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jueves, 29 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (28)

Imagen en el archivo de Pedro Pablo González


EL RABIPELADO Y LA GARRAPATA (etnia pemón)
Una vez la garrapata invita a su mujer y le dice: Mira mujer, vamos a recoger frutos ura. Ura es una fruta que cuando está madura, así negrita, se pasa en agua tibia y entonces se pone blandita y se come. Tiene un sabor muy delicioso que nos gusta a nosotros los pemón. A eso fue que lo invitó la garrapata a su mujer. ¡Vámonos! Y se la llevó. Subió allá arriba, tumbo la fruta, y le dice a su mujer: Mujer, cuando el guayare esté lleno me avisas que ya está, para no tumbar de más.
Esa es otra cosa, los indígenas no abusamos ni desperdiciamos lo que está en nuestro entorno, se producto silvestre o cualquier otro, sea la pesca, eso no es para perderlo ni para la venta, si no para el autoconsumo, pero con un manejo racional, de acuerdo al número de familia.
Y así fue que le dijo: Tan pronto como se llene el guayare, me avisas para no tumbar más. Comenzó a tumbar la fruta y la mujer allá abajo recogiendo en el guayare, cuando vio que ya estaba suficiente dice; Mira, garrapata, ya se llenó el guayare.
Bueno, está bien. Allá va, ya voy a bajar. Agarra una hoja, se pega y ssssssshh, bajó para abajo pegado de la hoja. Y la mujer admirada de eso se lo cuenta luego a su mamá:
Mira, mamá, mi marido me dio un sorpresa - ¿Qué será? – Una vez se subió a tumbar esa fruta, y cuando estuvo llena le dije que ya estaba lleno… se  mandó de arriba, no juegue, y bajó y no le paso nada.
Entonces el rabipelado escuchó eso y dijo: Yo también puedo hacerlo.
Se invita a su mujer también: Mira, vamos a tumbar ura, buscamos una fruta por ahí, Se mandó, se subió, recogió, y como la garrapata le dijo rabipelado a su mujer: Mira, cuando esté lleno el guayare me avisas –Está bien. Recogió y cuando estuvo lleno dijo: Mira rabipelado, está lleno – Ah, está bien. Agarró una hoja: Mujer, quítate que voy para abajo. Agarró una hoja y… ¡pannn!, cayó como muerto ahí, perdió el sentido, estuvo un buen rato hasta que revivió. Regresa la mujer y le cuenta a su suegra: Mira suegra, él escuchó de la cuñada lo que le contó la garrapata, entonces ¿qué le pasó? No juegue, de broma se mata. Estuvo un buen rato sin sentido, hasta que recobró el sentido.
Enseñanza: No trates de imitar lo que tú no puedas ser. No te pavonees de lo que no eres.  Siempre sé lo que eres y no trates de imitar al otro, que no sabes qué consecuencias te puede traer.

Tomado de Pataamunaanü´nin: Nuestras Tierras son de nosotros (Etnia Pemón). Carlos Figueroa. Ediciones El Pueblo. Ciudad Bolívar. (2005)


EL SAPO (etnia yukpa)
Hace muchos días, muchos años y muchos siglos, el sapo no era como lo conocemos hoy. Era un ser bonito y agradable y además tenía una hermosa voz. Pero engreído, lleno de vanidad. Se creía el ser más perfecto de la naturaleza y se burlaba de los demás diciéndoles que eran feos.
Todos estaban tan enojados con él que decidieron darle un escarmiento y vengarse de las ofensas recibidas. Pensaron cómo hacerlo caer en una trampa. Decidieron emborracharlo para burlarse de él y con esta idea prepararon una gran  fiesta, en la cual el invitado de honor sería el mismo sapo.
La fiesta resultó magnifica. Había mucha comida y dos canoas llenas de chicha fuerte. Ya estaban todos los invitados comiendo y bebiendo, pero el sapo no aparecía por ninguna parte. Comenzaron a inquietarse, temiendo que hubiese descubierto lo que se tramaba en su contra.
Al fin apareció el personaje. Lucia su mejor atuendo: coloridos adornos de vistosas plumas de guacamayo real y abundantes collares, de las más valiosas cuentas, le adornaban el cuello y los brazos.      
 Corrieron la voz:
-Ahí viene el presumido, el sabelotodo, prepárense para embriagarlo.
-Brindemos por sus excelentes galas, mi señor Sapo - se le acercó la iguana  silbando.     
Y se tomaron un buen cuenco de chicha.
-Conmigo tiene que brindar, gallardo y sabio Sapo - gruñó el chiguire. Y se tomó con el otra totuma de chicha.
Con el cachicamo y también brindo, con la lapa, con el perico y con el picure.
Entonces apareció el venado:
-¡Faltó yo! ¿No va a apurarse una chicha conmigo, mi genial amigo?
Al cabo de una hora, el sapo estaba completamente borracho. Se tambaleaba,  rodaba por el suelo y exclamaba:
 -Estoy borracho, pero soy todopoderoso. Ustedes no pueden contra mí, yo soy el mejor y lo seré siempre.
Entonces entre todos lo tomaron por los brazos y le hicieron tragar dos huevos de gallina, aun calientes, que le quemaron la garganta estropeándole la voz.
El sapo, lleno de ira, tomó un hierro y empezó a lanzar golpes a ciegas aquí y allá hasta que, sin darse cuenta, se hirió así mismo, rajándose los labios. Es por eso que el sapo tiene los labios partidos y la boca ancha. Después tambaleándose en su borrachera, tropezó y cayó al río. Y allí se quedó tanto tiempo, furioso, que la piel se le arrugó por el frío.
Así fue como ese ser pretencioso, por ser demasiado vanidoso y engreído, perdió su belleza y adquirió el aspecto repugnante y desagradable con el que lo conocemos hoy como Kopitcho, el sapo.

Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”, Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana  (2005)


HISTORIA SOBRE LOS INSECTOS (etnia piaroa)
Los zancudos fueron creados por Kwoimoi para que mataran a Wajari. Les ordenó que picaran a Wajari mientras dormía, pero Wajari se defendió soplando y no pudieron acercársele. Kwoimoi dijo: —¿Cómo podría matar a Wajari para comérmelo?
—A mí no me pican los insectos, pero después de mi muerte picarán a mis familiares –dijo Wajari. Luego le mandó los insectos a Kwoimoi al que estuvieron picando toda la noche. Kwoimoi tomó la cosa a risa, mas los insectos lo atacaron toda la noche y no hacía más que dar ayes. Algunos insectos se introdujeron muy bien en la piel de Kwoimoi y se le hincharon tanto las piernas que ya no podía ni pararse. Kwoimoi plañía y gritaba.
Con el dolor de muelas pasa lo mismo. Si bien Kwoimoi lo inventó para Wajari, este se lo devolvió inmediatamente a Kwoimoi. Mientras Wajari estaba de caza, Kwoimoi se infiltró en la churuata de Wajari y preparó una gran hechicería contra la vida de Wajari. Pero Wajari lo sabía, así es que le hizo lo mismo a Kwoimoi.
Una noche Kwoimoi despertó con un horrible dolor de muelas. Salió corriendo, dando vueltas gritando: —Me muero, me muero –y se dio cabezazos contra el suelo–. ¿Qué habré comido que me dan estos dolores?
Por último se arrancó el diente que le dolía, mas al momento le empezó a doler el otro. Se lo arrancó también, y así continuó, uno detrás de otro. Al final, no le quedó ni un solo diente.

Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos Boglár  Fundación Editorial El perro y la rana (Caracas, 2015).


********* De pueblos hermanos

LA MANCARITA DE COLOMBIA (Gilberto Antolinez)
Muy próxima a la mujer del catey se muestra la famosa  Mancarita de la provincia de Guanenta, que los campesinos dicen es una mujer salvaje, con una sola mama en la  mitad del cuerpo, el cuerpo peludo como el de los animales selváticos, y los pies vueltos hacia atrás. Habita en las selvas y por la noche se le oye gritar en tono lúgubre y prolongadamente; a veces se acerca a las viviendas humanas. Algunos afirman que es tímida y huye apenas percibe algún ruido de gente o de perros; otros aseguran que roba niños y aun los hombres. Los hábitos biológicos atribuidos al sobredicho “asombro” femenino, corresponden muy bien a los que muestra el oso frontino de los andes: timidez, retraimiento en la soledad, vivienda en la espesura de la selva, no agresividad; mientras que es calumnioso de niños o de hombres adultos, ya que el salvaje es un oso fructífero y amigo de la miel silvestre, que nunca prueba carne de ninguna clase. 
En los páramos de Santander, opinan que la Mancarita es aficionada a bañarse en lagunas de serranía, las cuales por eso mismo deben considerarse encantadas y frecuentemente visitadas por una  fauna de características extrañas. La Mancarita de Santander es un “salvaje” que imita la voz del hombre, los gritos de la mujer y el llanto de los niños para engañar y atraer a la gente y llevarse el niño a donde nadie pueda saberlo. Regularmente anda de noche y en la espesura de los bosques; pero yo nunca me encontrado con la tal Mancarita, ni recuerdo haber oído sus voces. Así le habló un campesino santanderino al citado escritor colombiano Arias. Otro, su paisano, don Samuel Ortiz M , de Bucaramanga, relaciona el temeroso grito nocturno de la Mancarita con el canto de la clueca del “suruiucu” o mochuelo, ese ominoso ser que vive en Venezuela llamamos “zorrocloco”.
En las leyendas venezolanas de Occidente, y en la de los Llanos, el salvaje macho es ladrón de mujeres, a las que toma por mujer y les hace hijos, manteniéndolas en cautividad en lo alto de los árboles y haciéndoles imposible la huida mediante el recurso de lamerles las plantas de los pies con su carrasposa lengua con que le produce una permanente inflamación. Esta calumnia tiene base real donde se apoyó la imaginación para construir el mito: el oso frontino sabe hacer ramosos nidos de hojas en los bosques, los cuales se parecen extrañamente a esas habitaciones que algunos indios americanos sabían construir para defenderse de enemigos humanos y de fieras. Ya Humboldt sospechaba que las leyendas americanas del salvaje se referían a la existencia de un gran oso de vida silvestre y habitación arbórea.

LAS SIGUAPAS DE CUBA Y DOMINICANA (Gilberto Antolinez)
Si el aspecto físico del mítico salvaje ha sido construido por el pueblo a expresas del oso frontino, de anteojos o salvaje, el grito plañidero y nocturno que se le atribuye ha sido robado al mochuelo zorrocloco que en las Antillas porta el nombre de la “siguapa”.

“Ciguapa” o “Siguapa”, dice Maralet, es en Santo Domingo “mujer fabulosa de las aguas”. Pero esta voz se deriva del antiguo nahualt mejicano en donde proviene de “cihuatl”, mujer y “apan” sitio de aguas; esto es, se trata de una mujer de las aguas. En las Antillas abundan palabras del náhuatl referentes a mujer mística del bosque, como la “ciguanaba” y la “Ciguamonta”. De esta manera ha descrito Moralet a las famosas y traviesas siguapas. 
Desde los archivos míticos de los indios cubanos viene la idea del ave nocturna de ese nombre, que se manifiesta en horas diurnas bajo un aspecto  semihumano. “Su forma es la de un hombre pequeño, por supuesto, indio y no hay cosa más linda que la hembra de nuestro desconocido prójimo. No se distingue por su grande cabellera porque está provisto por el contrario de un vello lustroso y semejante al terciopelo, que la cubre desde los pies a la cabeza. Las costumbres de la siguapas son a la inversa del oso jigües; viven en el fondo de los bosques y con preferencias en las altas sierras de la provincia de Cuba en la cercanías de Holguín y del Bayamo”. Enamoran y roban a los mozos. Los machos y las hembras danzan en los bosques en interminables “areitos”, o sea, danzas al son del tamboril, de la marca y el “sibuluiti” de los indios taínos. No obstante su amorosa ternura y su lubricidad encantadora, dicen que las siguapas terminan por succionarles la sangre a sus amantes, como la mujer del Catey de nuestro estado Trujillo. Seguramente que cuando la recolección folklórica se intensifique en ese territorio de Venezuela, se hallarán relatos en donde la Catey, para cautivar a su futura victima masculina, y enloquece previamente con excesos sexuales, tal como se cuenta en Yaracuy de las mujeres lúbricas del reino de María de la Onza. Aunque esa medio mujer de Trujillo es fea, tiene de común a la siguapa, del oso frontino salvaje de los Andes, que también existe en las montañas de Cuba y es emparentado por los campesinos al mito de la siguapa de la selva.

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