Destreza musical de la mujer llanera. Imagen en el archivo de Fernando Sánchez
Mujer llanera en el archivo de Adriana Sirgo
LA SEQUÍA DE GARABATO
En Garabato, caserío de gran auge agrícola y ganadero, cerca del El Baúl de Cojedes, estuvo a muy poco de convertirse en otro de los tantos pueblos fantasmas del Llano. Allí se conoce una historia de una familia adinerada, en donde nació y creció Victoria, la menor de tres hermanas que dejaron sus padres al morir de una extraña enfermedad llamada “La Fiebre”, siendo su abuelo materno quien se encargó de ellas desde muy pequeñas y del hato San Miguel, allí mismo donde a ella le enterraron el ombligo y quizás sería por eso que jamás llegó a abandonarlo, y ya convertida en una mujer debió administrarlo tras la muerte de su querido abuelo, ya que sus dos hermanas mayores Clara Rosa y Ernestina, estudiaban en el extranjero y jamás volvieron a su lugar de nacimiento, de quienes Victoria sólo tenía noticias, por cartas que algunas veces ellas les mandaban.
Victoria aprendió a leer en su casa con una maestra que venía cada quince días para enseñarle porque su abuelo le pagaba y aprende a escribir. Conocía de números, de historia, de religión y gramática; razón por la cual, ella era muy inteligente, respetuosa, de moral intachable, de carácter serio, pero bondadosa y carismática con el caserío y con los familiares de los peones, quienes la vieron crecer.
Victoria, fue de aquellas mujeres, que pilaba el maíz, tostaba el café, y algunas veces ordeñaba las vacas para el queso que ella misma hacía, tal como lo aprendió con su abuelo. Antes de cumplir la mayoría de edad ya le decían doña Victoria, en el hato y en el caserío de Garabato y sus alrededores.
Una tarde, de un mes de marzo, cuando Victoria regresaba de la bodega de don Jacinto, allá en Garabato por el camino a su propiedad se encuentra con Agustín, quien era encargado de la sabana de Victoria, en el hato; hombre leal, sincero y responsable en su trabajo. Hombre de caballo y soga, llanero de toro sólo en una noche sin luna, parando su caballo frente al de Victoria, le dice:
–Caramba patroncita, la vine a buscá…
–Dígame Agustín -respondió Victoria-. ¿Qué le pasa, que lo veo tan preocupado, Agustín? Le preguntó ella, y él le responde:
–Es que hoy temprano, cuando salí pa´ la sabana, llegando a la majada del potrero, encontré dieciocho reses más que estaban muertas y con éstas ya van como cuatrocientas. Sino llueve en unos días se morirán las poquitas que quedan…
Victoria se aturde de impotencia y le dice a su encargado:
– ¡Yo no encuentro qué hacer con esta sequía tan recia!
–Yo a veces pienso, que no es tanto el verano, patroncita –dice Agustín.
– ¿Qué quieres decirme, Agustín? Pregunta Victoria.
–Usté sabe patrona, que esos vecinos, la familia Ruidos, son una gente mala porque queman nuestras cosechas, son asesinos y ladrones que lo único que buscan es quedase con to´ lo suyo de usté, y en estos días uno de ellos juró que iba a acabar con el pueblo y con usté también, patroncita.
– ¿Y de qué manera, Agustín? Le pregunta ella.
– ¿Es que a usté, patrona se le olvidó que el año pasao envenenaron los caños? Respondió él.
–Se me había olvidado, Agustín, pero usted y yo lo vamos a averiguar. Eso va a ser ésta misma noche.
– ¡Cómo no, patrona! Cuente conmigo.
Y efectivamente, se fueron al corral. Acomodaron los caballos y sus linternas. Así partieron hacia las cabeceras del caño Juan Antonio, tal y como lo había planificado Victoria. Llegando al sitio se escuchaba bulla, risas y carcajadas de hombres como festejando algo, uno de ellos dijo:
– ¡Esto es pa´ que respeten a los Ruidos!
Victoria, en voz baja le dijo a Agustín:
–Vamos a amarrar los caballos aquí y les llegamos a pie, tráigase la escopeta y sígame…
–No, mi patrona, yo voy adelante. Le señala Agustín.
Fue poco lo que caminaron, cuando ya no escuchaban nada, entonces, Agustín, dice: –Ya como que se fueron, patroncita.
–Yo creo, Agustín.
Ellos con sus linternas alumbraban y alumbraban hasta que lograron ver unos potes de veneno para la agricultura. Victoria, con mucha tristeza y lágrimas en sus ojos le dice a Agustín:
-Con razón se ha muerto tanta gente en el pueblo y tanto ganado… pero hasta aquí llegan los Ruidos, ya basta. Recoja esos potes y métalos en el saco que está en el anca de su caballo.
– ¿Y pa´ qué, patrona? –le pregunta él.
–Yo sé para qué, Agustín, yo sé para qué…
-Como usté diga, patrona. Le responde.
Al llegar al hato, Agustín se despide de ella:
– ¡Que tenga buenas noches, patroncita! Mañana tengo que madrugá…
–Gracias, Agustín, hasta mañana…
Ella quedó acostada en su chinchorro pensando en la maldad y crueldad de los Ruidos, quienes la habían llevado a la ruina a ella y a su pueblo que tanto quería. Se paró, se fue al corral, amarró un caballo y lo ensilló, tomó la escopeta con varias cápsulas y cogió rumbo a la casa de la familia Ruidos.
Al llegar Victoria allí, cierra sus ojos como para reafirmarse en su decisión y al abrirlos se convierte en una muchacha enloquecida, quizás por la enorme pobreza y la sequía que azotaba al pueblo, entra a la casa y mata a toda la familia, de pronto, todos los males comienzan a desaparecer ¿Qué le ocurrió después? ¿Qué hicieron con esa joven?
Ella fue recluida en un sanatorio después de esa tragedia durante cuatro años. El pueblo volvió a cosechar felizmente sus cultivos y con parte de ese dinero la ayudaban en su tratamiento, pero una mañana del mes de agosto al recordar lo que había hecho decidió cortarse las venas con un bisturí que encontró oculto en uno de los pasillos del sanatorio y murió desangrada en su habitación, lo que fue como un presagio del triste final de aquel poblado.
Sus hermanas al enterarse que Victoria había muerto, vinieron al hato San Miguel y lo vendieron con lo poco que quedaba en aquella marchita hacienda, dejando al pobre Agustín sin trabajo y desamparado, aturdido con los recuerdos del miedo y de su patrona.
Nota: Las autoras de este relato son egresadas de la UNELLEZ-San Carlos: Mary Cruz Anzola Ruíz, residente de Tinaquillo, ciudad donde nace, el 06 de junio de 1980. Jaennys Yoselin Bervecía Peña, reside en Tinaco, ciudad donde nace, el 26 de febrero de 1988. Mariela Yainel Romero Hernández, nació en San Carlos, estado Cojedes, el 06 de mayo de 1988 y reside en Tinaco. Lida Fanny Saavedra Matute, nació en Valencia, estado Carabobo, el 20 de enero de 1981, residenciada en Tinaco. Informante literario oral: Nelson Felipe Romero Ceballo, nacido en San Luís, estado Guárico, el 5 de febrero de 1959 y residenciado en Tinaco, docente, actualmente jubilado.
a comodar la carretera de tierra que esta ala altura de la gloria...mya q turistas como yo queremos conocer esta zonas pero el paso esta dañado por tanto barro
ResponderEliminarBueno este relato al principio me parece muy bueno por que la joven victoria fue una luchadora que estaba dispuesta a darlo todo por su pueblo, ademas que ella contaba con su abuelo que en ningún momento la abandono.
ResponderEliminarVictoria fue una joven tan importante y querida pero lastima que en su entorno existían alguna persona envidiosa que la llevaron a la muerte.
Jose Hera Macapo
es increible que existan tantas personas mal intencionadas y a consecuencia de esto se crea la ira y la rabia y la sed de venganza que traen mas conflictos. Wilfredo Bravo Acarigua Portuguesa
ResponderEliminarEl Baúl es un pueblito... Cojedes embellecida de sus paisajes y motor característico y eficaz de la estabilidad que ejerce este relato para los amantes de la literatura y aporte a sus pueblos y oralidad de nuestro estado.
ResponderEliminarOtra historia de nuestro llano,de nuestra gente en ella se muestran los síntomas de envidia que muchas veces causa el dinero,en esa lucha de obtener por la fuerza o con métodos malignos. Quizás ésta historia no esté tan lejos de nuestra realidad sobre todo por el mundo en el que vivimos donde nos preocupamos más por lo material sin importar que perjudicamos a nuestra familia y aun pueblo.
ResponderEliminarSaludos. Este es otro esfuerzo literario que realizan los estudiantes de nuestra universidad; por eso me parece muy interesante.
ResponderEliminarVictoria era una joven muy sufrida y preocupada por esa familia que vivían en el mismo pueblo era tanta la envidia y las malas intenciones de esa familia que le tenían por el dinero, ganados y tierra que sus padres les dejaron al morir.Esta joven era muy luchadora en todo y de un buen sentimiento por eso el pueblo la querían y la apreciaban. Meno esa familia porque quería quedarse con todo lo que victoria tenia. Por eso le digo a todas las personas que no debemos de tener envidia porque la envidia es la perdición y la destrucción de todo ser humano.
ResponderEliminarSuperb publication
ResponderEliminarThanks