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lunes, 12 de agosto de 2013

DIENTE DE ORO: Cuento de Barinas (Alirio Liscano)

Era muy hábil, pero inocente de la suerte que le aguardaba

I- Cuando “La Negra” Caridad descargó furiosa el vigésimo machetazo, la cabeza voló por los aires y después de dar unas piruetas cayó sobre los sacos. El piso de la habitación, siempre cubierto de harina, se transformó en un horrendo barrizal sangriento. Durante los minutos que siguieron, en varias manzanas a la redonda, solo se escuchó la histeria esquizofrénica que tronaba en aquel cuarto. 
La testa de Prudencia, a quien tampoco servía de mucho el nombre de pila que llevaba, curiosamente, quedó erguida entre los fardos, sin echar una gota de sangre, con el bucle dorado entre las cejas y el diente de oro entre los labios. Más sorprendente era que, en medio de la tragedia, conservaba la cara seductora, aunque los hilillos que cruzaban su frente y las canas furtivas, ya revelaban el avance de los años.
Caridad lo hizo por amor, sólo por amor, por más nada. Esa era la verdad. Porque, según ella pensaba, todo lo que amamos es de nuestra propiedad. Y Casto (que no tenía nada de santo) era de ella, únicamente suyo, aunque nunca la hubiese tocado. Se enamoró del joven tan pronto la conoció, sin mediar palabra ni contacto. No podía imaginar la vida sin sus pasos. Cuando el muchacho salía al trabajo o a clases, ella corría a la ventana para verlo, saludarlo y aspirar el aroma que dejaba al cruzar. En esa forma comenzó a amarlo. Sin pronunciar palabra. En silencio. Pero llegó Prudencia y se acabó todo. 
Caridad le dijo que se quedara. Era como una hermana menor que estaba de regreso; que además, por amable y festiva, resultaba entretenida. Pronto se convirtió en la flor del vecindario. Empezó su faena, haciéndose notar de Casto, preparándole galletas por las tardes. Y sobre todo, exhibiéndole su diente de oro, el mayor de sus encantos. Así consiguió que Casto cayera en sus redes. 
Al caer aquella tarde, Caridad cantó a capella para todos, pero con la mirada puesta fijamente sobre Casto. Y así quedó confirmado en la letra de una de las estrofas que entonó: 
“De noche cuando me acuesto 
a Dios le pido olvidarte 
y al amanecer despierto 
tan sólo para adorarte.”

II- El horno, una estructura arcillosa de fabricación doméstica, estaba en el centro de aquella vivienda cuyo techo era de palma. Sus elementos constitutivos era una cúpula rústica de barro, montada sobre un pedestal de adobes, en cuyo cono superior aparecía un hueco por donde escapaba el humo renegrido. En el vientre de este domo, se encontraba un fogón con una parrilla tejida de cabillas ya tiznada por el uso. Hornear el pan era un ritual del amanecer. Luego de preparar la masa y hacer la cantidad fijada, se procedía a encender la candela hasta lograr que las llamas se uniformaran y dieran paso a un “fuego lento”, tras lo cual se introducían las bandejas en el asador. Así comenzaba la faena cotidiana. El resto del trabajo consistía en permanecer vigilante para que los bizcochos no se quemaran, atizar las brasas para evitar que el fuego decayera y al final, colocar las unidades horneadas en cestas y canastos. 
En estas jornadas de panadería, Prudencia vivió situaciones sorprendentes. Una vez, luego de prender el horno y cuando introducía la primera bandeja de pan de ese día cayó a sus pies, desprendida de la techumbre pajiza de la casa, una enorme mapanare que retorcía las rayas negras y amarillas del lomo, lo que hizo correr alocada, hasta que Caridad con sus gritos la detuvo, diciéndole que pondría a dormir a la víbora, lo que en efecto hizo. 
La madrugada fatal, Prudencia se encontraba preparando la masa. Altagracia, en puntillas, se acerco por detrás y le propinó el primer golpetazo en la nuca. La desgraciada mujer, que no tuvo tiempo de voltear, cayó al suelo y Altagracia siguió pegando. Después, en estampida, se acercaron los vecinos, por cuyas cabezas pasaba el final de aquel drama. La Escena del crimen era espantosa. Con los ojos convertidos en llamas, “La Negra” condenaba el diente de oro…

III- Caridad, después de poner en orden las numerosas biblias que durante su vida había coleccionado, se acostó en el catre. Su mente seguía maldiciendo obsesivamente el diente de oro. Sin duda, sufría una fijación sicótica. Cuando sintió que estaba lista, respiró profundo y apuró la poción que había preparado previamente. 
“La Negra” Caridad ¿falleció por locura, celos o amor?
 Solo se supo que murió.

Nota del editor: Transcripción de Jhoan Salas tomada de Viento Barinés de Alirio Liscano, editado en Caracas por la Fundación El perro y la rana (2011)

11 comentarios:

  1. Que cuaima!!!!! Muy bueno. Me llamó la atención que en la parte en que golpea a Prudencia, el autor la llama Altagracia, cuando antes y después habló de La Negra Caridad. Saludos.

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  2. Excelente prosa. Para mantener la atención todo el tiempo. Felicitaciones y un gran saludo.

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  3. Muy buen relato Isaias, saludos amigo

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  4. Excelente cuento, con una buena prosa. Se disfruta los aconteceres de la historia. Muy bien dibujado el horno del pan y la rutina de la panadería. Me gustó mucho.
    Saludos, disfruté con esta lectura.
    Tengan un buen día.

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  5. Exelente relato,buena la descripcion y la trama.Me gusto.

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  6. Muy bueno, tiene bastantes elementos que enriquecen el trabajo: intriga, expectación. Aunque algunos pasajes parecen confusos, el final desenlace es interesante. Saludos

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  7. Bonito cuento, buena descripción del horno y la faena de hacer pan.

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  8. Me encantó, me mantuvo expectante, bonita trama, muy buenas descripciones..Estupenda prosa

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  9. Excelente cuento, lleno de historia con un relato que nos mantiene hasta el final.
    Saludos

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  10. Casto era únicamente suyo sunque nunca lo hubiera tocado... Qué cosa el amor que se convierte em celos, envidia, posesión irracional que puede terminar en tragedia. Un relato genial que transforma los personajes en actitud, juego de metáforas en ocasiones contradictorias. Qué bien que se entretenga en la descripción antes del desenlace. Qué pocos hacen esto ya. Lo he leído varias veces. Muy bien.

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  11. Me ha gustado mucho. Muy buen relato!

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