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lunes, 24 de agosto de 2020

Poetas venezolanas en el portal de César Seco (segunda entrega)

 

Nuestro saludo llanero a este notable grupo de venezolanas. Archivo de Querubín Gallo


OH (Celluz Celeste Luz)

Oh poesía

vienes y decoras mi soledad

vienes y devoras mi tristeza;

haría falta más de un corazón

para soportar tanto

y por eso estás allí

para brindarte

para obsequiarte plena

y salvar aquellos pedazos de mí

que sin ti me faltarían

convirtiéndome

en un ser incompleto,

semidesértico

y medianamente vivo.- 


Sean bienvenidos a la segunda parte de esta entrega que hemos denominado "Poetas venezolanas en el portal de César Seco", sitio electrónico por el que sentimos el mayor de los respetos, al igual que lo hacemos por las creadoras incluidas.

Gracias por su visita. Isaías Medina López

 


Poema de Edda Armas

El último viaje

azuza el misterio

volviéndolo todo inusual

otra apariencia

todo olvido

 

¿Cómo es ese lugar

al que se parte o al que se llega?

 

qué color tiene su tierra

qué árbol levanta en la orilla

qué flor aromatiza su noche

con qué manos se le acaricia

 

La tristeza se arropa

con la voz que hermana

el lado cáustico y apenado

 

canción de infancia

que te vela los ojos

 

el lugar desde donde viste

con hojilla de oro

al alma

 


 Poema de Elizabeth Shön

No eliges

el abismo, el caos, la nada

 

Llegan a ti

en agua que corre lenta

para que no te asombre

la carencia de materia a tu alrededor

junto a la luz del alma llamando

el aleteo pasajero de la tierra que vives.



CIUDAD (María Clara Salas)

Observa la ciudad

la osadía de los techos

construidos al azar

prestos a deslizarse

en el barro

y la muerte

 

Sin ningún temor

alzan los niños sus papagayos

sin vacilaciones

suben y bajan

miles

de escaleras

Desde arriba

la ciudad nos contempla

desde arriba

se decide la suerte

 


Poema de Belkys Arredondo Olivo

Al acercarme en son de cobijo a mis poemas

ellos se golpean en la jaula

¿aprenderán la atención

de estos cuerpos que somos?

pequeños aletean perseguidos

 

por lo que vivieron una vez

he pensado en soltarlos

me detiene el que en la urbe

en libre albedrío mueran

 


Poema de Eleonora Requena

quedarse es enterrarse

en la ilusión de una semilla en el asfalto,

germinar en la milagrosa hazaña del inválido

que cruzó por puro afán un río,

ya no sé cuál fruto sabe más al fruto,

si ése que probaste porque lo sembraste tú

o aquel otro espléndido que alguien te obsequió,

no sé lo perdurable, no sabré,

dejar es claudicar,

dejarse un tanto en la orilla,

cancelar facturas que nadie cobró,

pisar un suelo falso,

palparse las campánulas del yo más llano,

quizá sea ganarse un tanto,

hacerse una ventaja corta,

dejar tal vez sea partir

después de todo,

huir o ser,

no sé


 

Poema de Jacqueline Goldberg

la familia resiste en la cuerda floja

no ya en la duda

ni en la variación del miedo

 

no en la lágrima

ni en el temblor

de los hombros hundidos

 

su tibieza ha alcanzado el pudor

el hermoso rostro

de quienes claudican

para luego reconfortarse en el olvido

 

nunca fue en vano la espera

 

el regreso a casa arderá en la frente

pero será leve

 


Poema de Patricia Guzmán

Recojo pájaros

con la boca

 

Recojo pájaros

si muertos

si fríos

 

Antes del día

 

Les cubro los ojos

con pan mojado

 

Les abro la boca

para que recen

Por mí

 

URBANO (Gabriela Kizer)

No, no puedo escribir un poema sobre callejones largos,

anchos o estrechos.

Mi ciudad no es una ciudad de cemento que se agrieta

ni de tonos grisáceos para la mejor llegada del ocio.

Yo no tengo nada de esto.

Voy a las horas pico pegada a un volante

que se pega a su vez a un mal sonido de cante jondo,

voy siempre por las mismas avenidas y con el mismo calor.

Debo pedir perdón,

perdón a quienes convidan a pasear por postales

y no sé qué otra sensibilidad citadina.

Perdón porque no voy con mi escaso pasado rural a cuestas

ni juego a silbar sobre un trencito desvencijado e inexistente

que pasa cada día frente al mural de los locos

donde suponemos que yo aguardo para ir al cine.

Perdón por no estar tras ese mural y por no ir al cine.

Perdón porque el cemento es gris

y yo sólo tengo horas pico

y arena y alguna persistencia engañosa en hacer pie.

Perdón a todos los seres que como yo pululan

sobre los mediodías de junio,

a los oficinistas que no puedo retratar

con sus almuerzos comprados o sus termos

y el cepillo de dientes dentro de la cartera.

Perdón cien veces por anticipado

a los hombres que he dejado cuando más me amaban

o a los que me amaron cuando comenzaba a dejarlos

o a los que dejaré de lado sin amar.

Perdón al mendigo que me saludó sin pedirme limosna

y yo no pude dársela aunque la tenía en la mano

y me justifiqué diciendo que los mendigos bendicen pero no saludan

durante todo lo rojo que un semáforo dura

perdiendo el tiempo con los otros carros,

perdiendo el tiempo.

Perdón a la cara del loco que camina

pegado siempre al último recodo de la autopista

y a la sociedad protectora de animales que vendrá a recogerlos

si se entera y a todo lo que no se da por enterado, perdón.

Esta ciudad no tiene alma y es mía.

Esta ciudad no tiene alma.

Esta ciudad.

 

ORDEN (Sonia Chocrón)

Hay que hacer orden en la casa

lavar la losa  vestir la cama

hay que hacer orden en la casa

plantar las flores  de calabaza

borrar el rastro de la melaza

buscar la música de las cosas

haciendo orden  haciendo casa

con las palabras para formarlas

poner el orden

formar la casa

con un ejército de  palabras

que nadie sepa que nadie vea

que las glorietas se están cayendo

hay que hacer orden en la casa

para que el ave de la tristeza

se vaya al parque o a la avenida

para poner el orden dentro de casa

y que no crezca la angustia ciega

que crece en ella cuando es de día

bañar de azúcar y sangre impía

todo resquicio de las esquinas

que Dios la ampare y la favorezca

de la  traidora melancolía

del mal de ojo y la villanía

que hay que hacer orden

quitar la traza barrer el polvo

todos los días

limpiar la casa poner el orden

que si nos vence  nos vencería

la muerte eterna la pena en vida

matar el orden  cegar la herida

 


ARRODILLADA (Carmen Verde Arocha)

Arrodillada

creyéndome álamo desnudo

y con el peso del cielo.

Un charco de junio

busca mi rostro.

Se burla igual que los muertos

de mis manos.

Una soledad larga y cercana

como una luz de mayo

es mi adiós.

Estoy sola con mis voces,

con los gestos que viven de lo añorado.

En este barro que me hace feliz.

 


CONVERSACIÓN EN UN BAÑO (Yolanda Pantin)

Por costumbre

se acuesta en la cama

a esperar a su marido

que llega siempre tarde

da las buenas noches

bosteza

 

Ella se va al baño

aplaca la furia

con su mano maestra

recostada en la toalla

cuando él entra y pregunta:

“¿Qué haces aquí?”

 

“Nada”, responde.

 


LOS PAREDONES DE PRIMAVERA  (Miyó Vestrini)

No enseñaré a mi hijo a trabajar la tierra

ni a oler la espiga

ni a cantar himnos.

Sabrá que no hay arroyos cristalinos

ni agua clara que beber.

 

Su mundo será de aguaceros infernales

y planicies oscuras.

De gritos y gemidos.

de sequedad en los ojos y la garganta.

de martirizados cuerpos que ya no podrán verlo ni oírlo.

Sabrá que no es bueno oír las voces de quienes exaltan el color del cielo.

 

Lo llevaré a Hiroshima. A Seveso. A Dachau.

Su piel caerá pedazo a pedazo frente al horror

y escuchará con pena el pájaro que canta,

                              la risa de los soldados

                              los escuadrones de la muerte

                              los paredones en primavera.

 

Tendrá la memoria que no tuvimos

                              y creerá en la violencia

                              de los que no creen en nada.

 


Poema de Martha Kornblith

Diría

que hace mucho

apenas viví

la frágil certeza

de un sueño.

 

Diría

que un día

me prometieron un

jardín de rosas

pero ni siquiera logré atravesar

este puente sobre las aguas

turbulentas.

 

Diría que mi vida

fue la de un trapecista

que ha perdido su cuerda

floja.

 

No diría

decir "aquellos tiempos"

algo tan obvio para uno

¿qué más da?

si todos los poetas

nos fundamos sobre un

primer lugar común.

 


Miky Poche:  “Me demoro en este café, con la esperanza de que, en el último sorbo...aparezcas"


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