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martes, 2 de febrero de 2010

A un paso de la nada (Cuento llanero de fantasmas)

Los acompasados "pasos del joropo" contrastan con los del pobre Juan. 
Imagen en el archivo de "La Voz del Joropo". 





Nuevamente se hace presente el Diablo como eje de esta narración llanera tradicional de Cojedes; una de las figuras favoritas del imaginario universal, obsesionado con un ser inocente, aún antes de que naciera, quedando a "un paso de la nada". Es un destino marcado por la codicia y, a pesar de los esfuerzos de la heroína su tragedia se cumple con rigurosa crueldad e incremento dramático.


A UN PASO DE LA NADA
En los Llanos de Cojedes hubo un pueblo llamado “Las Queseras del Pao”, allí sucedió algo alucinante: Juan, un niño, a medida que crecía, se estaba convirtiendo en imagen del Diablo. Por ser muy católico, al igual que los de su hogar, hacía grandes esfuerzos por esconder su desgracia. Para Ana, su madre, la vida ya era el infierno de la extrema pobreza, en un pueblo amenazado con la ruina total. Le era casi imposible llevar el pan a la casa y hacer el rol de padre, porque su marido, Alberto, la abandonó con esos hijos pequeños y ella se negaba siquiera a recordarlo, aún siendo éste un hombre rico.
Las pesadillas físicas de Juan penetraron sus sueños. Siempre se veía cargando una llave con forma de guadaña bañada en sangre. Pese a la inclemencia del hambre, su cuerpo poseía una silueta demoníaca y muy fornida…Un día, al despertar, la casa se llenó de un fuerte olor de azufre, aquel olor lo incitaba a matar y gritaba con voz fuerte y vacía: - ¡Yo soy y seré quien reine!
Su madre instintivamente corrió hacia él. Le encontró cubierto por una oscura pelambre. Dos cuernos coronaban su frente. Armada de valor le preguntó a Juan, poseído por el Diablo:
–¿Quién eres?
El Diablo le respondió: –Soy quien se llevará unos de tus tesoros, tu hijo mayor.
Ana le replica: –No te lo llevarás.
Entonces, al instante, buscó una cruz de palma bendita que estaba en la puerta de su casa. Al regresar pronuncia estas palabras:
¬ – ¡Fuera de mi casa! Tú, que fuiste expulsado del cielo, regresa a los abismos del infierno.
Juan con la voz del Diablo se burla de ella: Me voy; su hora no ha llegado.
De este modo, Juan recuperó, en un parpadeo, su aspecto humano. Ana sorprendida le cuestiona: ¡hijo mío! ¿Eres tú?
–Juan, dice: sí, madre
–Su mamá lo abrazó y le dijo:
– ¡Que Dios siempre esté contigo! Anda a descansar.
Ana lo besó con ternura. Tomando un sorbo de café, se detuvo a pensar que lo ocurrido era consecuencia de la codicia y ambición de su antiguo esposo. Juan no conciliaba el sueño pensando en cómo afrontar todo lo que le acontecía. Escogió la peor manera: se levantó de la cama y le dice a su madre:
–Te tengo que decir algo: Ya no podré salir de casa, porque no soy un niño normal y tú no lo sabes.
La mamá le dice: Estás confundido hijo, seguro es broma, ¿verdad?
Juan, sin una palabra que decir se fue a la habitación.
Dicho esto, Ana quedó impresionada con lo que le dijo Juan. Ella se arregló, llena de dudas, tomó a su hija, aún de brazos, y se dirigió hacia la iglesia. Allí le imploró al sacerdote:
– ¡Ayúdeme!, perderé a mi hijo. Creo que el Diablo ha venido a buscarlo por un arreglo hecho con el desvergonzado de su padre.
El sacerdote le contesta: ¿Qué dices hija mía? Cálmate y siéntate conmigo.
Mientras tanto, Juan estaba en su casa ajeno a comprender porqué el Diablo se anunciaba en su cuerpo. Al colocarse frente a un espejo pareció desatar nuevamente la ira del Diablo. Se vio nuevamente encarnando al maligno y comenzó a maldecirse a sí mismo, a todo y a todos. Sus ofensas a Dios rompían la calma del pueblo de Las Queseras del Pao.
Los vecinos notaron que sucedía algo demasiado extraño en esa casa. Como Ana no estaba, ni Juan les respondía con coherencia, recorrieron todos los callejones del pueblo, hasta que encontraron a la también, muy desesperada Ana, junto al sacerdote y le advirtieron de aquellos extraños sucesos en su casa; justo, a esa hora.
En el momento que llegaban los vecinos, el sacerdote ya casi doblegaba las angustias de Ana. El arribo de los vecinos le dio un nuevo ímpetu, como de serpiente molestada en su nido, que alteró por completo al oír de la nueva transfiguración de Juan.
Apenas llegaron a la casa de Ana, el sacerdote enfrentó al Diablo encarnado en el pobre Juan. Sacando fuerzas de su miserable miedo, muestra un crucifijo para luego invocar Al santísimo y retar Satanás:
– ¡Dios, tú que quitas todos los pecados del mundo, aparta este espectro del mal!
El Diablo metido en el falleciente Juan le gritó:
–Tú y tu jefe queriendo siempre enmendarlo todo. Ustedes, son nada para mí.
Juan, de inmediato, recuperó la razón, pero aún estaba algo poseído por el espíritu del mal. Ana llorando le dijo al sacerdote:
– ¡Lo ve, padre!, ¡estoy perdiendo a mi hijo!
El sacerdote acostó a Juan en la cama y le preguntó a Ana:
– ¿Por qué esto le ocurre a tu hijo?
Ana le responde:
–Sucedió que cuando Juan nació, su papá, Alberto, le vendió el alma de nuestro hijo al Diablo por tener mucho dinero. El Diablo se lo concedió todo. Yo me enteré de esto demasiado tarde. Al marcharse, Alberto, me dijo que el demonio se llevaría a Juan al pasar unos años.
Entonces, el sacerdote le dice:
–Sé que has sido fuerte, pero tienes que buscar a Alberto. Él es el único que puede salvarlo, de lo contrario estará a un paso de la nada.
Ana asiente con la cabeza y a las primeras horas del día siguiente llega al enorme hato donde vivía el padre de sus hijos. Ahí sólo encontró paredes destrozadas, extensiones de tierra colmadas de monte y un indigente. Ana le preguntó al indigente qué ocurría en ese lugar. Éste levantó la cara y enseguida, ella le dice:
– ¿Eres tú Alberto?
–Sí, soy yo, el miserable que vendió a nuestro hijo al Diablo y estoy pagando esa infamia. Es que el Diablo me engañó, me otorgó muchas riquezas, pero hace poco tiempo me dijo que se ha vencido mi plazo y que iba a llevarse el alma de Juan. Uno de los peones, apenas lo vio, sacó un cruz de palma bendita y estampándosela sobre la frente lo hizo huir, no sin antes jurar que se vengaría. Después todo el hato se fue quedando en silencio. Al rato sobrevino una gran oscuridad. Luego un ruido ensordecedor como mil trompetas resonando y, finamente, un gran incendio que acabo con todo. Ni siquiera he vuelto a saber de mis peones. Por eso supe que tú vendrías a buscarme.
Ana le dijo: –Eso ya no importa. Vamos a mi casa a salvar a nuestro hijo.
Alberto le respondió: –De acuerdo, es hora de enmendar mi error.
Al cruzar la puerta de la humilde morada de Ana, ambos padres ven que en la mesa del comedor se encuentra Juan en medio de cuatro velas encendidas. En ese momento el sacerdote les dice:
–Es hora de comenzar el ritual del exorcismo que manda la Santa Iglesia.
El sacerdote les empezó a untar agua bendita. Juan abrió los ojos, perdió la razón de sí mismo, y nuevamente se volvió agresivo como el Diablo y al mirar a Alberto dice:
–Tú miserable, me lo vendiste, ¿y ahora lo quieres?
Alberto le dice: –Estoy arrepentido.
El Diablo le contesta: –Ya no hay vuelta atrás.
El sacerdote empezó a rezar y a implorarle a Dios por Juan con una oración como:
–Tú señor, dale misericordia y apártalo del mal.
El Diablo le respondió: –No me iré hasta cobrar lo que me pertenece.
Alberto le propone: –Te doy mi alma y te la cambio por la de mi hijo.
El Diablo replica: – ¿Estás seguro?
Alberto le respondió afirmativamente. El Diablo le arrebata el alma y le dijo: –Tu alma es mía, Ja, Ja, Ja.
Elevándose, sale del cuerpo de Juan y también, le quita el alma al pequeño niño causándole la muerte, al igual que a Alberto. Con voz burlona repitió tres veces:
–Pobres de aquellos que quieran adquirir riquezas a través de mí, porque yo soy el mal. Por ello, nunca cumplo mis promesas y, de igual manera, tomaré el alma de Juan.
Y así, el Diablo desaparece en una espesa oscuridad. Por otra parte, la mamá de Juan desconsolada y triste se lamenta porque había perdido a su hijo y no le quedó de otra que resignarse a recordarlo.



Nota: Todos los co-autores son egresados de Castellano y Literatura en la UNELLEZ-San Carlos: Nohelis Díaz, nació en Tinaquillo, el 20 de diciembre de 1984, reside en Valencia, estado Carabobo. Luis Hernández, nació en Valencia, estado Carabobo, el 22 de enero de 1981, reside en Tocuyito, estado Carabobo. Dalbelis Figueredo, nació en San Carlos, el 14 de abril de 1988, reside en San Carlos. Ellos recibieron la asistencia literaria oral de la escritora sancarleña: Yonneiris Rodríguez, nacida el 25 de octubre de 1972.

6 comentarios:

  1. El relato de este cuento hace referencia a como la ambición y codicia te puede llevar a comoter grandes errores de los que despues sueles arrepentirte, causando daños no solo a ti si no tambien a las personas que mas quieres.
    Maria Karelis
    Ospino-Portuguesa.

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  2. Es una triste historia de como la avaricia se apodera de la vida de las personas y como es posible que un padre pueda ofrecer la vida de su propio hijo sin tener consideracion.
    Yusleidy Guevara (Apartadero Cojedes)

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  3. Saludos, Es un relato muy triste, rodeado de desespero. Que por culpa de la ambicion, el diablo cobro doble, no le importo llevarse el alma del padre sino que el alma del hijo tambien. San carlos

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  4. Relato escrito en relación a la narración llanera tradicional, un relato que cuenta la historia de un niño llamado juan, cuenta algo alucinante sucedido en un pueblo llamado "las Queseras del pao".
    Relato que hace referencia a como la ambición y codicia llevan a cometer errores, una historia triste porque nos damos cuenta que por culpa de la ambición las personas caen en cosas terribles.

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  5. Es un relato con final triste pero con gran moraleja. ¡Que pena que a veces los niños tengan que sufrir por los errores de sus padres!
    Un cordial saludo.

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  6. Que triste historia la de este niño llamado juan que pago todas los males y consecuencias por culpa de su padre Alberto que le vendió su alma al diablo por tener riqueza y estas siempre prosperado pero se equivoco en todo lo que hizo por que ese diablo lo que ofrece no cumple porque es mentiroso y engañador.Por eso le digo a todos los padres que reflexionen y piensen bien en los negocios que asen y que ademas los hijos no son ningunas mercancías para estar asiendo negocios ellos son tesoros hermosos que Dios da para compartir y vivir en amor y unión con todas las familias.

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