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martes, 26 de febrero de 2019

Leyenda: Historia de Las Galeras del Pao (1). Dámaso Figueredo. Letra y audio musical


La vida y amores del Salvaje de La Sierra sigue en profundo misterio. 
Imagen el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez


Esta versión se tomó de: “Análisis de Figuras espectrales en el Corrío y Leyendas del Canto  Llanero Tradicional”, de Isaías Medina López. Duglas Moreno y Carlos Muñoz Lamas, publicado en Caracas (2018),  por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), del Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, Ciencia y Tecnología –Consejo Nacional de Universidades.

EL SALVAJE DE LA SIERRA (Dámaso Figueredo)

Cantado:
La Familia del Salvaje
Yo supiera que la gente
me ayudaban a pagá
le ofrecería una promesa
a la Virgen de La Paz
que el Salvaje de La Sierra
volviera a resucitá
los hombres como era ese
no vuelven a nacé más
no le pedía medio a nadie
ni le gustaba adulá
tampoco casas ajenas
mucho menos visitá
no juera a decir la gente
que él iba era a lambuceá
cuando iba a una bodega
en caso ´e necesidá
zumbaba en el mostrador
toda la plata contá
ya el bodeguero sabía
qué era lo que iba a comprá
chimó o tabaco en rama
fósforo y sal nada más.

Declamado:
Agarraba su paquete
y daba tres pasos atrás
sin salir fuera el negocio
no andaba ni seis brazá
sin que se aclarara el pecho
o se echara una arrastrá
el cuchillo en la cintura
su peinilla estaloná
y en la mano derecha
su lanza bien encabá.

Cantado:
Bien encabá.
Vivía de la cacería
porque tenía facultá
a veces que en el invierno
la cosa estaba apretá
arriba en la serranía
casi no se podía andá
el ringuirringue es muy grande
la zarzagueca endulzá
guaritoto lechosito
ese de la hoja picá
abajo en lo limpiecito
no jallaba que cazá
porque el mismo ya tenía
las cacerías azotá
si los ríos taban bien hondos
el pez no quería ajilá
las ranas andaban arrastra
no se atrevían a brincá
él las mataba por saco
y las guardaba salá
era para apertrecharse
con tiempo de la carná
cuando los ríos culateaban
jallaba con que pescá.

Declamado:
Virgen de las Nueve Piedras
Virgen de la Facultá,
San Sebastián, San Ignacio,
Avelino y Nicolás
si el Salvaje está penando
se los quiero encomendá
que con el poder que tienen
lo saquen de donde está
y lo sientan quitecito
en la gloria a descansá.

Cantado:
A descansá.
Después de Dios en el cielo
una sola realidá
grande la naturaleza
nadie se puede burlá
el Salvaje de la Sierra
lo encontré de madrugá
en La Galera del Pao
ya en la primera bajá
le pasé retiraito
no me le quería arrimá,
pero como él me llamó
me le tuve que acercá
a contestarle el saludo
y nos pusimos a hablá
saque un piazo de tabaco
le regale una mascá
me dijo que en esos días
la cosa estaba pesá,
pero que arriba en la cumbre
hacia una media aplaná
había visto ese día antes
el rastro de una maná
él cambió de la conversá
y yo me puse a silbá
se retiró de golpón
y se echó una risotá.

Declamado:
Me dijo que gente y bicho
y que se podía injertá
y el día que apareció muerto
yo miré que era verdá
en los Bancos de Paráima
ninguno podía pasá
el camino se tapó
con aquella animalá
lapas, baquiros, venaos
y una cachicamá,
habían cachicamos chuto
otros nacían sin quijá
la cara ve un cachicamo
pero sin rabo pa´ atrás
el baquiro suena el diente bravo
tara- tas- tas- tás
estos hacían cuás- pas- pá
unos lapitos trigueños
con la nariz perfilá
al sentí el ruido ´e  la gente
buscaban a lenguariá
el venao chirriquitico
cuando la vená ta´ echá
retoza y jace, bep- bep
estos jacían vay- papá.

Cantado:
Ay, vay- papá.
En la tarde del velorio
no es que voy a exagerá
hubo que llamar la Guardia
para poderlo velá
cien tragavenaos chiquitos
´taban en la empalizá
y arriba de la troja
vieron la tragavená
con esa bocota abierta
viendo pa´ bajo estirá
ella cuando está vajeando
resuella una jumará
a la gente del velorio
los pensaba de vajiá
porque los tragavenaítos
lo iban era a buscá.

Declamado:
Les voy a seguir contando
no quisiera ponderá
llegó un burro catirito
empeñao de rebuzná
cuando pegó el rebuznío
lo que hizo fue silbá
jui- pá- jui- pá- jui- pá
como no abrieron la puerta
le soltó un par de patás
dejó un tranquero sacao
y las trancas reventá
se paró allá en la sabana
a da vuelta y a forriá
como nadie lo veía
metió mano a corcobiá
parecía un atajo ´e  bestia
que venía barajustá
la brisa y la polvareda
se formó una tempestá.

Cantado:
Una tempestá.
Y en la hora del velorio
la gente entraba a rezá
los que quedaban afuera
más bien tenían que gritá
alrededor de esa casa
se alborotó una tigrá,
una tigra mariposa
daba más a demostrá
donde llaman Matapalo
ahí se sentaba a roncá
cuando pegaba el ronquío
quedaba un rato privá
con dos cachorros ya grande
otra vez recién preñá,
tres cachorros de dos patas
uno con dos nada más,
ese era el que más aullaba
no tenía tranquilidá
dándole vuelta a la tigra
no buscaba ni a mamá
y le veían en la frente
una lanza dibujá
con un letrero que decía
“El Salvaje es mi papá”.

Declamado:
Bueno y como acabamos de hablá
en el patio había una mata
grande como una enramá
un cajuaro jorquetú
una palma bien copiá
un bejuco de murciégalos
y zarzagueca enredá
por cierto había un matajey
bastante abejas posá
en el copo de esa palma
allí ponía una carrá
en esos tiempos tenía
como una semana echá
cuando ella miró las velas
era un sólo lamentá
siendo un animal culeca
y no pudo soportá
voló cruzando la sala
casi media atravesá
arrecostá de la urna
taba una mujer sentá
le dio en el medio ´e  la frente,
chico, una sola picotá
que el cuero de la cabeza
se lo arremangó pa´ atrás.

Cantado:
Oiga, pa´ atrás.
La palma abajo en la mata
taba medio solapá
y pegaba una hediondeza
que no se podía aguantá,
uno de los velorieros
tuvo que dirse a asomá
cuando vio que era una liebre
se fue corriendo a avisá
parecía una casiragua
pero más espelucá
la jorungo el Comisario
y era una rabipelá
con cien rabipelaítos
mejor dicho una bandá
como se veían gorditos
la gente quería agarrá
rabipelao encuevao
jace ñaña- ñaña- ñá
y estos rabipelaitos
jacían ñiri- pay-  pipá.

Disfrute del audio original de esta leyenda en:

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