La llanera es fuente permanente de inspiración
LECCION III. Eloy Guillermo González
Confrontamos en
esta lección las manifestaciones directas, legítimas, las más inmediatas del
alma de un pueblo: su poesía, su música, sus leyendas.
Sería casi
imposible precisar la procedencia psíquica de los elementos constitutivos de
esas manifestaciones: sin duda duermen muchas en el fondo de la subconciencia,
tal vez como con legado ancestral; otras son actos de conciencia, sensaciones
presentes: en el momento de la emoción actual, las autosugestiones, las
reminiscencias, las analogías, las comparaciones, todas las heterosugestiones
suscitan, remueven y empujan ese abultado y confuso caudal de la cenestesia,
ese asalto simultáneo de las irradiaciones internas, de los reflejos
tumultuarios, que mueven los labios para el canto, fijan la mirada en las
visiones y agitan las manos para blandir las maracas y puntear el arpa.
En esa posición,
entona el pueblo una elegía a lo que murió o se ausentó, exhala su intensión
presente y saluda confiado y risueño a la esperanza de mañana. De todo el arte
de nuestro folklore
–cantares y corríos, coplas y refranes, apodos y deformaciones, cuentos y
leyendas, supersticiones y creencias–, surge la historia del alma de nuestro
pueblo e insurge su actitud del momento y su posición espiritual frente al
porvenir. La melancolía en sus manifestaciones psíquicas, es apenas saudade, que no lo retiene ni lo
sienta sobre la piedra de los sepulcros; la alegría de su poesía y de su
música, es fresca y olorosa como sus campos, anchamente rumorosa como sus ríos,
y restallan en ella como reflejos sorpresivos, como rápidos vuelos de aves
avizoras, la ironía y la malicia y roncan en los bordones las petulancias de la
varonía. Bajo esa fisonomía,
con esas características, exalta sus dichas, resiste con reciedumbre la saña
del destino, sin que la adversidad logre penetrar hasta los escondrijos de sus
energías; y, sonriente de fe, sabio de la vida, perenne en la esperanza,
imperecedero bajo las pruebas, pasa pacientemente el trance, musitando el
aforismo de mi paisano: detrás de un
cerro, está un llano…
Cada abolengo
étnico ha traído su aporte al arte popular, conformando este producto mestizo,
matizado de paternidades: aborigen, andaluz, africano. El producto sufre las
influencias ambientes y aparecen en las modificaciones, inversiones,
desplazamientos y transformaciones, los proceso de la adaptación. Ha sido el
mismo procedimiento que para el proceso genético; aludiéndolo, escribió
Arístides Rojas: «la imaginación popular que en el extremo sur de Europa canta
a la mujer y al amor, a la familia y a la patria, participa de la claridades
del Mediterráneo, de las tibias y perfumadas brisas del África, y aún del
murmullo de la ola que besa las costas andaluzas y las islas Afortunadas… Así,
el Cancionero popular de España está sostenido, en todo tiempo, por las
bellezas del suelo ibero, por los astros de un cielo azul, constantes
pregoneros de la grandeza nacional, desde el día en que sucumbió el romano en
tierras cantábricas…»
Observa el mismo
Rojas que en el Cancionero español la mujer es el tema ideal, sentimiento
siempre joven que celebra al amor, al hogar, a la patria y que es herencia de
los días caballerescos de las Cortes de amor, de serenatas y alboradas del
bardo y del guerrero al pie de los castillos, o de endechas en presencia de la
serrana y la morisca. En América, en cambio, vino a ser absorbido por la
naturaleza bravía y esplendida, opulenta e indómita; de manera que el cantor
tierno y dulce de los luminosos pueblos andaluces y de los valles de Granada,
de las costas malagueñas y de las playas de las Afortunadas, tenía que
modificarse y adaptarse a la majestad de los bosques y de los ríos colombianos,
a la inmensidad de las llanuras, a la solemnidad de las altiplanicies y de los
nevados y a la soberbia de los volcanes. En el Cancionero castellano, la mujer
y el amor como tema inmediato y primordial, suspiros y sollozos; en el
Cancionero venezolano, la naturaleza agreste, agresiva y rebelde, el valor, la
destreza, la agilidad, la voluntad porfiada, la pujanza, el heroísmo: el
compatriota del Cid, trasplantado a la América, injerto en el indio y el
africano, bajo este cielo y sobre este suelo, transforma al Romancero en Epopeya. Fue preciso
para ello que el hispano aportara elementos épicos que no tuvo a su vista ni a
su disposición el indígena: el caballo y el toro fueron el complemento de la
llanura, su decoración vivaz, y adusta, elegante y tumultuaria; sin esa
decoración semoviente y pintoresca, el indio fue un melancólico, un silencioso;
su alma languidecía en el parche del tam-tam. De la egregia conjunción del
caballo, del toro y de la pampa, brotó como un Anteo el domador, el vencedor
del jaguar y del caimán, el púgil cerril, que se bate feralmente en pancracios
personales o a la cabeza de la falange lancera, conquistando patria y gloria. Y
por ésta, por la gloria, invierte los términos sentimentales del Cancionero:
ahora no parte el homenaje de abencerrajes y zegríes; ahora ni se conquista el
corazón de la mujer con madrigales, sino con proezas aquileas, que la mujer
sabe pagar con admiración y con amor. Ese mestizo, el llanero es prácticamente
un hipántropo, un solo cuerpo y una sola alma con el caballo en el vuelo sobre
la sabana. El insaciable bebedor de horizontes ocupa el primer plano
sentimental: incluyendo a la mujer todo lo demás queda distanciado; a veces
desdeñosamente distanciado:
Mi caballo y mi mujer
Se me murieron a un tiempo;
Mi mujer, Dios la perdone;
Mi caballo es lo que siento.
Y cuando sentimentalmente aproxima a
la mujer, es para colocarla en el mismo plano que a su caballo:
Mi potro y mi zamba son
las dos cosas más queridas:
y mi lanza y mi bridón…
también son mis preferidas.
Recuérdese el
episodio que refiere el general Páez, relativo a la muerte de su caballo en una
de las cargas de Mucuritas. Una bala abate al noble animal; el jinete salta a
tierra, trepa sobre el flanco de la bestia que agoniza y blandiendo
nerviosamente la lanza, distiende el siguiente resorte psíquico, gritando al
pelotón de lanceros que por su orden ha fingido que huye: ¡Compañeros, me han matado mi caballo y
necesito vengarlo!
No hay mayor
indiscreción que pedirle en préstamo al llanero su caballo o su cobija; y así
lo expresa él en uno de sus refranes precautelativos: carga tu cobija para que no te pidan prestado tu caballo.
De este hábito de
hacerse una pieza con el bruto, resultaron las maravillas de equitación de
Junín: grupos de caballos al parecer desmontados galopan por la llanura,
pareciendo querer acogerse a los contrarios escuadrones: éstos, engañados, los
dejan acercar confiadamente y una vez dentro de la caballería enemiga, surge de
improvisto el lancero sobre la montura: era que todo el recorrido lo había
hecho adherido horizontalmente al flanco opuesto.
El pueblo compone
sin sujeción a reglas: su romance es el galerón,
espontáneo, orgánico, sin artificio; es el relato de la hazaña, el himno al
valor y en el que el amor es secundario. El alma insigne e incoercible del
árabe, transmutada en las tierras de Andalucía, se polariza en este nuevo
género de desierto americano y antes que a la morena descendiente de Agar,
tiene más cerca de sí al río y al caimán, a la sabana y al jaguar. Los cantares
van siempre acompañados por la música: a veces, ésta no es expresión sino de un
solo movimiento psíquico o de un rápido episodio físico. (Lamento no poder
hacerles oír en esta lección la música popular de algunos de esos detalles, en
la cual se perciben la profundidad y la extensión que dan las notas a la letra,
como en El Cambao, La Pava, El
Araguato, La Cochina, etc.)
El contenido
psíquico va mostrándose desordenadamente, bien que la expresión se refiera sólo
al objeto, ora a su significado, ya a su trayectoria ideológica; pero casi
siempre aparece una sucesión o una simultaneidad de excitantes, que descubren
cómo influencias variadísimas, remotas o inmediatas, han llegado a producir un
verdadero conglomerado psicológico, en el que se mantiene tal equilibrio de
fuerzas, que superficialmente y bajo el aspecto sintético, de la impresión de
hallarse el espectador frente a una unidad y a una sencillez que lo son sólo en
apariencia. Hasta donde sea posible, vamos a penetrar en la estructura o
estática y en la fisiología o dinámica de los cantares. Comencemos por la copla
que en estos días ha tenido gran revuelo en un sector parlamentario:
Por ser la primera vez
que yo en esta casa canto,
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
El movimiento
primario –que ya no es una idea– queda complementado y confirmado en la estrofa
que sigue:
Por ser la primera vez
que yo en esta casa canto
me hago la cruz en la frente
para librarme de espanto.
Inmediatamente se
hace rápido y presuroso el proceso heterogéneo de los excitantes y de las
irradiaciones internas:
Ayúdame, guitarra,
ayúdame, cuatro cuerdas,
que quiero cantar ahora
para recordar mi tierra.
Como primer
plano, como terreno básico, su tierra, su ambiente, la sabana ilimite
atravesada por los ríos, circundada por los montes, dovelada por un cielo muy
alto y muy azul. Allí comenzará la acción:
Guitarrita, guitarrita,
tienes boca para hablar:
los ojos no más te faltan
para conmigo llorar.
…/…
Los pajaritos y yo
nos levantamos a un tiempo:
ellos a cantar sus dichas,
yo a llorar mis sentimientos.
…/…
Las arenitas del río
corren debajo del agua,
debajo de mis cantares
corren las penas de mi alma.
…/…
Yo no canto porque me oigan,
ni porque mi voz es buena:
yo canto porque no caiga
la culpa sobre la pena.
Oigamos ahora a
qué distancia ha sido colocado el motivo sentimental que en el cancionero
castellano es el primero:
cuando llega a una parranda
donde hay muchachas bonitas,
yo canto con mucha gana
porque divierto la vista.
…/…
Yo le canto al señorío
para que me preste atención:
el hijo e ño Zacarías
se llama Presentación.
…/…
Su me dan licencia canto
y si no, me voy callao,
considerando que me hallo
de mi libertad privao.
…/…
A mí mismo me da miedo
cuando levanto el tañío,
porque me hallo facultoso
y dueño de mi albedrío.
…/…
Cuando revienta mi voz
como que sale del alma,
se escucha a cuarenta leguas
estando la noche en calma.
…/…
Cuando tengo el pecho claro
hago lo que me da gana:
de mi garganta una torre:
de mi lengua una campana.
…/…
Cante, cante, compañero,
no le tenga miedo a naide,
que en la copa del sombrero
cargo la Virgen del Carmen.
…/…
Al son de mi guitarrita
voy a sacar unos versos,
para que sepan las niñas
cómo cantan los llaneros.
…/…
Para que sepan las niñas
cómo cantan los llaneros,
que puande quiera que pasan
dejan los buenos recuerdos.
…/…
Una vez le regale
un camisón de recuerdo,
unas argollas de plata,
una pava* y un
pañuelo.
(*Pava –según Machado– tomó su origen de unos sombreros de paja, de
anchas alas que se usaban en Castilla y en Austria las guardadoras de pavos)
…/…
Entonces ella me dio
un mechoncito de pelo,
una pluma de garza
que uso siempre en el sombrero.
…/…
Cuando las mujeres quieren
nadie las puede atajar:
Como se ataja el cabello
Con el freno y el bozal.
Nota 1: LECCION III es un capítulo inserto en CURSO SOBRE FOLKLORE (datos de psicología colectiva), leído por el Dr. Eloy Guillermo González, en los «Cursos Libres de Extensión Cultural», organizados por el Instituto Pedagógico Nacional, Caracas, 1939.
Nota 2: Eloy Guillermo González. Nació en Tinaco, Cojedes el 25 de junio de 1873 y fallece, en Caracas, el 17 de julio de 1950. Docente, escritor incansable, historiador.
Nota 2: Eloy Guillermo González. Nació en Tinaco, Cojedes el 25 de junio de 1873 y fallece, en Caracas, el 17 de julio de 1950. Docente, escritor incansable, historiador.
Dedicate a la escritura, tienes el don de la palabra y la elocuencia moderada en la experiencia en la vida.
ResponderEliminarEloy Guillermo González es quizá el poeta más importante que ha tenido el estado Cojedes. Eloy Guillermo González fue un docente excepcionar , un icono de nuestra literatura, fue un hombre preocupado por su tiempo y esto a su vez lo hizo superar esa barrera pues hoy día su obra tiene vigencia. La llaneridad para él era la copla y la copla es para el llanero, lo que el agua para el sediento. La copla es el llano. Copla y llano siempre van juntos.
ResponderEliminarEloy Guillermo Gonzalez,fue quizá el poeta más importante que ha tenido el estado Cojedes, fue un docente excepcionar. Bajo esa fisonomía, con esas características, exalta sus dichas, ya que fue un hombre abnegado por su tiempo y esto lo hizo superar esa barrera pues hoy día tiene vigencia su obra
ResponderEliminarEn esta lección Eloy Guillermo nos hace explorar lo que con recinto hace al llanero la copla... unos de los géneros mas emblemáticos por su alto nivel de esencia de versos muy bien rimados que conllevan una emosión por parte de los copleros a la hora de recitarlos, esencionalmente mágico, muy lleno de profundas alocusiones en fiestas, velorios, celebraciones llaneras que se prestan para estos versos llaneros y guardados por su propia alegría y colorido mestizaje.
ResponderEliminarComparto (y parafraseo) lo dicho acerca de que es difícil y complejo el origen de los elementos que utiliza cada autor en sus obras y, considero, que en el fondo de su conciencia se encuentran inmersos algunos recuerdos, añoranzas, aspectos vivenciales y deseos algunas veces no aflorados que unido a lo inspirador de vivir o conocer el llano, forman un cúmulo de puntos de partida para los temas a desarrollar o a expresar en cada creación. Indudablemente el sentido perceptivo y expresivo de cada quien harán posible la estética de la producción. Eloy Guillermo González utilizó la copla de forma magistral para dicha expresión de la llaneridad.
ResponderEliminar"Para que sepan las niñas
ResponderEliminarcómo cantan los llaneros,
que puande quiera que pasan
dejan los buenos recuerdos."
Qué gusto poder haber leído algunas de las coplas de Eloy Guillermo González. Me transmitieron una gran jovialidad en sus expresiones costumbristas, y la posibilidad de familiarizarme con la jerga popular llanera. Muchas gracias por este gran aporte. Saludos.
La verdad es que encuentro esta escritura increíblemente hermosa y didáctica, un saludo y gracias por recopilarla para nosotros.
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