Llanera de Píritu, Portuguesa, en el archivo de la Alcaldía de Esteller
APARECIDA DEL ESPEJO (Mercedes Franco)
Una familia de La Pastora, un barrio
caraqueño de los más antiguos, se mudó a una casa vieja. No tenían muebles y la
dueña de la casa decidió venderles algunos de los que amoblaban la casa. Se
quedaron con las camas, unas cuantas sillas y una peinadora antigua, con un
buen espejo. Aquella misma noche, cuando la nueva dueña fue a peinarse, vio
reflejada en el espejo la imagen de una muchacha rubia y pálida. Esa noche
durmió con sus hijos y al amanecer puso inmediatamente en venta el mueble
embrujado. Lo compró una vecina, quien también lo vendió porque cada vez que se
miraba, veía el rostro de la aparecida del espejo. La peinadora antigua fue
pasando de mano en mano, hasta que no supo más de ella. Tal vez se encuentre en
alguna venta caraqueña de antigüedades.
ARAGUATO DIABÓLICO (Mercedes Franco)
Un cazador en Viernes Santo es algo inusual
en Venezuela, donde tradicionalmente, los días de la Semana Santa ni se caza ni
se pesca. Se descansa y se asiste a los oficios religiosos.
Pero hubo un hombre en el Llano que resolvió
cazar justamente el Viernes Santo. No tuvo mucho éxito, pero logró cazar un
araguato. Todos se rieron de su poca suerte, pero él, sin inmutarse, le quitó
la piel al animal y lo puso a asar a la parrilla. Mientras jugaba dominó con
sus amigos, el araguato se levantó de la parrilla, vistió de nuevo la piel de
la cual lo habían despojado y se presentó ante el cazador. Con horrible gesto,
y diabólica expresión, se rió de él y le advirtió que lo esperaba ese mismo día
en el infierno. Luego, para asombro de todos, se perdió en el monte. Según la
leyenda, el hombre murió aquella misma tarde.
ÁRBOL ENCANTADO DE PARAGUACHÍ
(Mercedes
Franco)
En el pueblo de Paraguachí, en la isla de
Margarita, existe un árbol que encierra el espíritu de una joven mujer. Dicen
que su tronco recuerda las armoniosas formas femeninas, y que quienes pasan por
allí oyen risas y canciones de amor. En tiempos de la colonia una joven
caraqueña pasaba una temporada en la finca paterna de Paraguachí. Conoció a un
gallardo peón de la hacienda y entre ambos surgió un amor puro y secreto. Se
encontraban en la playa o en la montaña.
Quiso la fatalidad que el padre de la
muchacha se enterara de aquellos amores clandestinos. No podía permitir que su única
hija se casara con un campesino. Para terminar con el idilio, le dijo a la
joven que el objeto de su amor era su hermano. El peón, que lo había oído todo,
se quitó la vida. Lo que había dicho el hacendado no era cierto, pero ya no se
podía hacer nada. La muchacha pidió a Dios que la llevara consigo, o la
convirtiera en algo incapaz de sufrir. Y allá está el árbol. A un lado del
árido sendero al borde del camino soleado y amarillento de Paraguachí se divisa
su tronco viejo, caprichosamente torcido, que recuerda el cuerpo de una mujer.
Dicen que es aquella infortunada joven, que convertida en árbol, ya no sufre
por su triste destino.
LA HIJA DE LA VACA (Jesús Rivas)
Esto le sucedió a mi abuela en La Guama. En
su casa mi abuela tenían dos becerras, una se la regalaron a un compadre y la
otra se quedó sola, entonces mi tío Manuel se encargó de ella enseguida. Era
muy atento con esa becerra, la sacaba a comer, le limpiaba el corral y como él
no tenía mujer, ni hijos se la pasaba con esa becerra, parecía embrujado o
encantando, yo ni sé. Pasó el tiempo y la vaca crece muy bonita y mi tío ahí
pendiente de ella, al poco tiempo se dan cuenta que la vaca estaba preñada y
estuvieron pendientes de ella para que no se aporreara ni nada y entonces mi
tío estaba más loco por esa vaca, le arregló al corral, parecía su mujer y mi
abuelo se puso a pensar en como salió preñada esa vaca, ¿Será que Manuel abusó
de esa vaca?, no puede ser: dijo mi abuela. Pero al tiempo se quedó quieta y no
pensó más en eso. Pasó el tiempo hasta que una madrugada la vaca empezó a hacer
ruidos extraños iba a parir y así fue el becerrito nació enmantillao, se lo
llevan a mi abuela, ella se encargó de sacarlo y cuando ve era una niña, se
sorprendió mucho, pero era tan bonita que la aceptó y le puso por nombre María
Soledad, después mandó a matar a la vaca, no quería que siguieran sucediendo
esas cosas con mi tío Manuel, pero él se perdió y no se supo de él más nunca.
MAGO (Wilfredo Machado)
El
niño con el pote de pega cruzaba la calle, somnoliento, cuando un autobús lo
embistió con violencia, dejándolo muerto sobre la acera. Todos quedaron
conmovidos frente al cadáver del infante. Nadie supo de dónde salió el mago,
quien cubrió el cuerpecito con una sábana blanca. El mago comenzó a realizar
una serie de pases mágicos sobre la sábana que brillaba bajo el sol. Un grupo
enfurecido de los que allí estaba se acercó al mago e, insultándolo, lo golpeó
con violencia. "Qué te has creído" ¡Cabrón! "¿No respetas el
dolor de la gente?" El mago desapareció del lugar antes de ser linchado.
Cuando al fin llegaron los paramédicos en una ambulancia, levantaron la sábana
con cuidado. Algunos curiosos que llegaron tarde sólo vieron la bandada de
palomas que elevaba su vuelo desde la sábana manchada de sangre hacia los
edificios grises. Todos aplaudían con lágrimas en los ojos.
MI ESQUIZOFRENIA (Armando José Sequera)
Mi esquizofrenia va de mal en peor: mi
segunda personalidad dice que, como no se lleva bien con la primera, se aliará
con la tercera para mitigar su soledad. La primera, entretanto, alega que, por
más esfuerzos que hace, no logra congeniar con la segunda, razón por la cual
formará alianza con la cuarta, habida cuenta de que si la tercera se lleva bien
con la segunda, es imposible que se lleve bien con ella. Afortunadamente, me he
podido mantener al margen de esta absurda disputa y no he sido involucrado en
lo que, a todas luces, es una malsana maraña de incomprensiones.
ARTILUGIO
NO GRATO (Eduardo Mariño)
El
carcelero me ha traído un extraño artefacto cúbico. Sabía trepar por las
paredes y emitir raros sonidos, cambiando de color o de cara en que se apoyaba,
solemnemente es la esquinas del techo. En un momentáneo descuido de mi
cuidadosa vigilancia, el indefinible aparato cúbico subió lentamente por el
muro sin proferir sus guturales ruidos y saltó al bosque por la ventana,
emitiendo un largo y satisfecho chirrido, que llamó demasiado tarde mi
atención.
Se
lo comenté al carcelero en su ronda de la tarde, más no se inmutó ante lo
inusitado del hecho, se encogió imperceptiblemente de hombros y prometió
conseguirme uno para mañana si tanta era mi inquietud.
Sólo
me queda esperar.
ENCANTOS Y DESENCANTOS POR LOS DUENDES
(Luis Arturo Domínguez)
El duende, espíritu elemental y por esa
naturaleza, tiene el poder de encantar al hombre, y ejerce esa potestad cuantas
veces se le presenta la ocasión. Hay la creencia de que si un hombre toca a un
duende, inmediatamente es fascinado por éste, y si un duende tienta a una
persona, ésta es fascinada de inmediato
por tal ente. Entonces el duende se lleva al hechizado al lugar en donde él
reside o sitio encantado, que bien puede ser una cueva, un palacio o un paraje
incognito en una espesa montaña. Existe también el convencimiento de que la
persona encantada puede salir de aquella residencia maravillosa con permiso de
que nos e deje tentar por ningún ser humano, pues si esto ocurre, se desencanta
y nunca más vuelve al sitio encantado, y en tal caso el duende le aplica la
sanción al desencantado que consiste en convertirlo en algún animal irracional,
que bien puede ser un alacrán, un cachicamo, un conejo, una lapa, un venado o
una serpiente venenosa.
En la Sierra de Coro y en otras montañas de
Venezuela existen numerosas cuevas que reciben el nombre de encantos. La gente
supone que aquella persona que logra entrar en uno de esos escondrijos no
regresa a su casa para contar el cuento. En esas gigantescas cuevas naturales,
nos ha informado, viven los duendes y se afirma que éstos son unos seres que
adoptan la forma de un hombrecillo barbudo que usa chancletas de piel de venado
conocidas en varias regiones de Venezuela con el nombre de rajadeos.
Los encantos son grutas de piedra o profundos
sumideros. Esplendido es su interior y su descripción fascina la imaginación de
la gente.
Se cuenta que cuando un chico o una muchacha se
pierden, es porque está encantado. Los padres preocupados por esta inesperada
desaparición de su hijo, acude al padrino de éste porque es el único que puede
sacarlo de los encantos. Para esta suerte de magia, el padrino tiene que ir
solo hasta el sitio indicado; llevar una palangana llena de agua bendita y
después de rezar el Credo y rociar con aquel líquido el ambiente, se acerca a
la entrada del encanto y llama al ahijado por tres veces consecutivas. Afirman
que al tercer llamado, en seguida el niño aparece y lleno de admiración cuenta
a sus parientes y protectores las maravillas que ha visto en el encanto.
En una carta fechada en Caracas el 23 de
marzo de 1977, don Henrique Lander Alvarado, con relación a los encantos, le
escribe al autor del libro El llano y sus costumbres, Jesús José Loreto, lo que
sigue:
“La primera vez que oí mencionar algo en
relación con la actuación de un ENCANTO fue en los valles del Tuy, en 1964 y en
la hacienda Tazón de Cúa y de la cual soy propietario. Corría el mes de septiembre
del mencionado año cuando, en la nombrada hacienda desapareció sin dejar
rastros de ninguna naturaleza una niña de tres o cuatro años de edad, hija de
uno de los peores de la hacienda. Padres, abuelos, parientes, amigos y vecinos,
y hasta la Policía Técnica Judicial practicaron una búsqueda minuciosa sin que
hasta hoy nadie haya encontrado el más pequeño indicio del posible paradero de la criatura, del
mundo tomado por ella o sus captores o el de sus restos mortales si es que
pareció en accidente o fue asesinada. Increíble pero verdad”. Y prosigue: “ Para mi gran sorpresa y
estupefacción , una vez perdidas las esperanzas de poder en alguna forma
esclarecer el misterio de la desaparición, los padres, abuelos y parientes de
la criatura aceptaron con verdadera resignación cristiana lo sucedido y para lo
que mí fue el colmo de los colmos, achacaron la desaparición de la niña a un
ENCANTO que según ellos habita y recorre la Quebrada de Aniagua, de aguas
cristalinas que corren entre frondosos
árboles y grandes peñascos, muy cerca del lindero Sur-Oeste de mi citada
hacienda. Esta fue la primera vez, como digo antes, que me entere de nuestros
campesinos. La segunda se la debo su mencionada crónica…”
Como bien puede observarse en algunas
regiones del llano se denomina encanto al duende, y el escritor Jesús José
Loreto Loreto, con lujo de detalles, nos habla de “El encanto de La Ollita”,
“El encanto de Raudal” y “ El encanto del Cerro de la Campana”, en su libro
antes citado.
HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
(Algunos Cuentos)
1
Había una cruz
en La Cruz de Belén, otra en La Cruz del Zorro, otra en La Cruz Píritu¸ otra en
La Cruz de Pacheco, esto es al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, sin contar las tres de El Calvario, donde se
rascaban el lomo los chivos en caso de necesidad.
Qué nos iba a
pasar.
Cuando a las
cruces se les podría la pata Pedro Iginio labraba otras que pagaban las rentas
y las viejas las cogían para leña. A este humo y a esta lumbre le atribuían
muchos bienes. Quienquiera que a su rescoldo mantuviera ya no se moría de males
del cuerpo, ni de entuertos ni de acechanzas ni de maldades. Concho Guaita no
lo creyó porque para la fecha de este conocimiento Concho Guaita había
sustituido su Dios.
4
Los cuatro
Teclos eran Juliá el padre, la madre, os hermanos, los hijos y la tristeza. Dos
personas en total, se creía.
El bajo de
Cuatro donde vivían se volvían un mar en tiempo de agua y un desierto en época
de sequías, pero eso último no ocurría casi siempre sino todos los años.
Los teclos
eran una gente despegada del suelo y parecían sostener el cielo como las
cumbreras el peso de a techumbre.
7
Ur el
titiritero sólo disponía de su estructura bronquial deficiente y de sus
muñecos. Uno de esos muñecos tiene senos de trapo y Ur cobra por acostarlo con
los niños que aspiran perfeccionarse en el amor.
8
A Francisca
Quintero Bocaetubo, la muy hijaeperra de Cariaco, Bombilloeburdel le cambió el
armador padentro.
La Bocaetubo,
que no hace sino añorar a su golfo, se tiraba desde el chinchorro con toda su
rabia para recibir el golpe en el vientre, y así escapó de la fatalidad, creía
ella.
Maravilhosos contos! .
ResponderEliminarGosteimuito!