen encontrarse con cualquiera de sus manifestaciones. Sólo aquellos que van a morir pueden ver a Kanaima.
Obstinada de los maltratos físicos de Kevei, su marido, Iroraqui esperó a que se durmiera y con valentía, le asestó un fuerte garrotazo en la cabeza.
La siguiente mañana la encontraron los demás guerreros de rodilla ante el chinchorro del fallecido marido. Ella, sin contener su llanto, les dijo:
Vino anoche, sigilosamente, y mientras dormíamos, con su gran garrote, Kanaima le aporreó el cráneo a mi dulce marido.

EL ORIGEN DEL GABÁN, DE LA GARZA BLANCA, DE LOS CARPINTEROS CABEZA AMARILLA Y CABEZA ROJA (etnia Piapoko)
En una choza cerca de una laguna, vivían cinco viejos y dos hijas grandes, en edad de matrimonio. Cuando iban a buscar la yuca le prohibían a las muchachas salir de la casa. Podrían bajar de los chinchorros únicamente para comer el moñoco. Las dos indias siempre desobedecían. Tan pronto como quedaban solas partían a la laguna a pescar sardinas y bañarse. Al regresar se encaramaban en los chinchorros de un salto desde la puerta, sin dejar rastros de desobediencia. Cada una se cubría la cabeza con un pedazo de wabana (2) blanco. La mayor se llamaba Uco y la menor Atarinavi. Dos indios las querían por esposas. Se distinguían por el color de su wabana, uno era rojo y otro amarillo. Cuando ellos visitaban la casa de día, a nadie encontraban. Los padres y los abuelos estaban en el conuco, las muchachas en la laguna.
Un día a las indias les empezaron a salir plumas. Avergonzadas se cubrían el cuerpo con la wabana. No se dejaban mirar ni de los parientes ni de los novios. Otro día, los brazos se les convirtieron en alas y las bocas en picos. Volaban en vez de bajar de los chinchorros. Así no las podían querer ni sus padres ni sus novios. Avergonzadas decidieron entonces abandonar la choza. Levantaron el vuelo y se largaron a las lagunas y a los caños a comer sardinas.
De la mayor se formaron los ucos, los grandes gabanes de los ríos. De la otra los atarinavis, las garzas blancas.
Regresaron en la noche los padres, y en vez de sus hijas, encontraron plumas en los chinchorros. También los novios se pusieron muy tristes al enterarse de la desaparición de sus prometidas. Todos cantaron y lloraron. Al amanecer los novios se internaron en la selva a buscarlas. Pero no regresaron más, se mudaron en suwa, pájaros carpinteros cabeza roja y cabeza amarilla.
1. Gabán: Ave zancuda de gran tamaño que habita en los caños y lagunas de los llanos y selvas venezolanas.
2. Wabana: tejido fino elaborado con la fibra de una palmera. El criollo lo llama de la región lo llama «marina».

Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de Antonio Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas (1996)


MITO SOBRE EL ORIGEN DEL FUEGO ENTRE LOS YARURO (Gilberto Antolínez)
Sir George James Frazer, el eminente mitólogo escocés, al estudiar los diversos mitos sobre el origen del fuego en América, no pudo incluir el mito propio de los indios Yaruro que habitan los ríos Capanaparo y Sinaruco, en nuestro estado Apure, pues el material pertinente aún no había sido colectado. En cambio, incluye los mitos de los Taurepàn, Arekunà, y Warao, que tenemos en común los dos primeros con el Brasil y los últimos con la Guayana inglesa. El mito de los Yaruro es cortísimo y va incluido en el “Mito de la Creación”, colectado por el acucioso investigador Profesor Petrullo. Para mejor comprensión explicaré de antemano quienes son algunos personajes que intervienen en el mito. En primer lugar, tenemos a Puana, o sea, La Culebra de Agua, fuente de toda sabiduría, luego tenemos a “Itciai”, o “El Tigre Yaguar”, colaborador asiduo de Puanà. Ambos son  los seres míticos antecesores, respectivamente, de cada uno de los dos clanes en que están divididos los Yaruro del Capanaparo, en tercer lugar está Kuma, la madre de los Yaruro, divinidad benéfica que tiene su cielo en Occidente. Le sigue Kiberoh, la mujer maligna que habita en el cielo del Oriente. De Kuma, Puanà e itciai nació el héroe cultural Hatchawa, que es al mismo tiempo nieto de Puanà e Itciai; esta incongruencia se explica por el hecho de que los Yaruro no tienen ideas suficientemente claras acerca del valor de la cópula en la procreación. Y ahora entraré a dar muy resumido el mito.
“En el principio no existía nada. Entonces Puanà, la culebra, qué llego primero, creo el mundo y todo lo que este contiene, incluso los cauces de los ríos, excepto el agua. Itciai el Yaguar, creo el agua, Kuma fue la primera persona que pobló la tierra.
Entonces las otras gentes fueron creadas. Todo nació de Kuma  y todas las cosas que los Yaruro hacen fueron inventadas por ella. Kuma fue embarazada. Ella quería serlo en el dedo pulgar, pero Puanà le dijo que su progenie se multiplicaría en la forma ordinaria.
Hatchawa  nació nieto de Kuma, Puanà e Itciai. Desde entonces la atención de los tres se concentró en el muchacho. Hatchawa era muy pequeño, pero pronto creció y se hizo de gran tamaño. .Kuma se preocupaba de su educación. Pero Puanà se preocupó más por él. Puanà le fabricó una flecha  y un arco y le enseñó a cazar y pescar. Hatchawa encontró un hoyo en la tierra cierto día y miró dentro de él. Vio a muchas gentes, vino hasta sus abuelos y les exigió que sacaran del hoyo a alguna parte de esas gentes. Kuma no quiso acceder pero Hatchawa insistió. Puana le fabricó una cuerda delgada y un anzuelo y la tiró en el hoyo. La gente subió en números de muchos hombres y mujeres. Finalmente una mujer embarazada trató de salir, pero con su peso reventó la delgada  cuerda. Esta es la razón por la cual hay poca gente. El mundo estaba oscuro y frio. No había fuego. Entonces apareció Kiberoh, que traía fuego en su seno, y por exigencia de kuma  lo dio al infante Hatchawa. Pero cuando el niño quiso darlo al pueblo, Kuma se opuso, y entonces, él con gran inteligencia, lanzó peces jagupa vivos en el fuego y éstos lo diseminaron a su alrededor en la forma de carbones encendidos. El pueblo agarró las brasas y corrió en todas direcciones para encender sus propios fuegos. El primer fuego había sido mantenido ardiendo en la tierra de Kuma, en una alta colina circular cubierta de pastos. Todas cosas fueron primero creadas y dadas al muchacho, y este las fue pasando al pueblo. Una parte de estas gentes eran los Yaruro”.
Frazer ha demostrado que la generalidad de los mitos del origen del fuego presentan tres etapas sucesivas: la “Edad sin Fuego”, la “Edad del Fuego Conocido” (Pero en la cual el hombre no sabía encenderlo), y la “Edad del Fuego encendido”. En el mito Yaruro aparecen la primera edad muy netamente; falta la segunda, porque cuando los dioses adquirieron el  fuego, el hombre no existía todavía sobre la tierra; y se nos muestra también la tercera. 
Sabemos además que en esta clase de narraciones siempre aparece el afortunado poseedor del elemento llameante, como un ser egoísta que no quiere dejar a los demás participar de sus excelencias. Entonces hay que robar el fuego. Aquí el ladrón es Hathawa, que comete el hurto con la generosa idea de donárselo al hombre; es el “Urometeo Yaruro” Robador del fuego del cielo”. 
En los mitos Taurepàn se habla de una mujer llamada “Pelonosamo”, quien, como Kuma, tenía fuego en su cuerpo, de donde lo sacaba para tostar sus tortas de  casabe. En los mitos Warao, otra vieja llamada “Nañobo”, "La Gran Rana”, vomitaba fuego por la boca para cocer sus víveres, y luego lo ingería de nuevo, para que sus adoptivos hijos  Pía y  Makunaima no lo viesen. En los mitos de los Taruma, indios Arawak de las selvas del sur tales de la Guayana inglesa, una vieja casada con uno de dos gemelos  se estrujaba la parte superior del abdomen y entonces una bola de fuego le salía rodando  del propio canal genital.
El Hoyo donde estaba primitivamente viviendo la gente primordial, es la tierra de abajo o mundo inferior, del cual tantos mitos americanos hablan. En los mitos Warao y Karibe de Guayana, en cambio, las primeras gentes vienen de la tierra de arriba o cielo. Precisamente, en su mito del origen del fuego, los hombres y mujeres se descuelgan desde allá por un agujero hasta nuestra tierra, hasta que una mujer preñada obtura el hueco, y tanta fuerza se hizo para sacarla  de tal posición, que le sacaron las entrañas, las cuales cuelgan hoy allí convertidas en la estrella de la mañana. Esta mujer se llamaba Okonakura. Las cosas suceden al contrario que entre los Yaruro. El primer hombre Warao que bajó del cielo fue Okonorote, vale decir Señor de la Luz del Día; debajo de un gran árbol encontró  a un sapo; al subirse Okonorote cortó del árbol un gran racimo que cayó sobre el batracio y este despidió un fuego tan violento que abrasó toda la tierra. "Este fue el primer fuego que hubo en la tierra, y de  él proviene todo el que hay actualmente”.

Todos los mitos de esta clase convienen en que la madera puede ser ahora encendida porque los hombres, al robar o recibir el fuego lo introdujeron en un árbol, leño, pasto u otra cosa semejante. Y opinan que el pedernal tiene la virtud de dar chispas al ser golpeado porque en el pusieron también un poco del fuego primordial, o bien en una rocosa montaña: la alta colina circundada de pastos en la tierra de Kuma, del mito Yaruro, se refiere a entramadas creencias antiquísimas. No obstante  el método por el cual encienden fuego los Yaruro no es el de percutir pedernal o cuarzo, sino el de frotar, sobre la hendedura hecha en un madero, una vara seca aguda que se hace girar entre las manos. Este método es llamado “método de taladro a fuego” (en inglés.”fire-drill”).

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