Hermanas aborígenes en el archivo de Diego Escobar
Tres cuentos guaraos
UN MOSQUITO HOMBRE
En una ranchería sumamente numerosa, vivía
una india joven muy robusta. Un mosquito que la vio, deseando chuparle la
sangre, se convirtió en un joven guarao y la tomo por mujer.
La india estaba siempre muy gruesa; en cambio
su marido, el mosquito, estaba siempre muy flaco.
Por la noche, al acostarse, dijo el joven
guarao a su mujer: “cuelga tu chinchorro cerca del mío y duerme tranquila cerca
de mí” la pobre india, sin saber que era un mosquito convertido en guarao e
ignorando sus intenciones, colgó allí cerca su chinchorro y se entregó confiada
al sueño al lado de su marido. Esto, cuando la vio profundamente dormida, se
levantó y le chupó casi toda la sangre.
A la mañana siguiente, amaneció la india muy
flaquita; en cambio, su marido, el
mosquito, estaba muy grueso henchido de sangre. Poco después del desayuno
empezó la india nuevamente a engordar y a la hora de la cena ya estaba en su
estado normal; pues por medio de la mucha comida había recuperado la sangre. Su
marido, por el contrario, oscurecía extenuando y flaquito, porque durante el
día se le iba agotando la sangre.
Llegada otra vez la noche, el indio mosquito
aconsejó de nuevo a su mujer que se acostase a su lado y, mientras ella dormía,
volvió a chuparle la sangre. Así estuvieron varias semanas, engordando la mujer
por el día y enflaqueciendo por las noches, y su marido engordando por las
noches y enflaqueciendo en el día.
Una vez amaneció la mujer extremadamente
flaca; al verla, el indio de la ranchería le preguntó: ¿Qué te pasa durante la
noche que todos los días amaneces tan delgada? “No sé lo que me pasa, contestó
la india; desde que mi marido me manda a dormir a su lado amanezco sin fuerzas
y extenuada”
Al oír esto empezaron los indios a sospechar
que ese hombre no era un guarao, sino que era algún mosquito bravo convertido en
forma de hombre, para poder chupar cuanta sangre quisiera a la india, mientras
dormía.
Una noche, antes de acostarse, llamaron
aparte a la mujer algunos indios y le dijeron: mira; “Tu marido no debe ser un
guarao; debe ser algún mosquito y mientras tú duermes te chupa la sangre si
esta noche te manda a dormir cerca de él cuelga el chinchorro y te acuestas;
pero vigila lo que hace y no duermas.
A la
hora de acostarse, la india estaba ya gruesa y el indio mosquito flaquísimo.
Este mandó a su mujer que se acostara allí cerca y ella colgó junto a él su
chinchorro como todos los días; pero fingiendo que dormía, no durmió nada. A media noche, creyendo el mosquito que su
mujer estaba dormida, se levantó del chinchorro y empezó a chupar la sangre. La
india, al sentir la picada, gritó a los otros indios diciendo: Mi marido me está
chupando la sangre; vamos a matarlo. “como el mosquito no había chupado nada
todavía y aún estaba sin fuerzas, la india sola lo mató y lo deshizo en
pedazos. Una vez descuartizado, lo metió
en el fuego y lo convirtió en cenizas cogió éstas en una totuma, salió fuera del rancho, las
sopló en todas partes, al mismo tiempo
que la india muy brava decía: “Estas cenizas se convertirán en zancudo, en
golofas, en moscas en tábanos y en todas clases de plagas.” así sucedió, pues
al día siguiente era tal el número de
zancudos, golofas, moscas negras, tábanos y demás clases de plaga inundaron
aquellos lugares que los indios, no pudieron soportarlos, fueron a vivir a otra
parte.
Aquella noche durmió tranquila la mujer y
amaneció en su estado normal de robustez. Desde entonces, nunca más volvió a
tener marido que le chupara la sangre.
Si aquella india no hubiera esparcido por
todas partes las cenizas de aquel mosquito, no habría tanta plaga; pero hay
muchas moscas, tábanos, golofas y mosquitos bravos, porque aquel mosquito era
el padre de toda la plaga.
EL DUEÑO DEL SOL Y EL MOTIVO DE SU CAMINAR
DESPACIO
Hubo un tiempo al principio en el que el sol no alumbraba; pues un hombre
dueño de él, lo tenía escondido en una bolsa, y ese hombre vivía en las nubes,
hacia el Oriente.
Supo un indio que ese hombre tenía el sol
escondido y le envió a su hija para decirle que lo sacara y lo enviara en el
cielo a fin de que alumbrase a todos los hombres.
Cuando la india iba por el camino, le salió
al encuentro un joven que la detuvo mucho tiempo y hasta llegó hasta donde
estaba el dueño del sol y le dio el encargo de su padre. Él, sin embargo no dio
crédito a las palabras de la india, y después de haberle faltado a la
consideración debida la despidió, regresando ella a la casa de sus padres sin
haber conseguido nada.
Cuando contó a su padre los percances del
camino, no solo no desistió de su empeño, sino que mando a su hija menor con el
mismo encargo. Fue la muchacha hacia el origen y aunque nadie salió a
molestarla en el camino, cuando llegó a la casa del dueño del sol, fue
molestado por él mismo que su hermana.
En vista de que nada conseguía antes de
regresar, le dijo resulta:” ¿por fin, no vas a descubrir el sol…?
Al tiempo que esto decía, vio una envoltura o
bolsa rara colgada en la pared de la casa. Al notar el dueño del sol que la
india miraba con mucha atención, le dijo con mucho interés ¨no toques eso ¨.en
el modo de hablar de aquel hombre, entendió la india que allí tenía el sol escondido.
En el modo de hablar de aquel hombre,
entendió la india que allí tenía al sol escondido y sin hacer caso, con mucha
rapidez, rasgó de un tirón aquella gran bolsa y empezaron a extenderse por
todas partes los rayos del sol.
Cuando el hombre vio que la muchacha
había descubierto su secreto, puso el
sol hacia el oriente y mandó colgar la bolsa hacia el poniente. Con la luz que
le daba el sol, brillaba ella también y quedó convertida en Luna.
La india regresó a casa de su padre y le
contó cómo había logrado descubrir el sol. Ambos lo estaban contemplando y a las tres horas se escondió.
Viendo el indio que apenas había alumbrado el
sol por espacio de tres horas, llamó a su hija y le dijo: vete otra vez al
oriente y espera allí al sol cuando vaya a salir mañana le amarras por detrás
un morrocoy para que vaya más despacio
Salió la india de su casa, llevando un
morrocoy en la mano. Cuando a la mañana siguiente iba salir el sol, se lo
amarró por detrás y no tuvo otro remedio que caminar mas despacio, tardando
aquel día en hacer su recorrido como unas doce horas.
Desde entonces, el día dura doce horas y
desde esa fecha hay sol.
DONDE LOS INDIOS EXPLICAN EL ORIGEN DE ELLOS
Y EL FUEGO
Al principio, no había indio alguno aquí
abajo en la tierra; todos estaban arriba en las nubes allí cazaban mucho, y
eran tan buenos tiradores, que rara vez fallaban el tiro de la flecha.
Un día, sin embargo, que oyeron cantar en el
aire a un pájaro llamado ¨Quiriquiri¨, un indio le disparó la flecha, pero como
acertó bien, atravesó aquel suelo y vino a caer aquí abajo en la tierra.
Entonces, agrandó un poco el agujero por donde había pasado la flecha para
buscarla, miró aquí abajo y quedó maravillado de la abundancia y variedad de
cosas que estaba viendo.
Ese guarao tenía una mujer muy gruesa y
próxima a dar a luz. Fue a ella y le dijo: yo voy a buscar mi flecha; dentro de
cuatro días volveré. Dicho esto, tiró un mecate larguísimo por aquel agujero,
se descolgó por él y llegó con felicidad a la tierra.
Después que buscó la flecha empezó a caminar
de un lado para otro y encontró mucha abundancia y variedad de comida: pescado,
yuruma y casabe. La yuruma era tan abundante, que alrededor de cada moriche
había cantidad suficiente como para llenar un gran mapire.
El guarao, a pesar de que había tantos
alimentos, comía muy mala comida; pues como no había fuego, tenía que contentarse con asarla al sol, el
cual era entonces muy ardoroso.
Como así no cocinaba bien, un día llamó al loro
y le dijo: Vete a buscar un sapo, pícalo y tráeme fuego. Fue el loro, picó al
sapo, pero nada consiguió. Por segunda vez mandó el indio al loro que sacase
fuego del sapo; pero sólo pudo conseguir al picarlo quemarse un poco el pico.
Como nada conseguía, preguntóle el guarao: -¿Dónde está el sapo?
-Debajo de un moriche en el centro del
morichal.
Encaminóse hacia allá el indio, subióse al
árbol, y al cortar un gran racimo, lo dejó caer sobre el sapo, el cual quedó
con el golpe medio aplastado y empezó a despedir humo. Al poco rato, el sapo se
fue poco a poco a la sombra de un árbol, que produce la fruta llamada ¨mugi¨.
Subió el indio al árbol, cortó un racimo y al caer encima del sapo, este
despidió un fuego tan grande y violento que abrasó toda la tierra.
Ese fue el primer fuego que hubo en la tierra
y de él proviene todo el que hay actualmente.Con este fuego pudo el indio cocinar a su
gusto comida suficiente y muy sabrosa.
A los cuatro días se encaramó por el mecate y
volvió a subir. Apenas llego, dijo a los otros indios: ¨Ine joaica jobaji
yaqueraje miae¨.¨ Yo he visto allá abajo una tierra muy buena. Donde hay mucha
y muy sabrosa comida. Vámonos allá¨.
Hicieron el agujero un poco mayor, echaron
una cuerda muy fuerte y larguísima, una de cuyas puntas amarraron bien arriba y
la otra tocaba en el suelo, y por ella se fueron descolgando indios e indias
uno por uno.
Cuando habían ya descendido bastante número
de guaraos, le tocó a la vez a la mujer del indio que vio primero la tierra;
pero como estaba muy gruesa, al pasar por el agujero del cielo lo tapó y no
podía salir ni para abajo ni para arriba. Como todavía quedaban más guaraos que
tenían prisa por bajar, empezaron a darle pisotones, pero lo que hicieron
fue apretarla más, dejando el agujero
definitivamente tapado. De tanta fuerza que hicieron sobre ella, le sacaron el
intestino el cual quedó colgando del cielo, convertido en una estrella grande.
Esa estrella grande es el lucero que se ve por la mañana.
Por eso, los indios, cuando ven esa estrella brillante
por las mañanas, dicen: ¨Por allí bajaron los indios que la poblaron¨.
De esa manera, hubo indios y hubo fuego.
Nota: Textos transcritos de Leyendas Indígenas Venezolanas de Carmela Bentivenga de Napolitano, publicado por la Editorial Biosfera (Caracas, 2007)
Historias preciosas
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