Imagen en el archivo de Enrique Plata Ramírez
Indígenas pemón (archivo de la Etai Pemón Samarayi)
Petroglifo en Cojedes (archivo de Argenis Agüero)
AMALIVACA
Cuando las grandes aguas del Orinoco, el río padre que devoró el mar, inundaron toda la tierra y ahogaron a todas las gentes, apareció Amalivaca con sus dos hijas y Vochi, su hermano.
Llegaron en una canoa y habitaron una cueva en lo alto de los tepuyes hasta donde no habían logrado llegar las grandes aguas.
Muy cerca en otro tepuy, habitaba una pareja, sobreviviente de la caída del Gran Árbol. Cerca de ellos estaba la Palmera o moriche de la vida. Amalivaca les sugirió que tomaran unas pocas semillas y las arrojaran por sobre los hombros. Asombrados, el hombre y la mujer, vieron como de aquellas semillas brotaban otros hombres y otras mujeres.
Quebró después Amalivaca las piernas a sus hijas, para que no pudieran ir de un lado para otro, y las casó con aquellos hombres. La tierra de abajo comenzó a poblarse nuevamente.
Antes de remontar las grandes aguas del río padre, previno Amalivaca a las nuevas gentes sobre unos destructivos y crueles y vengadores hombres barbados que habrían de llegar en el final de los tiempos en grandes canoas.
Y los Karibes se prepararon para recibirlos.
Narrador indígena de Cojedes
KANAIMA
En todas partes habitaba Kanaima, el espíritu
del mal. Los Karibes temen encontrarse con cualquiera de sus manifestaciones.
Solo aquellos que van a morir pueden ver a Kanaima.
Obstinada de los maltratos físicos de Kevei,
su marido, Iroraki esperó a que se durmiera, y con valentía, le asestó un
fuerte garrotazo en la cabeza.
La siguiente mañana la encontraron los demás
guerreros de rodillas ante el chinchorro del fallecido marido. Ella, sin
contener su llanto, les dijo:
-Vino anoche, sigilosamente, y mientras
dormíamos, con su gran garrote, Kanaima le aporreó el cráneo a mi dulce
marido.
KUAY MARE
En el principio de los tiempos reinaba el
caos. Y sobre el Gran Mar de Arriba
moraba el misericordioso Kuay Mare, padre de todo lo creado.
Se entretenía el Gran señor moldeando figuritas con los frutos de la Palma de
Moriche. Los creaba, según su semejanza, varón y hembra, y poniéndolos sobre
una curiara, en el Gran Mar de Abajo,
soplándoles los ojos les trasmitía el aliento y con ello la vida. Los Karibes
comenzaban a poblar el Gran Mundo de
Abajo.
Una tarde, Koroata, su mujer, viendo acabado
el maíz para hacer el pan y terminada la leche para darle a sus hijos le
recriminó:
-Deja ya tanta holgazanería, que nada bueno
sacarás de esas figuritas. Mira que tus artilugios no nos darán de comer. Anda
al campo, recoges el maíz, ordeñas la
vaca y das de mamar al becerro.
Y al séptimo día hubo Kuay Mare de suspender
la creación del universo, para salir en busca de la mazorca y de la leche y con
ello aplacar la cólera de su mujer.
WAZACÁ, EL ÁRBOL DEL MUNDO
Más allá del Gran Valle del Karoní, Más allá
del Auyan-Tepuy. En los límites mismos con la espesura de la selva, se hallaba
el gran Wazacá o Árbol del Mundo, que daba toda clase de frutos con los cuales
e alimentaban los hijos de Kuay Mare.
Un día el orgulloso Ma´Nápe quiso derribarlo
para así no tener que subir más hasta lo alto de sus ramas en busca de los
apetecidos frutos. Pese a las advertencias de su mujer, como pudo, logró
derribar al gran árbol y éste, en su caída, destrozó buena parte de la tierra y
levantó el inmenso cerro del Roraima y a todos los tepuyes, hasta donde huyeron
unos pocos güaraos, y desvió las aguas del gran río que se tragaba al mar y
estás comenzaron a inundarlo todo.
Los hombres y las mujeres y los niños y los
ancianos murieron ahogados. Sólo lograron salvarse los pocos que subieron hasta
los tepuyes.
Desde entonces, como castigo del gran dios
que habita en el Mar de Arriba, el gran árbol del mundo se perdió y los hombres
y mujeres comenzaron a padecer un hambre infinita. Y por ello deben trabajar
para alimentarse.
CACERÍA
Dijo el hombre: Voime a la montaña a cazar.
Respondiole la mujer: -Ve, y consigue para mí
la mejor pieza.
Fuese el hombre y cazó la bestia más extraña
vista a sus ojos y regresando se la
ofreció a su mujer, como se lo prometiera. Ésta, intrigada le preguntó:
¿Qué animal es este?
Respondiole el hombre pleno de
incertidumbres:
-Antes de atraparla me ha dicho que su nombre
es amor. Tú, condiméntala bien y por nada del mundo permitas que las brasas la
quemen, de lo contrario podrías perderla.
Maliciosa, la mujer sonrió, y entre divertida
y curiosa se llevó su pieza de amor, pensando solucionar mil interrogantes que
le acosaran.
Dijo el hombre: -Voime a dormitar. Vela tú
por el amor.
Respondiole la mujer: -Ve y descansa que yo
velaré por nuestro amor.
Durmiose el hombre y tuvo una extraña
pesadilla. Al cabo de un rato despertose sobresaltado, y malos presentimientos
le acosaron al escuchar leves murmullos merodeando su hogar. Con sigilo se
levantó, tomó la lanza e imprevistamente
atravesó la pieza de amor que su mujer acabara de ceder a otro cazador.
Nota: Textos transcritos de Territorios sagrados y otros espacios cercanos de Enrique Plata Ramírez, publicado por El perro y la rana y Casa Tomada (Caracas, 2011)
Me encantan estas leyendas, Isaías, gracias por ofrecérnoslas. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMe ha entretenido y obligado a utilizar mis evocaciones por el Estado Bolívar. ¿Son originalmente tuyos? Ante cualquiera de las dos respuestas, me atrevería a darle una tercera leída. Gracias te doy por compartirlas.
ResponderEliminarQue puta madre esto es de Venezuela apoyo a venezuela desde mexico
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