Muy lejos de
la tierra y por encima de ella está el
mar de arriba que es color azul y tiene agua del fondo cuajada y espesa
para que no pueda derramarse sobre el mundo habitado por los guaraos.
Los cerros y
las montañas de arriba se ven desde aquí como nubes blancas, y en ellas tienen
los zamuros sus conucos, en los cuales cultivan yuca, ñame, plátanos y otros frutos,
cuyas semillas fueron arrojadas desde allí a los hombres hace muchas lunas por
el gran zamuro Kokou, y por eso las gentes poseen desde entonces conucos
iguales a los de aquella tierra.
El gran
zamuro blanco Bure-Kua-mana manda sobre todos los demás, que salen a pasear y a
pescar en su curiaras por el mar de
arriba.
Antiguamente
solo allí buscaban sus presas, pero Bure-Kua-mana se enemistó en cierta ocasión
con un güisidatu y a partir de aquel
momento envía a los zamuros a
devorar a la carroña de la tierra.
Entonces las gentes los ven como aves, pues en sus montañas son guaraos los
mismos que los habitantes de los caños.
Todo lo que
pescan los zamuros y lo que recogen de sus plantaciones lo entregan luego al
gran espíritu Kuai-Mare, del que son servidores y amigos.
A este
espíritu se le llama de muchas maneras, como Ka-nobo, que quiere decir nuestro
abuelo; Aidamo, que significa señor; Jebu, espíritu y Güisidatu-Arotu o dueño
de los güisidatus. Pero su verdadero nombre es el de Kuai-Mare, o sea el feliz
que habita arriba.
Kuai-Mare
vive en el Joebo, que es un lugar que está situado en el mar de arriba y al
cual van a descansar las sombras de todos los güisidatus de la tierra. Allí
tiene el gran Jebu una hermosísima casa, en la que también vive su padre Jololi, su madre Yajuma, sus dos mujeres Korata
y Koratari, y muchísimos hijos, uno
de los cuales, uno de los cuales llamado Kuai-Nasi, tiene la cabeza tan pequeña
y reluciente como las cuentas de los collares que los guaraos se ponen para
adornarse el cuello.
Kuai-Mare es
parecido a un guarao, pero es muy blanco y su palidez se refleja por las noches
sobre el agua de los caños haciéndolos transparentes y luminosos.
Los ojos del
Jebu son muy grandes y relumbran como si fuese de fuego. Sus cabellos, largos y
suaves como chorros de rubia miel, le caen por encima de los hombros.
Sus orejas
son enormes y le cuelgan a lo largo del cuerpo, una por el lado del poniente y
la otra por el del oriente. Las lleva adornadas con preciosos zarcillos, los
cuales brillan como el oro y la plata.
Con estas
orejas gigantescas Kuai-Mare puede oír el rumor de la brisa por entre los
árboles, el ruido del agua contra las rocas, los gritos de los arrendajos, el silbido de las
serpientes los rugidos de las bestias feroces, las voces que se escuchan en las
regiones de arriba, las que llegan de debajo del agua, y todas las palabras que
dicen los hombres que habitan sobre la tierra.
No lleva Kuai-Mare
solamente un guayuco como los guaraos, sino que va cubierto de una larga túnica
que le baja hasta los pies, y que esta tejida con finísimas fibras. Cuando el espíritu se mueve, su blanca
túnica flota y cruje en el aire, produciendo esa brisa que agita el agua de los
caños y que levanta la niebla por encima de los arroyos.
Las manos de
Kuai-Mare son largas y blancas, y lo mismo son sus pies, con los que al pisar
hace estremecer la tierra, desprendiendo las rocas de los cerros y haciendo
crepitar el tronco de los viejos árboles de la selva.
Es este gran
Jebu el más poderoso de los espíritus, porque ha creado todas las cosas que
existen y también a los otros jebus o espíritus malos.
Son, pues,
hechura suya el jebu Betere, dueño de los vientos fuerte, de los grandes
huracanes y de los terremotos. Este espíritu tiene forma de un guarao y siempre
lleva la cara tapada con las manos para que no se le escape el viento que lleva
dentro de sí. Cuando separa las manos de la boca, vienen los ciclones sobre la
tierra y todo lo arrasan.
Otro mal
espíritu es Juluna, que es el jebu de los ataques. Cuando Juluna avanza sobre
los poblados y se apodera del cuerpo de algún guarao, éste siente unas
terribles convulsiones que lo hacen revolcarse por el suelo, rechinar los
dientes y arrojar espuma por la boca.
El jebu
Inakilo tiene invadida la tierra en forma de moscas, tábanos, galofas y otros
insectos que revolotean entre las matas, viven en el fondo de las charcas o se
ocultan entre la hierba, mortificando a las gentes con sus terribles picaduras.
Aún existen otros muchos jebus que atacan a
los guaraúnos de diversas maneras, como el pájaro Masisikire, cuyo canto
anuncia la muerte; el Boracire, al que ven solamente los que van a morir; el
Narabao, mal espíritu de las aguas; el Namoni, y el misterioso y terrible
Karibe, que es unas veces hombres, otras mujer y otras tigre, y que baja de
tiempo en tiempo hasta el Orinoco a comer pescado fresco y roba a los pequeños
guaraúnos que encuentra a la orilla de los caños.
Cuando los
jebus quieren beber se lo piden al piache durante la noche, y éste, al
despertarse, llama a los guaraos y les dice:
-Mis jebus
tienen sed y quieren kasirí. Mañana, con el nuevo sol, tenéis que hacerlo.
Y al
siguiente día, mientras en la ranchería todos se afanan preparando varias
totumas de kasirí, el piache coge la maraka sagrada y la mueve hacia un lado y
hacia otro avisando a los jebus que viven debajo de la tierra; luego a los
espíritus de los karekos, que están ocultos dentro de las misma maraka y son
unas piedrecitas blancas y redondas escogidas en los ríos, consagradas por el
humo del tabaco, la saliva y la sangre del piache, y transformadas con palabras
misteriosas en espíritus pertenecientes al Joebo.
Llama por
último el piache a los Mejocoji que en aquel momento se encuentran más cerca.
Estos espíritus son las sombras de los muertos, que aparecen a los guaraos
vivos durante el sueño, y habitan en el cuerpo de algunos pájaros o animales
que se llaman brujos, o dentro de los huecos abiertos en la corteza de los
árboles.
Así, pues,
desde los viejos troncos o por entre las hendiduras de las rocas; de las
cavernas profundas de las montañas y del fondo de los arroyos y caños van
surgiendo los espíritus convocados por el repique de la maraka y acudiendo en
tropel al estómago del piache, donde se sientan cómodamente esperando el
kasirí.
Cuando el
piache comprende que todos los jebus avisados están dentro de su estómago, deja
de tocar la maraka, y entonces se le acerca un guarao y le ofrece la bebida en
una totuma nueva, rebosante de kasirí. El piache bebe de ella lentamente hasta
el final. Luego vuelven a llenársela una y otra vez, y así se bebe cinco
totumas repletas, al acabar las cuales, los jebus aposentados en su estómago
están ya completamente borrachos y cantan con vocecilla chillona:
Nosotros
estamos borrachos, nosotros
estamos borrachos.
Entonces los guaraúnos acuestan cuidadosamente al piache en un chinchorro nuevo y cómodo, para que duerma tranquilo y no tenga motivo de enojo contra ellos.
Y, seguidamente, todos beben hasta quedar completamente embriagados.
Cuando al
otro sol el piache se despierta, les dice a las gentes:-Si no
hubieras hecho el kasirí a mis jebus, todos vosotros estaríais ahora muertos.
En tanto,
allá arriba, durante soles y lunas seguidos, Kuai-Mare permanece en la misma
postura, sentado en su trono refulgente y apoyándose contra el respaldo, con
las manos cruzadas por detrás de la nuca. Así contempla la vida de las gentes
de la tierra y la de las redondas familias de estrellas que habitan cerca del
Joebo.
El espíritu
es amigo de los buenos guaraos y sólo castiga a los malos en vida y aun después
de de muertos. Pero algunas veces se enoja contra las gentes, y entonces viene
la lluvia y habla entre las montañas con palabras de trueno que retumban en el
fondo de los caños, arrojando luego palos sobre las matas y las personas, y
alzando piedras de fuego que incendian árboles.
Entonces el
güisidatu sale a ahuyentar a las nubes. Las sopla con su aliento y las conjura
con las manos abiertas y con la intención de su mirada, mientras dice: Márchate,
lluvia; márchate, lluvia. Acábate,
lluvia: acábate, lluvia.
En otras ocasiones el furor de Kuai-Mare es tan grande, que se levanta de su trono y se pone a pasear por los caños revolviendo las aguas.
Se eleva
entonces el gran Orinoco hasta cubrir casi las más altas rocas que sobresalen
de su superficie; se desbordan los ríos y el agua empapa y envía sobre los
poblados a los malos jebus de la fiebre, que atacan a los niños, mujeres y
hombres guarúnos, los cuales se mueren lentamente dentro de sus chinchorros,
viendo crecer el agua del invierno y avanzar por entre los caños más anchos a
los grandes manatíes.
Cuando esto
sucede, los güisidatus se dirigen al Jebu a ja-noko o Casa del Gran Espíritu, y
sacan de sus cajas o toro-toros las marakas sagradas, para preparar la fiesta
del Ka-nobo.
Se arranca
la hierba crecida y la broza que obstruye el camino de la Casa del Jebu y se
limpia la plaza que hay delante, levantado luego allí una pequeña choza para
guardar el harina, de las ofrendas.
La fiesta
está dedicada a la resplandeciente Yajuma, madre de Kuai-Mare, para que ella
pida al espíritu que de fin a las calamidades enviadas sobre los guaraúnos.
Bien de mañana se hacen las tortas de yuruma,
las cuales se depositan después en el Jebu a ja-noko hasta la noche.
Y en cuanto
el sol deja de iluminar las palmeras y el agua de los caños empieza a reflejar
la claridad del gran espíritu, el güisidatu, seguido de todos los guaraos, se
acerca a la Casa del Jebu, y se detiene ante ella para dar principio a la
fiesta de Ka-nobo o de Idamotuma, que quiere decir de nuestros antepasados.
Todos los
guaraos se adornan para esta ocasión con largas plumas en la cabeza y se
colocan brazaletes en las piernas, debajo de las rodillas y en los tobillos; se
pintan las orejas, la nariz y los labios de rojo oscuro y los salpican luego de
lunares blancos y de un color rojo más vivo. En el resto del cuerpo se marcan
líneas rojas y azules.
Cuando ya
están reunidos en la plazoleta, el güisidatu se sienta encima de un tronco y se
fuma lentamente su tabaco; luego coge la maraka y la mueve de cierta manera a
la vez que empieza a cantar, invitando al espíritu a que se presente para comer
todo lo que se le ha preparado.
En cuanto
acaba la canción, alza la maraka lo más alto que puede y la suena con energía
para llamar la atención del espíritu. Luego la baja y se le acerca a la boca,
escuchándose entonces la voz del gran Jebu, que se hace oír a través de los
propios labio del güisidatu con un sonido delgado y tenue, con el que pregunta
para qué se le llama.
El güisidatu
saluda con respeto a Kuai-Mare y le explica cómo la enfermedad y la muerte han
caído sobre rancherías y los guaraos desean que cese su ira y acoja
favorablemente la ofrenda de las yurumas, las cuales le son presentadas en
aquel momento, en medio del silencio y de las salutaciones.
Después que
Kuai-Mare ha aceptado la ofrenda, los guaraos, muy contentos, se reparten las
tortas de yuruma en pequeños pedazos y luego comienzan a bailar el jatabu o
baile de los arcos, al son de la música del esemoy, que es una flauta hecha con
huesos de venado, y beben y bebe kasirí de las grandísimas totumas colocadas en
el centro de la plaza, durante días y noches, hasta ser rendidos por el
cansancio.
Así queda
desagraviado el gran espíritu, que vuelve a sentarse en su trono y refleja la
luz sobre la tierra de abajo.
Y por las
noches, cuando los guaraos miran hacia el Joebo, ven brillar las sombras de los
güisidatus –separadas del cuerpo por la muerte o por haber desobedecido algún
mandato del Jebu-, que ya convertidas en espíritus cruzan rápida y fugazmente
por el mar de arriba como si fuesen estrellas que se corriesen de un lado a otro.
Nota: Este documento fue
tomado de Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela, de María Manuela de Cora, publicado por Monte
Ávila Editores Latinoamericana, Caracas (2005). Transcripción de Isaías Medina
López y Aury Aponte.
que maravillosa historia popular sobre las deidades. me ha gustado mucho y me ha parecido muy interesante y lleno de frescura. muy agradecido
ResponderEliminarhola Isaias, es bella la historia de los mitos indígenas de tu país,hermoso, saludos amigo
ResponderEliminarBueno se podría decir que es un excelente texto ya que podemos ver que los Indígenas tenían una gran fe respecto a su tribu que le gustaban celebrar todas sus fiestas con sus vestimentas cabe destacar que es muy linda la historia, aquí en Venezuela es donde se ha visto las llanuras y los cuentos de coplas mas interesantes.
ResponderEliminarBueno se podría decir que es un excelente texto ya que podemos ver que los Indígenas tenían una gran fe respecto a su tribu que le gustaban celebrar todas sus fiestas con sus vestimentas cabe destacar que es muy linda la historia, aquí en Venezuela es donde se ha visto las llanuras y los cuentos de coplas mas interesantes porque en este texto Bure-Kua-mana manda sobre todos los demás naguara o sea que tienen un lider y pues es interesante los tiempos de antes ya no son como los de ahora porque ahora nadie hace caso en este caso a los padre que vendrian siendo el lìder ya no hacen caso y en el tiempo de antes asi no fuesen sus padres era el lìder y tenian que obedecerlo.La fiesta está dedicada a la resplandeciente Yajuma, madre de Kuai-Mare, para que ella pida al espíritu que de fin a las calamidades enviadas sobre los guaraúno es interesante porque aceptan las ofrendas que hacian.
ResponderEliminarExcelente Isaías!!
ResponderEliminarExcelente! Curiosidades indígenas são muito interessantes!
ResponderEliminarEstou aprendendo muito com estas publicações!