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viernes, 18 de diciembre de 2020

LA NAVIDAD CRIOLLA EN UN CUENTO DE ÓSCAR GUARAMATO (Presentación de Maritza Torres Cedeño)

 

Conjunto artesanal en el archivo de Glenys Pérez



La Natividad del hijo de Dios, para la tradición cristiana, está próxima a celebrarse y junto a  ella, añejos rituales aparecen para recordarnos la placidez y la alegría de la Noche Buena familiar;  el asombro  ante un regalo; el bullicio infantil al ver los juguetes anhelados y el disfrute de los cantos parranderos dedicados a la Sagrada Familia. Sin duda, en nuestro país, la Navidad es una de las celebraciones más importantes y su peculiaridad se manifiesta en diversas expresiones folclóricas, artísticas y literarias, conformando así, un extraordinario legado. Los creadores han plasmado  en pinturas, aguinaldos, poemas y cuentos una variada y prodigiosa  narrativa  de  los relatos bíblicos, que aprendimos gracias, a las santas voces, de  Lucas y Mateo.

 La literatura venezolana, por ejemplo, conserva un amplio registro bibliográfico basado en la liturgia de la Navidad. La investigadora, María Elena Maggi, señala que ese repertorio literario, está marcado por la  tradición heredada de España y por ello, son característicos: los pesebres, la misa de gallo, los villancicos y la celebración del día de Reyes; sin embargo, advierte que aparecen cargados, de nuevas representaciones al fusionarse con  la cultura indígena y la  africana. 

 De acuerdo a esta autora, en el género ensayístico, resaltan escritores como: Gonzalo Picón Febres,  Mario Briceño Iragorry, Rafael Olivares Figueroa,  Luis Arturo Domínguez, Isabel Aretz, Tulio Febres Cordero, Pedro Emilio Coll, Alfredo Armas Alfonso y José Rosas Marcano. Estos realizaron estudios para difundir aspectos folclóricos practicados, durante la época decembrina, en diversos espacios geográficos del país.

En la poesía, sobresalen, a su juicio, los poetas: Manuel Felipe Rugeles, Aquiles Nazoa, Andrés Eloy Blanco, Enriqueta Árvelo Larriva, Pablo Rojas Guardia,  Jesús Rosas Marcano y Ramón Palomares quienes nos legaron un rico testimonio en los versos dedicados a resaltar la figura del Niño Jesús y de las costumbres y tradiciones relacionadas con su nacimiento

Por otro lado,  en la ficción narrativa, destacan las figuras de: José Rafael Pocaterra, Antonio Arráiz, Andrés Eloy Blanco, Arturo Úslar Pietri, Óscar Guaramato, Adriano González León, Oswaldo Trejo y Laura Antillano. Todos ellos, han tejido una serie de historias que conforman un corpus literario imprescindible para  afianzar nuestra identidad cultural.

Por todo lo antes expuesto, se hace referencia al cuento Jesús José y María del escritor Óscar Guaramato (Maracay, 1916- Caracas, 1987); obra  publicada en 1969. Su argumento gira en torno al tránsito de María y José  buscando posada.

 Estudiosos de su obra cuentística como Liscano (1973), Maggi (1985) y Jiménez (2007) coinciden en afirmar que la obra está estructurada por un discurso poético, sencillo, espontáneo, con frases cortas que buscan descubrir al lector la pureza y sencillez de la vida  a través de una simbología de fácil interpretación y disfrute del texto. Los personajes, tan humanamente cercanos a nosotros, cautivan la atención del lector quien los acompaña en  su alegórico viaje y lo vincula, una vez más como cada veinticinco de diciembre, con el prodigio del nacimiento del Mesías.

Maritza Torres Cedeño

 

María embarazada. Detalle de una imagen en el archivo de Glenys Pérez


JESÚS, JOSÉ Y MARÍA

Óscar Guaramato

Al llegar a la cuesta, el asno apresuró la marcha. María buscó acomodo en la montura y miró hacia el hombre. El polvo y el sudor pintaban duros rasgos en el rostro de José. La barba ensortijada parecía ahora un atado de hierbas resecas. María bostezó y el ruido leve al aspirar hizo que el hombre la mirase.

        - ¿Cansada?

        - No.

        - ¿Sueño, entonces?

        - No. No siento sueño.

        El hombre cambió de una a otra mano el rugoso bordón. El asno había terminado de subir y ya en la meseta condicionó el trotecillo al hilo del camino.

        - Sí -murmuró el hombre-. Debes estar cansada. Hemos dejado atrás un pueblo y tres aldeas. También un río. María comentó:

        - Suerte tuvimos en encontrar el río. Estaba sedienta. También tú. Y éste -palmoteó sobre el lomo del asno- éste no hubiera resistido mi carga, así como estaba... ¿Observaste cuánta agua bebió? Bueno, ahora es noche y el aire es fresco. Esta mañana casi me ahogo con tanto polvo y tanto sol.

        - El pueblo no está lejos.

        En los ojos de María hubo un parpadear de inquietud:

        - ¿Encontraremos posada? En el otro pueblo y en las aldeas por donde pasamos, no encontramos.

        José no respondió. Registró el interior de una bolsa de fibras y sacó un trozo de pan. Mordió un pedazo. Miró a María -blanda de luna, húmeda de frío. Ella sintió el masticar del hombre y preguntó, sin mirarle:

        - ¿Qué comes? Parece que comieras hojas secas, o cortezas de árboles, ¿qué comes, José?

        - Estoy comiendo pan. ¿Recuerdas, cuando salimos, al hombre que cargaba la ovejita?

        - ¿La ovejita con la pata quebrada?

        - Sí. Ese. El mismo que me dijo: "¡Qué bonita correa, señor! ¿La cortó usted?".

        - Ah...

        - Comprendí que sería feliz llevándosela y se la di. Al despedirnos, él me dijo: "¿Quiere una de mis ovejas?".

          Pero no podíamos llevar también una oveja con nosotros al lugar donde vamos, y le respondí: "Mucho le agradezco, señor, su ofrecimiento, pero he aquí a María, mi mujer, que pronto tendrá un hijo, y piénsela cuidando a un tiempo a su niño y al asno y a la oveja". Y él sin desmayar en su empeño por retribuirme el regalo, respondió: "Entonces les daré un pedazo de queso y un pan". Queso de oveja y pan de pastor, ¿quieres?

        En ese instante el asno tropezó un pedrusco  y María estuvo a punto de caer. José alzó el bordón para castigar al animal, pero María -plumón de brisa, rama de rocío- le había mirado y el hombre apagó su ira y solo fustigó con palabras:

        - ¡Vamos, burrito, vamos!.

        Adelante, bajo la claridad lunar, emergían las primeras casuchas del pueblo.

        Y por todas las callejas deambuló José en busca de albergue. Y en todos los sitios le negaron posada. Y sucedió que en la casa del viejo Tobías, había festejos por la boda de su hija. Y cuando llegó José y suplicó cobijo, el viejo se enterneció y ofreció a los forasteros la parte trasera de la casa. Y era aquel lugar donde amontonaban los toneles inútiles, las sillas rotas y el pienso de las bestias. Y en el pesebre nació el niño. Y el niño se llamó Jesús.

        Era ya neblina de madrugada cuando uno de los invitados  salió al patio y oyó el llanto del niño. Y llevó la nueva a los que festejaban. Y todos desfilaron ante el niño. Y todos preguntaban su nombre. Y hubo una mujer que obsequió a María con un racimo de uvas y otra que trajo carne de cabra asada para José. Y cuando todos regresaron a la fiesta y María quiso dormir, llegaron tres hombres: rubio uno; moreno el otro y negro el tercero.

        Y dijo el negro:

        - Toma, para tu niño.

        Y dio a María un pomo de ungüentos olorosos.

        Y dijo el moreno:

        - Toma, para tu niño.

        Y dio a María un pájaro de siete colores.

        Y entonces el blanco llamó aparte a José y le dijo:

        - Tú vienes de un pueblo lejano. Yo voy hacia un pueblo lejano.

          Tú no posees ni una mísera pieza de plata para dar lecho limpio a tu mujer. Yo te daré oro.

        - ¿Oro? -balbuceó José-. ¿Me darás oro?

        - Sí. Te daré oro reluciente. Oro que nunca has tocado  con tus manos.

        José miraba al blanco -los ojos de añil, el cabello amarillo, el pecho de gladiador-.

        - ¿En verdad me darás oro? -preguntó de nuevo-.

        - Ya lo has oído.

        Jesús, el niño, lloraba junto a la lumbre del amanecer.

El hombre blanco sonreía en la bruma. José preguntó, una vez más:

        - Y... ¿a cambio de qué me darás tu oro?

        La sonrisa del blanco llenaba toda su faz.

        - He dicho que voy hacia un pueblo lejano. He caminado durante días. Mis pies ya no resisten. Yo te doy mi oro y tú me das tu asno...

        En los brazos de María goteaba el llanto del niño. "Es el frío del amanecer" -pensó José. El hombre blanco se impacientaba. José miró a María -gacela de ámbar, tamborín de miel- y dijo de repente:

        - Trato hecho.

        - Toma tu oro.

        La pieza brillaba en sus manos como un pequeño sol. Y en una de sus caras había un ave con el cuello torcido. Y José observó: "Es un ave de presa".

        El blanco montó sobre el asno y los otros le siguieron. Sobre el pesebre correteaba el alba.

      Una semana después, José Calcurián y María Cumare llegaron a Cabimas. Y era Cabimas lugar donde reuníanse mercaderes de extrañas latitudes. Y uno de ellos, un sirio jorobado, trocó el dólar de oro por monedas de plata. Y, en las manos de José y de María, eran las piezas como pequeñas lunas, donde un potrillo blanco corría sin descansar. Y entraron en la tienda de un mercader árabe y compraron a Jesús un venado de estambre y cuatro camisitas de seda artificial…

 

REFERENCIAS

         Guaramato, O.  (1989). Cuentos en Tono Menor.  Caracas: Monte Ávila Latinoamericana C.A.

                 Jiménez Turco, M. (2007). Las “pocas salvedades” de Óscar Guaramato. Revista de Investigaciones Literarias;  1(15) 58-59.  Recuperado desde: http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_il/article/view/3897/3727

         Liscano, J. (1973) Panorama de la Literatura Venezolana actual. Caracas: Publicaciones Españolas, S.A.

                 Maggi, M. (1985). Nuestros cuentos de Navidad. Antología de cuentos navideños venezolanos. Caracas: Editorial Binev C.A.


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Muestra Poética de Mujeres Cojedeñas: Treinta años de un reto (Maritza Torres Cedeño)


Composición fotográfica centrada en la carátula de la Muestra Poética de Mujeres Cojedeñas. Imagen en el archivo de Maritza Torres Cedeño




                                    Maritza Torres Cedeño maritza533@gamil.com

La historia de la literatura escrita por mujeres, en el estado Cojedes, aún está por develarse. Posiblemente, historias y versos, que trasnochan y alucinan a sus dueñas, permanecen ocultos de las voraces miradas de aquellos expertos, que con sabias palabras paralizan cualquier tentativa escritural. La “buena” crítica literaria, dirigida al estudio, reconocimiento y justa valoración de esas producciones textuales continúa esquiva; lamentablemente, perduran visiones reguladas por cánones e intereses que entorpecen la circulación igualitaria de dichas obras en las plataformas destinadas a difundir y promocionar literatura.

Sin embargo, en el contexto específico de la historiografía literaria cojedeña, se encuentra registrada una significativa experiencia editorial a cargo de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Cojedes y merecedora de ser rescatada del olvido; se trata del texto: Muestra Poética de Mujeres Cojedeñas (1999) y que en palabras de la poetisa Aída Sánchez de Mora: “ofrece un panorama de la producción literaria, con estilos y temáticas muy variado (…) y sus autoras dejan deslizar sus inquietudes, afanes y búsqueda del quehacer literario como impulso fundamental y creador de la naturaleza humana”.

Sin lugar a dudas, resulta evidente la trascendencia de esta iniciativa, en el campo de los estudios literarios, por ser la primera muestra antológica de escritoras nacidas o residenciadas en Cojedes. Por otro lado, posibilitó la divulgación de un conjunto de textos poéticos inéditos en distintos contextos geográficos; así mismo, estimuló el protagonismo femenino en la consolidación del patrimonio estético-ideológico-cultural de la región llanera.

Ahora bien, más allá de intentar hacer un estudio profundo o de fijar posición o no acerca del valor, contenido, forma y fondo de cada texto, que conforma la muestra antológica, es interesante propiciar el acercamiento a su lectura para conocer la voz de veinticinco escritoras quienes compartieron, en sus poemas, un cosmos polifónico rico de elementos alusivos a la vida cotidiana, a las tradiciones, la infancia, las contradicciones humanas, el culto al padre o la madre y  a su sexualidad.

Y para iniciar este recorrido, dejemos que el libro nos guíe por sus páginas para encontrarnos con las poetisas creadoras de este florilegio: Josefa de Barreto, Carmen Sánchez Mena, Ángela de Padilla, Aida Sánchez de Mora, Ana Infante de Blanco, Sergia Josefina Díaz Barreto, Ofelia Mireles Peña, Celina Campo de Matute, Leticia Teresa Vilera de Andery,  Aliria Escalona de Sanoja, Heissa Adela Vilanueva Benítez, Carmen Pérez Montero, La Nenys, Alicia Barreto, Adalgisa de Violante, Magdalena de la Corteza Gómez, Roselia Ojeda, Corina Noguera Arias, Aida de Ramones, Miriam Rodríguez, Yrian Herrera, Celina Estrada, Danira Pimentel, Sara Medina y Mileibi Hernández, poetisas quienes a través de sus versos nos proponen diversas rutas para re-interpretar la poética de la feminidad que las reúne.

Con la ambición de favorecer nuevas conversaciones y abrir senderos para dialogar en torno al sentido crítico-literario de esos poemas y por ende, la recuperación de la memoria poética regional, se presenta  una selección sinóptica de los poemas, que conforman toda  la obra, bajo los criterios cronológicos y las categorías temáticas establecidas por el compilador original de  dicha Muestra porqueel poema se define a sí mismo he impone su existencia más allá de las intenciones o necesidades de su autor” ( Cabesa, 2002 p.9).

  

CRUZ DE MAYO (Ángela de Padilla)

 

De elegante figura, cual dama veinteañera

te levantas graciosa invitando a la fe.

con ese verde opaco y tus brazos suspensos

parece recordaras los dolores de Aquel.

 

En el patio casero un ladrillo te orna,

sirve de candelabro a un mes tu alumbrar,

cuando la tarde caiga, tu traje hojas de mangos

perfumará un rosario rezado en un hogar.

 

Muchas cruces se visten y con amor veneran

pero entre ellas hay una que nunca he de olvidar

la cruz que la amargura de Jesús sostuviera

que Mayo nos recuerda porque le amemos más.

  


EL MAR (Aliria Escalona de Sanoja)


Salpicado con perlas y diamantes

desde lejos el mar se nos presenta,

deslumbrante apasionada y bello

nos invita a mirarle con infinito anhelo.

 

Es el mar un suelo iluminado

que nos dejó el Creador en esta vida,

como símbolo de su eterno poder

o como alfombra de su lindo cielo.

 

Él nos acoge con lindo sol

impregnado de radiantes fulgores,

es aliciente para nuestras vidas

y bálsamos de nuestros dolores.

 

Con sólo su presencia nos recreamos

al compás de su mágico vaivén,

son sus aguas de múltiples colores

que emanan olas para nuestro bien.

 


POR TU PIEL DE AGUA CLARA (Carmen Pérez  Montero)

 

Echó amarras la nave

por tu piel de agua clara

Por tu piel de agua clara

echó amarras la nave

 

En la playa del río

se recostó la noche

y recostó la noche

mis remos en la arena

 

Se recostó la noche

en la playa del río

 y echó amarras la nave

 por tu piel de agua clara

y fue espigando el alba

sobre el oscuro cielo

que brillaba y brillaba

 

Y mi muda presencia

por tu piel de agua clara

echó amarras la nave

de mi espera callada.

 


EL LÁPIZ (Alicia Barreto)


Mi dueño, mi dueño,

¿dónde, dónde estás?

Pronto, me he perdido

encuéntrame ya.

Quiero juguetear

hacer garabatos

patinar ligero

aunque sea a ratos.

Ven pronto, amigo,

y no esperes más.

Pronto, pronto, pronto,

¡encuéntrame ya!

 

 

CORAZA (Adalgisa de Violante)


Tentación, efervescencia

Compra, venta de conciencia

A la ingenua transparencia

Sutiles dardos traspasa

Por cómoda conveniencia.

                II

Huestes maquinan

guerra, liderazgo, cúspide

revestido de coraza espiritual

dudamos, somos debilidad

blanco en  mira

crístico roto cristal.

 


COPULACIÓN (Magda de la Corteza Gómez)


Húmedo calor

que aturde los sentidos

Hambre de hambres

Sed de embriaguez

 

Tormenta tropical

De follaje estremecido

en la ondulante selva

Del placer

           


MUNDO HOY TE INFORMO (Roselia Ojeda)


Cuando amaneces haces el día

te oigo

y me llevas a otros lugares

entonces

tanto después

me devuelvo

a la rutina de sentir

que mi espacio es otro

Amor imposible te bendigo.

 


MIS JUGUETES (Aída de Ramones)

Mis juguetes preferidos

mis juguetes de ayer

los recuerdo con cariño

los recuerdo con placer.

Mi muñeca pelirroja,

mi cunita del bebé

y ese tambor que sonaba

cual si fuera un cascabel.

Aún recuerdo mis juguetes

aún recuerdo aquel pastel

que le hice a mi madre

con un trozo de papel.

 


BROTES DE ROSA (Miriam Rodríguez)


Eres el hombre

pisas tierra

sobre cristales de agua

izas banderas de conquistas

Ideas extrañas

conmocionan el orbe

del pequeño baúl

(cofre abierto a tu paso)

Pedazos inmensos de nostalgia

se rompen

En el lánguido follaje

un brote nuevo de rosas

se parece a ti.

 


NUEVAMENTE ESA IMAGEN (Danira Pimentel)


Fuente de agua cristalina

Veo en lo más hondo

una imagen reflejada

Mi corazón late

se expande

mojo mis manos

y mi alma siente la tibieza

del agua cristalina

Nuevamente esa imagen

se queda grabada

no la puedo borrar

los dos vamos por el mundo

Tengo que ir a la fuente

y persiste el agua cristalina.

 


                  Sara Medina

Yo vi a Cristo

peinarse sus cabellos

en un banco de la plaza

más cercana a mi casa.

Luego vi,

como acariciaba el rostro de Magdalena.

Su túnica dorada

cantaba rítmicamente con el viento.

el reloj de la catedral,

anunció una hora que no recuerdo

él levantó la vista y miró hacia allá,

la abrazó

y se fueron caminando

por la salida de San Carlos

 


 DECIDO HOY (Milebi Hernández)

De seguro a esta hora hay un incendio en el cielo.

Yo me quedo jugando

con los espectros del alba

en este amanecer

mientras me vence tu mirada

las calles

un tango.

Ahora

un respiro de amor

estamos dentro

en todos los lugares posibles del alma.

  

 

                                         Referencias

 Asociación de Escritores del Estado Cojedes. (Ed.). (1990). Muestra  Poética de Mujeres   Cojedeñas. Cojedes: Valencia: Fondo Editorial de las Letras Cojedeñas.

 

Cabesa, M. (2002). El acto y el lugar de la poesía. Una Antología de Arte Poética Venezolana. Maracay: Fondo Editorial de la Secretaría Sectorial de Cultura del Estado Aragua.

 

Sánchez de Mora, A. (1999). Muestra  Poética de Mujeres   Cojedeñas. Cojedes: Valencia: Fondo Editorial de las Letras Cojedeñas.

 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La verdadera enfermedad de Santa Teresa de Jesús (ensayo escrito por José Gregorio Hernández)

 

Representación del santo José Gregorio Hernández, sector Los Malabares, San Carlos, Cojedes. Imagen en el archivo de Samuel Omar Sánchez



LA VERDADERA ENFERMEDAD DE SANTA TERESA DE JESÚS

 

Dedicado al más josefino de todos los Obispos de la cristiandad, El ilustrísimo señor doctor Felipe Neri Sendrea, Obispo de Calabozo.

 

(Según Ernesto Hernández Briceño, su sobrino también ubica esta obra realizada  en  1907)

 

Mi devoción por Santa Teresa de Jesús es tan antigua que el día de hoy me sería imposible decir con exactitud el momento de mi vida en que  comencé a conocer y amar a la gran santa española, característico tipo femenino de la raza.

Durante mis estudios  preparatorios al curso de bachillerato subió de punto mi entusiasmo por su fama, porque, además de la santidad resplandeciente que la rodeaba en mi entendimiento conforme en los tiempos anteriores había formado idea de ella, ahora empecé a conocerla como escritora y poetisa admirable e inimitable.

Empezaba mis estudios de Medicina cuando con gran animación y alegría celebróse en Caracas el tercer centenario de la Santa, y recuerdo con júbilo las gratas impresiones, las vivas emociones que experimentaba mi alma al oír los elogios que de ella se hacían en la prensa y en el templo, pareciéndome, sin embargo, que todos eran inferiores a su grandeza.

Años más tarde uno de nuestros más queridos y populares profesores de Medicina en la Universidad escribió un estudio sobre el histerismo, en el cual, sin ningún reparo, afirmaba que  Santa Teresa estaba afectada de la neurosis y que sus éxtasis eran llamados éxtasis histéricos. (1)

 ¡Con qué dolor leí el artículo de mi maestro! ¡Cómo deseaba tener un gran caudal de saber y de elocuencia para defenderla de tan inconsiderada apreciación!

Muchos años después pude estudiar sus obras y fue entonces cuando vine a apreciar la verdadera grandeza de la santa y a comprender que la idea que acerca de ella  me había formado en los primeros años de mi vida distaba de la realidad cuanto dista la tierra del cielo.

Entonces también  la empecé amar y a venerar más si cabe, por otra razón. De todos los santos que forman el esplendor del cielo y constituyen la gloria extrínseca de Dios, ninguno, si exceptuamos a  la Santísima Virgen, tiene para el pueblo cristiano y para la Iglesia entera la significación y el valor de San José. Todos vivimos en el amor y en la veneración del santo que no tiene semejante en la inmensidad de la gloria.

La devoción de San José, propagada en toda la Iglesia, es la obra de  Santa Teresa principalmente. Ella hizo que el culto del Patriarca de Nazaret fuera el culto de todo cristiano y nos enseñó a recurrir a él en todos los casos de nuestra vida, y a poner especialmente bajo su protección el trance de la muerte.

¡Oh devoción cara y amable para todo corazón fiel, que desea la santidad conforme a los designios inescrutables de Dios! ¡Y cómo amar a San José sin tener inmensa gratitud a la santa que nos enseñó a venerarlo y a poner en él nuestra confianza como el remediador seguro de nuestros males! Por eso he sentido tan punzante dolor al oírla calificar de histérica en aquellos tiempos y siempre, y he formado el propósito invariable de contribuir en lo que pudiera para desvanecer tan impensada y ligera calificación, primeramente demostrando que en Santa Teresa no se encuentra la más pequeña señal de histerismo, y en segundo lugar tratando de indagar cuál era la enfermedad cierta que la aquejaba, puesto que ella misma nos describe los sufrimientos que tuvo durante su vida.

La Neuropatología nos enseña a conocer perfectamente el histerismo, de tal suerte que apenas hay enfermedad de más fácil diagnóstico. Es una enfermedad del sistema nervioso que carece de localización anatomopatológica, y que presenta distintos grados de desarrollo; pero en todos los enfermos se observan ciertos rasgos morales peculiares que se descubren prontamente. Tienen carácter movible, son inconstantes, faltos de voluntad firme, propensos a la disimulación y casi siempre son falsos, amigos de  que los mimen y de ser por parte de los demás objeto de atenciones y cuidados. (2)

¡Qué distante y opuesta a este bosquejo moral se nos presenta la santa de todos sus actos! Su firmeza de carácter se revela en la elección hecha de una vez para siempre de la vida religiosa; porque la vida religiosa exige en quien la abraza y en ella persevera la más completa abnegación  y la renuncia definitiva de todo lo que en la vida es grato y apetecible; en ese género de vida son indispensables todas las virtudes en grado no común en lo general, y para alcanzar la verdadera santidad, la que demanda el honor de los altares, en grado heroico.

Nuestra santa las tuvo todas en ese grado, y por ello su santidad resplandece en la Iglesia. Y entre todas las virtudes es sobresaliente en ella, precisamente, la que es imposible para el histérico: la sinceridad. La señal más cierta que  se puede tener de la curación de un histérico es ese cambio moral que lo hace pasar de simulación y de la exageración a la sinceridad. En los escritos de Santa Teresa brilla de tal manera esta virtud que encanta al lector y lo subyuga de una manera total.

Los histéricos presentan, cuando su enfermedad está bien caracterizada, las grandes crisis con convulsiones y movimientos pasionales de todo el cuerpo y los tan mal llamados éxtasis, durante los cuales permanecen largas horas y aun días en un estado semejante al sueño y en posiciones irregulares y grotescas; estado este que alterna con las convulsiones y está acompañado de alucinaciones. Al salir del éxtasis el histérico se muestra en un estado de embrutecimiento y de imposibilidad de ninguna operación intelectual.

De esos tales éxtasis jamás estuvo afectado ninguno de los santos místicos y tampoco Santa Teresa. Lo que se llama en Teología mística éxtasis son estados de oración sobrenatural que ninguna semejanza tienen con el histerismo.

Santa Teresa nos dio la descripción de tales estados. Hecha con mano maestra en habiendo acabado de salir de uno de ellos:

“Lo que yo pretendo declarar es qué siente el alma cuando está en esta divina unión…Estando así el alma buscando a Dios siente, con un deleite grandísimo y suave, casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va faltando el huelgo,  y todas las fuerzas corporales, de manera , que si no es con mucha pena, no puede aún menear las manos: los ojos se le cierran sin quererlos cerrar; y si los tienen abiertos no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra, ni casi atiende a conocerlas bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda, no sabe leer, aunque quisiera; oye, mas no entiende lo que oye… Hablar es por demás, que no atina a formar palabra…El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido.

 “Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma siente; dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuanto más decir. Estaba yo pensando, cuando quise escribir esto, qué haría el alma en aquel tiempo. Dígame el Señor estas palabras: Deshacerte toda, hija, para ponerse más en mí; ya no es ella la que vive, sino yo; como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo… Se pierde la memoria… La voluntad de estar bien ocupada en amar… El entendimiento, si entiende, no se entiende cómo entiende…“Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura”

Es preciso leer los capítulos enteros de su Vida en que trata de esos estados místicos para maravillarse de las grandezas  de la oración sobrenatural y juntamente convencerse de que no ofrecen ni siquiera parecido remoto con los estados histéricos. Ninguno que establezca comparación entre ellos y los confunda e identifique puede considerarse como verdadero hombre de ciencia y mucho menos hombre justo e imparcial.

Es, pues, un hecho fuera de discusión ilustrada que Santa Teresa no padecía de histerismo. Podemos entonces averiguar cuál era la enfermedad de que padecía, puesto que ella misma nos la describe. Empezaron los síntomas de ella después de su profesión religiosa, porque “la mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la salud”.

La enfermedad principió con una gran debilidad. “Comenzáronse a crecer los desmayos, y dióme un mal del corazón tan grandísimo que ponía espanto a quien lo veía…”

Para ver si se curaba la llevaron a una estación balnearia a tomar aguas minerales. “Estuve en aquel lugar tres meses con grandísimos trabajos, porque la cura fue más recia que pedía mi complexión; a los dos meses a poder de medicinas me tenían casi acabada la vida  y el rigor del mal del corazón de que me fui a curar era más recio que algunas veces me parecía con dientes agudos me asían del, tanto que se temió era rabia. Con  la falta  grande de virtud (porque ninguna cosa podía comer si no era bebida, de gran hastío, calentura muy continua y tan gastada, porque casi un mes me había dado una purga cada día) estaba tan abrasada que se me empezaron a encoger los nervios, con dolores tan insoportables que día y noche ningún sosiego podía tener y una tristeza muy profunda…; todos me desahuciaron…; los dolores eran los que me fatigaban, porque eran en un ser desde los pies hasta la cabeza”.

En esto estuvo cinco meses, desde abril hasta agosto, a fines de los cuales: “Dióme aquella noche un paroxismo que me duró estar sin ningún sentido cuatro días poco menos… Quedé estos cuatro días de paroxismo de manera que sólo el Señor puede saber los incomparables tormentos que sentía en mí. La lengua hecha pedazos de mordida; la garganta de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no podía pasar…; sin poderme menear ni brazo, ni pie, ni mano, ni cabeza…”.

Lo cual le duró hasta diciembre, en que  la llevaron al convento de nuevo. ”El extremo de flaqueza no se puede decir, que sólo los huesos tenía; ya digo que estar así me duro más de ocho meses; al estar tullida, aunque iba mejorando, casi tres años”.

Después se puso buena por completo, quedando únicamente sujeta a tener palpitaciones que ella, como dice en una de sus cartas, se curaba con agua de azahares.

De todo ello podemos deducir que la santa, en su primera juventud sufrió de una enfermedad aguda que con las secuelas le duró como cuatro años, después de la cual tuvo una salud perfecta y cabal, tanto que pudo emplear toda su vida en el trabajo de fundaciones y de la dirección de una Orden extendida en toda la Península.

Esta enfermedad consistió en un dolor violento en la región torácica y precordial, seguido al poco tiempo de dolores generales en todo el cuerpo, con fiebre alta, y que paró en un ataque cerebral con convulsiones; después rigidez articular y muscular, que la tuvo tullida durante tres años; al fin, vuelta a la salud con palpitaciones y algunas veces vómitos.

Con esta sumaria descripción es, ciertamente, difícil clasificar su enfermedad poniéndola en cuadro nosológico. Sin embargo, para los que están acostumbrados al lenguaje de la santa se aclara un poco los síntomas y se puede, sin mucha violencia, asimilar su enfermedad al reumatismo articular agudo.

Tomemos, si no, el admirable artículo “Reumatismo”, del Diccionario de Medicina y de Cirugía escrito por Gerges Homolle. (3)

1. Alude a un artículo de! doctor Guillermo Morales, publicado a primeros del año 1885 en El Repertorio, periódico que era órgano de la Sociedad Santa María. En dicho artículo el autor, no obstante la fama con que llegaba de Europa, dando de mano a la sanción de la verdadera Ciencia y a vueltas de hablar sobre magnetismo, hipnotismo e histerismo, pretendió reducir a puras manifestaciones algunos milagros de Jesucristo, los de Lourdes, los éxtasis de los santos, en especial de Santa Teresa, y la impresión de las Sagradas Llagas en Nuestro Padre San Francisco. Excusado es decir que el Pbro. Doctor Juan Bautista Castro, director de El Ancora, salió por los fueros de la verdad y de la ciencia cristiana. (Esta llamada es del doctor J. M. Núñez Ponte, en su Estudio crítico biográfico del doctor José Gregorio Hernández). Imprenta Nacional. 3° Edic. pág. 258. Caracas, 1958.

2. Leamos lo que acerca de esta misma materia escribió Hernández en su libro Elementos de Filosofía: «Se ha tratado muchas veces de establecer identidad entre estos estados histéricos y los fenómenos de la oración sobrenatural. En particular el éxtasis de los santos se ha considerado como de naturaleza histérica; todos los autores místicos, y principalmente Santa Teresa; han sido definitivamente colocados entre los histéricos por los que admiten esa identidad.”

“Pero todo aquel que quiera estudiar serenamente y de una manera científica el histerismo, y que estudie, además, del mismo modo la psicología de los santos, encontrará de seguro tal desemejanza entre ellos que forzosamente tendrá que establecer una conclusión contraria a dicha identidad, la cual sólo puede admitirse por los que no tienen conocimiento alguno del histerismo o de los éxtasis de los santos.”

“En efecto, los histéricos son enfermos que presentan, además de los síntomas propios de la enfermedad, ciertos estigmas en su ser moral y físico que son característicos del fondo o terreno indispensable para el desarrollo de la neurosis. Son irritables, veleidosos, apasionados; gustan de ser un espectáculo para los circunstantes, porque su afán constante es llamar la atención. Son pusilánimes, carecen por completo de energía física y moral;  a veces son astutos, inclinados a mentir y tercos.”

 «Sus facultades cognitivas son muy limitadas; son incapaces de ningún esfuerzo sostenido de la voluntad e incapaces también de reflexión, y presentan las señales de una agobiadora inferioridad intelectual, sobre todo aquellos que han llegado a los estados extáticos, los cuales, al establecerse definitivamente, acaban con la inteligencia del enfermo, que cae por fin en el idiotismo.”

«Es cierto que los que están sólo ligeramente tocados por la neurosis pueden ser personas discretas e inteligentes; pero los que llegan a la grande histeria y a su último estado del éxtasis sufren una degeneración intelectual casi completa.

Los síntomas del éxtasis histérico son bien conocidos. Los enfermos se encuentran inmóviles, en un estado aparente de sueño, en posiciones más o menos forzadas; después entran en convulsiones de la totalidad del cuerpo, a las cuales sigue un estado tetánico interrumpido por alucinaciones variables.”

«Pasadas las crisis extáticas, el enfermo se encuentra en un estado de profunda degradación mental, del cual sale lentamente y entonces recobra aquel humor excéntrico y frívolo que ya hemos señalado.”

«Es una enfermedad de las personas jóvenes o, a lo menos, empieza a presentar las primeras manifestaciones en la juventud.”

“Contemplemos ahora el grandioso espectáculo de la vida de los santos, y escojamos a Santa Teresa de Jesús como el caso más conveniente para este fin, porque es ella la que con más frecuencia ha sido calificada como enferma de histerismo.”

“La santa pasó su primera juventud entregada u las prácticas usuales de la regla del Carmelo, sencillamente, sin que nada se notara en ella de extraordinario.”

«De carácter apacible y firme, tan firme que pudo vivir veinte años, de los dieciocho a los cuarenta, en la perfecta ejecución de los preceptos de su regla; amante de la vida oculta y silenciosa de la celda, en ella practicó en grado heroico todas las virtudes: la paciencia, la obediencia, la modestia, la virginidad, la mortificación, el horror de la mentira, la santa pobreza; y todo ello sin ostentación, recatadamente y en la soledad.”

«A los cuarenta años fue agraciada con la oración sobrenatural, y entonces tuvo los éxtasis. Durante ellos nada de aparatoso: ni convulsiones, ni posiciones teatrales, ni estados tetánicos, ni alucinaciones.

«Los que tuvieron ocasión de verla en esos momentos se sentían sobrecogidos de respeto y de admiración al ver la serenidad y el embellecimiento de todas sus facciones, y el recogimiento y la modestia de toda su persona.

”Al salir de sus éxtasis la santa tomaba la pluma; y la que antes era tan ajena a toda literatura, ahora producía sus incomparables escritos, con los cuales se reveló al mundo maestra sin igual en Teología mística, historiadora eminente, eximia poetisa; con una filosofía tan elevada y original como su teología, modelo en el arte del bien decir, llena de donaire y elegancia, y con una gracia tan fina y espiritual que, desde hace cuatrocientos años, forma las delicias de los que la leen; por estas tan excelsas dotes la Santa Iglesia Católica la ha aclamado Doctora Mística.

”Los mismos fenómenos psicológicos, que bien podemos llamar antagónicos del histerismo, se encuentran en los otros santos místicos; en Santa Catalina de Siena, en San Juan de la Cruz, en San Enrique Suso, en Santa Gertrudis, en la Madre María de Ágreda. Todos ellos son autores clásicos en sus respectivas lenguas, eminentes en todos los asuntos de que tratan, y han realizado grandes obras en bien de la humanidad, de las cuales muchas subsisten.

”No existe, pues, ninguna identidad, ni siquiera la más leve entre los llamados éxtasis histéricos y los verdaderos éxtasis de los santos, que consisten en un arrobamiento de las facultades intelectuales, producido por la contemplación sobrenatural; el confundirlos es indicar de una manera cierta que no se conoce suficientemente alguno de los dos estados»(Elementos de Filosofía, por el doctor José Gregorio Hernández, páginas 65 a 68).

3.  El artículo «Reumatismos», escrito  por Georges Homolle, aparece inserto íntegramente en las páginas 548 a 750, ambas inclusive, en el tomo 31, Rei-Rot del Diccionario de Medicina y de Cirugía prácticas, cuyo Director de redacción era el Doctor Jaccoud. Después de tratar del reumatismo en general divide su estudio en seis capítulos: I.   Rhumatisme articulaire aigu. II. Rhumatisme articulaire subaigu. III. Rhumatisme seccndaire. IV. Rhumatisme articulaire   chronique. V.   Rhumatisme  abarticulaire. Rhumatisme visceral. VI.  Rhumatisme constitutionnel.

Tiene al final, en seis páginas completas, una bibliografía de 387 autores, distribuidos  así: Reumatismo general y Reumatismo  articular agudo, 110; Reumatismo cerebral, 26; Reumatismo hiperpirético, 44; afecciones abarticulares, 55. Reumatismo secundario y formas anormales del Reumatismo 45; tratamiento, 66, y Reumatismo crónico 45.

 Es, como lo califica el Dr. Hernández, un artículo sencillamente admirable, aun para los profanos en la materia.

 Tomado de: “José Gregorio Hernández Obras Completas”, Compilación y Notas del Dr. Fermín Vélez Boza –Universidad  Central de Venezuela-OBE, Caracas-1968,  Alfredo Gómez Bolívar