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domingo, 19 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (12) Varios autores

Joven de Cojedes en el archivo de Bleidi Guite



CADENAS (Mercedes Franco)
Las cadenas son una curiosa costumbre, más bien reciente, que pareciera venir de países vecinos. Consiste en enviar cartas a diferentes personas, con amenazas y  promesas, para que mande a su vez otras tantas. Y así  se forma la  supuesta ”cadena”. Quienes se dedican a esta ociosa práctica suponen que la persona  que la escribió por primera vez multiplica su energía, ”robándola” de los otros que por temor escriben lo que se les pide. Entre la comunidad de usuarios de internet para práctica ha adquirido un carácter diferente, pues se usa tanto para el entretenimiento tanto como para hacer circular mensajes de interés político o social.



CADENAS QUE SE ARRASTRAN
 (Mercedes Franco)
Muchos testimonios de apariciones fantasmales incluyen el sonido o la visión de cadenas que se arrastran. Pareciera que la cadena simboliza el espíritu preso entre dos mundos, que aún no logra trascender un piano espiritual superior.

CALDO DE BRUJAS
 (Mercedes Franco)
Las brujas, según la tradición, preparaban en un gran caldero sus brebajes para convertirse en animales o poder volar. Transcribimos a continuación la más famosa receta del caldo de brujas, encontrando en un viejo manuscrito del siglo doce: “Montar a la lumbre fuerte un caldero de buen tamaño, agregar dos litros de agua y dos de sangre de culebra. A medida que comience a bullir arrojar de uno en uno, respetando el orden una pata de sapo, una cola de alacrán , un ajo de ratón, un hueso de gato negro, dos alas de murciélago, la pluma de un gallo negro, un diente de muerto, tres uñas de ahorcado, un puñado de sal gruesa y dos de azúcar. Se debe dejar consumir a buena llama, hasta que merme a la tercera parte. Se deja reposar toda la noche y se puede usar al día siguiente”.



CAMBUR MORADO
 (Mercedes Franco)
Hay en Venezuela un cambur cuya concha es de un rojo oscuro. En Barlovento y otras regiones del país se cree que si se come y luego se toma ron o cualquier bebida fuerte, puede causar la muerte.



EL CANDOMBLÉ
 (Mercedes Franco)
Religión de origen africano, arraigada en Brasil más o menos a partir del siglo diecisiete y dieciocho, con numerosos ritos, de diferentes naciones negras. La palabra  ‘condomblé’ es la forma brasilera de la  voz que designa el culto. Venera a los orichás, representaciones de fuerzas de la naturaleza elevadas a un plano sobrenatural a través de una fuerza mágica. En Venezuela, quizás, han ingresado cultos de este tipo y desde hace años se celebran aisladamente, al igual que la santería, pero no han prosperado mucho, los cuales digno de un estudio más profundo.



PARA MAÑANA SE ANUNCIA UN GOLPE DE ESTADO 
(Armando José Sequera)
Antenoche llamaron por teléfono a la casa y una voz me dijo: «Señora, yo soy amigo suyo y la estoy llamando para avisarle que para mañana se anuncia un golpe de Estado. Por eso es bueno que se vaya tempranito al supermercado y se aprovisione, porque no se sabe si estalla una guerra civil» Ayer en la mañana, nos fuimos todos en la casa, a gastar lo poco que teníamos en el supermercado que queda frente a nuestro edificio y, te digo, no respetamos ni siquiera el dinero del alquiler. A eso del mediodía volvió a llamar la misma voz apurándome para que fuera a comprar y, cuando le dije que ya lo habíamos hecho, se despidió y no supimos más nada de él. Pero esta mañana me enteré que quien llamó fue el hijo del portugués dueño del supermercado, ese tarajallo de veintipico de años que se la pasa en la esquina bostezando y mirando pasar la vida, con un cigarrillo entre los dedos.



DESTINO  (Néstor Quiroz Moreno)
Con el móvil amarillo que conducía velozmente por una calle en contravía arrolló de muerte a un sádico que había salido de la cárcel por pena cumplida.
Cuando se percató del aparatoso accidente metió la reserva y, con la misma velocidad, se detuvo ante los desorbitados ojos de la piltrafa humana para preguntarle:
¿Ahora adónde irá?
¡A la morgue, señor!
¿Y más tarde?
No se preocupe, más tarde iré al infierno y usted lo sabe. Respondió el cadáver -. Por tanto, necesito que muy pronto su suerte sea la mía.
El chofer, que había pernoctado a la orilla de la carretera, descolgó la hamaca de los ganchos de la carrocería después de toda una noche en pesadillas, prendió el anticuado camión y, atribulado por los recuerdos del monstruo que violó a su hija, arrancó velozmente como en los viejos tiempos de taxista. Luego, en medio de un estrepito incontenible, rodo con mortal impulso por un profundo despeñadero.


EL COBARDE
 (Víctor Marichal)
Era muy de mañana. Me había parado temprano con la intención de quedarme en casa para limpiar un poco y arreglar tantas cosas que se hallaban fuera de lugar, pues Jacqueline se había ido a casa de su madre hacía ya más de quince días, ya que ésta se lo pidió, porque estaba enferma y requería cuidados.
Comencé recogiendo las cosas y colocando cada una en su lugar; luego limpié un poco y decidí subir al ático para guardar unas cajas, más cuando estuve allí me di cuenta de que aquello necesitaba aún más arreglo que la casa. Empecé por quitar un tablón que servía de soporte a una especie de ventana, para tener más claridad, pero al dejar descubierto ese espacio pude ver a través de él un hombre arrastrando un cadáver. El hombre pareció sentir mi mirada y volteó justo hacia donde me hallaba. Nuestras miradas chocaron  y sentí un gran escalofrío y mucho miedo; él, al contrario, me sonrió.
Tomé de nuevo la tabla y tapé la ventana, ahora la había puesto más seguro. Todo lo hice muy rápido, no lograba pensar. Sin embargo, cubrí rápidamente el trecho que cubría desde el ático hasta la puerta principal. Me aseguré de dejarla bien trancada, al igual que las ventanas. Iba de un lado a otro sin saber qué hacer; llegaron entonces ciertas interrogantes ¿Quién era aquel hombre? ¿Y de quién sería el cadáver? ¡Oh, no! Él sabe que lo vi y querrá matarme también.
En eso tocaron la puerta. “¡Es él” —me dije— Y corrí no sé a dónde. Me vi de pronto parado frente a la imagen de una virgen que tenía mi mujer en cuarto y comencé a rezar todo lo que me sabía. El miedo iba en aumento a medida que aumentaba los toques. También él aumentaba. “Quiere matarme, lo sé, el error fue que lo vi y ahora él lo sabe y me quiere callar. ¡Oh no! Me horroricé aún más, pues pensé que también ella corría peligro. Cesaron los toques y me dije: “Ya debe haberse ido al garaje”. El auto dejó de sonar y no se escuchó más nada por unos minutos. Quería ir a ayudarla pero el miedo me tenía sembrado y no me permitía moverme. De pronto escuché el sonido de la cerradura. “La mató”, pensé. Cerré los ojos y me dejé caer de rodillas como entregándome a la muerte. La puerta se abrió y también mis ojos tras las palabras de Jacqueline:
—¿Qué pasa mi amor? —me dijo sonriendo— Mira, me encontré a este señor, él es jardinero, fue contratado por la familia del frente y tiene un espantapájaros fabuloso. Yo le estaba diciendo a ver si coloca uno en nuestro jardín para evitar que sigan picando las plantas.
¡Un espantapájaros! —dije, y comencé a reír y reír ante la asombrosa mirada de ellos.



TRES ORIFICIOS
 (Ramón Lameda)
 A lo lejos, reconozco a mi hermano. Viene apartando ramas y bejucos. Le salgo al encuentro. Al pasar un gran jobo, nos hallamos frente a frente. Gesticula haciendo un gran esfuerzo, pues ninguna voz sale de su garganta. No logro entender lo que quiere decirme.
Entonces, se raja la camisa en dos grandes tiras y se las introduce por la nariz. En su pecho se ven tres orificios negros y profundos, como si le hubieran arrancado tres huellas introduzco los dedos en los orificios y el retrato del asesino le aparece sobre el pecho. Mi hermano se desploma.
Ojalá mi padre no haya sacado el revólver de su escondite.



LOS CUSTODIOS DE LOS VEGETALES
 (Luis Arturo Dominguez)
Se tiene la convicción de que los duendes custodian celosamente los vegetales, porque ellos son cooperadores de la vida aquí en la tierra; no permiten que se dañen los árboles vivos y sí los árboles muertos o secos; contribuyen con su cuidado de las plantas a que se den buenos frutos en beneficio de los agricultores, quienes al sembrar la semilla y al recoger la cosecha, tributan homenajes rituales a dichos espíritus. En el primer caso, para que se dé buena la cosecha y en el segundo caso, por haberse dado excelente la cosecha. Lo que decimos bien puede observarse en el rito de las turas que se practica todos los años en mayo y en septiembre en muchas poblaciones del sur del Estado Falcón y en la parte norte del Estado Lara.



PROTECTORES DE LOS ANIMALES SALVAJES
 (Luis Arturo Dominguez)
El duende es protector de los animales salvajes, y permite darle caza durante todo el año excepto el viernes de cada semana y con mayor énfasis el día Viernes Santo; el hombre que sale a cazar animales salvajes el viernes, como está contrariando la prohibición, a lo largo de la faena se encuentra con el denominado venado de piedra, el cual es descrito como un ser encantado que, para perder a los perseguidores, se pone al alcance de su escopeta. La bestia cada vez que recibe un impacto, levanta una pata y se rasca la oreja. Sin darse por enterada, se retira lentamente a través de estrechos vericuetos. El cazador que la siga, puede considerarse perdido. Se agrega que tal cuadrúpedo está al servicio de entidades duendísticas o infernales que se encargan de castigar al atrevido que haya intentado derramar sangre, particularmente el día Viernes Santo. Pero si el cazador, se da cuenta de que se ha topado con el venado de piedra encantado que trata de perderlo, con el fin de librarse de tal hechizo, toma un plomo y con la punta de un puñal le hace el signo de la cruz, dispara el plomo y mata al venado; entonces éste se convierte en un venado de carne y hueso, el cual es beneficiado por el cazador como algo corriente.
Con respecto a esta creencia, el laureado novelista venezolano Agustín García, narra lo siguiente: “La espléndida imaginación de estas gentes ha creado la leyenda del venado de piedra, que por más disparos que se le haga jamás lo matan; hay veces que lo ven caer, como herido; pero cuando se aproximan a ultimarle, el venado se levanta y escapa veloz, fantasmal”.



HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
 (Algunos Cuentos)

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Engracia Magna Pastora Toribia Rafaela le pusieron a la hora de las aguas y no crecía, mamá lo atribuía a la carga de tanto nombre.
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Nada nos conmovió tanto a los catorce años como la muerte de María, la niña pura del libro de Jorge Isaacs. Ese tomito, encuadernado en cuero rojo, con cantos y tafiletes dorados, había pertenecido a la biblioteca del abuelo Ricardo Alfonso, y lo hallé en uno de sus baúles en la habitación frente al taque. Solamente esas paredes saben cómo lloré durante el proceso de enfermedad, muerte y entierro de María.
Entonces cuando iba al cementerio de arriba a visitar la tumba de Edda Eligia, la hermanita muerta, me parecía ver la misma siniestra ave negra posada en el brazo de hierro de la cruz. Al yo acercarme, el pajarraco levantaba el vuelo graznando lúgubremente.
Mi mayor felicidad entonces hubiera consistido en que la tuberculosis acabara con la hija de Narciso Blanco, pero los Banco eran tradicionalmente una familia de gente sana.
                                     

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Un castaño melao cabos negros y que era y cando no había luna en el cielo y el largo verano atizaba fuegos fatuos y humaredas entraba al pueblo por La Cruz de El Zorro, ensillado, la rienda suelta, el cadáver que no había logrado zafarse del estribo golpeando con la cabeza las piedras de la calle, taca, taca, taca, taca, taca, taca hasta que llegaba el arenal del bajo de Portillo y cogía el camino del cementerio donde no había sino cruces blancas.
Seguro entonces que los zorros con malderrabia rodeaban el pueblo y esperaran atacar a las personas que por la fuerza tenían que salir de sus casas por alguna necesidad. Entre los palos del corral de los cochinos, entre las matas de reseda o cardosanto acachaban aquellos ojos tenebrosos, aquellas virulentas fauces. Hubo entonces quien optó por hoyar sus excusados dentro de las casas.
Aullaba hasta que el sol los encandilaba y los hacía huir hacia los mayales de Conopocón y Cuatro, que en esos meses no dejaban de arder. Las mismas lagunas se secaban y se convertían en un esterero de corronchos y guabinas muertas.


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