martes, 30 de agosto de 2011

POR SI LOS DIOSES MUEREN. Un poemario de Eduardo Mariño

Imagen en el archivo de Pablo Araque

Nos llamaban por nuestros nombres como viejos conocidos,
con la calma irrebatible que sólo dan la oración
y el contacto con la divinidad.
Eduardo Mariño



Absuelto de las máscaras que he sido
seré en la muerte mi total olvido

Jorge Luis Borges, Piedras y Chile


I
1. Estoy-tratando-de-atisbarte-una-vez-más. Esa, es la profunda caída en el lienzo rojo, encajada como la más dolorosa de las culpas: una palabra empeñada que tan sólo se cumple en el jamás, sin embargo, puedo y debo vivir con eso.

2. He pensado en caminar por muchos lugares; he pensado en sentarme bajo sus marcas y ahuyentar las voces que habitan en ellos, en procura del verdadero silencio y la auténtica soledad, la de los yermos parajes que otrora creí jardines.

3. Unos ojos ahogados en rosas, el primer sentido de las cordilleras anuncia un valle y unas canciones y un jardín y una casa deshabitada y los adioses colgados en la puerta y las solitarias ventanas por donde nunca podré mirarte llegar.

4. He visto caer la tarde entre fugaces penumbras, he visto tu asombro como en un vertiginoso descuadre, la luna rasga el cielo buscando un perdón ante su mutable romancero de agonías.

5. Unos ojos están cegados y la tarde ha muerto ante ellos.

6. He estado esperándote durante años, quizás no es amor y el crepúsculo baña las rosas.

7. Imagino las ventanas de la casa en el valle: Ni siquiera están abiertas.



II
1. Tu zapato se desgasta en la grieta que señalaste al partir; no se qué oscura intención me indica su vital importancia en este descenso de la gloria a la banalidad, del temor al irracional alarido en el bosque.

2. La mano se estira y frota su piel, empolvada de siglos y palabras que han resbalado de cada paso integrado a su sensible vibración.

3. Sigue la conversación en tomo a ti; gira siempre estructurada en base a algo que jamás ha dejado de estar marcado con el pálido signo de las profecías incumplidas.

4. Jamás sabré como terminan tus promesas.

5. Esperar que las grietas se llenen de calzados de dama, azules, quizás del número 36 es un delito, y asustarse, significa ser absuelto; heme aquí con las manos levantadas, aguardando otra frase coherente conectada al color de tus ojos.

6. Los de Afuera dicen que ésta vez es diferente, que no siempre encontramos el dolor al primer intento, y les creo. Ellos (los de Afuera) conocen los instantes previos al alba.

7. También me conocen, y saben de mis sufrimientos.

8. El conmutador celestial de dádivas y alucinaciones me guía al borde izquierdo de la grieta, mis huellas sucumben tras de mí y no puedo, realmente no puedo evitarlo; su fragancia y sentido son ajenos a este pedregal insensato que se arrastra por la grieta, llenando los zapatos de dama, azules y acaso del 37, de un inconforme sentido de vanguardia política.

9. Estoy haciendo demasiadas concesiones al tiempo; se cuela en mis palabras, aguijoneando con su habitual nostalgia, sus promesas, lo poco de piel que sobrevive a tus caricias de despedida.

10. Te llevaste sólo un zapato al risco; deteriorado y envilecido, hoy marca cruces en los caminos polvorientos al sur de las montañas, y hiere mis ojos, cual hierro danzante en el recuerdo.

11. ¡Venid ahora, deslumbrantes artilugios del miedo!

12. ¡Bajad de la innombrable cúpula, hieródulas del desastre!

13. Reíd ahora de mis huesos fofos y adormecidos en la espera, esencia del dolor reincidente, escenas de aniquilación en la palabra móvil e infiel.

14. There is nobody in the midnight nest: Nadie excepto posiblemente nadie.

15. Tu níveo pie bailará en esta grieta abierta en mi cara, buscando a tientas el infinito paso de este imposible zapato de tortuosa corriente; el río de tiempo que nos acecha, siempre puede convertirse en la peor de las promesas.


III
1. Es TABÚ en este altar contar las líneas en la COPA del caballo rampante.

2. Alemania fría y desenvuelta bajo el brazo, tú sabes: Dios reconoce nuestras mentiras entre las habituales promesas de coyuntura.

3. Tal vez sólo se trata de seis líneas.

4. Una, transcrita en su totalidad (acaso por ser la primera) en algún libro sagrado, sentencia que debo conocer tu nombre y el del Dios que te custodia aún estando vendado, conocer el color de los ojos del cielo, el destino del caballo de ORO en la noche de las luciérnagas de tu cabello.

5. Años después de haber ensuciado los ladrillos de tu jaula con alguna conferencia pagana, he encontrado un equilibrio, una oración que justifica tanta inexistencia o tan poca ironía: En las letras de Rosa está la Rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo, su perfume y su torrente; yo, he agregado a mi castigo la tristeza de las lloviznas, mi actual miedo y otras disquisiciones de abril.

6. Un centauro y la avenida marchita: Realmente duelen esas cosas pues conozco al dueño de estas y otras espadas de a caballo, conozco al verdadero verdugo del solsticio.

7. Subo al techo, sonrío a las siluetas y estás buscándome; ya se esconderme, cualquier tercera línea me salvaría, incluso de la inquieta carta que me aguarda; lo sé, no la he leído, pero igual me horroriza el no poder ajusticiar sus frases cortas y necesariamente válidas.

8. Cuarta línea: Un TE AMO.

9. Soy la noche cuatripartita, y sus fragmentos, no podrás contarme entre los muertos ni entre los que matan. Existen números subterráneos en cada grito, plebiscito o valoración.

10. PEDIR, invariable.

11. SUFRIR, consecuencia de que la quinta línea no contenga una renuncia; luego, preguntar, asintiendo las concepciones de laguna, nunca hay un nombre poco común.

12. ¿He de llamarte viento?

13. Si hay tempestad se borrará mi llamado, la sexta línea será ilegible.

14. Aún así, este abrazo seguirá llamándose viernes 18 de febrero.



IV
1. Nos adentramos, paso a paso, en las tinieblas de la noche; traspasamos ese indefinible umbral, que insanamente algunos llaman crepúsculo.

2. Ellos nos siguen, siempre lo han hecho; Ellos miran todas las sendas y sin excepción las recorren en su totalidad; siempre vigilando, siempre a la espera.

3. Ellos siempre nos siguen. Sus palabras no están escritas, sus números son desconocidos; sus Formas, son todas las formas.

4. Todos, son como una mano desesperantemente aferrada al cuello, pero el cuello no los conoce.

5. Nos han dicho muchas cosas desde que van en pos de nuestras huellas.

6. Por mucho tiempo les hemos huido, pero aún puedo oír a mi padre: ¿Quién puede huir de la angustia de saberlos vivos? la angustia de su indescriptible presencia, su amorfa e ignominiosa presencia que tanto horror había desatado en las mentes de nuestros ancestros, sacerdotes y hacedores de la verdad.

7. Entrando en las profundas simas de las horas más selladas y más terribles, Ellos están a la zaga de nuestros sueños.

8. Ellos conocen todos los lugares, más ¿Quién les conoce, quién ha hollado jamás sus oscuros lugares?

9. Todo cuanto hacemos es inútil.

10. Reglamentos, guerras, religiones, cultos, intensas disquisiciones, eternas y sabias discusiones sobre sus formas, desconocidas, sombrías, ciencias siempre erradas, altas e inefables tecnologías y la angustia que ellos generan habita en nuestro pulso y respiración, en nuestras íntimas miradas de miedos atroces.

11. Ellos controlan las almas con el roce de sus uñas y rencores; su señal es el MAL.

12. Un MAL inmanente y etéreo.

13. Lo he oído alguna vez: SON EL DOLOR ABRASADOR QUE SE PEGA A LA ESPALDA DE LOS HOMBRES.

14. Siempre estaremos adentrándonos en los abismos de la noche, huyendo; y siempre seremos perseguidos; son nuestra angustia y no hay uno, ni dos, entre nosotros que escape a su vigilancia.

15. De nuestras almas ha sido desterrada la esperanza.



V
1. El mañana, el milésimo augurio, el temible recuerdo, el pesaroso afán del adiós, el moribundo sacramento, los terribles dioses miserablemente arrinconados en la punta del sueño; la infancia decreta un espectral silencio, a todo esto, el reto y el asombro me endilgan una promesa:

2. El jamás, las oraciones, las lunas colgantes, las manos que se ahogan en la niebla, la cera hirviéndote en los ojos, mintiendo, subyugando. Celaeno, adioses vespertinos, desigualdades en la última piel que consagran el menor de los derechos del hombre, del sueño iluminado que arrastra su nombre y su vergüenza; las paredes borran todo rastro de nombres y los sentidos secretos despiertan una irónica nostalgia de mares, soles que caen, héroes, viajes inconclusos, historias que giran y giran sin rostro, sin número, sin nombre, sin tiempo:

3. El ayer, una vela en el horizonte, otra en tu mesa, una cueva en la arena, una conquista vacía de sangre, abarrotada de intentos previos. La Palabra nombra los altares prohibidos y las asombrosas líneas del Fuego. Sé que la dura espiral de este inmenso crisol de ignominias me acecha con su nefasta, negra, abierta e inquieta cabellera, su diminuta sonrisa de tigre y el puñal al cinto, cruelmente afilado, eterno, inextinguible en mi costado, su hoja, las débiles ralladuras que ocasionan el infortunio de una única caricia:

4. La eternidad, de cuyas secretas canciones alguien ha dicho que revelan el lugar y la hora de un desquite. Con certeza se que corresponde a su infalible condición de testigo, el considerar esta herida un triunfo, una abrumadora derrota o simplemente un agradecido recordatorio al Dharma de estas horas bajo el Signo del Desierto de Fuego.


VI
1. Intuyo la fantasmal presencia de un ánfora rota y cansada de esperar por sangre, sacrificio irrevocable de estos tiempos en que seducidos por el viento, volamos sobre las sagradas colinas del poniente, donde reina la roja espuma, aguardando nuestra partida.

2. Destino seguro de las gotas de sangre, el ánfora, el semicircular espejo y su infinita espera siguen siendo sentencias, decisiones en el juego incomprensible de los antiguos símbolos y sus conciencias de barro, endurecidas en el miedo.

3. Con el temblor, llegan las canciones, con ellas, la fuga y el regreso a los acontecimientos de una tarde, a un remoto intento de subversión ya enrojecido y hastiado.

4. Anhelos. Un nombre comentado en voz baja se vuelve un Amén, oración y anatema que enciende los calendarios que has conocido y admirado por años bajo estas nubes, que jamás han revelado el Secreto, que enamoran a la Luna con sus matices de sol oblicuo, goteando sobre esta herida ánfora, sedienta de la vida que los arreboles nos arrebatan cada atardecer.



VII
1. El tiempo empezó en un temblor de labios, en la infamia del miedo de sus ojos mudos y enamorados del alba.

2. Recordando la década he vivido el infinito esqueleto de un roedor silenciado de asombros; el momentáneo quejido y los pasos contrariados de espaldas al destino, supuestamente implacable, me aguardaban al sonar de los ecos en el techo.

3. Era de nuevo la hora obscena e inconclusa, la quinta palestra y el golpear en la mesa, con que regularmente se han iniciado los peores combates.

4. Hubo un mutilado juramento y una posterior trasgresión, incalculablemente recordada; de llanto, de una tez clara y su llegada, envuelta en misteriosos azares.

5. Era de nuevo la inminente y lacerante decisión, los abismos en la mano erizados de malentendidos, convicción que solíamos comprobar asimilando la ternura del enojo, la sencilla seguridad de los encuentros, la inevitabilidad de los amaneceres en azul.

6. Esperaba el momento, como otras veces; no las circunstancias.

7. Imaginaba unas cuantas palabras, algún preámbulo, vueltas alrededor del bendito pozo, el pecho rasgado dando la oportunidad a una confesión o a una culpa que aceche en la rosa que cuelga del cielo.

8. Nada.

9. Los muertos de mi propia obediencia, mi fe en una posibilidad encajonada y ciega.

10. Nadie aguardaba a nadie; no hay negación en los ausentes ojos, no me recorre ya, la pálida caricia.

11. Aún así, noches y luciérnagas, símbolos primordiales, no me insinúan respuestas; se quizás nunca lo harían.

12. El tiempo de la espera, en ocasiones no deja de dibujamos sendas y tormentos, esperanzas, alusiones al incorpóreo sueño, monolitos desertores, lluvias en abril desmoronando las pocas ocasiones y los gestos consoladores.

13. No acudir al punto culminatorio, a la hora indicada, borrar los signos, las ceremonias y las razones; tener diez años temblando en unos labios, conmemorando un conjuro muerto, agujas tenues en la voz, temor al contacto, las palabras locas desviando al mar, aire poluto de inclemencia, tu inconstancia.

14. Los amaneceres, siempre los amaneceres.

15. Cada día nos ha hecho más respetuosos, las tradiciones, los mitos, las querellas, las entregas, no terminan en un sordo bramido ni en la guillotina de un adiós. Hay otras palabras para nombrar esta tristeza.

16. Siempre será necesario recordar.



VIII
1. Hace siglos que llegaron.

2. Traían infinitas Troyas en sus ojos y en su sombra estaban escritos los nombres de los reyes blancos de Zimbabwe.

3. Seguros de sí mismos, no miraban atrás al bajar de sus pedestales.

4. Y no sabían sonreír.

5. El filo de la daga y el iris irritado de su enmascarado símbolo de la guerra nos enseñaron a verlos con la cabeza gacha, la frente alicaída, los puños tensos e impotentes.

6. Raudales en las sienes y en el pecho atormentaban nuestras sacras horas, las búsquedas eran infructuosas.

7. Todo parecía indicar que se quedarían, desafiando toda lógica, asestando impunes ráfagas de oprobio y maldición en nuestros yermos paisajes, en las desoladas laderas de nuestras gélidas montañas.

8. Nos llamaban por nuestros nombres como viejos conocidos, con la calma irrebatible que sólo dan la oración y el contacto con la divinidad.

9. Nos hacían ofrendas y regalos, tratando de ganar acaso un mínimo de confianza de nuestra parte.

10. Por otro lado, encendían grandes piras funerarias en los lugares más sorprendentes; un agujero en un acantilado, un árbol extinto, un islote deshabitado en medio del río; lugares todos tan disímiles y por supuesto inapropiados.

11. Levantaron un gran monumento en las afueras del bosque, le rodearon de espinas, le rodearon de cruces encendidas y ofrecieron bailes y orgías durante varias lunas.

12. Nos mantuvimos siempre a la expectativa, claro que si; siempre estuvimos dispuestos a luchar, más, nos han vencido sus rituales, sus sacrificios; han ganado nuestro favor encendiendo braseros, saqueando Iliones, modernas Uruks de murallas aún más escarpadas.

13. Ahora somos sus Dioses, a ellos nos debemos: Lo mero contemplativo debe postrarse ante la guerra.



IX
1. Recojo las hogueras en un vistazo a lo innombrable; un pájaro que es una roca, un faro, que es todos y cada uno de los nombres que me inventaste en las calles de esta inconfesable Babel de bahareque.

2. Una a una las manos sacuden la ignominia, y detrás de ellas el movimiento, el rostro y tu lunar en la barbilla.

3. He presentido antes de hoy la huella que mis pecados dejan a lo largo de tu cuerpo.

4. Veleidosa.

5. Las Diosas hoy no son un recuerdo ni un saber olvidado.

6. Siento el crepitar de sus rencores, siento que ahogan gemidos y mentiras que no se corresponden con una teología coherente.

7. Este pájaro de fuego, ya no es un fénix, si no una especie de medalla, un honor secreto enjaulado en los ojos de un orate; un poema dormido en una botella medianamente escanciada tras los muros alfombrados de estrellas, libros, retazos de piel quemada, promesas, separaciones, arpegios, inútiles folios que el Miedo jamás me ha permitido rescatar de su incendio.

8. Viendo caer sus plumas, me asombro de permanecer con vida a pesar de su brillo, su fantasmal temblor, un frío inaudito que se descose de mi pecho en un tiritar que ignora fronteras espirituales y morales.

9. Sacrifico la presa de mi enemigo.

10. Inutilizo sus Órdenes, la víctima arropa mis fuerzas: Sonrisa de hielo, eternidad inclemente, alas del Miedo, no me arrastren a esos infiernos, a fin de cuentas ya estoy recogiendo las hogueras en mi piel, encuentro los Santos Trazos en un arrugado pellejo, vil de amor.

11. Hago acto de presencia.

12. Ahora somos dos las víctimas de la hecatombe.


X
1. Argumentos infrahumanos se acumulan con la tragedia de esta tarde, en los pañuelos del adiós definitivo.

2. Argentinas caricias vuelan, vienen y van desde y hasta ninguna lánguida mejilla desnuda en el asombro.

3. Esto no es ira ni mucho menos; estamos ansiando la resurrección de la carne antes del verano en la tundra, antes de la obscena y moribunda infancia.

4. Yggdrasil es la horca del infortunio a la vista del Dios alado e inconforme que habita nuestras entrañas malditas, mal enfocadas con su color y olor de cáliz deslizándose al mundo del sueño y los ágiles gatos de acero, gusanos en el borde de la cara, filosa cara que desprende las rosas del pecíolo desconocido, descontento tras la ventana al mar: Mar de soles, soledades, soliloquios soldados de mi ausente quimera de templario; años tras la ventana, tras el odio y la dicha de ver el muro sobre mi cabeza.

5. Huyo de la mezcla, del desorden y me fragmento bajo el cielo dibujado en tu piel, enojo al juez y caigo.

6. Fraguo un nuevo intento, grito y caigo.

7. Estas guerras me invaden por dentro y por el brocal caigo al pozo sangrando algunas letras de tu oráculo fresco y decidido.

8. Rumor de huesos dentro y fuera de mi cara, furias que revolotean sobre mi tumba, caídas inmensas en una tarde de ansiosos pañuelos; todos hemos caído alguna vez y sin embargo, amo el cielo de tu piel.

9. Al final del sanguinolento pozo, al final del juramento matutino, al jurar en la maligna mañana que nos acecha el humo y la vergüenza, entre las hostias y las caídas, caigo.

10. Mi epilepsia dormida brota de tu palpitar de nube, yo callo las místicas oraciones para negar la voz de quien jamás nos ha llamado a fabricar profecías; yo caigo y paso a la cámara de la balanza, con el espejo al hombro, caigo con el espejo profundo y soy pesado infinitamente en el pozo de la muerte secreta, en los laboratorios de la tristeza terrenal y barroca.

11. Tengo la venda en los labios y me lastimo con la tarde envuelta en pañuelos que nos está abogando mujer.

12. El círculo de mi cabeza, arrancado de un firmamento verduzco, indecente, se desgaja en alfilerazos y premonitorios quejidos; un barco de espuma salvaje me roba la calma y los silenciosos muertos de la alborada.

13. Caigo mujer, en la trampa del papel y la letra amorfa, en la trampa del secreto sentido de unas pisadas borrosas en el desierto de la roja arena.

14. Ajeno a la Esfinge, a mi propio enigma, rindo tributo a este despeñadero de roncas voces donde muere mi canto, mi ser.



XI
1. En esta iglesia circular abundan el desgano, el mezquino interés, la vil traición.

2. Todos sabemos su nombre, origen e intuimos su finalidad; todos le hemos visto alguna vez, y todos, sin excepción, hemos sufrido el latigazo de su sombra cual mortaja.

3. Estábamos, al igual que ahora, esperando, afuera.

4. Adentro había muchas sombras deambulando de sala en sala, sin descanso.

5. Nos habían hablado de una mueca, una plegaria, una espera, mientras nos ocupábamos principalmente de danzar en tomo al fuego central de su nave, enamorados del crepitar, del vibrar de su efluente sustancia, de su intensa locura bajo la quinta luna de septiembre.

6. En los alrededores de esta iglesia circular existe ese sentimiento arcano que de una u otra forma, todos experimentamos en la cercanía de un funeral.

7. En esta iglesia circular los días son fríos y las esperas, intensas.

8. Una estampida de huellas en el techo le ha dado un aspecto sombrío y un enigmático sentido a sus chapiteles; las agujas rasgan cada amanecer, cada tormenta, cada eclipse, con la misma impasibilidad.

9. Aquí, cada año bautizamos nuevos quejidos, amargas y espesas acuarelas medievales, taciturnas alondras fundidas en los curiosos arabescos y temerosas (¿por qué no?) de sus ambiguas gárgolas.

10. Es cierto, hemos sido culpables, todos nosotros, de su incólume liderazgo, sus vertiginosos Te Deum y su grisácea presencia en los sueños de los apenas iniciados.

11. Estábamos, sin embargo, esperando afuera, sentados y en silencio, conscientes del Daño que significaba para el resto del mundo mantener sus puertas abiertas y sus campanas en continuo redoble.

12. No somos los sacerdotes, más estoy convencido que su existencia sería menos detestable si nuestras voces no cantaran bajo su cúpula ennegrecida.



XII
1. De nuevo soñaba con los negros lagartos, de ojos rojos y brillantes, mirada astuta y curiosa, de seguro confiados en que no podría defenderme, como siempre.

2. Saben que les temo.

3. Me escondía de alguien que jugaba a incendiar la casa, con claras intenciones inquisitorias; me acusaba de hechicero, alquimista, devorador de libros y carpintero.

4. Me gritaba párrafos enteros de los evangelios y otras sagradas escrituras, como tus poemas y cartas, testigos de la injusticia y la crueldad de su persecutoria venganza.

5. Los lagartos me veían y sonreían entre sí con marcada complicidad.

6. Ellos saben que no puedo verles bien el rostro y que les huyo, especialmente después del orto, cuando desaparecen las sombras chinescas de la pared de enfrente.

7. Me buscan con la mirada, con esos ojos mezcla de rabia y carcajada (supongo que todos los lagartos sienten rabia, pero alguna vez deben sonreír).

8. Mi perseguidor se acerca y los lagartos susurran; me agobia esa sensación de ser una víctima que desconoce la proximidad de su muerte, del desenlace de esta comedia cruel que arma con su espada y sus ardientes teas; flama y odio, venganza y remordimientos lejanamente acariciados.

9. Los lagartos siguen esperando, aguardan conmigo, mi ya dictada sentencia.

10. Aguardan por mis intentos, ya vanos, de evasión.

11. Conocen mi escondite.

12. Conocen mi indefensión.

13. El se acerca lentamente, los lagartos están a punto de gritar, enloquecidos quizás porque presienten el fuego y mis alaridos de angustia.

14. Ahora salta sobre mi cabeza, todo gira, estoy atado de pies y manos, debajo de mí, la inmensa hoguera.

15. Los lagartos, como viles salamandras se revuelcan gozosos en el fuego.

16. El sonríe; luego lanza una carcajada burlesca.

17. Atisba su triunfo.

18. Ahora, el fuego ha salido victorioso.

19. Bajo la luna, en el descampado, un numeroso grupo de lagartijas mira con asombro el primero de los rituales del nuevo ciclo.


XIII
1. En una común y mortecina ensoñación es posible dar cabida a figuradas batallas, ilusorias mortajas arrancadas de tu pelo, presto a configurar pálidas despedidas, inmundos rosales rodeados de principescas blasfemias de ladrillo y bronce.

2. Sacúdeme, por favor, con un imaginario relato de la discontinuidad de ciertos ríos y unas tardías flores jamás entregadas.

3. Estoy tendiendo a oscilar macilentamente ante tu rostro engrisecido, tumefacto, aterido de frío y malherido de sueños de algún pasado no muy cierto en numerosos días de este mes, incógnito aniversario de fortuitas metamorfosis y simbióticos silencios.

4. Octubre se trastoca con los eternos abriles que habitan entre tus dedos.

5. Avanzo sin dejar un rastro perceptible, rompiendo la calzada con frías y anticuadas miradas de nostálgica introversión.

6. Jamás he pretendido vivir y dejar vivir, pues la inquieta constelación de mis temores comienza a restituir parte de mis tristezas que extrañaba desde hace muchos años desde que un Octubre, un Abril similar, habían arrancado el océano de mis manos, los sueños de mi piel, los misterios de mis ojos ciegos de no ver más tu sombra; secos, de no dirigir oscuras motivaciones a esta nada insondable, al eterno mentir de las catedrales de tu infinito pueblo; tu resumen de silenciosas madrugadas, sórdido y románticamente lúgubre. Insondable catafalco de lluvia, calor y ahogos que jamás hemos visitado por completo.

7. Vamos a empezar una vez más el recorrido y vamos, una vez más a perder el sentido, lo sé.

8. De noche es fácil disimularse en la neblina del recuerdo, en la brisa, en quien sabe cuántas esperanzas rotas que caminan somnolientas buscando la ilusoria paz, que sólo he conseguido, por breves instantes, ante una fotografía que ya tiene varios Octubres atrapada en unas manos frías, muy frías.


XIV
1. No son pesadillas, la planicie se abre a mis ojos, los dados tiemblan en tus manos, el objeto del viaje aparece difuso, (¿subterráneos? ¿gritos?).

2. Sus cabezas están rapadas y vigilan la herida cornamenta de la atalaya, que a su vez es el faro y decididamente permanece como símbolo a pesar del número señalado por la mirada que se estremece al ritmo de los horadados cubos de madera.

3. Su mágica presencia me ha convertido en noctámbulo perseguidor de sacerdotes.

4. El deber es inevitable si el placer rasga las cofias y los breves tocados del dominio, debemos asegurarnos de mantener el Poder sin corrompemos, sin embargo, es necesario perder el rostro en el instante justo, girar suavemente, levantar la mano izquierda y la frente a un tiempo, el estruendo procediendo a la súbita iluminación, giro perfecto, la niebla se estremece herida, adivino el color del número y sé que no me pertenecen sus secretos.

5. De nuevo salgo a descampado, no hay estrellas para guiarme, pero adivino las formas del camino; parálisis, atomizados recuerdos, respuestas inconfesables, frío, laberintos matizados de angustia y yo que no conozco el número que sigue el primer paso.

6. Acaso los signos viajan en otra dirección. El cielo se refleja en sus cabezas, fragmentando la memoria en sus aspectos menos conformistas (¿muerte? ¿precipicios?).

7. No lo sé; la torre no esconde los números, sólo vigila sus encantos, los números, los redondeados hoyuelos en la planicie enrojecida del regalo que el penúltimo visitante le apuesta al ingenuo azar de tus manos.

8. Yo no he visto tu rostro, más sus números me revelan la senda.

9. Tú no sabes cuántas líneas, iglesias, muros enmohecidos, lunas de antigua ceniza, sueños angustiosos, rosas y vientos subliminalmente enfrascados en la lucha de los años me llevan a tu regazo.

10. Mientras no lo sepas, el mundo esperará por los azares de un par de dados.



XV
1. He visto desdibujarse los rasgos de mi rostro en la diáfana oscuridad de un espejo; presiento golpes de hacha, gruñidos, inconformes bestias que reptan sobre el techo, llenando mis horas de viejos olores.

2. Se rompe el mito, la historia suele ser implacable.

3. Los espejos -lo dijo El Profeta- son abominables porque multiplican al hombre, al universo, la idea. De hecho, al multiplicarme, este espejo me desgasta y aturde.

4. Veo razones para una queja, en la minuciosa orquestación de alguna Parábola:

 Te fijas, los muertos andan por las calles con la boca muy abierta y las manos extendidas.

 Eso es muy común; acostumbro pensar en ti a esta hora de la noche.

 Hay muchas cruces, ¿por qué?

 Aquí todos dormimos temprano y las calles están recién pintadas.

 ¿Si?, siempre creí que todo formaba parte de algún plan maestro, tu sabes, la redención y el acoso definitivo.

 Es bueno descubrir que aún hay gente que piense como tú. La vida se nos hace un juego de llaves totalmente inservible, te dije una vez ¿no es así?

 Es cierto, aún es cierto.

5. He estado dándole vueltas a conversaciones de este tipo, y en verdad disfruto morir con ellas cada noche, leyendo al mismo tiempo, los símbolos del techo, interpretando su incierta premura.

6. Es jueves en la noche, estoy cansado.

7. Tu recuerdo es un espejo vibrando dentro de mí y sólo pienso en regresar al Templo.

8. El zig-zag de este anochecer traiciona mi resistencia.



XVI
1. N’Kai, Kadath-en-el-gélido-desierto, tantos nombres, lugares, ciudades, rocas, rincones, rostros, palabras dudas, miradas, abandonos inmisericordes, revelaciones súbitas, Iluminaciones.

2. Afuera los truenos, las fugaces señales de alerta.

3. Alguien aguanta la tormenta en sus ojos sin llanto, resbalan en mi rostro los fragmentos de un roto cenit, adivino en ellos un misterio.

4. Sembraste una rosa, guarida de un hechizo ancestral incognoscible y profano.

5. Modificas la penumbra, desde tus manos la rabia es un intrigante karma, los destellos quiebran las miradas.

6. Calma, hay ciudades afuera.

7. Calma, no han muerto los poderes.

8. Calma, está lloviendo, renacen las cítaras dormidas, su fuego es arrasador; su templo, el universo entero.

9. Colgado del tobillo lo interpreto con un grito, moribundo en medio de la sinfonía de los arbustos.

10. Falsa decisión, falso coraje, huellas de fango en las espaldas, la aurora se mece de Ur a Nippur, cambian salvajemente los rostros del cielo; horizonte angustiado, dunas de mentiras se te amontonan.

11. El desierto se disuelve por entero, los trazos de luz invaden los secretos refugios.

12. Llueve en N’Kai, en Kadath-en-el-gélido-desierto; moscas, miseria dolor y ruinas se agolpan bajo el negro e impávido Dios sin acólitos; llueve en Uruk, en Kish, en las ruinas de mi alma, en la tuya, en las almas sin cuerpo.

13. Azotaste las paredes, solía llover así en Celaeno.

14. Voluptuosas ensoñaciones se levantan de la arena reseca.



XVII
1. Intentó ser el enemigo, a mediados de un septiembre relativamente ajeno, dislocado en la enfermiza memoria, en la utópica sinceridad de algún escarpado silencio.

2. El amanecer estaba nublado en sus cuatro puntos, la visión de un horizonte negruzco erizaba antiguos miedos y evocaba martirios innecesariamente hechos añicos, polvo, por las flamígeras cruces del aniversario.

3. Llegaban a su fin, aquel día, los diálogos y las alianzas que mantenían con vida, una incoherente armonía y precisión en el avance y retroceso de ciertas sombras y procesos.

4. No obstante la decisión tomada y su voluntad de ejecutarla, una cautelosa espera se dibujaba en sus gestos; su pronunciación de los psalmos no era defectuosa, al contrario, una profunda y metódica regularidad hacía de cada frase una verdadera sentencia acertada e irrevocable.

5. Con extremo cuidado pasaba las apergaminadas páginas de un viejo diario, una inverosímil bitácora de sus desvelados propósitos y ansiedades; calculaba en silencio su volumen e importancia, sin mucha prisa, como para no ahuyentar sus espíritus.

6. Un incorpóreo astro se esforzaba por elevarse tras la densa mortaja de nubes que entonces llevaba por techo: una estilizada, barroca y paranoide cúpula que enfriaba su alma, inflamada de odios y rencores.

7. Intentó ser el Enemigo, un septiembre cualquiera.

8. Más, se le hacía difícil terminar de amanecer y no tener aún armas en las manos; apretó con coraje los barrotes que le separaban del mundo, con fría indiferencia.

9. No tenía una daga, un libro, una palabra; no podía en absoluto hacer mella en el anagrama de sus anteriores semblanzas e ideologías.

10. Si, se encontraba totalmente indefenso.

11. Y de enemigo, quizás tendría que pasar de nuevo a ser víctima de sus propios miedos.

12. Pero no llegó a ver la luz del Sol.



XVIII
1. Los antepasados en la leyenda del murmullo andariego, mi sueño inconforme y móvil, están soplando tu nombre alrededor del círculo inestable de los días; señalan mis confesiones, relicario de asombros que bien he sabido guardar de las ceremonias.

2. La caída del cielo en tus ojos tristes me ha tatuado una culpa, un minuto de resguardo y un gran montón de frases muertas a nivel del común acontecer.

3. Cae la tarde, el impulso definitivo no será el llanto, ni los gritos, jadeos, alaridos de rabia; no es mover de un lado a otro esta pesada añoranza de las verdes palabras, el invierno que comenzó en el labio inferior, no fue en la mirada (ah, en la mirada) más que una inconfesable pregunta.

4. Voy a llevar un saco al fondo del patio.

5. Voy a medir una a una las horas.

6. Iré a cantar sobre el muro

7. Mentiré, robaré y ejecutaré otros doscientos catorce pecados, muchos de ellos aún sin nombre

8. Un vestido rojo, una vela, una guitarra, una antigua melodía, configuran mi rincón lleno de espíritus.

9. Un ídolo de roca me observa.

10. Mi reencarnación falla en tardes como esta, el hilo de Ariadna es una malintencionada utopía en todos sus términos: Esconde una atroz sencillez en su imperceptible temblor.

11. Mis antepasados quemaron incienso y se pintaron brazos y piernas con los colores de mi bandera, con los de una tarde cualquiera, acaso con ninguno.


XIX
1. La barranca se adormece bajo mi propio ensueño, la tarde arranca flameantes penachos a la tortuosa corriente que tarde o temprano, de un modo u otro, pronuncia suavemente tu nombre y como águila de fuego, irrumpes a mi jungla; la enramada tiembla y nuestras sombras son una máscara seductora y ambiguamente tierna.

2. Vienes a enseñarme la verdadera magia, la de los héroes que miran al interior de sus crepúsculos sin miedo a caer en eternos retornos a sabiendas que no todo está en ser sólo héroes (muchos de ellos mueren sin conocer el Orden que se esconde tras los majestuosos vuelos y las miradas entrecortadas que traes en los ríos, en tus níveos brazos, tus alas, fénix crepuscular, glorioso bennu, Ishtar amada...)

3. Siempre lo he sabido, la vida es como un río de fuego que nos hace repetirnos a cada instante.



XX
1. Este mar azota mis ganas, forzándome a sentir de nuevo los pesares indignos, innombrables, que llevo en la médula del rostro; segunda piel que amarga mis risas y agita mis lágrimas.

2. Este mar, cruel baño de ironías envolviéndome.

3. Recuerdo esta muerte como acaecida hace muchos años, mientras sucede frente a mis ojos: la tendida curva del acuático puñal, los gemidos y la angustia.

4. Son precisas, como uñas en los ojos, las voces del olvido casi descuidado, casi humano.

5. Me atrapa una voz suprema con su amorío, sus retorcidos cuernos de luna al oeste de la mirada, en el sostenido ayuno que conmemoro con esta cristalina sangre, llena de la canción del vidrio y el metal.

6. Hermandad rota; incipiente trasmigración que duele escuchar bajo estos mares.

7. Muere ante mí una palabra y su crispado rostro me lleva al primigenio abrazo.

8. He perdido mucho tiempo cazando soluciones desde la acera del frente; mas niego estar viviendo una farsa ¿acaso este mar-océano no es un retomo, una ascesis invertida?

9. Me han golpeado tus fallos y economías de enojo; también, el primer aguacero nocturno en abril, siempre a la espera de un mínimo rato de nostalgia que arrecie sus energías, salpicando las inmutables columnas del cielo con sus mugidos de océano en angulosa y fría cascada; constante señal de una presentida defunción, deja-vu de un alma errante, meditabunda entre mis escombros, esparcidos bajo este viento soez y angustiante.

10. Espejismo, estigma, maldición de un par de siglos, rostros en el barro, huellas en el agua que edifican una silenciosa carrera en medio de su incesante pálpito; gotas en los ojos, dentro de ellos, una fugitiva acechanza que saluda a los halos en las luciérnagas y alucina un aguacero al fondo de su desdicha.

11. En la vigésimo quinta noche después del solsticio, te estoy pensando, viniendo descalza bajo la lluvia, empapada de mis tristezas.


XXI
1. Aldebarán me vigila a través de la infinitesimal oquedad de un sueño premonitorio.

2. Me ha guiado al sobresalto y las penumbras, que no son ningún capricho del origen.

3. No puedo fiarme en este momento de quienes presionan el gatillo y atraviesan los aposentos con gran escándalo de humo y voces quemadas con la ira.

4. Como un cruel remedo de neón y sonrisa, me vigilan en mi propio nido, como si un tigre me inundara de lágrimas al rostro, como si al descubrir el cielo aprendiera el temor a las consteladas sospechas que pernoctan más allá de mi catre.

5. Siento unos curiosos terciopelos atrincherados en la invisible voz que envuelve tu misterio.

6. Oh, si al menos las angustias señalaran el camino de la amplitud.

7. El fuego se toma su aliado en el laberinto principal, y quienes han husmeado en pos de una señal de la divinidad presienten esta inmensa necesidad de un grito.

8. Aldebarán en su vigilia al sur del crepúsculo me enseña a decir las mentiras y callar los juramentos donde la burla llega a través de la cruel mordedura de esta fiera en mis manos, en mis ropas, mis libros, el surco en el cielo, las nieblas en los campanarios del confín de mi desierto poblado de espíritus, amaneciente ya, cansado de yerme esconder el rostro entre las sábanas, ligero de valor, atrapado por un débil y rojizo espectro que palpita con el oleaje del oscuro Lago de Hali, el encamado y furibundo ojo de alguna ingeniosa pesadilla de abril.


XXII
1. En pocas palabras, me proponía escribir la historia de la espuma, del rocío, sin pensar ni un instante en el desierto y sus arcaicos eriales de viento y desolación, que desvelan las constelaciones oscuras y los ojos de los chacales.

2. Me proponía el infinito y perfecto círculo, sin dar cabida a los quebrados ángulos de mis permanentes temores.

3. ¿Acaso los calendarios son las retractiles alas del sueño?

4. ¿He consumido el último vaso de mis fortuitas indecisiones?

5. No veo salida ante este extraño estigma en mis manos, palabras y filosofías; desconozco mi propia medida y complejidad, ignoro el lugar donde descansa dormido un anhelado perdón, escondido bajo un lecho sempiterno, inamovible.

6. Las rocas se tensan a mi paso, como llenas de una telepática y sublime agonía, solidarias a este desvarío en pos de un rayo que ilumine mi andar.

7. ¿Cuántas Noches caben en la palabra noche?

8. ¿Cuántos nombres he querido dar a ese ancestral Nombre?

9. Sé que hay una fosa esperando mi promesa llena de rostros y flores; sé que me aguarda, inmutable, el despertar de algunas místicas verdades, ya propuestas al camino y sus habitantes, en abril 2 de 1894, cuando apenas era un niño con las manos en los bolsillos y la mirada febril de quienes jamás olvidan un nombre.

10. Me atrevo, si, a retar una vez más a ese escapulario de intentos que llevo atado en la mirada y el discurso; mi incipiente conocimiento del orbe sigiloso que me acecha Afuera, me proporciona la clave y el argumente de esta intestina lucha, de insospechadas secuelas.

11. Me proponía hacer la historia de la espuma y del rocío.

12. La espuma, ya flota sobre mis sueños; el rocío aún aguarda un rostro lleno de promesas, con muchas flores en sus pupilas.


XXIII
1. Una tundra de cabellos enardecidos me prolifera bajo esta mutable envoltura.

2. Tripartito rencor, viejo y encanecido con la innombrable Espera.

3. ¿Estábamos acaso en el límite?.

4. Adivina los colores sacros: diez años con la palma de la mano en el filo hiriente del desarraigo y la traición.

5. Te dedico líneas, si; reparto rechazos con la bruma matutina, ya no me ves a menudo y sin embargo...

6. Entra la señal al cerrojo, esperando los sordos guiños, los macabros asentimientos de las falsas historias que invento, viles álgebras en los gráciles castigos de tu peinado.

7. Está bien, ya son las tres menos veinte, esta decisiva etapa se nos diluye de hastío página a página, semana a semana, llenando de inconstantes garabatos la sincrética fraseología de un réquiem.

8. Se nos diluye la escena con el vaivén del dedo en la sien derecha.

9. Muevo las agujas, tejiendo un cósmico abrazo bajo el piso.

10. No me acostumbro aún a este silencio diletante, subido de tono, amargo, molido en el dedo que gira, que gira; no, no podré.

11. Busco líneas anteriores al desastre, y todas han muerto con las letras amando quien sabe cuantas negaciones semejantes en la inaudita costumbre, que aún no llega, que jamás lo hará.

12. Libertad que roncas en los nocturnos alvéolos, trae a mis manos la llave; la cristalina puerta y yo aguardamos la voluntad de la lluvia.

13. Estudio cada movimiento, intentando separar los recuerdos de las necesidades prioritarias, con la ilusa finalidad de transferirme a otra ruta, de solicitar el favor de otros Dioses, sin ocultar el deseo de dormitar en tus labios; este rito aún no concluye y dispongo de todos los medios minutos que requiere esta espera.

14. La premura y el trinar de mojados pasos no están lo suficientemente cerca como para alegrarme; temo, sin embargo, a esa ineludible verdad que hasta tú has comprobado.

15. Abusar de los detalles es poco usual entre nosotros, por eso, nos parecen pasmosamente lentas esta reiteración y la invitación al arte.

16. El calmo y pausado movimiento tiende a ser la constante en mi vigilia, transmutada en alucinante espera.



XXIV
1. Estos años comienzan desde ya a morir con otros nombres, estallándome en el rostro con amarga ironía.

2. Vivo, mejor aún, sobrevivo una imposible espera cuyo comienzo desconozco y que al final tal vez sólo me arroje al abismo desesperado de seguir en ella.

3. La noche se me espesa en los ojos, como ya lo ha hecho antes, como ya lo ha hecho siempre.

4. Cautelosamente levanto la tapa: El libro es viejo, igualmente antigua es su sabiduría.

5. Dicen que una de sus palabras es el Nombre Secreto del Dios.

6. También que quienes jamás lo han leído, no pueden esperar Su misericordia.

7. Lo cierro con violencia, estoy seguro de merecer algo mejor.

8. Recorro lentamente su lomo, siento las frías letras reagrupándose en un nombre prohibido.

9. Un torbellino se agita entre sus amarillentas páginas y las vaporosas historias que esconden las inofensivas líneas y triviales liturgias.

10. Siento la mancha de vino, solitario recuerdo de una agradable discusión, una ilusoria madrugada, la pluma en la mano, la vela temblorosa, el pulso agitado, la palabra preciosa ahogando un gemido, un cálido aliento a mi lado, en la perenne sombra que me acompaña, sin ser verdadera.

11. ¿Quién conoce las formas de la Sombra?

12. ¿Quién reconoce su voz, su abrazo?

13. Yo la he esperado por años, y más de una vez, mis sentidos se han engañado; he abrazado el vacío inerme y la burlona sonrisa de un nuevo día; mas, no dejo de esperar su llegada, su mano fría, su mirada triste.

14. ¡Ah Sombra!, ¡Ah Muerte!

15. ¡Ah poesía incansable de la nostalgia!

16. Mis ojos alucinan página tras página, buscan con avidez una frase, una escueta plegaria. Palabra, palabra, palabra; dale un perdón a sus infinitos sueños:

 Capítulo Ciento Cuarenta y Cuatro; Verso XXL: He cubierto mi camino. Te conozco y sé tu nombre, y el del Dios que te guarda. Te llamas: Espada que corta al pronunciar su nombre, Diosa de rostro vuelto atrás, desconocida, vencedora de quien se acerca a su llama [...] tienes la sentencia del que está vendado.


XXV
1. Afuera ruge la tormenta con gran obstinación, voluble y a la vez perfectamente clavada con sus destellos, en el temblor de tu mirada.

2. ¿Aún me oyes? ¿Sabes cuántas cuentas penden en la cola del relámpago? ¿Quién lo sabe?

3. El destino es una ráfaga de viento que nos salpica el rostro de lodo y lluvia fresca; el Destino es una vil artimaña de los Dioses para esconder su incompetencia.

4. Levanta la cara, el fogonazo.

5. Dime si sigues lloviendo.

6. Suspira lenta y sinceramente, como el respirar de las eras a través de la inerme piel del cielo; siente el rumor bajo tus pasos.

7. No, no vayas ahora, hace frío y mis manos están yertas de miedo.

8. ¿Has visto?, algo nos junta con enfermizo desgano o aparente desolación; comienzo a creer que jamás vinimos de donde vinimos y que nunca llegaremos a donde vamos; este es un duro retrato de los dolores de la tierra, sus entrañas molidas y mi pensamiento en tus ojos, tristes y consumidos casi, por los rayos y los truenos, y las horas, y mis acosos infantiles, y [...] bien, no comprendo algunas cosas.

9. Estos apuntes crecen día a día, y tengo la firme convicción de que los movimientos que adivino en tu pelo no se deben tan sólo a la tormenta, hay un rítmico presagio y ligeros vaivenes de reproche que prefiguran posteriores roturas del sacramento.

10. No, el techo no cederá aún, te lo prometo.

11. Deja que siga lloviendo, y si acaso cierro los ojos, Yaddith habrá dejado de brillar en ellos.



XXVI
1. Y luego sólo pensar.

2. No.

3. No pensar.

4. No creer, sin alumbramientos entre tantos años no creer.

5. Que tantos años.

6. Donde muere y surge.

7. Allí entonces volver a verte.

8. Retrocediendo por supuesto ¿Sino de qué otro modo?, ¿Cuántas veces?

9. Olvidándose uno cada uno cada uno de uno que de ningún proceso es dado estar a salvo.

10. Volvió, pero atrás estaba también, en la hora menor, y la apología del crimen reseñado de ambigüedad en trastorno no deja dudas del lugar a como en la cavidad del sueño.

11. Cavidad por supuesto indemne.

12. Ahora, es el señuelo ideal que se plasma en su retomo siendo propicia la llegada, doble vuelta en U, con la Universalidad y el amplio retardo que generan en sí las críticas correspondientes a los lugares, hechos y consecuencias.

13. Con justicia esperados, con justicia inusitados, con justicia, Evaristo, aniquilados con inútiles vueltas de muros y sangre, frágiles huellas donde muere y surge con o sin embargo alumbramientos.

14. Que nos aniquilan.

15. Y luego sólo pensar retomando con su muerte al hombro.



XXVII
1. Redondeadas arenas, monstruosas sentencias que apenas comienzo a inyectarme en los ojos.

2. El borde del cielo se recorta en la ventana; azul, azul y la infinita angustia de los nubarrones sobre el desierto ¿Te han visitado alguna vez?

3. No puedo saberlo desde estos eriales dormidos que esconden, seguramente, templos, ciudades, monumentales plazas, poetas, vagabundos y rocas, sobre todo rocas, inmensas extensiones pétreas, basamento digno de tanta ubicuidad.

4. Abro en su totalidad la ventana, y un agreste vapor me saluda; es él quien domina estas inquietas soledades, y sin embargo, no es ególatra ante semejante responsabilidad.

5. Abro los ojos y mi pueblo se me muestra neblinoso, difuso, con su habitual pesadez.

6. ¿Es este habitado-desierto paraje el culpable realmente?

7. No lo sé; este brasero viviente me va y viene bajo la piel, como una sangre vieja y eterna, inerte y fiel; presente y pasado son uno, a lo largo de sus ardientes callejones.



XXVIII
1. Hay tanta paradoja en las palabras; pozos oscuros y odios manifiestos que ensordecen la madrugada con su feroz aliento.

2. No busco encontrarme, al final del tiempo, en la asustadiza línea del medioamanecer; considero esa fuga la encamación del moho en el brocal, la túnica rota de los años, las secas y obcecadas palabras que interrogan un abismo absoluto.

3. Un encuentro consistiría, después de todo, en mantenerme de pie, atalaya y laberinto, la página no numerada y sin fecha adquiriendo otra dimensión y dejando de ser la llanura fría y aún en tinieblas que la sentencia de algún sueño haya anidado en un ínfimo abrazo.

 (Advertencia: No orar, sacrifique varios cameros durante una noche equinoccial, de año bisiesto, con la Luna a medio eclipse. Bese sus frentes antes de decir adiós. No olvide sacudirse el polvo sobre el negro mármol. Abstráigase, multiplíquese en cuanto sacerdote, posadero, poeta, mago y organillero ciego consiga en su marcha).

4. Si, ciego de vértigo y el círculo de rocas aguardando. El agua. El cielo navegando en el ojo de un inimaginable gato que tímidamente nos lleva a cuestas mientras trepa al brocal. Sabías mi nombre, dirección y potencial ruta de escape: La escalera - Granito y madera - Las manos frías.

 (Detente)

5. El minucioso musitar de escándalos y blasfemias en una carta sin leer, sin jugar, abatida, abierta en el pecho con una herrumbrosa estrella de plata ¿alucinación? ¿profano estigma? Te esperan muchas sorpresas, la menor de las cuales esconde un castillo tras una montaña y hay que conocer los siete nombres del Dios Hambriento, la carne tiembla al verlo y no se le debe mirar a la espalda.

 (Debe asegurarse, asimismo, de no haber ofendido a Wödan en la noche de su duermevela bajo el samán del patio izquierdo, en el templo de los Igigi. Pa-Bil-Sag es su símbolo y el sello de su progenitor; no mienta en la hora más oscura, susurre siempre y cuando salude a alguien que traiga dolorosos pero fieles recuerdos a sus instancias emocionales de los días martes, jueves y sábados. Descansará el domingo, gracias a la duodécima luna sobre la montaña).

6. Una palabra contiene la duda en las palabras y sus conjeturales adverbios.

7. La humedad es un vaho flotante que asciende hasta los perlados reflejos del pozo en tu rostro.

8. El pequeño vacío, el abrazo, te inmunizan y la piedra delimita un nuevo pero fugaz encierro. Conoces la palabra y -a pesar de ello- no basta con pronunciarla.

 (Mencione cosas como prendas en juego, ilusorias nuevas vidas y manuales de cocina medieval. Eso bastará -al menos por los siguientes lustros- para mitigar el fuego en las calmadas aguas del Lago de Hali, cuyo brocal es el mundo, y su fondo, una oscura premonición que estremece el alma)

9. Nunca debe uno despedirse por completo.

10. ¿Acaso el cielo no es el mismo sea cual sea la dirección del vuelo? No dejará de ser una ascética ascensión cuyo límite está en la promesa, en la promesa el abrazo, en el abrazo un laberinto de escenas, acaso una lágrima, en la lágrima el tembloroso reflejo del reflejo en el oscuro círculo en el ojo del gato; el cielo nos cubre por completo.

11. No hay golpe ni ahogo.

12. La carta es leída, la palabra conjura un atrevimiento sin precedentes.

13. La llanura no es más un desierto, en el horizonte se recorta un mohoso brocal, de cuando en cuando, una estrella de plata se refleja en el fondo del pozo.



Nota: Eduardo Mariño nace en San Carlos, Cojedes, Venezuela,  el 10 de diciembre de 1972. Posee su historial una destacada cantidad de triunfos en diversos eventos y certámenes literarios tanto en calidad de  organizador como en el rol de participante victorioso en poesía y narrativa. Editor y cultor popular comunitario. Ensayista y articulista literario. Representante de esta tierra de gracia en distintos encuentros internacionales de literatura.  Pionero cofundador de grupos y gremios literarios desde 1991. Entre sus libros más significativos recordamos: Diario de un cautivo (1994); cacería (1999);  La vida profana de Evaristo Jiménez (2002); La salvación por el hastío (2004); Silvia (novela publicada en España, 2005) y la suma poetica A la salida del fastuoso recital (2009). De igual manera sus textos surcan distintas antologías editadas aquí y en el exterior.
La primera edición de esta obra correspondió a la Biblioteca del Círculo de Escritores del Estado Cojedes, en la ciudad San Carlos, en 1995.

jueves, 25 de agosto de 2011

TRES POEMAS LLANEROS DE VÍCTOR MANUEL GUTIÉRREZ

Arpista llanera en el archivo de  La Voz del Joropo 




AL FIN LLOVIÓ EN MIS CAMINOS
(Premio de Poesía Novel, Valparaíso, Chile, 1939)

Al fin llovió en mis caminos

y fueron pan las raíces,
hubo mil cestos de trinos
de pajarillos felices,
hubo rumor de hojarascas
y corretear de perdices,
mientras daba el horizonte
esplendor a sus matices.

Al fin llovió en mis caminos
y la huella fresquecita,
cantó con los manantiales
un verso de agua clarita,
y así la tierra mojada
con su fragancia bendita,
dibujó por la llanura
todas las cosas bonitas.

Al fin llovió en mis caminos
y la tierra se hizo buena,
despertaron las cosechas
de mis continuas faenas,
hubo palpitar de espigas
arrulladas por la siembra,
y surco y arado hablaron
de que la vida era bella,
cuando se sabe esperar
como yo esperé por ella.

Al fin llovió en mis caminos

y humedeció las arenas,
estaba la tierra encinta
más amorosa y más buena,
oí llorar la cosecha
dada a la luz como una nena
y de mis ojos cayeron
lágrimas de dolor y pena.

Al fin llovió en mis caminos

mientras llovía en mi alma,
y me floreció por dentro
una cosecha de calma,
y fue mi espiga de amor
mi dolor se hizo una palma,
y me brotaron los hijos
por cada punta del alma.

Al fin llovió en mis caminos
y fue más lindo mi Llano,
me fueron brotando lirios
en los surcos de las manos,
yo me sentía jardín
y seguía siendo humano,
y en cada punta del alma
me fueron brotando manos.

Al fin llovió en mis caminos

y hubo flores en el prado,
arado, surco y cosecha
fueron un himno sagrado,
yo adiviné la presencia
del autor de lo creado,
y en cada punta de mi alma
estaba el Padre sentado.


EL CARRETÓN DEL TIEMPO

La muerte y la vida están

sobre el Carretón del Tiempo,
la muerte veloz se pierde
por trochas del sentimiento,
y la vida, paso a paso
va Camino de los Muertos,
llaman vida a este sufrir
sin tener paz ni un momento,
yo diría que esto es morir
sobre el Carretón del Tiempo.

Eso que acá llaman vida

es lo mismo que la muerte,
pues las cosas definidas
no son caprichos ni suerte,
y lo que acá llaman vida
hay mundos donde es la muerte,
y en eterno devenir
se transforma hasta lo inerte,
pues la ley es solo una
lo mismo es vida que muerte.

¿Mas de qué sirve vivir

si morir es una ley?
Y en iguales condiciones
mueren hombre, perro y buey,
ateos y religiosos
el Papa, el soldado, el Rey,
vida y muerte es solo una
porque una sola es la ley,
las dos son la misma cosa
algún día lo entendería.

En el Carretón del Tiempo

es auriga el devenir,
en él todo se transforma
todo está en el existir,
ley es nacer y morir por lo cual
voy a decir, en estos sencillos versos,
que acá nada fue inventado
todo está en el Universo.


ROMANCE DEL AMOR PERDIDO

(Poema Premiado en el Festival Internacional de Cultura Llanera “El Silbón de Oro”)

Ella era una inocente

pero yo fui muy canalla,
la monté en mi yegua baya
un Día de San Vicente,
y con el sol muy ardiente
nos fuimos al pasitrote,
hasta que del horizonte
no quedó más que un ribete.
Cuántas cosas le diría
cuántas cosas me creyó,
y en mis brazos se rindió
sin saber si la quería,
así pasaron los días
las semanas qué sé yo,
y al fin me comunicó
que ella en cinta se sentía.

No me causó la alegría

que eras lógico sentir,
y solo pensé en huir
perderme en la lejanía,
y así fue que el otro día
le dije: regreso ahora,
y me fui lejos, señora,
a huir de mi cobardía.

Porque no pensé que un día

en este Llano tan grande,
a fuerza de ser cobarde
la pena me mataría,
mas no sé lo que sentía
pero al pueblo regresé,
y como no la encontré
qué gran angustia la mía.

Luego supe que venía

le había escrito a su mamá,
y entre otras cosas mías
supe que un hijo tenía,
fue tan grande mi alegría
que me sangró el corazón,
y pa´ pedirle perdón
dije que  la esperaría.

Allí pasaron diez días

esperando su regreso,
para cubrirlos de besos
con todas las ansias mías,
el perdón le pediría
prometiendo ser buen padre,
por los restos de mi madre
y por Dios le juraría.

¡Agua abajo viene un bongo!

Grita un muchacho en el río,
yo también gritó ¡Dios mío!
Ya se acerca, lo supongo
y al muchacho le propongo
si viene allí una mujer,
corre y házmelo saber
y un real en sus manos pongo.

Vuelve el niño por la huella

y me grita Sí señor,
lo que viene es un primor
que más parece una estrella.
La garganta se me sella
su perdón cómo lo ansío,
si me perdona, Dios mío,
que feliz seré con ella.

Desde el barranco del río

la saludo y me responde,
viene de yo no sé dónde
pero trayendo algo mío,
entre sus brazos dormido
con un paño con cobijo,
contra el pecho trae al hijo
fruto de mis amoríos.

Al poner pie en la arena
fijó en la mía su mirada,
pero no me dijo nada
de su calvario y su pena,
y allí plantada, serena
y sin dejarme de ver,
me dijo: ahora soy mujer
pues soy una madre buena.

No reprochó mi abandono

ni se quejó de su suerte;
"Solo he sabido quererte
en mi pecho no hay encono",
y dijo en el mismo tono;
"Yo no te guardo rencor,
pues el fruto de tu amor
en mis brazos aprisiono.

Más bien debo agradecer

que fuiste tú mi maestro,
porque de todo lo nuestro
aprendí yo a ser mujer,
y le dimos la vida a un ser
que es misión grande y hermosa,
ya que a ser madre amorosa
es que viene la mujer".